Qué es el efecto Mozart y por qué algunos científicos creen que puede hacernos más inteligentes
Durante décadas, se ha propagado la creencia de que escuchar música del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart puede aumentar la inteligencia de los niños. Este fenómeno, conocido como “Efecto Mozart”, cobró fuerza a raíz de un estudio publicado en 1993 en la revista Nature. Sin embargo, las investigaciones más recientes cuestionan seriamente esta supuesta relación entre la música de Mozart y el desarrollo cognitivo.
El estudio original, realizado por Frances H. Rauscher, Gordon L. Shaw y Katherine N. Ky, utilizó la Sonata para dos pianos en Re mayor K. 448 de Mozart como elemento central de su investigación. Los autores concluyeron que escuchar esta pieza musical podía mejorar el rendimiento en tareas relacionadas con el razonamiento espacial. Este hallazgo dio origen a toda una industria de grabaciones y productos destinados a estimular la inteligencia de bebés y niños pequeños.
No obstante, estudios posteriores han puesto en duda la validez y la generalización de estos resultados. Un metaanálisis realizado por Pietschnig, Voracek y Formann en 2010 evaluó múltiples investigaciones sobre el “Efecto Mozart” y concluyó que el impacto de escuchar música de Mozart en el rendimiento cognitivo es pequeño y no significativo a largo plazo.
Desde una perspectiva neurocientífica, se ha demostrado que si bien escuchar música puede producir mejoras temporales en tareas específicas, como el razonamiento espacial, esto no se traduce en un aumento a largo plazo de la inteligencia o el coeficiente intelectual. Más bien, estos efectos se atribuyen a un aumento de la excitación y del estado de ánimo, lo que puede mejorar el desempeño en determinadas actividades, pero no nos hace más inteligentes en sí mismo.
Ahora bien, ¿qué papel desempeña realmente la música en el desarrollo cognitivo? Los expertos coinciden en que aprender a tocar un instrumento o ejercitar la voz puede tener un impacto más significativo en las capacidades mentales. Esto se debe a que la participación activa en la música implica la activación de diversas áreas cerebrales, como las relacionadas con el procesamiento auditivo, las habilidades motoras y las funciones ejecutivas.
De hecho, los músicos suelen mostrar una mayor conectividad en estas regiones cerebrales en comparación con quienes no tienen experiencia musical. Esto sugiere que la práctica musical, en lugar de la simple escucha pasiva, puede contribuir al desarrollo cognitivo a largo plazo.
Es importante destacar que la influencia de la música en el cerebro y el comportamiento humano va más allá de los efectos en la inteligencia. La música puede desempeñar un papel fundamental en la regulación emocional, la reducción del estrés y la conexión social. Incluso se ha utilizado como herramienta terapéutica en el tratamiento de enfermedades neurológicas.
Si bien el “Efecto Mozart” ha sido ampliamente divulgado y ha generado toda una industria de productos destinados a estimular la inteligencia de los niños, la evidencia científica no respalda esta supuesta relación. La música, sin embargo, sigue siendo una herramienta valiosa para el desarrollo cognitivo, emocional y social, especialmente cuando se practica de manera activa.
En lugar de buscar soluciones rápidas y milagrosas, es importante comprender que el desarrollo cerebral y la inteligencia son procesos complejos, influenciados por una variedad de factores, entre los que la música puede desempeñar un papel importante, pero no determinante. La clave radica en fomentar entornos enriquecedores, que estimulen el aprendizaje, la creatividad y la conexión con los demás, características que la música puede facilitar de manera significativa.
El “Efecto Mozart” ha sido durante décadas una creencia popular, pero los últimos estudios ponen en duda sus supuestos beneficios cognitivos En las redes
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