Trump endurece su postura con Rusia, pero por ahora evita una confrontación directa con Putin

WASHINGTON.- Casi seis meses después de su asunción, cuando el presidente Donald Trump prometió que mediría el éxito de su mandato en función de “las guerras a las que pusimos fin y las guerras en las que nunca entramos”, el mandatario norteamericano ha adoptado una postura hacia Rusia que en la superficie se parece bastante a la de Biden, su predecesor: darles armas a los ucranianos para que repelan la invasión.
Pero Trump dio muchas vueltas para llegar a este punto, y lo ocurrido en los últimos meses habilita a pensar que las seguirá dando…
El presidente es un converso tardío y reticente a la estrategia de confrontar y aislar a Putin.
Durante la campaña presidencial del año pasado, Trump prometió una rápida resolución de la guerra, afirmando que solo él tenía la autoridad para lidiar con el mandatario ruso. Ni bien asumió el cargo, culpó a los propios ucranianos de la invasión rusa, y a continuación tuvo un increíble cruce con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en el Salón Oval. También eximió a Rusia de sus aranceles, elogió la fortaleza de Putin y le aseguró que Ucrania jamás ingresaría a la OTAN.
Gran parte de eso parece haberse revertido, al menos por ahora.
La semana pasada, el presidente dijo que estaba considerando “muy seriamente” respaldar un proyecto de ley de sanciones que impulsan senadores de ambos partidos y que le permitiría, pero no obligaría, a imponerle aranceles del 500% a cualquier país que compre petróleo o gas ruso.
Trump también levantó la breve pausa en el suministro de armas a Ucrania. El plan elaborado en junio en la cumbre de la OTAN para armar a los ucranianos mediante la venta de armas norteamericanas a los europeos, quienes a su vez las cederían a las asediadas fuerzas de Ucrania, ha empezado a tomar forma. El domingo, en declaraciones a la prensa, Trump dijo que planeaba darle a Ucrania más misiles Patriot, enfatizando que esas armas serían pagadas y que los ucranianos las necesitaban desesperadamente.
“Porque realmente Putin ha sorprendido a mucha gente”, dijo Trump. “Te endulza el oído y después por la noche bombardea a todo el mundo. Pero ahí tiene un problemita, porque a mí eso no me gusta”.
El presidente, quien ante varios allegados ha dicho sentirse engañado por Putin, hace unos días declaró que “Putin no para de mentirnos”. Es exactamente lo que los asesores de política exterior del expresidente Joe Biden dicen haberle explicado repetidamente al equipo entrante de Trump.
Anna Kelly, vocera de la Casa Blanca, se negó a responder si ahora la postura de Trump se asemejaba a la de Biden y tampoco quiso referirse a la frustración de Trump con su par ruso.
A través de un comunicado, Kelly culpó a Biden de no haber podido detener la invasión. “A diferencia de Biden, el presidente Trump está centrado en detener la matanza, y gracias a su liderazgo, Rusia y Ucrania están en conversaciones directas por primera vez en años”, señaló la vocera presidencial.
El enfoque de Biden hacia Ucrania partía de la convicción de que la invasión era ilegal y moralmente ofensiva, y que en el siglo XXI los países no violan las fronteras de otros Estados. Biden declaró repetidamente que impedir que Rusia se apoderara de Ucrania era crucial para disuadir una futura incursión rusa en Europa. Para Biden, detener la agresión que ha desembocado en la mayor guerra de Europa desde la derrota de la Alemania nazi era esencial para preservar el orden de la Segunda Posguerra.
Pero a Trump nunca le interesaron demasiado ni esas alianzas ni el orden mundial que establecieron durante los últimos 80 años, y tampoco condenó a Putin con la misma ferocidad que Biden. En 2017, cuando en una entrevista con Trump el presentador de Fox News, Bill O’Reilly, calificó sin rodeos a Putin de “asesino”, el entonces flamante presidente norteamericano respondió con relativismo moral: “Asesinos hay muchos”, dijo Trump. “¿O se creen que nuestro país es tan inocente?”.
