Las potencias se desafían en el espacio y alertan sobre los alcances de las guerras del futuro​

PARIS.- La ley de la selva no solo impera en la Tierra. También reina en el espacio. El espectro de una guerra en las estrellas toma cada día más forma. Un conflicto armado que causaría tantos o más daños que una guerra convencional. Hoy, Estados Unidos, China y Rusia también se desafían en el más allá.

Aire, tierra, mar… Esos teatros de operaciones militares son conocidos desde hace mucho tiempo. Pero las guerras del futuro también se librarán en el espacio, donde los ataques híbridos ya son legión, como en las redes informáticas.

A mediados de noviembre de 2021 se produjo una movilización total a bordo de la Estación Espacial Internacional. Dos cosmonautas rusos, cuatro astronautas estadounidenses y un alemán se refugiaron rápidamente en sus naves acopladas a la Estación, listos para soltar amarras. La causa: Rusia acababa de probar un “misil antisatélite de ascenso directo”, disparado desde tierra, contra uno de sus propios satélites. El disparo fue exitoso, pero una lluvia de miles de escombros puso en peligro la Estación, que pasó varias veces cerca de esa peligrosa nube. La NASA denunció una “acción irresponsable y desestabilizadora”.

En febrero de 2024, fuentes del servicio de inteligencia estadounidense afirmaron que Moscú estaría planeando desplegar en el espacio un arma antisatélite dotada de una cabeza nuclear. Si llegara a confirmarse, el proyecto, sería una violación clara del Tratado sobre el Espacio de 1967. Aunque Rusia no parece preocuparse demasiado por esas cosas.

Ese tratado prohíbe la puesta en órbita de cualquier “objeto portador de armas nucleares o de cualquier otro tipo de armas de destrucción masiva”, prohíbe la instalación de tales armas “en cuerpos celestes” o “de cualquier otra manera en el espacio extraatmosférico”. Pero el texto no dice nada sobre las armas antisatélite ni sobre los ciberataques que, en aquella época, eran una mera ciencia ficción.

Los comentarios sobre las intenciones rusas están a la orden del día. Están quienes ven en ello la “posible voluntad del Kremlin de disponer de una capacidad asimétrica en un contexto de dominación espacial estadounidense”, y quienes lo consideran “una nueva obra de propaganda sobre la capacidad rusa para desplegar ‘superarmas’ con propiedades aterradoras”, pero rara vez confirmadas.

Y después vino Donald Trump. En mayo último, el ocupante de la Casa Blanca habló en detalle sobre su proyecto de “Cúpula Dorada”. Ese escudo de defensa antimisiles es una versión 2.0, de costo exorbitante, de la “Guerra de las Galaxias”, el proyecto abortado de su predecesor Ronald Reagan, a principios de los años 1980. Pekín, sintiéndose blanco de esa iniciativa y de posibles combates intergalácticos, denunció de inmediato un proyecto “ofensivo”, que intensificaría “la militarización del espacio”.

Guerra espacial

En todo caso, no hay duda de que el espectro de una guerra espacial va tomando forma. Y aparte del Tratado de 1967, negociado durante la Guerra Fría, que regula las actividades pacíficas de los Estados en el espacio y ahora cuenta con la adhesión de más de un centenar de países, ningún texto jurídico enmarca ese “Lejano Oeste” espacial, debido a la falta de acuerdo entre los grandes actores.

“Cuando los primeros aviones de reconocimiento franceses y alemanes se cruzaban en vuelo en agosto de 1914, se saludaban con la mano porque los pilotos constituían en ese momento una pequeña comunidad. Hasta el día en que uno de ellos decidió desenfundar su pistola, dando origen al arma aérea. La situación de seguridad actual en el espacio exoatmosférico es comparable”, afirma el mayor de aviación Nicolas Gérôme, responsable del Espacio en el departamento de “estrategia” de la Defensa belga. El espacio “se ha convertido ahora en un lugar de confrontación para múltiples actores”.

Ya en 2007, Pekín realizó un disparo de prueba con un arma antisatélite contra uno de sus antiguos satélites meteorológicos provocando —como en el disparo ruso de 2021 alrededor de la Estación Espacial— una nube de escombros orbitales, y los mismos riesgos de colisión. Al año siguiente, Washington lanzó a su vez una prueba similar e India hizo lo mismo en 2019.

“Ese clima de confrontación se intensificó en los años 2020, especialmente después de la creación de la Fuerza Espacial estadounidense en 2019 y el aumento de las inversiones en el sector espacial”, indicó la Escuela de Guerra Económica (París), en enero de 2025.

Fue Donald Trump, durante su primera gestión, quien puso en marcha una “Fuerza Espacial”, el sexto cuerpo del ejército estadounidense. Se trataba de superar a los rusos y a los chinos más allá de la atmósfera. El Comando de Operaciones Espaciales (SPOC) nació con base en Colorado. Joe Biden fortaleció esa Fuerza, encargada especialmente de la protección de los satélites GPS.

“Ahora disponemos de un comando de combate centrado en las operaciones militares” en el espacio, afirmó el general Stephen Whiting, a cargo del SPOC, citado por el semanario británico The Economist, el 27 de julio.

