Una original huerta-jardín que incluye gran variedad de plantas, frutales y hasta flores comestibles

Las experiencias de infancia suelen dejar una profunda y duradera impresión. Todo aquel que acompañó alguna vez a un abuelo a cuidar su jardín guarda en la memoria momentos exquisitos. Es que la conexión con la naturaleza queda grabada en el alma y suele brotar en algún momento de la vida. Cristian Javier López lo sabe, lo reconoce. “Muchas de las plantas que tengo las descubrí cuando era pequeño, en los jardines de mi barrio y en la huerta que tenía mi abuelo, donde junto a las hortalizas cultivaba plantas ornamentales. Siempre recuerdo sus crisantemos llenos de flores entre los tomates del mes de marzo, un enorme cantero con dalias, los narcisos en flor a fines de julio y las clematis que explotaban de flores sobre las pérgolas, todas ellas cariñosamente cuidadas por él”, rememora.
La huerta no tiene una estructura tradicional. Allí, las flores y hortalizas se mezclan en un mismo cantero siguiendo diferentes patrones.
Es ingeniero agrónomo, con una especialidad universitaria internacional en Biología Vegetal, cursada en la Universidad Politécnica de Valencia; en la actualidad es profesor asociado a cargo de la cátedra de Horticultura y Floricultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), donde, además de la actividad docente, participa de diferentes trabajos de investigación en las áreas de estudio de flores comestibles y agroecología.
La Soñada
Hace unos quince años comenzó a armar La Soñada, su chacra de ocho hectáreas en San Antonio de Areco. “Es nuestro refugio, donde no solo nos vinculamos con la naturaleza, sino que formamos parte de ella a partir de una conexión profunda con la tierra, las plantas y los animales que la habitan”, define.
En La Soñada empezó con unos pocos camellones donde ponía alguna que otra hortaliza y unas pocas especies ornamentales. Con los años, la huerta jardín –como la llama él– fue creciendo y hasta le agregó el monte frutal, el jardín que rodea la casa y el pastizal natural. La huerta no tiene la estructura tradicional que conocemos. Flores y hortalizas se mezclan en un mismo cantero siguiendo diferentes patrones.
Generalmente, las especies están distribuidas teniendo en cuenta su ciclo de producción, su época de floración, su estructura morfológica y sus requerimientos. Dado que la mayoría de las especies cultivadas en la huerta son anuales o bianuales, la rotación es una práctica fundamental para preservar la fertilidad del suelo y controlar plagas y enfermedades.
“Realmente soy un apasionado por las plantas, principalmente por sus flores, que me llaman enormemente la atención. Entender su biología reproductiva es fascinante. Los procesos de polinización y fecundación nos permiten comprender la enorme diversidad de estructuras florales presentes.”
«Realmente soy un apasionado por las plantas, principalmente por sus flores, que me llaman enormemente la atención. Entender su biología reproductiva es fascinante. Los procesos de polinización y fecundación nos permiten comprender la enorme diversidad de estructuras florales presentes. »
Desde hace cuatro años, luego de conocer a la chef Paula Méndez Carreras, comenzó a incorporar el cultivo de especies con flores comestibles, tanto herbáceas como leñosas. Y hoy puede decir que son la base tanto de la huerta como del jardín. Cultiva cerca de 50 variedades de flores comestibles (entre anuales, bianuales y perennes). Gran parte de ellas proviene de los estudios que está llevando a cabo en los últimos años sobre el uso de flores en la gastronomía.
En el caso de la huerta, es un espacio vivo, dinámico, que cambia constantemente. Lo que hoy está, mañana no, y eso hace que se disfrute tanto en todas las estaciones del año. También cuenta con más de 80 frutales.
Además, crecen muchas plantas que no son comestibles, y esto llama mucho la atención, pero su presencia es fundamental ya que actúan como restauradoras del suelo o incrementan el número y la diversidad de insectos beneficiosos, entre otras funciones, como es el caso de la planta conocida con el nombre de cuello de violín (Phacelia tanacetifolia).
Los principales cuidados consisten en el abonado del suelo con el agregado de compost orgánico que él mismo prepara, la limpieza de los canteros de plantas espontáneas, las siembras de asiento y en almácigo de las anuales y perennes y su posterior trasplante, la rotación de los cultivos en los canteros, el armado de los tutores y el riego. En el caso de los frutales y las rosas, la práctica de poda es la que mayor tiempo le demanda.
¿Qué es lo que más disfruta hacer? Sembrar las semillas para obtener sus propios plantines y las tardes de riego. “Es maravilloso ver como de una simple semilla, a partir de la germinación, surge una nueva planta”, comenta Cristian. “Otra de las cosas que disfruto enormemente es cocinar para mi familia y amigos con lo cosechado de mi propia huerta. Los platos tienen otro sabor”.
Ya desde pequeño, en el jardín de la casa de sus padres, cultivaba plantas ornamentales e intentaba tener su pequeña huerta. Este amor por las plantas lo trajo hasta aquí y lo lleva más allá: “Es el espacio que me permite alejarme del ajetreo diario de las grandes ciudades donde puedo desplegar mi imaginación y creatividad. Y, sobre todo, es el lugar que me hace viajar en el tiempo a través de los colores y los aromas de muchas de sus plantas”.
La soñada es el nombre de la chacra donde Cristian López, junto a su mujer Claudia, cumplieron el sueño de cosechar sus propios alimentos Revista Jardín
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