Stéfano Di Carlo quiere ser el presidente de River de la continuidad: “Hace 12 años, el club era como una choza”​

Conoce las entrañas del River futbolístico desde los tres años, cuando su abuelo materno, Osvaldo “Titi” Di Carlo, histórico dirigente durante 30 años en diversos cargos, lo llevaba al vestuario local del Monumental después de los partidos. Stéfano Di Carlo se sentaba sobre los baúles de la utilería y empezaba impregnarse de la pasión por River, que, por circunstancias familiares que se detendrá a describir durante la larga entrevista con LA NACION, se transformó en su “primera casa”. “Me crie en River. Fui a su colegio, soy egresado del nivel medio, la primera vez que intenté ponerme de novio con una chica fue en River. Fui federado en ping pong, jugábamos a la pelota en el playón”, narra quien, con la llegada de Rodolfo D’Onofrio a la presidencia, en 2013, pasó a ocupar la presidencia del Departamento de Comunicación. También tuvo a su cargo los departamentos de Educación, de Sistemas y Socios, y Cultural. Ahora mismo, sentado en su oficina del club, ofrece café, pide un cortado y se dispone a conversar sobre todo lo que recorrió en estos años, pero sobre todo lo que imagina en el futuro inmediato del club y su propia vida.

Fue vicepresidente 2° en el segundo mandato de D’Onofrio y es secretario general en el actual período de Jorge Brito, que acaba de señalarlo como el candidato a presidente del oficialismo en las elecciones del 2 de noviembre. “[Di Carlo] No solo está en condiciones de ser presidente de River, también tiene condiciones para ser un gran presidente”, lo ungió Brito el fin de semana. De imponerse en las urnas, a los 36 años se convertirá en el presidente más joven de la historia de River, al margen de Leopoldo Bard, primer presidente a principios del siglo pasado, además de futbolista y capitán.

“Tengo la vocación y la voluntad de ser presidente de River. Pero no depende únicamente de mí, sino del conjunto del oficialismo que construimos junto con Rodolfo y Jorge desde hace 12 años. Pretendo que nuestro espacio político continúe al frente de la administración para cumplir los desafíos que tenemos por delante”, comenta él sobre la etapa que se avecina. Cuida las palabras, sabe que en política, seis meses -lo que resta para que se cumpla el mandato de Brito y se realice el acto eleccionario- es mucho tiempo. En la vida de River, un club históricamente atravesado por esa dinámica, cada día puede valer dos.

Ya con el plantel de River en los Estados Unidos, donde el Mundial de Clubes se convertirá en el centro del planeta fútbol durante un mes, Di Carlo se pone en modo campaña: “Hay una frase de cabecera que viene de la época de D’Onofrio, siguió con Brito y continuará con el próximo presidente: ‘Un proyecto, un equipo, un presidente’. El objetivo es profundizar esta mirada. Robustecer los recursos para el área de fútbol no debe entrar en conflicto con todo lo demás. Construimos un colegio de 10 millones dólares para 1200 estudiantes. Estamos construyendo un predio en la avenida Cantilo, a 800 metros del Monumental, para sostener la formación de 400, 500 chicos de las divisiones inferiores. Cien de ellos van a vivir ahí, en un hotel que se está levantando. Tenemos 350.000 socios, 20 millones de hinchas repartidos en el mundo, de los cuales 1,3 millones interaccionan con el club. River es el movimiento popular más convocante del mundo”.

La nominación de Di Carlo coincide con el shock que provocó Franco Mastantuono con la ejecución de la cláusula de 45 millones de euros para pasar a Real Madrid. “Nosotros dijimos que no lo venderíamos hasta fin de año. Y así fue, no lo vendimos. El jugador decidió ejercer la cláusula de rescisión y sellar su salida. Esto lo convierte en la transferencia más alta de la historia del futbol argentino”, dice Di Carlo, a modo de postura institucional.

-¿En qué momento futbolístico e institucional encuentra a River este Mundial de Clubes?

