“Obsesión por el control”: los riesgos detrás de los dispositivos de salud inteligentes

Despertar y deslizar un dedo sobre la pantalla: calidad de sueño: 76%. O por lo menos así lo indica un gráfico con picos y valles en rojo y azul. Doble clic para más detalle: “Dormiste 6 horas y 42 minutos, con dos interrupciones breves”. ¿Y la frecuencia cardíaca en reposo? 62 latidos por minuto. Además, la temperatura corporal subió 0,3°C durante la noche.
Los dispositivos de salud se convirtieron en uno de los grandes hitos de la medicina moderna. Su capacidad de medir y analizar diferentes aspectos de nuestro cuerpo consolidaron a estos pequeños artefactos como una herramienta esencial no solo para personas con enfermedades crónicas, sino también para aquellas que buscan alcanzar un estilo de vida saludable. En números concretos, cerca de 225 millones de usuarios a nivel mundial utilizan relojes inteligentes, según Statista.
En este sentido, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) plantea un nuevo paradigma sobre la manera en que cuidamos y monitoreamos nuestra salud, con dispositivos cada vez más sofisticados al alcance de nuestra mano. La empresa Withings, por ejemplo, es uno de los principales jugadores del mercado que se encuentra a la vanguardia de esta tecnología con su espejo Omnia, presentado en la última edición de la CES -una importante feria de tecnología con sede en Las Vegas-, en enero pasado.
Si bien el producto aún está en fase de desarrollo, este espejo -digno de película de ciencia ficción- cuenta con un sistema de IA que permite evaluar de manera integral la salud de una persona a través de diferentes métricas, como peso, salud del corazón y pulmones, y metabolismo. Tras la recopilación de datos, Omnia crea programas personalizados y brinda a los usuarios la posibilidad de acceder a un soporte médico avanzado, con equipos de atención dedicados disponibles de manera asincrónica. Además, posee una voz hecha con IA que ofrece consejos y explicaciones de los resultados.
Por su parte, la compañía francesa Circular anunció, en el marco de la CES, Ring2, su segundo anillo inteligente. Este nuevo modelo permitirá a las personas realizar un electrocardiograma sin más equipamiento que el anillo mismo.
“La irrupción de nuevas tecnologías de medición de parámetros de salud; la evolución, la miniaturización y la reducción de los costos de las ya existentes; la conectividad; y la invasión de la IA, están llevando al ámbito de los consumidores soluciones que hace poco tiempo no estaban disponibles ni siquiera en el ámbito hospitalario”, analizó Gastón Murias, jefe de terapia intensiva y del Instituto de Innovación y Desarrollo del Hospital Británico.
En esta línea, Diego Pereyra, doctor y director global de Salud en la empresa de tecnología Softtek, sostuvo que la medicina está pasando “de la ‘televisión blanco y negro a la televisión color’”.
Para los expertos consultados por LA NACION, estos dispositivos abren un camino hacia una medicina cada vez más autoconsciente y preventiva, en donde el paciente toma un rol proactivo. “Con estas herramientas, se puede tener control de muchos parámetros y su cambio en el tiempo, sin necesidad de que el paciente venga a los centros de salud. También identificar señales de alarma temprano e intervenir antes de que sucedan eventos más graves”, indicó Matías Tisi Baña, doctor clínico del Hospital Universitario Austral. De hecho, cuatro pacientes del doctor Pereyra fueron diagnosticados con arritmias cardíacas gracias a los registros de relojes inteligentes.
Sin embargo, los datos recopilados por estas herramientas deben siempre ser verificados por profesionales de la salud. “No se trata de que la ‘tecnología sepa más’, sino de combinar esa inteligencia computacional con la inteligencia humana. Juntas, pueden impulsar mejores decisiones”, reflexionó Fredi Vivas, ingeniero y docente de IA en la Universidad de San Andrés.
El paciente sobreinformado
El fácil y rápido acceso a datos de nuestro cuerpo plantea riesgos vinculados al bienestar del paciente, en especial en un contexto digital donde abundan los contenidos sobre cómo alcanzar un estilo de vida saludable. De hecho, se estima que aproximadamente el 9% de la población mundial -cerca de 70 millones de personas- padece algún tipo de trastorno alimentario, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, un estudio publicado en el Journal of Adolescent Health en 2021 reveló que el 25% de los varones adolescentes en Estados Unidos expresan preocupación por no tener suficiente masa muscular.
