Pudieron amarse sin límites pero descubrieron la peor cara del otro: la historia jamás contada de Bruce Willis y Cybill Shepherd

La electricidad que saltaba entre Bruce Willis y Cybill Shepherd en Moonlighting era tan intensa que los fans podían sentirla a través de sus televisores. David Addison y Maddie Hayes se miraban con una mezcla explosiva de deseo y hostilidad que mantenía a millones de espectadores pegados a la pantalla cada semana, esperando el momento en que finalmente cedieran a la atracción evidente entre ellos. Pero mientras el público se deleitaba con esa química magnética, detrás de las cámaras se desarrollaba una batalla campal que amenazaba con destruir la serie más innovadora de los años 80. La realidad era que Willis y Shepherd se odiaban con la misma intensidad que sus personajes se deseaban.
El encuentro que lo cambió todo
Todo comenzó en 1985, cuando Glenn Gordon Caron, el visionario creador de la serie, buscaba desesperadamente el reparto perfecto para su revolucionario proyecto. Caron tenía una visión audaz: crear una serie que rompiera todas las convenciones televisivas, con diálogos ágiles que duplicaban la extensión de los dramas típicos y una narrativa que desafiaba la cuarta pared.
Bruce Willis, un desconocido exbarman de Nueva York con mínima experiencia actoral, no convencía a los ejecutivos de la cadena ABC. Caron lo llevó once veces consecutivas a las oficinas hasta que Ann Daniel, una de las pocas ejecutivas mujeres, logró convencer al resto: “No sé si Bruce Willis es un protagonista de ABC, pero a mí me parece muy divertido”.
Cuando Willis entró por primera vez a la oficina donde lo esperaba Cybill Shepherd, algo ocurrió de forma instantánea. “Conocí a Bruce en una oficina con Glenn y mi temperatura subió al menos diez grados”, recordaría Shepherd décadas después. “Pensé: ‘Este tipo es el indicado’”.
Shepherd, actriz y exmodelo que buscaba revitalizar su carrera tras varios fracasos, había leído guiones con 17 actores diferentes antes de Willis. “No sentí ninguna chispa con ellos. Pero con Bruce, la temperatura en la sala subió veinte grados”, rememoró tiempo después.
La noche que pudo cambiar la historia
Esa química instantánea no se limitó únicamente a las cámaras. Shepherd contó que hubo un momento crucial en el que la atracción real amenazó con explotar fuera del set. “Bruce y yo estuvimos a punto de hacerlo, porque nos sentíamos muy atraídos el uno por el otro”, reveló sin tapujos.
La actriz describió una noche específica donde se acercó a Willis con una botella de vino y le preguntó directamente: “¿Vamos a hacer algo al respecto o qué?”. Terminaron “chupándose la cara apasionadamente” en su sofá, pero Willis dudó en el momento decisivo.
“Nunca terminamos lo que empezamos”, admitió Shepherd, quien después agradecería esa vacilación: “Una vez que lo conocí mejor, me alegré de no haberme involucrado. Bruce Willis es un imbécil”.
Los cronistas del desastre: “Se odiaban”
Curtis Armstrong, que interpretó al detective junior Herbert Viola, se convirtió en testigo privilegiado y cronista involuntario de la creciente animosidad entre las estrellas. En su libro Revenge of the Nerd, Armstrong fue implacable: “Sí, Bruce Willis y Cybill Shepherd se odiaban”.
Según Armstrong, Willis llegaba frecuentemente al set con resaca después de noches enteras de fiesta. “Había estado en un club casi toda la noche y se quedó dormido. En lugar de ducharse, simplemente se tiró desnudo a una piscina, se puso algo de ropa y llegó a su hora de llamada”, relató sobre aquellos años.
Escena de Moonlighting
Por su parte, Shepherd mostraba comportamientos de diva extrema. “Si alguien le decía que no, se iba. Por eso era como era”, reveló Armstrong. La situación llegó a tal extremo que, tras la segunda temporada, Shepherd amenazó con abandonar la serie a menos que despidieran al propio Glenn Caron. Según los reportes, se salió con la suya y Caron dejó la producción.