-En un gran momento, con la economía y finanzas robustas. Hay estabilidad y previsibilidad. Crecimos en facturación de 50 millones de dólares de 12 años atrás a 180 millones de ingresos en la actualidad. River estableció un marco de armonía para relacionarse con el entorno del fútbol, su industria, marcas y sponsors. Desde lo institucional nos encuentra en un momento de mucha solidez y coherencia, con el norte fijado hace 12 años, con la primera presidencia de Rodolfo D’Onofrio. Y en lo futbolístico tenemos al mejor de los nuestros al frente de proyecto, Marcelo Gallardo, dirigiendo y gerenciando el fútbol, funcionando como un CEO. Tenemos un plantel competitivo, por lo cual me animo a decir que estamos muy bien. No desconozco que el Mundial es un evento global, con los clubes más relevantes del mundo, con otras economías y potencialidades. Pero River, con sus herramientas y recursos, logró meterse en ese lote de equipos top del mundo.

-¿Qué sería para River hacer un buen Mundial de Clubes en lo futbolístico?

-Ser competitivos, entendiendo de que hay una disparidad de recursos. Real Madrid tiene una facturación de 1100 millones de dólares. Ser competitivo redunda en ganar. Desplegar un buen fútbol, que es parte de la tradición de River, es una cuestión identitaria. Institucionalmente nos fijamos ser exitosos en todas las competencias que afrontamos. El ejemplo es la Copa Libertadores. En más de 60 años ganamos cuatro, no 20. Ahora, eso no quita ni invalida que en cada año River se proponga ganarla.

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-Al ser el primer Mundial de Clubes, con muchos equipos de gran potencialidad, River es menos candidato y favorito que en los torneos que habitualmente participa.

-Sí, es real. River siempre es candidato natural en las competencias locales y de Conmebol. En el Mundial no somos candidatos, pero sí me parece que generamos un nivel de interés mucho más alto que la media de los participantes. Así como digo que River no es favorito, también digo que River es de los más relevantes entre la suma de equipos, muy por encima de más de la mitad de los participantes. Creo que hay un interés en el mundo por ver a los equipos que representan a país campeón del mundo en nivel selección. Por ver a las promesas y los que tienen un nivel consolidado.

-Hace poco dijiste “para ser campeón tenés que tener más plata que los demás para tener mejores jugadores”. Con esa perspectiva, y teniendo en cuenta los clubes con poderío económico que participarán en el Mundial de Clubes, River no tendría muchas chances.

-No reniego de lo que dije. PSG fue campeón de la Champions League con el mayor presupuesto futbolístico desde hace años, en algún momento se le iba a dar. Ahora, el protagonismo se puede expresar sin llegar a ser campeón. River va a generar un fenómeno cultural en el Mundial de Clubes con la movilización de gente en la parte más alejada de los Estados Unidos. El buen juego también es un diferencial. River tiene que jugar bien, y en ese sentido le va a ir bien.

-La intención de retener a Franco Mastantuono el mayor tiempo posible fue de corto alcance. Apareció Real Madrid y pateó el tablero, dejó a River sin uno de sus mayores activos futbolísticos. ¿Y ahora?

-La pregunta va a una cuestión de fondo, que tiene que con el funcionamiento de un club como River y del fútbol argentino en general. Los jugadores pueden irse por dos motivos. Los clubes tienen un déficit operativo corriente, los egresos superan a los ingresos, y la manera de compensar ese déficit es vendiendo a sus mejores futbolistas. Hoy, River no tiene más ese problema. Desde su sostenibilidad, economía y finanzas, River podría haber retenido a Mastantuono por cinco años. River no tenía necesidad de una venta por sus carencias o el déficit del resultado operativo. Ahora, resuelto eso, lo que excede a River son las relaciones humanas, los entornos. Ahí, la última palabra, en el caso Mastantuono y en todos los demás, la tiene el jugador. River tiene el mejor vínculo con Franco y él está centrado, se nota su buena cabeza. También están las cláusulas; hoy parece poco dinero, pero la que firmamos con Mastantuono por 45 millones de dólares es histórica para el fútbol argentino.

-¿Qué Marcelo Gallardo estás viendo con respecto a su primer ciclo?

-Marcelo tiene una evolución constante. Siempre suma más versiones, ya lo vimos en su primera etapa. Sus versiones son en búsqueda de la mejora continua. El diferencial de Marcelo es la inteligencia. En todos los ámbitos que me tocó relacionarme, tanto en lo futbolístico como en mi actividad profesional, poca gente conocí tan inteligente como Marcelo, está por encima del promedio. Es imposible que no tenga éxito, siempre que se le ponga a disposición un marco de armonía para desarrollar el proyecto futbolístico.