Entonces, ¿es verdaderamente sano estar expuestos diariamente a datos sobre nuestra salud? ¿Cuáles serían las consecuencias? Para Belén Despierre, psicóloga del Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano de Buenos Aires, en personas vulnerables podría generar dependencias, conductas obsesivas y trastornos propios de la necesidad de autocontrol, así como también ansiedad por alcanzar ideales “distantes o poco accesibles”. Estos comportamientos, indicó, pueden estar relacionados a exigencias sociales, lo que a su vez guía a la angustia y depresión. La posibilidad de hacer consultas a chatbots de IA, como ChatGPT, potencian esta problemática.
Juan Tesone, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, dio una visión similar: “El problema es cuando se hace un uso obsesivo, a tal punto que, de manera compulsiva, se están midiendo las variables constantemente con el secreto anhelo de que se conviertan en invariables”.
Bajo esta línea, el psicoanalista José Eduardo Abadi opinó que, a pesar de sus ventajas, detrás de estas tecnologías se esconde la idea de la “juventud eterna” y la “inmortalidad”. “Si pensamos que encontramos la lámpara de Aladín, que tenemos el elemento clave con el cual nosotros prevenimos y controlamos todo, estamos en un plano equivocado”, aseveró.
Por este motivo, en el terreno de la medicina ya se habla de un paciente “sobreinformado”. “Hay mucha gente hipocondríaca. Mis pacientes me llaman con desinformación, me dicen ‘me dio esto’, me preguntan sobre cosas que escuchan en Instagram o en TikTok relacionadas a cantidad de horas de sueño”, contó Pereyra.
Julio Giorgini, médico del Servicio de Cardiología del Hospital Alemán, escucha problemas similares entre sus pacientes: “Hay personas que toman la presión arterial todos los días, y sabemos que eso no es necesario en la mayor parte de los casos. También un paciente me envió ocho lecturas de su reloj, en el que le marcaba que tenía una fibrilación auricular y no era cierto. Eran todos trazados electrocardiográficos normales”. Sobre este escenario, Abadi analizó que, mientras la información -en su medida justa- resulta beneficiosa, la sobreinformación “confunde y enferma”.
Por este motivo, los expertos consultados por LA NACION señalaron que los médicos deben “reinventarse” frente a este nuevo paciente “sobreinformado”. “Más que nunca los médicos tenemos que desarrollar empatía y compasión en la consulta y acompañar a los pacientes explicando lo que ven en los dispositivos, cómo interpretar la información que reciben. El no hacerlo, empuja a las personas a perder la confianza en los profesionales y genera cada vez más consultas a plataformas como ChatGPT”, dijo Giorgini. En tanto, Pereyra remarcó la importancia de educar y concientizar a los pacientes.
Regulación
La regulación es otro de los desafíos que despierta alarma e incertidumbre entre los profesionales de la salud. “Se tienen que empezar a reformular los capítulos dentro de las sociedades científicas y los ministerios de salud de cada país, para hacerlos partícipe y que tomen decisiones dentro de los resultados que arrojan este tipo de dispositivos”, puntualizó Pereyra.
Para ilustrar esta problemática, Pereyra se refirió a los “diagnósticos” que realiza ChatGPT en base a los síntomas de una persona. “Recluta información de todos lados, pero no tiene una validación a través de un algoritmo de sociedades científicas”, comentó, y sugirió que debería existir un “ChatGPT de la salud”.
En paralelo, hay varios productos en el mercado que cuentan con una certificación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). El Apple Watch, por ejemplo, es uno de ellos. Sin embargo, los expertos sostienen que, con la irrupción de la IA en la fabricación de estos dispositivos, se necesitarán medidas más robustas y acordes a los riesgos que conlleva esta tecnología. “Probablemente veremos problemas de seguridad con dispositivos cuyos materiales pueden generar reacciones en la piel, con emisiones electromagnéticas que pueden interferir con otros dispositivos (incluidos marcapasos, por ejemplo) y con baterías que, en caso de disfunción, pueden ocasionar quemaduras”, advirtió Murias.
Para Despierre, es imposible detener el progreso. En este sentido, consideró: “Debemos tomar conciencia y conocimiento de estas nuevas tecnologías, de modo de potenciar sus beneficios y minimizar sus riesgos. El sentido común, la experiencia y la evidencia que surja de su utilización, son algunas de las herramientas que deberemos emplear a tal efecto”.
“Es fundamental que la población conozca las limitaciones de estos dispositivos y no tomar decisiones que pueden ser riesgosas sin un consejo médico”, resumió Tisi Baña.
Expertos advierten sobre las consecuencias de vivir diariamente expuestos a datos sobre nuestro bienestar; el nuevo rol de los médicos y la importancia de la regulación de estas tecnologías Futuria
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