Teo Gertler: el joven prodigio del violín que cautivó a Plácido Domingo y sueña con tocar con todos los grandes; “es la mejor sensación del mundo”​

En una colección de cuentos de Thomas Mann, aparece un relato acerca de un pequeño prodigio pianístico. Bibi se llamaba el niño superdotado, el Wunderkind de ocho años, una suerte de ángel griego vestido de seda blanca, exótico, con la piel oscura y el cabello largo, rodeado de flores y coronas de laureles. En esa historia (basada en la vida real de Loris Margaritis, el prodigio de Tesalónica que llegó a Alemania en 1903 y causó furor con un concierto en la corte del rey de Baviera en Munich, donde el escritor estuvo presente), Mann se pregunta si lo que embelesa al público es la música o el fenómeno, el milagro de destreza mecánico, el arte o el asombro por lo sobrenatural.

En el caso del violín, la personificación del prodigio por excelencia —Niccolò Paganini—, fue señalado en su tiempo como el artífice de un pacto con el diablo, un Dr. Fausto que, en lugar de juventud y conocimiento, obtenía una habilidad legendaria, sin límite entre lo monstruoso y lo celestial, a cambio de vender su alma aturdida por la fama y por un tren de vida escandaloso que no se condecía con la perfección de su arte.

Lejos del incomprendido Wunderkind, de Mann, o el atormentado Paganini, Daniel Barenboim ha comentado la siempre fascinante cuestión del prodigio y su evolución hacia la madurez, concluyendo que lo que debería permanecer una vez que la magia de la edad desaparece y los años dan lugar al razonamiento y la reflexión, es el espíritu del niño, su capacidad de asombro, la frescura y la intuición de la infancia. Esa transición ha significado para muchos un pasaje dificultoso (aún para el propio pianista argentino). Para otros, la nostalgia eterna por el pequeño Peter Pan que un día creció.

Virtuoso de visita

Por primera vez en la Argentina se presentará Teo Gertler, uno de esos jóvenes talentos que nacen a la vida de los conciertos para maravillar al mundo con su extraordinaria capacidad e inteligencia musical.

El virtuoso violinista eslovaco de familia húngara debutó en Europa con la etiqueta del Wunderkind a la edad de ocho años y hoy, con 16, lleva conquistados varios premios internacionales (los más importantes en Rusia y Polonia), innumerables apariciones junto con estrellas como Plácido Domingo, con quien desarrolla varios proyectos, y del crossover, como Andrea Bocelli, que lo invitó para actuar a su lado ante un auditorio de más de 13.000 espectadores.

Este domingo 17 de noviembre tocará en el Palacio Libertad el Concierto para violín y orquesta de Johannes Brahms, acompañado por la Sinfónica Juvenil Libertador San Martín dirigida por Mario Benzecry. Será en ocasión de los “Días de la Cultura Eslovaca” organizados por la embajada de ese país en celebración del 35º aniversario de la Revolución de Terciopelo que tuvo lugar en la República Checa a fines de 1989, como consecuencia de la Caída del Muro de Berlín.

Teo toca un violín Guarneri de 1681, otorgado en préstamo por el magnate checo Jan Telensky. Desde un aula vacía en el St. Clare’s School de Oxford, se comunicó vía Zoom con LA NACION.

-Daniel Barenboim ha contado en su biografía la dificultad de traspasar la barrera de la adolescencia que separa al niño-maravilla del artista adulto. ¿Cómo se da esa transición en tu caso?

-La sola transición es un desafío en sí misma. A eso se superpone una cantidad de pruebas a las que me enfrento como adolescente, cosas nuevas, inesperadas y sorpresivas que no conozco de la vida, con las que todavía no sé cómo manejarme. Continuar mi trayectoria con el violín, seguir estudiando y practicando seriamente, mantener la mente en ese rumbo mientras debo enfrentar y resolver una serie de problemas a diario, no es fácil. Es difícil reunir las fuerzas necesarias para cumplir con todo, pero conseguirlo es algo maravilloso porque cuando estoy en el escenario, cuando salgo y actúo frente al público, vivo la mejor sensación del mundo, algo incomparable que hace que todo ese trabajo arduo definitivamente valga la pena.