-Respecto de ese éxito, ¿esperaban más en resultados en lo que va del segundo ciclo?

-Estamos bien, más allá de que el desafío es ganar la Copa Libertadores todos los años. Eso lo tenemos metido en la cabeza. En River tuvimos situaciones complejas hace 15, 20 años. Ahora hay otros parámetros; el año pasado terminamos terceros en la Tabla Anual y llegamos a las semifinales de la Copa Libertadores, y parece que fue un pésimo año. Eso es parte del éxito del nuevo River: haber subido mucho el piso de conformidad.

-En el imaginario del hincha y de buena parte del ambiente futbolístico está la percepción de que Gallardo ejerce como mucho más que un director técnico. ¿Tiene atribuciones ampliadas? ¿Hay alguien que le diga que no?

-Nunca se llega a situaciones de sí o no. Vuelvo al eje de la inteligencia, se toman decisiones consensuadas.

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-¿No queda muy acotado el espacio de Enzo Francescoli y Leonardo Ponzio en la secretaría técnica?

-Creo que no, siempre se encuentra complementariedad. Hay momentos de la temporada, como los mercados de pases, en el que cada uno entra y sale en función de su rol, pero por supuesto que la dirección de todo esto es de Marcelo.

-Hablaste de que una cuestión pendiente es “la dimensión marca global de River”. ¿A eso se dedicarán los dirigentes en el Mundial de Clubes? ¿En qué mercados River debería tener una mayor penetración? Por ejemplo, en Madrid, ciudad grabada a fuego para River desde la final con Boca, no se encuentra una camiseta de River en las casas de deportes.

-Nos falta un plan global de internacionalización. Son pasos a dar. Cuando llegamos hace 12 años [tras el mandato de Daniel Passarella], el club era como una choza, de a poco lo reconstruimos. Hay que hacer un plan con una mirada holística, salir de acciones puntuales y concretas, que son más espasmódicas que metódicas. Estamos en una etapa de exploración, por ejemplo, abrir las redes sociales en inglés y hacer comunicación en determinados mercados. Hablando con un especialista en estas cuestiones, de haber exportado marcas a más de 150 países, me decía que la primera cuestión son la fonética y los colores, qué impacto tienen para cada cultura el rojo y el blanco; ¿se puede pronunciar “river pleit” o requiere una adaptación para cada mercado? Es una complejidad profunda, en la que estamos trabajando desde hace tiempo.

-¿Cuál es la posición de River con respecto a las SAD? ¿Está a favor de que los socios puedan elegir un modelo de gestión?

-Creo que en estos casos no hay que ser dogmático. Yo me circunscribo a hablar de River. Nosotros, en más de 120 años construimos el mejor estadio del país, el club más prestigioso de la Argentina, el de más aporte de jugadores a las tres selecciones campeonas del mundo, el que más talento exportó. Yo haría la pregunta al revés: ¿en calidad de qué a alguien se le ocurre que este modelo no funcionó y requiere ser revisado? Desde su gobernanza y sostenibilidad, en River nunca se interrumpió un proceso electoral en 124 años. Es el único de los cinco clubes grandes que nunca entró en un concurso de acreedores. Puede sostener acuerdos con Adidas y Coca Cola que llevan 50 años. Para River es imposible pensar en otro formato que no sea el que tenemos, que es el de asociación civil sin fines de lucro.

-¿Cuál es el espíritu de la reforma estatutaria que se hizo en este lapso, que determina que el presidente electo solo tenga un período de mandato, de cuatro años sin reelección? Se puede interpretar como una jugada para la rotación dentro del oficialismo.

-El espíritu no es solo generar una rotación y oxigenar el sistema político. También creo que está el punto sano de que cuando uno está presidiendo un club y no está pensando en que la gente te pueda volver a votar, es un incentivo más para hacer lo correcto, independientemente de la conveniencia política.

-Sos muy joven y en más de una década viste la transformación que implica ser dirigente de un club como River, cargo ad honorem y al que le dedicás el 75 por ciento de tu tiempo, según contaste. Hace poco también dijiste: “Yo no sé si no debiera cobrar un dirigente de fútbol”. ¿Lo podés ampliar?

