Según un estudio: la sorpresiva asociación entre el ejercicio físico y el aprendizaje en el colegio secundario

Primero fue la preocupación por la presencia de celulares en el aula. Y los cambios positivos al sacar los dispositivos fueron muchos. Pero, claramente eso no era todo. Por eso, en una red de escuelas de la zona norte del Gran Buenos Aires se preguntaron qué otras cosas estaban interfiriendo en el aprendizaje de los chicos. Y quisieron probar si el sedentarismo y el rendimiento escolar pobre tenían la misma raíz. Y resultó que sí. No solo eso, a la inversa: moverse más durante la jornada escolar, al menos 25 minutos diarios, se puede traducir en un mejor desempeño educativo, sobre todo a la hora de afrontar aprendizajes que demandan un mayor esfuerzo cognitivo.
Así surge de una experiencia de aprendizaje que realizaron los directivos de la red de colegios Itinere, junto a investigadores del Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA) y del Conicet. Entre 2024 y 2025, unos 800 estudiantes secundarios de los Colegios del Faro Escobar y Benavides y los Northfield School de Nordelta y de Puertos, este último de Escobar, participaron de la evaluación. Se les pidió que realizaran actividad física de distinta intensidad por unos 25 minutos y después participaran de una clase que requería un cierto esfuerzo cognitivo. También se realizó una comparación con estudiantes que no habían realizado la actividad previamente. Y los resultados entre los dos grupos fueron dispares. Aquellos que habían participado del ejercicio físico tenían un mejor rendimiento.
La propuesta se basa en un estudio desarrollado en conjunto por la Red Itínere, el ITBA y el Conicet, que exploró cómo influye la actividad física en diferentes funciones cognitivas de los estudiantes. Estos datos fueron presentados en la Reunión Anual de la Sociedad Argentina de Investigación en Neurociencias que se realizó en 2024, con el título “Effects of Physical Activity and Novelty on Memory and Creativity in Secondary School Students” (Efectos de la actividad física y la novedad sobre la memoria y la creatividad en estudiantes de secundaria), por los investigadores del Conicet Pedro Benedetti, Alejo Barbuzza y Fabricio Ballarini.
Cambios
La investigación todavía está en curso, explican los impulsores, por eso todavía no se presentaron resultados cuantitativos. Pero, a la luz de los resultados cualitativos, las autoridades de la red de escuelas ya decidieron hacer modificaciones en la organización de sus clases, explica Darío Álvarez Klar, fundador de la Red Educativa Itínere, especialista en gestión educativa. Cambios sencillos que se traducen en espacios que invitan al movimiento, tales como la forma en la que se disponen los bancos, la organización de propuestas desde en pasillos hasta en los patios, la instalación de palestras en las áreas comunes, aros de básquet y redes de vóley, de forma permanente, no solo para las horas de educación física, entre otras medidas.
“No es que los chicos y las chicas van a hacer todos los días esos 25 minutos de actividad al ingresar. Sino que proponemos a los docentes que den sus clases incluyendo el movimiento, que se desplacen por el aula, por el colegio, que usen los patios, que caminen. Y que cuando van a dar algún tema complejo, sepan que utilizar la actividad física previa hace que los chicos estén más atentos y receptivos. Además, asi como los padres se están acostumbrando a monitorear el tiempo en pantalla de los chicos, sería importante que miremos juntos el tiempo de actividad física y movimiento. Tenemos que combatir el sedentarismo y los beneficios llegan en muchos sentidos”, apunta.
La evaluación del desempeño incluyó distintos formularios estandarizados que permitieron medir cuestiones como memoria, creatividad e imaginación. Para evaluar memoria se tomó el Rey Complex Figure Test, una herramienta que se usa internacionalmente para medir la capacidad de recordar información visual. La mitad de los estudiantes realizaban actividad física por casi media hora y la otra mitad, no. Es decir, permanecía en el formato tradicional de clases. Aquellos que habían hecho ejercicio recordaban con un mayor nivel de detalles y exactitud una imagen que se les había pedido observar. En cambio, los demás tuvieron un rendimiento más bajo en ese ejercicio.
“La estimulación de los puntos neuronales durante el ejercicio, las redes de dopamina que se activan hacen que los chicos y las chicas puedan percibir y recordar mucho más después de ejercitarse”, dice Álvarez Klar.
