Cristiano Ronaldo sufre y llora, ya no es héroe, necesitó que lo salve su arquero para que Portugal llegue a los cuartos de final
Detrás de un Cristiano Ronaldo humano y falible, que en un momento se sintió responsable de una posible eliminación de Portugal que podría haber significado su última incursión en un gran torneo de selecciones, asomó otro héroe, el gestor de una hazaña para alcanzar los cuartos de final de la Eurocopa. Fue el arquero Diogo Costa, que atajó los tres penales en la definición tras el 0-0 ante Eslovaquia en los 90 minutos y los 30 del suplementario. Nunca en la historia de la Eurocopa un arquero había desviado tres penales en una definición, en la que Portugal se impuso por 3-0 y sacó pasaje para enfrentar el próximo viernes a Francia, en Hamburgo.
Diogo Costa, de 24 años, arquero de Porto y con 26 partidos en la selección, ya había sido el salvador en el segundo tiempo del suplementario, cuando le tapó un mano a mano a Sesko, tras un pelota que había perdido Pepe. La eliminación hubiese sido un golpe demoledor para un Cristiano Ronaldo que está sufriendo mucho en esta Eurocopa, aunque capitanee a un equipo que ya está entre los ocho mejores.
Se angustió y lloró de la impotencia CR7 antes de que las tapadas de Diogo Costa le trajeron algo de alivio. El líder, el referente, la bandera del equipo, necesitó ser consolado por sus compañeros como si fuera un juvenil debutante cuando Jan Oblak, con una gran estirada hacia su izquierda, le desvió un penal sobre el final del primer tiempo suplementario. Nada menos que Oblak, el guardavallas que tenía en Cristiano a su peor verdugo, el que le hizo 11 goles en 19 encuentros cuando el portugués brillaba en Real Madrid. Se le caían las lágrimas a CR7 cuando todavía quedaba partido por delante, minutos decisivos. Su madre también estaba compungida en el palco.
Cuando a CR7 se le vino el mundo abajo
Inédito: el resto de los jugadores de Portugal se vieron en la necesidad y la obligación de levantarle el ánimo a quien transmite altivez a cada paso, el que en el debut le había mostrado toda su arrogancia al arquero checo cuando su compañero Francisco Conceição marcó el gol del triunfo en el descuento. Cristiano, que habitualmente se reserva para el último penal en las definiciones, esta vez ejecutó el primero. Cambió la dirección, el remate entró junto a un poste. No lo festejó, le pidió disculpas a los hinchas de Portugal que ocupaban la cabecera.
Siguió perturbado Cristiano, que en su sexta Eurocopa aun no convirtió en los cuatro partidos que disputó. Justo él, que tiene varios récords en la competencia: de goles (14 en 29 cotejos), de asistencias (ocho), de minutos (2520). Pero los 50 goles en 51 partidos que anotó en su temporada oficial en Al Nassr de Arabia Saudita reflejan unas facilidades y concesiones que no encuentra en el trasbordo a la alta competencia de una Eurocopa. Sus 39 años podrán seguir siendo esplendorosos para un fútbol de tercer nivel, pero representan una carga ante defensores más duros y dispositivos tácticos cerrados. “Tengo un sentimiento de alegría y tristeza al mismo tiempo. Es lo que el fútbol te da, momentos inexplicables. Intenté dar algo a la selección, no lo conseguí. Oblak estuvo bien, pero mejor lo hizo nuestro arquero”, dijo Cristiano, cuando todavía estaba dentro de la cancha.
El desconsuelo de Cristiano
Una vieja sentencia que resurge en las tertulias futbolísticas indica que cuando el delantero más se acerca al arquero, más se aleja del gol, por la falta de perspectiva y los ángulos que se cierran para la definición. Cristiano, de veterano, abandona la banda izquierda, punto de partida en gran parte de su carrera, para instalarse como centro-delantero. Si bien su estado físico sigue siendo impecable, la biología ya lo limita para repetir la cantidad de esprintes que desplegaba cuando pulseaba cada año con Lionel Messi por el Balón de Oro.
Con Bernardo Silva en la banda derecha y Rafael Leão en la izquierda, más Bruno Fernandes como enganche, Cristiano ahora merodea la media luna para intentar satisfacer su voracidad por el gol. Recorridos más cortos, una apuesta a su intuición y olfato para encontrar los espacios donde puede caer la pelota. Y también un señuelo insoslayable para que lo busquen sus compañeros, rendidos a la trayectoria y prestigio de un futbolista-prócer.
Lo más destacado de Portugal 0 (3) – Eslovenia 0 (0)
Cristiano transita la vigilia del gol con ansiedad. No es un cazador sigiloso ni un paciente francotirador. El gol ha sido la dopamina de toda su carrera y no hay récord conquistado que le haya atenuado esa sensación. Siempre, el próximo gol es lo que lo motiva a extender su trayectoria a una edad en la que la mayoría de sus colegas ya vive de los recuerdos.
Cristiano se resiste al paso del tiempo, o al menos lo desafía, le opone su orgullo competitivo y una genética que cuida como su bien más preciado. Camino a los 40 años que cumplirá en febrero, se encuentra ante la disyuntiva de si su permanencia en el fútbol es para durar o trascender, para estar a la altísima altura que colocó su vara o para ir amigándose con un crepúsculo que lo aleja de las hazañas de antaño. Hoy, sus devotos compatriotas, la multitud que lo idolatra, le festeja que haga tres o cuatro jueguitos intrascendentes con la pelota cerca de una banda, a falta de otros aportes más contundentes.
La realidad suele ser más cruel que los deseos. Cristiano no pudo en varias ocasiones con Vanja Drkusic, un zaguero que en una noche consiguió más notoriedad por frustrar al portugués que por un recorrido en equipos de club que lo llevó por su país, Países Bajos, el ascenso italiano y ahora lo tiene en Rusia. Sus saltos ya no son como cuando parecía que tenía dos resortes en las plantas de los pies; ahora le faltaron centímetros para conectar un par de centros que le pasaron por arriba. Cuando logró conectar uno, fue sin potencia, sin imponerse al áspero Drkusic.
En su cruzada de los tiros libres tampoco le fue bien. Ejecutó cuatro, tres desviados -dos por arriba del travesaño- y uno bloqueado por Oblak, que no tuvo necesidad de moverse. El arquero esloveno después le ganó un mano a mano, al taparle un zurdazo. Cristiano es el que más remató en el torneo, con 20 disparos, sin un gol. Puro fogueo. De ser otro delantero, cualquier director técnico se plantearía reemplazarlo, pero es Cristiano, con todo lo que eso implica ahora, a favor y en contra.
CR7 sigue sin marcar, erró un penal en el suplementario y dio una imagen de impotencia; convirtió el primero de la serie en la que Diogo Costa atajó tres; Portugal enfrentará a Francia Fútbol
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