Murió Juan José Alberdi, un polista con clase y estilo, admirado desde chico y que vistió camisetas ilustres​

Calidad y estilo. Juan José Alberdi tenía esa impronta desde chiquito, de los tiempos en los que cada verano se instalaba en Coronel Suárez y mostraba sus cualidades arriba de los caballos de polo. “Andaba a caballo que era impresionante”, recuerda Alfredo Harriott, una de las glorias de este deporte y 13 veces campeón del Argentino Abierto, el torneo más importante del mundo, con el mítico equipo de Coronel Suárez. Hijo de otra leyenda como Juan Carlos “Bebé” Alberdi, figura de Venado Tuerto en los años 40 y 50, Juanjo Alberdi falleció a los 80 años como consecuencia de una neumonía bilateral.

Si algo tenía Juan José era técnica, depurada y admirada por sus colegas. En los años 60, cuando ya mostraba sus condiciones entre los grandes, sobresalía por su estampa de jugador clásico, con buenos recursos y una equitación excelsa. Siendo “la envidia” de muchos, por su estilo y por la pinta, ya de adolescente y en la madurez. Supo coronarse campeón de la Copa Santa Paula con Newman en 1961 y los caballos que jugaba deslumbraban. Dicen que por calidad propia, pero sobre todo por cómo los hacía lucir Alberdi.

Es que su padre lo inspiró desde chico. Aquel Venado Tuerto que Juan Carlos compartió con su hermano Enrique Alberdi y con Roberto y Juan Cavanagh, se formó para hacerle frente al mejor conjunto de la época: El Trébol, con Luis y Heriberto Duggan y Julio y Carlos Menditeguy, quíntuples ganadores del Argentino Abierto entre 1939 y 1943. Venado Tuerto respondió con seis títulos, entre 1944 y 1950, estableciendo el primer gran clásico del polo argentino. Y allá por septiembre de 1944, nació Juan José. Y se crió viendo polo del mejor desde muy chico, tomando contacto con los caballos y perfeccionando su propio estilo.

Las destrezas de Alberdi provocaban sorpresa entre las futuras estrellas del polo de Suárez, como los Harriott. “Nosotros si apenas pegábamos de revés para adelante y Alberdi le pegaba backhander de revés como si nada. Una cosa impresionante era. Tenía un manejo y un rigor con los caballos tremendo. Desde muy chico anduvo bien montado y eso lo potenció como jugador. Después, de grande, ya no tenía esa calidad de caballos. Pero llegó a jugar finales de Palermo y todo”, apunta Alfredo Harriott, hermano de Juan Carlos Harriott (h.), para muchos, el mejor polista de todos los tiempos. Hablamos del máximo campeón de Palermo, con 20 títulos.

Era claro que Juan José Alberdi tenía destino de alto handicap. Durante muchas temporadas jugó con 7 goles, pero también supo ser ascendido a 9. Su puesto predilecto era el de número 1. Con 20 años, conquistó su primer Abierto de Tortugas (una de las tres competencias que conforman la Triple Corona argentina): en ese certamen de 1964, representó precisamente a Tortugas junto con Guillermo Goñi, Juan José Díaz Alberdi -padre- y Horacio Baibiene.

La mayor parte de su campaña de alto handicap la desplegó con Mar del Plata. Y fue en 1969 cuando conquistó por segunda vez esa competencia, con varios de los jugadores históricos de esa formación: los hermanos Jorge y Gonzalo Tanoira y el Negro Alfredo Goti (también jugó con Gonzalo Pieres). Un triunfo que en ese entonces fue muy significativo. ¿Por qué? porque en la final derrotó al seleccionado argentino, de los hermanos Harriott (Alfredo y Juancarlitos) y Heguy (Horacio y Alberto Pedro), que se preparaba para disputar la Copa de las Américas frente a los Estados Unidos.

No sólo fue campeón de Tortugas: también acredita dos títulos en Hurlingham y con equipos diferentes. En 1970 se consagró con Mar del Plata, nuevamente con los Tanoira y con Goti, mientras que en 1971 se calzó la camiseta de Coronel Suárez reemplazando a Horacio Antonio Heguy y compartiendo alineación con los otros tres monstruos: Alberto Pedro Heguy y los hermanos Juan Carlos y Alfredo Harriott.

La cuenta pendiente, si se quiere, fue Palermo, torneo en el que participó en 15 ocasiones. Tuvo tres intentos de coronarse en la mítica Catedral, pero no pudo ser. La más dolorosa, sin dudas, fue la de 1971, con ese equipo de Coronel Suárez, sustituyendo a Horacio Heguy, que había contraído hepatitis y estaba fuera de combate. En esa final, en el clásico con Santa Ana, el partido estaba empatado 9-9 cuando se dio una situación curiosa: hubo un foul entre compañeros, por un choque del propio Alberdi con Alberto Heguy. Fue cerca de las tablas de Dorrego cerca de las 60 yardas y los referís, en vez de sancionar un penal del lugar, que era lo más lógico (y reglamentario), sancionaron un 30 yardas que le dio uno de los tres títulos que consiguió el equipo de los hermanos Gastón y Francisco Dorignac, en esa oportunidad acompañados por Teófilo Bordeu y Daniel González.