¿Cómo surgió la posibilidad de venir a la Argentina?

-Todo comenzó con mi mamá contándome que iríamos a la Argentina donde podría tocar el Concierto de Brahms en Re mayor. La idea me emocionó porque se trata de uno de mis conciertos favoritos, así que me dieron muchas ganas de ir. La pianista con que tomo mis clases en la Academia Liszt (la profesora Mariánna Toth que acompaña al piano sus lecciones de violín en Budapest) tiene vínculos con la Argentina y ella ayudó con sus contactos.

-¿Qué convierte al concierto de Brahms en uno de tus favoritos?

-Para empezar, que es uno de los más grandes conciertos jamás escritos para el violín. También uno de los más extensos. Me gusta por su riqueza armónica, por cómo fluye la música que jamás se estanca ni se torna tediosa. No tiene un solo momento aburrido o banal. Personalmente lo considero el más bello. Para los violinistas es una consagración, la culminación de nuestro arte. En otro sentido, comparándolo con grandes conciertos en los que uno a veces piensa que el compositor lo podría haber hecho mejor (Tchaikovski por ejemplo podría haber hecho más corto el segundo movimiento. Beethoven, lo mismo), Brahms es un caso atípico porque es una pieza perfecta, donde no hay nada que uno pueda desear diferente. Cada pasaje, cada motivo, cada nota de esa partitura, hace a la perfección musical de principio a fin. Nada podría ser mejor de lo que escribió Brahms. Simplemente eso.

-¿Cómo combinás tus estudios secundarios en una escuela tan exigente en Inglaterra, con tu familia en Eslovaquia y tus clases de violín en Hungría?

-Estoy haciendo las dos escuelas en paralelo: la Academia Liszt, en Budapest, y hace dos años, el secundario para mi graduación internacional en Oxford. Viajo todos los fines de semana. A veces me canso. Hay momentos en los que la mente está tan cansada que el único pensamiento que me viene a la cabeza es la idea de rendirme. Pero de eso trata, de poder seguir adelante justamente en esos momentos en los que se siente el esfuerzo de continuar.

-¿Cómo accediste al préstamo de tu Guarneri?

-Gracias a un concierto que organizó la Embajada de Eslovaquia en Londres. Allí tuve la oportunidad y el honor de tocar en ese Guarneri una pieza melancólica de Paganini, que me gusta mucho. Sucedió que Jan Telensky asistió a ese concierto y todo salió de maravillas. Yo necesitaba otro instrumento y la vida me dio esta sorpresa.

-¿Cuál es tu sueño por cumplir?

-Quiero seguir tocando el violín, interpretar todo el repertorio clásico que me gusta, llegar a los escenarios más importantes del mundo como el Metropolitan de New York, tocar con las mejores orquestas, las filarmónicas de Berlín, Londres y New York. ¡Definitivamente las tres más grandes! Pero tengo sueños en otras cosas, por ejemplo, la química, una de mis materias favoritas. Me gustaría ser un investigador que publica artículos y descubrimientos. Tengo un par de sueños para mi vida. Ya veré qué hacer con ellos.

Para agendar

Concierto de Teo Gertler y la Sinfónica Juvenil Nacional Libertador San Martín, con la dirección de Mario Benzecry. Obras: Concierto para violín y orquesta en re mayor op 77, de Johannes Brahms, y Danzas Sinfónicas op. 64, de Edvard Grieg. Domingo 17 de noviembre, a las 20. Palacio Libertad; entrada libre y gratuita (con previa reserva en el sitio web).

​ El virtuoso músico eslovaco se presentó en público por primera vez a los ocho años y rápidamente se convirtió en una sensación en Europa; este domingo actuará por primera vez en la Argentina, junto con la Sinfónica Juvenil Libertador San Martín  Música 

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