Milei y el amargo despertar a una nueva realidad​

El gobierno de Javier Milei sufre el dolor de ya no ser lo que creyó que era. Esa dura constatación no se expresa en el resultado de las elecciones de la provincia de Buenos Aires sino en las consecuencias que arrastró esa señal tangible para el universo político.

La casta, tal la precisa definición del candidato disruptivo que llegó a Presidente, estaba a la defensiva desde que Milei logró un tercio de los votos en las elecciones primarias de agosto de 2023.

El oficialismo tiene la mayor responsabilidad en tanto el daño que le provocaría una derrota en la elección que viene le multiplicaría los problemas que ya tiene

Aunque el entusiasmo de algunos opositores haga pensar que la situación se revirtió, al extremo de presentar al Gobierno como acorralado, la realidad es que lo que predomina ahora es un equilibrio que reabre el juego de poder.

El oficialismo tiene, sin embargo, la mayor responsabilidad en tanto el daño que le provocaría una derrota en la elección que viene le multiplicaría los problemas que ya tiene. Aunque no arrase, el partido de Milei necesita ser el más votado el 26 de octubre frente a una oferta dispersa de rivales: el kirchnerismo, la variopinta reunión de gobernadores de Provincias Unidas y diversos partidos provinciales que se tributan votos a sí mismos.

Después de la paliza en la provincia de Buenos Aires, Milei ya no puede garantizar su proyecto de reelección, el kirchnerismo no puede instalar que está de regreso en todo el país y los gobernadores tienen por delante todavía un proceso de crecimiento que los acerque a competir por el primer premio.

Los libertarios cayeron en la trampa de creerse dueños de todo luego de caminar por un mapa de viejos edificios destruidos por el terremoto

Si el Presidente debe recuperar el liderazgo extraviado para relanzar su aspiración de quedarse en 2027, Axel Kicillof tiene todavía que desplazar a Cristina Kirchner y convertirse en el foco de atracción para el peronismo que supo someterse al matrimonio presidencial. Los gobernadores de Provincias Unidas saben, además, que no les alcanzará con ganarle a Milei en sus reinos; tienen por delante la compleja tarea de hacer pie en el conglomerado bonaerense.

Siempre es mejor recordar que la Argentina es un país cambiante, impredecible y arisco. Los libertarios cayeron en la trampa de creerse dueños de todo luego de caminar por un mapa de viejos edificios destruidos por el terremoto, tal la imagen del sistema político que quedó cristalizada con la aparición de Milei.

La autoproclamación de “mejor gobierno de la historia” terminó siendo una caricatura. Tanto como esos acrílicos llamados “premios” entregados al Presidente por ignotas organizaciones internacionales. También quedó en evidencia el error de celebrar como un triunfo haber realizado “el mayor ajuste de la historia”, cuando está a la vista que la iniciativa para cuadrar los números dislocados que dejó el kirchnerismo provoca grandes sufrimientos sociales.

Fue un dato muy relevante durante el primer año de gestión que la dolorosa operación que Milei y Luis Caputo ejecutaron sobre el gasto público contó con el silencioso aguante de significativas capas de la sociedad. Esa etapa terminó; esa pérdida de apoyo le permitió al kirchnerismo retener en la provincia de Buenos Aires los votos que temió perder y a los gobernadores que adelantaron elecciones ganar con claras diferencias sobre las debutantes listas libertarias.

Esa creencia de fortaleza absoluta de los libertarios con los que empezó este año era compartida por sus adversarios. Unos y otros descontaban que Milei ganaría las elecciones de medio término por un margen amplio y en función de esos supuestos tomaron sus decisiones.

Con los mercados alterados por el signo de la desconfianza, Milei parece no encontrar una maniobra para conjurar la presión cambiaria

Milei habilitó a su hermana Karina a tratar de desarrollar una fuerza nacional y hacer acuerdos con foráneos solo si estos aceptaban someterse a La Libertad Avanza.

Los opositores, más cerca o más lejos del oficialismo, tomaron decisiones preventivas para defenderse de una derrota contundente, tal el caso de los intendentes del peronismo bonaerense que llevaron a Axel Kicillof a desobedecer a Cristina Kirchner y adelantar las elecciones. Los kirchneristas no imaginaban ese triunfo sobre los libertarios por 14 puntos, sino que esperaban que el adelanto de las elecciones de la provincia amortiguaría una segura derrota en los comicios nacionales.

Con la misma lógica, en las provincias la gran mayoría de gobernadores intentaron alianzas con Milei, pero apenas tres (el mendocino Alfredo Cornejo, el entrerriano Rogelio Frigerio y el chaqueño Leandro Zdero) lograron acordar aceptando que los representantes del Presidente les impusieran el color violeta y el signo de la incondicionalidad a los candidatos a legisladores nacionales.

Es lo mismo que le ocurrió a Mauricio Macri cuando habilitó una alianza, derrota mediante en la ciudad de Buenos Aires. En la provincia de Buenos Aires, la ya famosa foto con todos los candidatos con camperas color violeta no dejaba dudas de que no se trataba de un acuerdo, sino de la conversión a un nuevo credo y el abandono de la identidad anterior.

Con los mercados alterados por el signo de la desconfianza, Milei parece no encontrar una maniobra para conjurar la presión cambiaria. Aferrado a su principal capital, la baja de la inflación, le resulta inviable aflojar la estricta aplicación del ajuste tal como en otros tiempos hicieron presidentes que pagaron caro la decisión de congraciarse con los votantes.