La vida está llena de curiosidades y Juanjo también disputó finales de Palermo con las camisetas de Mar del Plata y de Santa Ana. En 1978, con Mar del Plata, con Julian Hipwood, Gonzalo Tanoira y Alfredo Goti, perdieron 16 a 4 con Coronel Suárez (con los 40 goles). Y en 1981, con Santa Ana, junto a los Dorignac y el mexicano Memo Gracida, fueron derrotados por un renovado Coronel Suárez (Benjamín Araya, Alberto Heguy, Alfredo Harriott y Celestino Garrós) por 11-9. La otra camiseta que vistió en Palermo fue la de Tortugas.

Juan José Alberdi se lució también en el exterior, sobre todo en Inglaterra. Allí, junto con Alfredo Harriott, dieron el gran golpe en una época en la que Eduardo Moore y Héctor Barrantes, junto con los patrones Vest, solían dominar tanto la Copa de la Reina como el British Open con el equipo de Stowell Park. “¿Qué hacemos, cuál es el plan?, me preguntó Juanjo. Y le dije ‘Mirá, vamos a pegar mucho backhander y a tratar de pasarnos la bocha, porque si entramos en el juego corto de los Gordos nos van a matar a goles’. Hicimos eso y les ganamos como por cuatro goles. ¡Fue una locura!“, rememora Alfredo.

Representando a Argentina, junto con Alfredo Harriott, ganó en Chicago, Estados Unidos, la denominada Copa del Mundo frente al seleccionado de Estados Unidos. Jugó en España, Chile, Uruguay, Brasil y Francia, además de Inglaterra. Allí también fue compañero del Duque de Edimburgo, el Marqués de Waterford y Lord Patrick Beresford.

No sólo fue jugador: también formó parte del cuerpo de referís profesionales y le tocó conducir nada menos que 9 finales de Palermo, ya sea como juez o como árbitro. Fue el primer director de los árbitros de polo, y también condujo la escuela de referís. Con sus 9 goles de handicap, fue el referí de mayor valorización en actividad.

En una entrevista con LA NACION en 2002, Alberdi mostraba su carácter cuando los referís estaban cuestionados por los protagonistas. “El árbito tiene una importancia, ni más ni menos. Habría que preguntarle a los que hablan porqué hablan tanto. En mi opinón es falta de autocrítica, es buscar en los demás el fracaso de uno. Eso es algo bastante común en la sociedad argentina: siempre culpar al otro”. Y sobre si era uno de los “duros”, respondía: “Si un foul perjudica a un equipo hay que cobrarlo. No es siga–siga. Si no, no cumpliría con los deberes para los que me contrataron. El que cobra menos es porque se le escapa; si lo hace a sabiendas, es que no cumple su función. Yo, ante la duda, no cobro. No puede haber tolerancia 0″.

Los jugadores muchas veces “se quejaban” de su rigidez y gesto adusto a la hora de sancionar, como que lo veían demasiado serio. Y ahí, otra de las curiosidades de su vida. Ya desde chico fue introvertido y por esa razón el resto de la gente (con excepción de quienes lo trataban más) lo veía como alguien casi impenetrable, serio y retraído. “Pero era un tipo bárbaro, distinto al que se imaginaban todos”, apunta Alfredo Harriott.

Tal era su sentido del humor que muchos de amigos recordaban anécdotas contadas por propio Alberdi, sobre todo una sobre su apodo, que solía rematar con una carcajada. “Me preguntaban siempre cómo me llamaban, cómo me decían. Y yo contestaba que de chico me decían Juanjo, que mis primas de Coronel Suárez me llamaban ‘El Negro’, pero sobre todo, que la mayoría de mis compañeros en la cancha me decían ‘Boludo’”. Sin rodeos, solía reírse de sus ocurrencias y contagiaba a los acompañantes ocasionales.

Alberdi, graduado de ingeniero agrónomo en la UBA, estuvo casado con la conductora de TV, profesora de gimnasia y bailarina María Amuchástegui y tuvieron un hijo, también llamado Juan José. En los últimos años, Alberdi se dedicó a viajar y a enseñar el juego del polo por el mundo. Estaba en sus genes: su padre Juan Carlos fue pionero en el arte de transmitir los fundamentos de este deporte y hasta lo hacía con dibujos propios en una sección especial que se publicaba en LA NACION. Fue un apasionado hasta el último día.

​ Tenía 80 años y ganó varios títulos de alto handicap. También fue referí y docente de un deporte que lo apasionaba  Polo 

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