-Yo tuve la suerte de poder armar mis empresas, vinculadas al sector de la tecnología y el desarrollo de software. En mis empresas trabajan 250 personas, pude consolidar una estructura propia y lograr un desarrollo profesional para gerenciar mis empresas y que no me ocupen por tiempo completo. Eso me permite dedicarle tiempo a River, pero también pienso que podés tener los mejores talentos, la gente más comprometida con River, pero si tienen que cumplir con una obligación laboral de ocho, nueve horas, van ver limitadas sus posibilidades de aportar su potencial al club. En ese sentido, yo creo que sería justo pensar en un modelo, lo digo en general, no pensando en River, en el que todos tengan la posibilidad de vincularse y aportarle al club sin resignar sus ingresos. En una estructura como River hay gastos gigantes, tener un dirigente rentado no tendría impacto en la economía y le permitiría al club tener perfiles más aptos para su administración. Parece un delito que un dirigente tenga una remuneración. Hay un consenso tácito para cambiar, nadie lo dice, pero todos los dirigentes de los clubes están de acuerdo. ¿Por qué un dirigente no puede cobrar un sueldo para dedicarle todo su tiempo a un club? Los ejemplos son D’Onofrio y Brito: si no fuera porque tienen resuelta sus economías, nunca podrían haber sido presidentes de River. Pero en el camino, ¿cuántos perfiles se pierden porque no se pueden dedicar exclusivamente a River?

-Cuándo se cruzan con el socio, ¿qué les reconoce y qué les dicen que está faltando?

-El socio de mayor antigüedad tiene un profundo nivel de reconocimiento y el socio más nuevo es un poco más crítico. Esto es así porque los socios más antiguos vieron lo que era el viejo River y tienen una valoración de la transformación que hicimos. El socio más nuevo, que llegó con esta actualidad, es lo que se llama demanda calificada, exige más. Aunque se haya elevado el piso, quiere subir otro escalón. No agradece por el crecimiento anterior. Lo que se demanda es sobre fútbol, la agenda de fútbol es ordenadora y rectora de todos los temas. El clima y el ánimo social están dados por si la pelota entra o no entra. Si uno mira en los presidentes de los cinco clubes grandes del 2000 para acá que terminaron su mandato, yo diría que Macri, D’Onofrio y Blanco son los únicos que pueden volver a la cancha. No es una excepción que un presidente se vaya mal, se convirtió en una norma. En ese contexto de locura, volatilidad y criticidad general, logramos un marco de estabilidad inédito para el fútbol argentino. En los últimos años no abundaron los títulos, pero la gente hace un reconocimiento y quiere seguir en esta dirección. Esto es un hallazgo desde el punto de vista institucional.

-La relación dirigencial River-Boca tuvo un pico de crispación con todo lo que antecedió a la final de Madrid entre D’Onofrio y Angelici. ¿Cómo se llevan con la administración Riquelme?

-La relación no ha tenido un gran desarrollo, lo que no quita que sea cordial, correcta y respetuosa.

-¿No sería conveniente que coincidieran para mejorar aspectos del fútbol argentino, como los calendarios?

-Puede ser que no se haya aprovechado la oportunidad de profundizar el vínculo en pro de generar una mejora para el fútbol argentino en su totalidad. Y también en lo que tiene que ver con la generación de ingresos. Toda sinergia que pueda construirse en ese sentido va a ser buena para los dos.

-Años atrás River tenía una postura más crítica con la AFA. Ahora cambió.

-Lo que cambió es el consenso general del resto de los clubes. River siempre estuvo en contra de este formato de torneos. Lo que vemos es que hay un clima de época, donde existe un consenso hacia esta gestión de la AFA. Hay que trabajar desde adentro para encontrar la manera y en eso es clave el entendimiento con Boca. No solo desde el marco competitivo, sino también de la generación de recursos. Pensar cómo volvemos a los 3,5 millones de suscriptores del pack fútbol, cuando hoy tenemos 1,7. A mí me tocaba ir a la Superliga Profesional, que si bien había sido un avance, metodológicamente era parecida a la AFA. Todos los dirigentes del fútbol debemos hacer un mea culpa: hay que entender que la AFA es el ámbito donde todos nos sentamos a construir el fútbol argentino, y no a defender intereses sectoriales y el poroteo individual. Si no cambiamos el chip, va a ser difícil. Lo más fácil es culpabilizar al otro, la responsabilidad es colectiva.

