¿Quién suma o resta “puntos aura”?​

NUEVA YORK.– El hijo de 13 años de esta cronista pasó sus vacaciones en la Argentina. Al regresar a Nueva York, explicó, para sorpresa de nadie, que “el problema es la inflación”.

No se refería, curiosamente, al índice de precios al consumidor ni en el país ni en EE.UU. –en ambos casos, aunque con diferencias abismales, parece más controlado que antes–. Se refería a la razón detrás de la caída de la gran tendencia entre los chicos de su edad. Una tendencia que dominó los medios sociales, y llegó a la publicidad y la política: los “puntos aura”.

El aura “tradicional” mística puede describirse como una radiación emitida por el cuerpo que revela el estado espiritual de cada uno. Lo de los “puntos aura” –jamás llamarlo puntos “de” aura porque se confirmaría que se está totalmente ajeno al léxico de moda y su particular gramática– es distinto. Se trata de una forma de cuantificación ligeramente humorística de cuán cool una persona es.

Por ejemplo, si un preadolescente gana jugando en la Playstation, los amigos gritan que le dan 100 puntos aura; a quien mete un gol en el picadito en la playa posiblemente le otorguen 200 puntos. Si el ortodoncista promete que ya saca los aparatos fijos en vez de a fin de año como se temía, se le brindan 700 puntos (y una gran sonrisa). Si un chico tropieza delante de la compañera de clase que le gusta, pierde mil puntos aura, como mínimo. Si al caer tira el helado al piso, aún peor. Y así sucesivamente con cada banalidad y con una cantidad totalmente arbitraria de puntos aura en juego.

Lo de los “puntos aura” –jamás llamarlo puntos “de” aura porque se confirmaría que se está totalmente ajeno al léxico de moda y su particular gramática– es distinto. Se trata de una forma de cuantificación ligeramente humorística de cuán cool una persona es

Algunos analistas culturales atribuyen los orígenes de los puntos aura al mundo del básquet, donde los fanáticos comenzaron a hablar insistentemente del aura de LeBron James e intentaron cuantificarlo. Esto se sumó a la obsesión derivada de los videojuegos de sumar y restar puntos por cualquier cosa. La tendencia resultante llegó a extremos insospechados.

Por ejemplo, entre los adultos jóvenes, consultar cuántos puntos aura suma o resta algo que les pasó “se convirtió en la excusa por excelencia para compartir historias cada vez más personales”, explicó The Wall Street Journal. Quienes siguen esta tendencia narran en videos una experiencia de vida íntima, a veces traumática, e incitan a sus seguidores a decirles cómo se ha visto afectada su aura por ella. “Los usuarios de TikTok han preguntado a sus espectadores cuántos puntos aura han perdido por permanecer en una relación con un infiel, ser rechazados por una madre adoptiva o por conseguir en secreto el cepillo de dientes de alguien que detestan y frotárselo en el trasero”, puntualizó el prestigioso matutino.

Los productos culturales más populares también se plegaron a esta forma de hablar. Como publicidad, Netflix compartió un clip de Bridgerton preguntando a los espectadores de TikTok cuántos puntos aura perdió la manipuladora Cressida por pretender ser la temida chismosa Lady Whistledown para que le huya un candidato con el que no le interesaba casarse.

En la política, los puntos aura se estrenaron durante el primer debate presidencial, cuando comentaristas virales opinaron sobre los “puntos aura” de los candidatos. Luego de la caída de Biden, la campaña de Harris, que busca estar en la última moda, se plegó a usar el tema del aura para llegar a los más jóvenes.

Pero el exceso puede ser complicado. La desesperación de algunos por sumar puntos aura hasta tuvo un nombre, “AuraMaxxing”, y derivó en la famosa inflación: por cualquier cosa se empezaron a otorgar muchos más puntos que antes (cinco millones por ganar en la Play, por ejemplo) y de esta manera se volvieron irrelevantes. Posiblemente ahora se esté viviendo el fin de la tendencia que marcó el verano; pero al hijo de esta cronista le sacan los aparatos, así que los que 700 que otorgó a su maravilloso ortodoncista, en la imaginación familiar no se los quitará jamás nadie.

​ La fiebre por cuantificar cuán cool es una persona desveló a los adolescentes neoyorquinos este verano, y llegó incluso a la publicidad y la política (campaña de Kamala Harris incluida)  Conversaciones de domingo 

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