Experimentos y amenazas

El 21 de agosto, un cohete de SpaceX, la empresa espacial de Elon Musk, despegó llevando una nave de la Fuerza Espacial de Estados Unidos más allá de la atmósfera para una nueva misión experimental, la octava de ese tipo. La nave debe probar un “sensor cuántico”, que debería permitir navegar sin depender de los GPS, fáciles de neutralizar por el enemigo. La misión del vehículo orbital X-37B también debe realizar “demostraciones” de comunicación por láser.

“Estos experimentos forman parte de una iniciativa más amplia del ejército espacial estadounidense destinada a garantizar la seguridad y protección del dominio espacial mediante el fortalecimiento de la resiliencia y flexibilidad de los sistemas orbitales estadounidenses”, indicó la Fuerza Espacial en un comunicado.

En 2019, la OTAN reconoció el espacio como un dominio militar por derecho propio. El espacio “nos permite asegurar la geonavegación y el seguimiento de las fuerzas, disponer de sistemas de comunicaciones robustos, detectar lanzamientos de misiles y asegurar eficazmente el mando y control de ataques de precisión”, explica la Organización Atlántica.

Más de la mitad de los satélites activos en órbita alrededor de la Tierra pertenecen a países de la OTAN o a empresas establecidas en su territorio. Pero la reducción de precios y las nuevas tecnologías han hecho que en este mercado entren multitud de nuevos actores, estatales y no estatales. Esas capacidades suelen ser de doble uso: civil y militar.

En 2021, la Alianza Atlántica decretó que ataques “dirigidos hacia el espacio, provenientes del espacio o en el espacio” podrían conducir a invocar el famoso artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte que, en resumen, afirma “uno para todos, todos para uno.” La organización estima que los ataques dirigidos hacia el espacio “podrían tener sobre las sociedades modernas un efecto tan dañino como el de un ataque convencional”.

Muy concretamente, la OTAN ve a Rusia y a China probar “una amplia gama de tecnologías para neutralizar los medios espaciales”. En resumen: “enceguecer o encandilar” satélites, interferencias, misiles antisatélites —desde tierra, aire o una nave espacial—, sistemas antisatélites en órbita, capacidades láser y electromagnéticas… Sin embargo, Irán o Corea del Norte también son objeto de atención por parte de la Organización.

No solo la OTAN, Rusia o China se preocupan por la seguridad en el espacio. También es un “campo estratégico” para la Unión Europea, que realiza cada año un “análisis clasificado” de las amenazas espaciales, mientras que “las infraestructuras espaciales enfrentan amenazas crecientes de ciberataques e interferencias electrónicas”. Entre sus joyas a proteger: el sistema de posicionamiento Galileo, el GPS europeo.

Europa también quiere reducir sus “dependencias estratégicas” de actores extranjeros. En su propuesta de presupuesto 2028-2034 para el bloque, presentada a mediados de julio, la Comisión multiplicó por cinco los recursos asignados a la defensa y al espacio, para alcanzar 131.000 millones de euros.

“Las actividades espaciales representan el 10% del PBI combinado de la Unión y constituyen la base de varias capacidades de defensa esenciales de los Estados miembros”, señala Kaja Kallas, la jefa de la diplomacia de la UE.

El 25 de junio, la Comisión propuso una “ley espacial” de la UE.

“Hoy, 11.000 satélites están en órbita y se espera que otros 50.000 sean lanzados durante la próxima década. Al mismo tiempo, más de 128 millones de desechos ya circulan en el espacio, lo que aumenta considerablemente el riesgo de colisiones”, dice la Comisión.

En su Libro blanco sobre la Defensa, publicado en primavera, la Comisión además tiende la mano a Ucrania, que debería beneficiarse con un “mejor acceso a los recursos y servicios espaciales de la UE”. Actualmente, las fuerzas ucranianas dependen en gran medida de la red de la empresa estadounidense Starlink de Elon Musk. Una falla en la red, el 24 de julio, privó al ejército ucraniano de esta herramienta crucial durante dos horas y media. En plena contraofensiva ucraniana en Kherson, en septiembre de 2022, Musk habría cortado momentáneamente las líneas, provocando un verdadero apagón militar. Un hecho que el examigo de Donald Trump siempre negó.

¿“Arsenalización” en el espacio?

La guerra, hoy en día, depende fuertemente de los medios espaciales. Los ataques espectaculares llevados a cabo por Estados Unidos contra los sitios nucleares iraníes, a fines de junio, no podrían haberse realizado sin los recursos de su Ejército en el espacio. Pero, ¿acaso esta militarización del espacio conducirá a una “arsenalización”, con el despliegue de armas ofensivas en órbita?

“El objetivo, por supuesto, es evitarlo”, responde el general francés Philippe Adam, jefe del Comando del Espacio, citado por la revista de Defensa.

Pero agrega: “Desafortunadamente, la evolución de la conflictividad nos lleva a preguntarnos no si habrá una guerra en el ámbito espacial, sino cuándo”.

​ Con experimentos y provocaciones, los países toman medidas ante posibles combates intergalácticos  El Mundo 

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