Allyce Beasley, que interpretaba a la recepcionista Agnes DiPesto, confirmó el ambiente tóxico: “Cybill y Bruce estaban muy descontentos y era muy difícil estar con ellos. Si no recibes los guiones a tiempo, no puedes prepararte y ellos estaban en cada toma. Era mucha presión llevar adelante una serie así”.
Cuando la fama envenenó el set
Al principio, Willis era descrito por todo el equipo como modesto y divertido para trabajar. Pero su personalidad se transformó radicalmente cuando comenzó a ascender como estrella de Hollywood, especialmente, después de ser elegido para Duro de Matar en 1988 durante la cuarta temporada.
Este salto cinematográfico generó una disparidad salarial que encendió la mecha final. “Solo quiero que me paguen lo que él hizo la última temporada”, se quejó públicamente Shepherd en 1989. “Claro que me siento competitiva y me molesta muchísimo”, contraatacó al ver las diferencias salariales.
La guerra abierta
La hostilidad se volvió tan insostenible que la producción tuvo que implementar medidas extraordinarias. Los asistentes debían “medir la distancia entre las dos puertas de su tráiler y la entrada al escenario para que un actor no tuviera que caminar ni un pie más que el otro”, según reveló Armstrong.
El embarazo de Shepherd en la cuarta temporada complicó aún más las cosas. Preocupada por su apariencia, exigió modificaciones en el horario que obligaron a Willis a trabajar jornadas más largas. “Intentábamos filmarla fuera de escena”, contó un productor. “Eso hizo que Bruce trabajara más. Así que hubo cierto resentimiento por eso”, consideró.
La hostilidad culminó en un incidente que Armstrong describió vívidamente: “La escena se vino abajo y comenzó una especie de disputa. La situación se intensificó rápidamente y terminó con Cybill arrojando un maletín contra la puerta con una fuerza que sacudió el escenario”.
Para mantener la serie funcionando, la producción recurrió a estrategias cada vez más elaboradas. Utilizaron dobles de cuerpo para evitar que Willis y Shepherd aparecieran juntos en las mismas tomas. Ambos actores se negaban rotundamente a permanecer en el set más tiempo del necesario.
Caron admitió años después que la relación entre sus dos protagonistas “casi se rompió por completo en la temporada cuatro”. “Bruce se convirtió en una gran estrella y había una sensación de celos. Hay algo de cierto en todas esas historias”, consideró.
El amargo final de una época dorada
Para 1989, cuando Moonlighting llegó a su fin tras cinco temporadas turbulentas, Willis y Shepherd apenas podían coexistir en el mismo espacio. La situación era tan grave que los editores tuvieron que “disminuir la velocidad de la cámara artificialmente para dar la impresión de que se estaban mirando a los ojos”, según reveló Armstrong.
Un año después del final, Willis fue categórico en The Arsenio Hall Show: “No nos llevábamos muy bien en ese programa. Llegó un punto en que dejó de ser divertida. Trabajaba 14 horas al día, cinco días a la semana y doce meses al año. No le guardo rencor. Ahora estoy haciendo otras cosas”.
En 2005, Shepherd fue igualmente directa: “Recuerdo que en un momento del programa llegamos al punto de odiarnos”. Sin embargo, reconoció el valor de esa fricción: “Era una serie muy volátil, pero eso también fue lo que la hizo genial”.
El reencuentro después de la tormenta
Las décadas suavizaron gradualmente las heridas más profundas. En 2018, Shepherd sorprendió al participar en el Comedy Central Roast de Willis, donde bromeó: “Nuestros personajes en Moonlighting no eran tan exagerados. Yo interpreté a una exmodelo, que era yo, y él interpretó a un imbécil, que es… Sé que no hemos hablado de ello en 30 años, pero siempre tendremos algo más importante: los derechos de emisión”.
La reconciliación definitiva llegó en 2022, cuando Willis anunció su retiro por demencia frontotemporal. Shepherd mostró su lado más compasivo: “Siempre amaré a Bruce. Bruce era divertido, brillante, sarcástico y auténtico y no podríamos haber elegido un mejor coprotagonista”.
Se conocieron y estuvieron a punto de ser pareja, pero el destino lo evitó; compartieron pantalla en Moonlighting y descubrieron los infiernos que vivieron Lifestyle
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