Nuestros ancestros tuvieron sexo e hijos con los neandertales hace 47.000 años, mucho después de lo que se pensaba​

MADRID.— En la década de 1930, el propietario de un castillo en Ranis, al este de Alemania, mandó que se excavase la cueva que había bajo el edificio. La campaña fue enorme, y los restos encontrados fueron almacenados en un museo, donde pasaron décadas, hasta que la antropóloga Helene Rougier volvió a estudiarlos. Encontró diminutos trozos de hueso humano en los que nadie había reparado antes.

El análisis del ADN de esos restos ha permitido extraer los genomas más antiguos conocidos de nuestra especie, Homo sapiens. La investigación muestra que eran seis individuos, tres mujeres y tres hombres, dos de ellos niños. Entre ellos había una madre y su hija; además de otros parientes. Eran negros, de cabello y ojos oscuros. Vivieron hace unos 45.000 años, lo que les convierte en los miembros de nuestra especie más antiguos que se hayan identificado en Europa, según un estudio publicado hoy en Nature, referente de la mejor ciencia mundial.

Los investigadores han analizado también el genoma de Zlatý kůň, una mujer que vivió en lo que hoy es República Checa aproximadamente en la misma época. El ADN demuestra que aquella mujer y los habitantes de la cueva de Ranis, a más de 200 kilómetros, eran parientes, posiblemente primos segundos, lo que apunta a que pertenecían a un mismo grupo muy reducido cuyos ancestros habían salido de África hacia Europa, probablemente atravesando Oriente Próximo, y se habían instalado en una Europa inmensa y azotada aún por las glaciaciones donde solo habitaba la especie humana autóctona: los neandertales.

La genética de estos humanos modernos de Europa muestra las marcas inconfundibles de que sus ancestros tuvieron sexo e hijos con los neandertales. A juzgar por el tamaño de los fragmentos de ADN que nos pasó esta otra especie, el cruce sucedió unas 80 generaciones antes, unos 2.500 años. El hallazgo permite estimar con precisión que el cruce sucedió hace unos 47.000 años, con un margen de error de dos milenios arriba o abajo. Es una fecha mucho más reciente y concreta que las que se conocían hasta ahora, que lo fechaban hace unos 55.000 o incluso 65.000, con una incertidumbre mucho más alta.

Los datos genéticos dibujan una historia mucho más compleja de la que conocíamos hace apenas unos años, y que proponía que los Homo sapiens llegaron a Europa hace unos 45.000 años y se hicieron con el continente, mientras los neandertales se extinguieron para siempre unos 5.000 años después. El ADN muestra que esta oleada sapiens en la que se centra el estudio también se extinguió sin dejar rastro en las poblaciones actuales. El linaje de la mujer de República Checa tuvo la misma suerte.

La historia de nuestra especie no es siempre “una historia de éxito”, ha resumido Johannes Krause, autor principal del trabajo y director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva. El investigador detalla que estos clanes sapiens debían tener unos 200 miembros. Su genética sugiere que en total debieron de salir de África unos 5.000 Homo sapiens, que después se fueron dividiendo en grupos. A Europa solo habrían llegado clanes mucho más reducidos, de unas 200 personas. Según Krause, el periodo en el que sapiens y neandertales se cruzaron, probablemente en Oriente Próximo, aunque no hay forma de asegurarlo por el ADN, duró como mucho “unos cientos de años”.

Fruto de esos cruces, todas las personas de fuera de África llevamos en nuestro ADN un 2% de genes neandertales. Los grupos de Ranis y República Checa se extinguieron. Los humanos actuales descendemos de otra rama de este árbol evolutivo que sí consiguió prosperar. Por ahora no tenemos fósiles de este grupo, pero el ADN sí permite estimar que, como muy tarde, tuvieron que salir de África hace unos 43.500 años. Los restos humanos más antiguos conocidos de este linaje son los de Kostenki 14, un individuo que vivió hace 38.000 años en Rusia, y que fue enterrado en postura fetal.

