Un verdadero acto político fundacional​

Más que la presentación del presupuesto 2025, fue un discurso fundacional. En su inusual mensaje, el Presidente estableció no solo los lineamientos fiscales y el rumbo económico de su gobierno.

Javier Milei, además, utilizó la cadena nacional desde el Congreso, para defender la cuestionada eficacia de su gestión así como delineó el campo político y estableció quiénes son sus adversarios. Aludió a ellos, los señaló en el recinto y los descalificó con ironías punzantes y (des)calificativos hirientes, aunque menos escatológicos que otras veces.

El déficit cero en su condición de premisa dominante del proyecto elevado fue consagrado el gran ordenador de la economía, de la vida pública y privada, y de la gestión estatal.

Con un recinto diezmado, la oposición criticó la orfandad de cifras y precisiones en el discurso Milei

“Cambiará para siempre la historia de la economía nacional”, porque “el destino se juega en la dimensión económica”, dijo el Presidente.

También lo estableció como el gran delimitador de fronteras políticas. Justificó así el uso de la cadena nacional, para cuya utilización deben reunirse al menos uno de tres requisitos: “Situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”. Milei podría decir que las últimas dos estaban sobradamente representadas.

En su presentación, el Presidente expuso como la némesis del progreso al populismo, aunque redujo esa categoría al plano económico. Lo cual se traduce en el concepto de hipotecar el futuro gastando sin responsabilidad en el presente. Ni más ni menos.

Para hacer comprensible y comprable socialmente su propuesta de defensa del déficit cero, “el primer presidente economista” (como se jactó) lanzó una flecha al corazón de la sociedad y no solo al bolsillo de los contribuyentes. Lo hizo al establecer un lazo indivisible entre el déficit fiscal y la corrupción de los funcionarios y representantes del pueblo.

“La madre del déficit es la compulsión de los políticos por el gasto para ellos, para sus clientes, para sus amigos. (…) Nada enriquece más a los políticos que el gasto público”, sentenció. Fue una reversión en clave fiscalista de aquella máxima tan incorporada ya a la memoria de los argentinos que decía “la corrupción mata”.

El ataque a la corrupción y la ineficiencia del Estado, que, desde su lógica, nacen del déficit y se expresan en endeudamiento, inflación y carencia de servicios públicos de calidad, volvieron a ser en esta alocución sus pilares estructurantes. Esos con los oportunamente logró conectar con una mayoría ciudadana, harta de décadas de fracasos, estancamiento y distanciamiento con las élites, que lo llevó al poder y lo sostiene a pesar de padecer el ajuste “más grande de la historia de la humanidad”.

La nueva verdad revelada encontró y encuentra campo fértil y sostiene la oferta del “cambio más radical de la historia”, según las calificaciones mileístas reafirmadas ayer. En beneficio de Milei habrá jugado, para evitar la percepción de disonancias cognitivas, que la mayoría de la sociedad no conoce al presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, quien hace apenas una semana admitió que usaba recursos públicos para hacer campaña política. Abdala estaba sentado frente al Presidente y, al menos una vez, fue enfocado por la transmisión oficial.

Consistencia absoluta

La consistencia de la narrativa presidencial, en cambio, es absoluta en materia fiscal. Las cinco veces (contando la de anoche) que utilizó la cadena nacional para hablarle al país, el equilibrio fiscal ocupó un lugar de privilegio.

En algunas de esas alocuciones, incluso, anticipó premisas que incluyó ayer en el proyecto elevado al Congreso, como el establecimiento de un blindaje al gasto, que llevará a que si hay mayores ingresos que los previstos estos se “devuelvan” por la vía de la reducción de impuestos.

Lo había dicho hace cuatro meses en el discurso de celebración del aniversario de la Revolución de Mayo.

El Presidente conjugó así sus versiones conocidas y transitadas de economista y profeta, con la más novel de Milei político. La muy pensada e inusual puesta en escena para presentar el proyecto de ley de presupuesto, así como las palabras utilizadas, fueron en ese sentido.

