No todo está perdido para Milei luego del voto castigo bonaerense​

Si hasta hace pocas semanas se presentía que teníamos un Presidente fuerte y una oposición débil ante la opinión pública, el resultado de las recientes elecciones bonaerenses sirvió para modificar esa percepción. La debacle en el mercado, con su secuela de incertidumbre cambiaria y suba del riesgo país hizo lo propio.

La derrota de la Alianza La Libertad Avanza por algo más de 13 puntos de diferencia con el frente peronista Fuerza Patria, que terminó imponiéndose en seis de las ocho secciones electorales de la provincia de Buenos Aires, fue el corolario de una saga de traspiés del oficialismo mileísta.

Tanto agosto como los primeros días de septiembre transcurrieron en medio de un tembladeral en el mercado financiero, que derivó en una colosal alza de las tasas de interés para intentar frenar el apetito por el dólar. En ese mismo lapso, se siguieron sucediendo las palizas que la oposición le propinó a Javier Milei en el Congreso, al tiempo que un resonante escándalo de corrupción dejó groggy a un gobierno en el que recrudeció como nunca el internismo.

El episodio desatado a partir de las grabaciones de declaraciones atribuidas al entonces titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo, hablando de coimas en ese organismo, puso en cuestionamiento el discurso anticasta y la propia narrativa contra los curros de la política que constituyeron una de las principales banderas de Milei. El hecho de que pudiesen estar afectados recursos públicos destinados a personas con discapacidad, sumado al recorte presupuestario del área, contribuyó a fogonear una de las principales críticas que, desde la oposición, se le han hecho al presidente de la Nación: su presunta insensibilidad hacia los que menos tienen.

Junto a esos problemas, el oficialismo exhibió evidentes falencias en el proceso de armado político, atribuidas a la inexperiencia e impericia de Karina Milei y sus colaboradores, como Sebastián Pareja, y al empecinamiento de los libertarios en que todo fuera “violeta o nada”. Se dejó así a demasiados dirigentes y potenciales aliados heridos, incluyendo a intendentes que, pudiendo haber jugado junto a La Libertad Avanza, optaron por concurrir a las elecciones bonaerenses con el sello de terceras fuerzas, dividiendo al electorado no peronista.

Los responsables de la campaña electoral del mileísmo se equivocaron al pretender convertir en una cruzada nacional contra el kirchnerismo una elección estrictamente provincial y municipal en un distrito donde el peronismo gobierna 84 de las 135 intendencias. La nacionalización de comicios donde cada intendente ponía en juego su gobernabilidad no fue la mejor idea.

Un indicador de la fragilidad de la coalición que el mileísmo conformó con Pro surge con claridad al compararse los resultados de las elecciones provinciales del domingo último con los de las efectuadas en 2023.

Dos años atrás, el frente peronista había logrado alrededor del 45% de los votos con Axel Kicillof como candidato a gobernador. Se trata de un porcentaje que ahora creció en apenas poco más de dos puntos, hasta el 47,3%. En cambio, la Alianza La Libertad Avanza, integrada por libertarios y macristas, obtuvo el domingo último el 33,7% de los sufragios válidos, cuando ambas fuerzas políticas, yendo por separado en 2023, habían cosechado 17 puntos más: el 51%.

Da este fenómeno cuenta de que, el pasado 7 de septiembre, un buen porcentaje de los votantes afines al macrismo se quedó en su casa, engrosando el 39% del electorado que se abstuvo de concurrir a las urnas, o bien votó en blanco o por terceras fuerzas.

Una interpretación de esto puede llevar a pensar que algunos de los ciudadanos que apoyaron a Milei en el balotaje presidencial de noviembre de 2023, luego de inclinarse por Patricia Bullrich en la primera vuelta electoral, optaron por infligirle una suerte de castigo al presidente de la Nación. Probablemente, porque en aquella ocasión no votaron a Milei para que hostigara a su propio electorado, llamando “ñoños republicanos” a muchos de sus electores, o para que con frecuencia calificara como “mandriles” a quienes de buena fe le advirtieran posibles errores.

Milei debió saber que no es conveniente morderles la mano a quienes dos años atrás se la tendieron para arrimarlo a la victoria. Como también debe conocer lo difícil que será, a partir de ahora, cosechar la ayuda de gobernadores que se sintieron ninguneados tanto en las negociaciones de candidaturas como en la asignación de partidas presupuestarias del Tesoro Nacional.

Otra pérdida relevante para Milei estaría representada por votantes de clase media baja que, en 2023, se ilusionaron con el fenómeno nuevo que representaban los libertarios, pero que ahora esgrimen que “la plata no alcanza” para justificar un desencanto con el gobierno nacional que pareció más poderoso que el miedo a un potencial regreso del kirchnerismo al poder en el orden nacional.

Sin embargo, nadie puede decir que todo esté perdido para La Libertad Avanza de cara a las elecciones nacionales del 26 de octubre, en las cuales se renovará un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación. En particular, porque, cualquiera que fuere el resultado de los comicios, el oficialismo ganará bancas legislativas, dado que renueva muy pocas. Es cierto que el resultado de los comicios bonaerenses parece indicar la descomposición de la coalición electoral de base que respaldó a Milei en el balotaje presidencial de 2023. Pero los estudios poselectorales concluyen que esos votos perdidos no fueron a Fuerza Patria, sino fundamentalmente a la abstención, por lo que podrían volver al mileísmo si su líder brinda las señales necesarias para recuperar credibilidad.

También la entrada en vigor en octubre de la nueva ley electoral, con la novedad de la utilización de la Boleta Única en Papel, disminuirá la relevancia de los aparatos partidarios y clientelares en todo el país, lo cual podría beneficiar a los candidatos de Milei.

El verdadero desafío para el gobierno nacional será llevar calma a la economía, recomponer sus relaciones políticas con los gobernadores y no subestimar el impacto del escándalo de los audios de Spagnuolo. Es cierto que, en los primeros años de su gestión presidencial, Carlos Menem ganó todas las elecciones en medio de escándalos de corrupción, pero también es verdad que hoy, a diferencia de los años 90, las redes sociales y los teléfonos celulares pueden ser letales.

​ Superar la tensión económica y recuperar electores desencantados son los mayores desafíos del oficialismo de cara a los comicios de octubre  Opinión 

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