Cruce beneficioso

Un segundo estudio publicado hoy en Science, la otra gran referencia de la mejor ciencia mundial, aclara que el cruce entre sapiens y neandertales fue muy beneficioso para nuestra especie. El trabajo ha estudiado decenas de genomas antiguos y 275 de humanos actuales. El estudio muestra que los genes neandertales no se distribuyeron por nuestro genoma de forma casual, sino que se acumulan en ciertas regiones y que se conservaron justo las secuencias que probablemente nos dieron ventajas para vivir en el nuevo continente europeo, aún azotado por las glaciaciones. Entre los genes clave están algunos relacionados con el metabolismo, el sistema inmune, y la pigmentación de la piel. También hay genes relacionados con el funcionamiento neuronal y asociadas con el autismo.

Este segundo estudio también detalla la existencia de “desiertos” en nuestro genoma en los que no hay ni una pizca de ADN neandertal. Probablemente, lo hubo, pero los individuos tal vez murieron antes de nacer y fueron desechados de nuestra historia evolutiva. Muchos de estos desiertos están en el cromosoma X, uno de los dos que define el sexo biológico de un recién nacido, lo que apoya la teoría de que sapiens y neandertales no eran totalmente compatibles desde el punto de vista reproductor.

Los nuevos estudios implican que en la línea de los humanos actuales hubo solo un episodio de mezcla con los neandertales. Otros linajes conocidos como los humanos de Bacho kiro, que vivieron hace unos 44.000 años en Bulgaria, o los de Oase, que habitaron la actual Rumania hace 41.000 años, sí se volvieron a cruzar con los neandertales cientos o miles de años después, pero también acabaron extinguiéndose sin dejarnos herencia a los humanos actuales.

Los sapiens acabaron sobreviviendo y los neandertales no. Benjamin Peter, autor de este segundo estudio, reconoce que estos dos estudios no permiten aclarar por qué, pero apunta: “Sabemos que hubo un gran cuello de botella al salir de África y también que los humanos modernos [sapiens] eran aproximadamente más diversos genéticamente que los neandertales, lo que significa también más numerosos”. “Es posible que simplemente los absorbieran”, añade.

Estos estudios implican que todos los Homo sapiens conocidos con una antigüedad de más de 50.000 años pertenecen a otras ramas que se extinguieron sin dejar marca en los humanos actuales. Es lo que sucedería, por ejemplo, en el caso de fósiles hallados en Asia y que llegan a tener edades de más de 100.000 años. Normalmente, se les considera “migraciones fallidas”, reconoce el genetista del CSIC Carles Lalueza-Fox, aunque, añade, tal vez tenemos que abandonar ya la narrativa que mide el éxito de las poblaciones en su permanencia en el tiempo y su capacidad de “conquistar” nuevos territorios, en lugar de simplemente “sobrevivir y adaptarse”. Sobre nuestro cruce con los neandertales, el investigador apunta: “Fuese un breve encuentro o centenares de años de encuentros, es increíble que actualmente 6.700 millones de personas de fuera de África llevemos aún la señal del neandertal en el genoma”.

Iñigo Olalde, genetista de la Universidad del País Vasco, destaca que ambos trabajos son “interesantísimos” para “entender cómo fue la población de Europa por los humanos modernos”. “Hay poquísimos genomas de esta época, así que cada uno nuevo que sale es ya de por sí muy relevante. Pero además, lo que nos muestran es que ya no podemos pensar que llegó un solo grupo que triunfó, sino que hubo varias colonizaciones sucesivas que acabaron en vía muerta hasta que una triunfó. Esto cuadra con la idea de cómo debieron ser aquellos tiempos, con grupos de apenas 200 individuos azotados por glaciaciones, epidemias, hambre. En apenas un invierno malo te ibas para siempre”, destaca.

Por Nuño Domínguez

©EL PAÍS, SL

​ Los genomas más antiguos de los ‘Homo sapiens’ desvelan que nos extinguimos varias veces, según dos grandes estudios  Sociedad 

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