Uruguay despachó a Brasil por penales después de un show de patadas y pasó a una semifinal de la Copa América
Por penales. No había otra salida, después de un confuso 0 a 0, que le quedó minúsculo a la grandeza de unos y otros. Acertó Uruguay, que jugará una semifinal de la Copa América con Colombia el próximo miércoles, a las 21. El 4 a 2 en la dramática definición expulsa a Brasil, que suma otro fracaso. Y está comprometido en la clasificación rumbo al próximo Mundial.
Se trató del tercer semifinalista clasificado por penales, después de la Argentina y Canadá, lo que demuestra la paridad que gobierna en esta parte del mundo.
Endrick representa la última promesa del fútbol mundial. De 17 años y de Palmeiras a Real Madrid en un abrir y cerrar de ojos, reemplazó a Vinicius, en un costado: el extremo de Real Madrid vio el juego desde la tribuna del Allegiant Stadium de Las Vegas, luego de ser suspendido por acumulación de tarjetas amarillas. La segunda amonestación la recibió en el empate 1-1 ante Colombia en el cierre de la primera etapa y, unida a un penal no señalado sobre el propio Vinicius, tuvo a la Canarinha envuelta en cólera contra el arbitraje. El clásico le dio más fuerza a ese concepto: Uruguay pegó en exceso, con 26 faltas cometidas y una roja de VAR a Nández.
En horas bajas de juego y resultados, Brasil aspiraba esquivar al vertiginoso Uruguay de Marcelo Bielsa, con el que se midió sin su principal estrella. Esa circunstancia obligó al técnico Dorival Junior a disponer por primera vez desde el inicio a Endrick, al que trata de proteger de las enormes expectativas que tiene a su alrededor. Frescura, potencia y algunas buenas decisiones: el pibe maravilla juega excesivamente presionado. Quedó a mitad de camino, entre el deseo y el resultado.
La perla de 17 años, a punto de desembarcar en Real Madrid, jugó 10 partidos con la camiseta del gigante, los primeros nueve como suplente, y anotó tres goles. Más allá de la joya, el primer capítulo fue un suplicio. Impropio a tanta grandeza compartida, se estudiaron, se midieron, se pegaron. Jugaron verdaderamente poco. Un cabezazo de Darwin y un mano a mano que Rochet le ganó a Raphina resultó lo más valioso.
Ni Raphina, ni Rodrygo. Ni De la Cruz, ni Valverde. Un desarrollo parejo, combativo, sin osadía. Curioso, sobre todo, del lado de Uruguay: Bielsa suele tener un discurso ambicioso, que no siempre se traslada sobre el campo de juego.
Liberados en las bandas intentaron volar Raphinha y Rodrygo, extremos de Barcelona y Real Madrid. El experimentado Dorival, que rechazó desde el principio el cartel de favorito, confió en que este Brasil herido podría acabar siendo más peligroso para un Uruguay pleno de confianza. No pudo, no supo.
En la parte final, Uruguay mostró las garras, pero siempre dentro de una timidez estructural. Con un jugador más por la expulsión de Nández durante los últimos 20, Brasil insistió, buscó. Pero lejos de su camiseta, como un equipo del montón.
“Es un gran clásico sudamericano. Esto podría ser una semifinal o la final de la Copa. Somos rivales que se conocen, se respetan. Muchos periodistas nos dan por muertos, dicen que Uruguay pasará fácil pero seguro que desde el lado de Uruguay ellos no piensan así”, advertía Raphinha. Pasó Uruguay, pero lo hizo lejos de su estilo.
En el primer torneo bajo la guía de Marcelo Bielsa, la Celeste contabilizó sus tres primeros partidos por victorias, lo que no lograba en la Copa América desde la edición de 1959, aunque sí lo consiguió en la etapa de grupos del Mundial de Rusia 2018.
“Nosotros jugamos con Panamá, Bolivia y Estados Unidos, y sólo Estados Unidos está dentro del grupo top de los participantes”, había considerado el Loco Bielsa, lejos de las grandes luces de la Argentina, el campeón mundial. O de Colombia, el que mejor juega. Uruguay despidió al gigante, pero estuvo lejos de su mejor versión.
Compacto de Uruguay 0 (4) vs. Brasil 0 (2)
Afuera, en las calles, la temperatura alcanzó los 46 grados. Ya no se trataba del sofocante calor: fue un auténtico infierno. Sin embargo, en la cancha, fue otro asunto. El flamante Allegiant Stadium, cubierto y climatizado, fue el escenario del episodio 80 de uno de los grandes clásicos del fútbol mundial.
Entre ambos vecinos, brasileños y uruguayos lucen siete coronas de la Copa del Mundo y 24 de la Copa América en sus vitrinas. Se registraron 38 triunfos de Brasil, 21 de la Celeste y 21 empates. En ese historial se cuentan algunos de los episodios más memorables de la historia de este deporte como la victoria de Uruguay en la final del Mundial de Brasil 1950, el Maracanazo. Nada más lejos…
En Las Vegas, la Celeste se convirtió en la tercera selección que recurre a los remates de 11 metros para quedar entre los cuatro primeros; el miércoles, con Colombia Fútbol
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