La noche que esperaban a Beyoncé y brilló Kamala Harris​

CHICAGO.- Kamala Harris, la nueva candidata presidencial del Partido Demócrata, está por subir al escenario, pero la gente espera a Beyoncé. El sitio TMZ, especializado en la farándula, acaba de confirmar un rumor que circuló toda la semana en la convención nacional demócrata: Queen Bey estará en el escenario. Un broche de oro al cierre. Pero ese momento nunca llega. “Nos equivocamos”, reconoce después el sitio. La decepción del público queda rápidamente de lado ante el discurso de Harris, el más importante de su vida, y el punto cúlmine de la semana.

Llegar hasta el piso del United Center para mirar ese discurso de cerca, entre los delegados, rodeado de carteles azules con el nombre “Kamala” y banderines de Estados Unidos, es casi una odisea. Y hay que caminar. Mucho. El estadio está aislado por un perímetro de seguridad a varias cuadras custodiado por el Servicio Secreto, que tiene los mismos controles que un aeropuerto. Una vez atravesado ese primer ingreso, hay que recorrer varias cuadras a pie hasta la carpa para los medios, instalada al lado del estadio. El ingreso a la arena tiene un control adicional: solo pueden pasar quienes tienen otra credencial, distinta de la del perímetro. Una vez adentro, hay que pedir otro pase más, temporario, para poder bajar al piso donde están los delegados frente al escenario. Hay pocos, se agotan rápido, pero esa noche logro conseguir uno.

El cierre de la edición impresa se estira para esperar el mensaje de Harris. La campaña distribuye extractos del discurso, unos minutos antes de que ella pise el escenario. LA NACION es uno de los pocos medios con un espacio asignado con una mesa para escribir en el anillo más alto del estadio, en una de las esquinas del escenario. Desde allí, se ve todo. Otros periodistas se sientan en las butacas y escriben con sus laptops en la falda, y otros no tienen más remedio que sentarse en las escaleras. Dejo todas mis cosas y la computadora, y bajo a escuchar el discurso.

Logro pasar por la entrada al primer anillo del estadio justo antes de que “cierren” el piso. Un voluntario mira todas mis credenciales: la del Servicio Secreto, la de prensa, la del perímetro, la del ingreso al estadio, y, sobre todo, la que dice “Piso Prensa”. Es la que buscaba. No hay una sola butaca vacía. Bajo la escalera al lado de la delegación entre los representantes de Maryland y Massachussets –cada estado tiene su sector en el estadio, y el location da para pujas internas y lecturas políticas– y quedo parado en un pasillo al lado de la delegación de California, junto con otros periodistas y fotógrafos. Canta Pink, y pasan los últimos discursos, el senador de Arizona, Mark Kelly –que quedó en la terna final para ser candidato a vice junto con el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, y el elegido, Tim Walz–, la hermana menor de Harris, Maya Harris, y el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper.

Los voluntarios empiezan a repartir entre los delegados carteles que dicen “Harris Walz” y “USA”, y después otros verticales, largos, con un palo para sostenerlos con el nombre de la candidata “Kamala”. Nos piden ayuda para repartir. Un video anticipa el ingreso de Harris. Desde el piso, el escenario queda prácticamente tapado cuando Harris camina hacia el podio, en medio de una ovación ensordecedora que se estira. Ella primero agradece veces mientras la gente grita “¡U-S-A! ¡U-S-A!”, y luego arranca: “Bueno –dice, sonriente–, pongámonos a trabajar”.

El piso del estadio es el lugar ideal para medir la temperatura del discurso y la reacción de los delegados, y tomar fotos. Uno de los primeros grandes aplausos llega cuando Harris acepta la candidatura –una formalidad de las convenciones– en nombre del pueblo, su madre, “todos los norteamericanos”, la gente con la que creció y que “trabaja duro” y “todos cuya historia solo puede ser escrita en el mejor país del mundo”. O cuando dijo que Trump y los republicanos “están locos” por sus propuestas, o cuando habló sobre la Guerra en Gaza. La campaña reparte el discurso por correo electrónico, pero igual lo transcribo en vivo usando una aplicación de inteligencia artificial en mi teléfono. Cuando Harris termina, llega la hora de la lluvia de globos, y de correr. Apenas Harris, Walz y sus familias dejan el esenario, salgo de la arena y subo corriendo por las escaleras hasta el lugar que tengo para escribir, y termino de actualizar la nota con los principales tramos del mensaje y las impresiones desde el piso. Todos los periodistas que se quedan en ese rincón del estadio mientras la gente se va están en la misma: tecleando contrarreloj para despachar el discurso. Después de los últimos ajustes, la nota se va. La gente sigue celebrando en el piso, y un pequeño ejército de voluntarios empieza a moverse con la última misión de la noche: reventar los globos uno por uno para poder empezar a limpiar y desmantelar la puesta en escena.

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