Trump tampoco calificó de ilegal la invasión de 2022. Por el contrario, al principio elogió a Putin por su “inteligente” aunque violenta apropiación de tierras, y ha abordado las escasas y esporádicas negociaciones sobre un alto el fuego y un posible acuerdo de paz como si se tratara de una transacción inmobiliaria en la que Putin conservaría las tierras que ahora controla en el sur y el este de Ucrania, o incluso más. En los Departamentos de Justicia y de Estado, Trump ha desmantelado gran parte de las dependencias que recopilan pruebas para potenciales procesamientos por crímenes de guerra contra funcionarios rusos.
Pero ahora el presidente parece estar actuando movido por un resentimiento personal, y quizás por el descubrimiento de que su relación con el líder ruso no es la que imaginaba. Como parte de su historial de elogios a líderes autoritarios, Trump ha manifestado su admiración por la firmeza de Putin. Parecía creer que el sentimiento era mutuo…
En el pasado, Trump ya había expresado su escepticismo sobre seguir apoyando militarmente a Ucrania, lo que implicaba un giro en la estrategia norteamericana y una postura que tuvo arrastre no solo entre sus más fervientes partidarios, sino también entre el electorado en general, que había llegado a considerar la defensa de Ucrania como otro largo enredo de Estados Unidos en el extranjero.
Y desde que reasumió su cargo, Trump habló con Putin media docena de veces, aunque, según él, cada vez con menos resultado. Hasta despachó Steve Witkoff, a visitar a Putin en el Kremlin, pero su enviado especial salió de esas conversaciones con muy poco que mostrar, ya que se llevaron a cabo sin otros funcionarios norteamericanos presentes, salvo por un traductor. Aunque Trump ha dicho que no habrá avances en Ucrania hasta que Putin y él no se reúnan personalmente, tampoco hay un encuentro en agenda. La única reunión presencial de Biden con el líder ruso fue en junio de 2021 en Ginebra, y en gran medida estuvo motivada por un grave ciberataque ruso contra un proveedor norteamericano de gasoductos y oleoductos.
La conversación telefónica entre Trump y Putin de principios de este mes fue seguida, en cuestión de horas, por un masivo ataque ruso con misiles y drones contra Kiev y otras importantes ciudades ucranianas, una de las embestidas más extensas contra Ucrania desde el inicio de la guerra. Eso dejó a Trump en la posición que más detesta: sentirse avergonzado, o peor aún, que parezca que está pintado.
El nuevo enfoque de Trump parece diseñado para mantenerlo a al menos un paso del conflicto directo. Al permitir que los europeos paguen y canalicen las armas, Trump puede aspirar a no ser considerado un participante directo en la guerra. Pero Estados Unidos, por supuesto, está participando de manera directa: de hecho, su centro de inteligencia en Alemania es utilizado diariamente por oficiales militares británicos, norteamericanos y ucranianos para clasifican objetivos militares rusos.
Pero Trump no ha respaldado el nuevo paquete de asistencia de seguridad del Congreso, que sabe que inflamaría a su base electoral y entraría en contradicción con sus demandas —que a menuda transmite el vicepresidente J. D. Vance— de poner fin al ciclo de apoyo directo de Estados Unidos. Tampoco ha presionado a Europa para que confisque los 300.000 millones de dólares en activos rusos que Moscú tenía en instituciones financieras occidentales cuando lanzó la invasión en 2022.
Y aunque parece apoyar vagamente el proyecto de ley que se encuentra en el Senado —respaldado por 85 senadores de ambos partidos, según el último recuento—, que exigiría sanciones contra los países que compran energía rusa, incluidos China y la India, Trump no ha aclarado si realmente haría efectivas esas sanciones.
“Trump ya tiene la autoridad legal necesaria para aplicar todo lo estipulado en ese nuevo proyecto de ley”, señaló hace unos días en las redes sociales Marshall Billingslea, que durante el primer mandato de Trump se desempeñó como negociador para el control armamentístico y ocupó otros cargos diplomáticos. Pero Trump parece querer que el Congreso actúe primero: prefiere estar cubierto.
Traducción de Jaime Arrambide
El presidente reanudó el envío de armas a Ucrania y apoya sanciones contra compradores de energía rusa, aunque mantiene una estrategia equívoca que le permite tomar distancia del conflicto y preservar su narrativa de líder negociador Estados Unidos
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