Con habilidad y picardía (política y comunicacional) eligió hacerlo por cadena nacional desde el recinto de la Cámara de Diputados tanto para captar toda la audiencia posible como para evitar exponerse a un debate con los legisladores que son los que deberán discutir la iniciativa y luego votarla.

Una vez más, Milei les propuso a los representantes del pueblo y de las provincias un contrato de adhesión desde un lugar de supremacía, que reafirma la crisis de liderazgos y representación que atraviesa a la política tradicional. Si bien en el recinto hubo ausencias notorias, nadie se atrevió a hacerle un vacío a este acto fuera de los usos y costumbres.

Si el Presidente hubiera tenido la intención de despejar dudas o discutir ideas y proyectos, podría haber ocupado el rol habitual del ministro de Economía que presenta “la ley de leyes” ante las comisiones de Presupuesto y Hacienda de las dos cámaras y se somete al interrogatorio y cuestionamiento de los legisladores nacionales.

Milei se permitió el lujo hablarle a la sociedad sin pasar por sus representantes, que fueron sometidos al rol pasivo de la escucha y le dejaron el sitial preferente de otro poder del Estado. Excepcional por donde se lo mire.

Al mismo tiempo, dotó a esa presentación de la pompa de un acto protocolar con la presencia de todo su gabinete, con el acompañamiento de su pareja, sus familiares, con dirigentes políticos de otros espacios como invitados y con la conformación de un estrado en el que, además de cumplir con las mínimas formas también lo utilizó para confirmar a algunos de sus elegidos.

Es el caso del diputado José Luis Espert, que allí estuvo con el argumento de que preside la comisión que debe tratar la iniciativa. No sería más que eso si no fuera que al lado de Amalia González, la novia presidencial, estaba la pareja de Espert. Pequeñas señales de la discrecionalidad del poder y de su construcción política.

La pretensión presidencial de refundación del sistema político en torno a él y a sus ideas fundacionales fue consagrada en el párrafo final de su discurso en el que trazó una frontera entre los elegidos y los réprobos.

De un lado quedaron los “justos”, como llamó a todos aquellos que se unan tras el credo del déficit cero.

Del otro ubicó a “las ratas” (sinónimo de “los degenerados fiscales”), que “atentan contra su gente”, al optar por la emisión monetaria, el endeudamiento y la supremacía del Estado. Es decir los responsables de 100 años de crisis y fracasos. “Los que han entregado en el altar del populismo la vida de las generaciones futuras”, según la singular síntesis mileísta.

No obstante, esa condena inapelable al populismo económico no encontró su correlato en el plano político.

Populismo político

En esa dimensión, Milei recurrió sin disimulos a la lógica de la construcción populista del poder. Esa que se representa en la lógica binaria amigo-enemigo.

En el espacio del contradestinatario de sus palabras y sus gestos, el Presidente ubicó al perokirchnerismo, como pocas o ninguna vez lo había hecho antes con tanta nitidez e insistencia.

Las frases hirientes dirigidas a las bancadas de Unión por la Patria y, en particular, al presidente del bloque de Diputados, Germán Martínez, a los que acusó de no saber sumar, fueron la continuidad (o el remate) de ese debate iniciado hace 10 días por Cristina Kirchner y que Milei demuestra que disfruta. De hecho, a ella aludió con mordacidad cuando afirmó: “La inflación es siempre un fenómeno económico, le moleste a quien le moleste”, para luego mirar con una sonrisa maliciosa a los legisladores de ese espacio.

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También lanzó sus dardos sobre su excontrincante electoral Sergio Massa. Como para terminar de cerrar el círculo de los adversarios y tratar de abrir el de sus amigos. El objetivo seducción (o fusión) de macristas, radicales liberales y peronistas cooperativos o republicanos avanza. La mayoría de ellos podría decir que el sayo populista no era de su talla, aunque alguna vez se lo hayan puesto sin incomodarse.

En cada acto, Milei busca imponer su impronta original, excéntrica y disruptiva. Siempre busca establecer un antes y un después de él, como objetivo de sus acciones. Y si en cada innovación puede, además, incomodar a “la casta”, a sus opositores, a quienes lo contradicen mucho mejor. El placer y el trabajo, unidos en un solo acto. Volvió a hacerlo anoche.

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