-En la escala de ingresos de River, ¿en qué puesto quedaron los derechos televisivos?

-Creo que debe ser el último, similar al que facturan las disciplinas deportivas recreativas y el colegio del club. Hoy están en alrededor de cinco millones de dólares anuales, y entre ticketing y cuotas sociales ingresamos 100 millones y otros 50 en marketing. Para River es muy dañino cómo está diseñado el negocio de la televisión. Y eso que el valor del pack fútbol argentino no está lejos del español. Entonces, ¿cómo puede ser que Atlético de Madrid reciba 200 millones de dólares y River, cinco? El negocio requiere una revisión profunda y completa entre el sector privado, la AFA como ordenadora y los clubes. Hoy, River no puede competir con el mundo por lo mal diseñado que están los derechos televisivos.

-Elegiste llevar el apellido materno, Di Carlo, histórico dirigente de River, que como abuelo te inculcó el amor por River. Cuando eras adolescente, él sufrió un infarto en el Monumental durante un partido y murió. Vos estabas con él…

-Mi vida dependía íntegramente de él, en todo sentido. Fallece en un partido de la Copa Libertadores 2005, contra Banfield. En la ida habíamos empatado 1-1, con un gol de Gallardo. En la vuelta en el Monumental ganábamos 3-2, estaba en el palco de autoridades con mi abuelo, parados, porque no quería ver el partido sentado. En la última jugada casi empata Banfield con un remate que dio en la parte exterior de la red. Pareció gol y como había gol de visitante se clasificaba Banfield. Pita el árbitro, parecía que era gol y final. En ese momento mi abuelo no termina de decirme “Stéfano”, se cae, paro cardíaco, lo reaniman y lo llevaron al sanatorio, donde tuvo otro paro y fallece.

¿Por qué públicamente no utilizás el apellido de tu padre biológico, Yayo Cozza?

-Yo llevo los apellidos paterno y materno. Lo que tiene que ver con un club y darte a conocer para hacer un recorrido y acceder a los lugares de dirección, pasa a ser clave que la gente te pueda conocer para elegirte. En el colegio me hacían bullying por lo largo que es mi nombre: Stéfano Dante Cozza Di Carlo. Es dramáticamente largo (ríe). Para simplificar y darme a conocer públicamente elegí llevar el apellido materno, Di Carlo, el de mi abuelo, que fue quien me crio y por quien me conocían desde chico en River. Estaba tan impuesto ese apellido y tenía tanto anclaje en River, que en el momento de simplificar me apoyé en ser Di Carlo. Eso no significa invisibilizar el apellido de mi padre, de quien estoy orgulloso. La cuestión de mi padre es pública: estuvo vinculado al caso (Guillermo) Cóppola y fueron públicos sus problemas de adicciones a las drogas. Temas muy duros, pero nada de eso invalida el reconocimiento hacia mi padre, con quien almuerzo todos los viernes en River.

-¿Cómo atravesaste esos temas tan sensibles en tu infancia y adolescencia? ¿Hiciste terapia?

-Nunca fui al psicólogo. La cuestión de la droga como flagelo la conozco mucho. Tuve problemas no solo con mi padre, sino también con otros familiares. He hecho muchos esfuerzos por gestionar internaciones, pedir apoyos desde la psiquiatría. No solo es un tema muy triste, sino que todos los que tuvieron un problema grave de este tipo en su familia lo ven de una manera, y los de afuera lo tratan con liviandad, lo asocian con el delito. Creo que ya no hay que aclarar que alguien que es adicto y consume cocaína no es inevitablemente un delincuente. Lo del apellido de mi padre se usó en mi contra para atacarme políticamente y ponerme en una posición de no reconocimiento de mi familia, cuando jamás la oculté. Estoy orgulloso de mi padre, con sus más y sus menos. Tiene una enfermedad y punto. Lo acompaño y apoyo hasta hoy. Está en un tratamiento muy largo y efectivo, gracias a Dios. No está bueno pasar por esas experiencias, pero las administrás. Mucha gente que está en lugares relevantes ha tenido problemas de chico y no sé si eso al final termina siendo un activo porque te forja de otra manera. De chico fue duro y eso hizo que me terminaran criando mis abuelos. Todo el proceso de crianza y formación fue con mis abuelos. Por eso acá para todo el mundo en River fui el nieto de Tití Di Carlo.

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