Creatividad
Otro de los aspectos evaluados fue la creatividad. Los chicos que habían permanecido sedentarios tenían respuestas menos creativas que aquellos que habían hecho actividad física. Y esto se evaluó a través del Alternative Uses Task (AUT), una prueba que evalúa la fluidez y originalidad al generar ideas.
También se evaluó cómo se activaba la imaginación. Para esto se hizo una evaluación con estudiantes de primer año de Northfield Nordelta. Aquellos que realizaron actividad física antes de la tarea lograron un mejor rendimiento en ejercicios de imaginación en comparación con el grupo control que realizó la misma tarea sin moverse previamente.
“En los tres casos, los estudiantes que se activaron físicamente inmediatamente antes de trabajar obtuvieron mejores resultados que aquellos que no lo hicieron. La actividad física ayudó a que tuvieran mejor perfomance en funciones cognitivas complejas, como la memoria, la creatividad y la imaginación, claves para el proceso educativo. Este hallazgo es central: el movimiento no solo mejora la salud física, también prepara la mente para aprender mejor. Son datos respaldados por evidencia científica y con implicancias directas para las prácticas escolares cotidianas”, apunta Álvarez Klar.
“El sedentarismo es un problema que tiene que ver directamente con la calidad educativa. Nos propusimos investigar cómo influye la actividad física en diferentes funciones cognitivas de los estudiantes. Hoy, más del 80% de los adolescentes argentinos no realiza actividad física suficiente, según datos del Ministerio de Salud. Además, en América Latina, 36,5% de los adolescentes presentan sobrepeso u obesidad, según datos de Unicef. Y, en las investigaciones llevadas adelante por nuestra red de colegios, vemos que los estudiantes encuestados reportan que permanecen casi seis horas diarias frente a pantallas, excluyendo el uso escolar”, explica Álvarez Klar.
En consecuencia, explica el directivo de la red de colegios Itínere, en estas escuelas, el movimiento dejó de ser una actividad acotada a la clase de Educación Física para convertirse en una herramienta pedagógica que atraviesa distintas instancias de la vida escolar. Se impulsa un modelo que propone mover el cuerpo para activar la mente. Esta lógica se traduce en cambios concretos, se explica: el diseño de los espacios debe invitar al movimiento. Se busca promover que los chicos se muevan, exploren, cambien de postura y elijan cómo estar en clase. El mobiliario es móvil y flexible, con opciones como sillas de balanceo, bancos bajos, alfombras, almohadones y sectores para sentarse en el piso. Además, se incorporaron elementos como muros de escalada y escaleras desde el nivel inicial.
“No se trata solo de una cuestión estética: se parte de la idea de que el entorno también enseña, y que el movimiento no interrumpe el aprendizaje, sino que puede potenciarlo. Esta mirada rompe con el modelo tradicional del aula en el que todos miran al docente al frente y se espera que aprendan en silencio y sentados en fila. En cambio, se propone un entorno donde los cuerpos puedan estar activos, el aula se adapte a cada grupo y se habiliten múltiples formas de aprender. Hay estudiantes que se concentran mejor al moverse, otros que eligen el piso para enfocarse, y algunos que necesitan cambiar de posición para sostener la atención. La propuesta no requiere grandes inversiones, sino una mirada pedagógica intencionada sobre cómo se habita el espacio escolar, asumiendo que no todos los estudiantes aprenden de la misma manera”, explica Álvarez Klar.
En el nivel primario, se incluyen prácticas de yoga, mindfulness y meditación, como forma de ayudar a desarrollar conciencia corporal, reducir la ansiedad y mejorar la convivencia en el aula.
“El enfoque busca una mirada integral del cuerpo en la escuela. Estamos buscando reformular el área de Educación Física, no todo tiene que ver con los deportes tradicionales, sino buscar otras formas de expresión y corporalidad que a algunos chicos y chicas les pueda interesar, como acrobacias con telas, deportes alternativos y entrenamiento funcional. Queremos fomentar el compromiso, el disfrute y la apropiación del propio proceso de aprendizaje corporal”, explica Álvarez Klar.
De la investigación, participaron 800 estudiantes de colegios de zona norte; “moverse al menos 25 minutos diarios se puede traducir en un mejor desempeño educativo”, la gran conclusión Sociedad
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