La recuperación electoral del Gobierno no pasará de aquí a octubre por un cambio del malestar que les permita a los opositores captar votantes enojados por el esfuerzo del ajuste económico.

Tiene dos caminos. El primero, ir en busca de los votantes perdidos por las formas brutales de expresarse contra todo el mundo. El segundo, tratar de revertir las ausencias que le quitaron apoyo, tal como quedó demostrado en todas las elecciones provinciales en lo que va del año.

No es fácil para Milei, ahora que el viento le sopla en contra. En el último mes su imagen aceleró su caída y en la mayoría de los sondeos está claramente por debajo del 40 por ciento de aceptación. Tiende a regresar al 30 por ciento con el que clasificó a la segunda vuelta, en 2023.

Pero no está perdido y tiene la posibilidad de una recuperación si acierta en cómo hacerlo. Al fin, La Libertad Avanza sumará votos en todos los distritos; el kirchnerismo tiene posibilidades ciertas en algunos, lo mismo que Provincias Unidas. Con un poco más del 35 por ciento, Milei podrá decir que ganó.

A Karina no le va mejor: su imagen favorable luego de la denuncia por corrupción relacionada con los fondos para discapacitados es inferior al 20 por ciento.

Definida por su hermano como “El Jefe”, quedó establecido luego de la resistencia de la Secretaria General a desprenderse del clan Menem que su poder no es una mera delegación y que el apelativo revela quién manda a quién.

No hay por ahora otra cosa que un leve maquillaje en lugar de la autocrítica prometida en la noche de la derrota que Milei no esperaba.

​ El gobierno de Javier Milei sufre el dolor de ya no ser lo que creyó que era. Esa dura constatación no se expresa en el resultado de las elecciones de la provincia de Buenos Aires sino en las consecuencias que arrastró esa señal tangible para el universo político.La casta, tal la precisa definición del candidato disruptivo que llegó a Presidente, estaba a la defensiva desde que Milei logró un tercio de los votos en las elecciones primarias de agosto de 2023. El oficialismo tiene la mayor responsabilidad en tanto el daño que le provocaría una derrota en la elección que viene le multiplicaría los problemas que ya tieneAunque el entusiasmo de algunos opositores haga pensar que la situación se revirtió, al extremo de presentar al Gobierno como acorralado, la realidad es que lo que predomina ahora es un equilibrio que reabre el juego de poder. El oficialismo tiene, sin embargo, la mayor responsabilidad en tanto el daño que le provocaría una derrota en la elección que viene le multiplicaría los problemas que ya tiene. Aunque no arrase, el partido de Milei necesita ser el más votado el 26 de octubre frente a una oferta dispersa de rivales: el kirchnerismo, la variopinta reunión de gobernadores de Provincias Unidas y diversos partidos provinciales que se tributan votos a sí mismos.Después de la paliza en la provincia de Buenos Aires, Milei ya no puede garantizar su proyecto de reelección, el kirchnerismo no puede instalar que está de regreso en todo el país y los gobernadores tienen por delante todavía un proceso de crecimiento que los acerque a competir por el primer premio. Los libertarios cayeron en la trampa de creerse dueños de todo luego de caminar por un mapa de viejos edificios destruidos por el terremotoSi el Presidente debe recuperar el liderazgo extraviado para relanzar su aspiración de quedarse en 2027, Axel Kicillof tiene todavía que desplazar a Cristina Kirchner y convertirse en el foco de atracción para el peronismo que supo someterse al matrimonio presidencial. Los gobernadores de Provincias Unidas saben, además, que no les alcanzará con ganarle a Milei en sus reinos; tienen por delante la compleja tarea de hacer pie en el conglomerado bonaerense.Siempre es mejor recordar que la Argentina es un país cambiante, impredecible y arisco. Los libertarios cayeron en la trampa de creerse dueños de todo luego de caminar por un mapa de viejos edificios destruidos por el terremoto, tal la imagen del sistema político que quedó cristalizada con la aparición de Milei.La autoproclamación de “mejor gobierno de la historia” terminó siendo una caricatura. Tanto como esos acrílicos llamados “premios” entregados al Presidente por ignotas organizaciones internacionales. También quedó en evidencia el error de celebrar como un triunfo haber realizado “el mayor ajuste de la historia”, cuando está a la vista que la iniciativa para cuadrar los números dislocados que dejó el kirchnerismo provoca grandes sufrimientos sociales.Fue un dato muy relevante durante el primer año de gestión que la dolorosa operación que Milei y Luis Caputo ejecutaron sobre el gasto público contó con el silencioso aguante de significativas capas de la sociedad. Esa etapa terminó; esa pérdida de apoyo le permitió al kirchnerismo retener en la provincia de Buenos Aires los votos que temió perder y a los gobernadores que adelantaron elecciones ganar con claras diferencias sobre las debutantes listas libertarias.Esa creencia de fortaleza absoluta de los libertarios con los que empezó este año era compartida por sus adversarios. Unos y otros descontaban que Milei ganaría las elecciones de medio término por un margen amplio y en función de esos supuestos tomaron sus decisiones.Con los mercados alterados por el signo de la desconfianza, Milei parece no encontrar una maniobra para conjurar la presión cambiariaMilei habilitó a su hermana Karina a tratar de desarrollar una fuerza nacional y hacer acuerdos con foráneos solo si estos aceptaban someterse a La Libertad Avanza.Los opositores, más cerca o más lejos del oficialismo, tomaron decisiones preventivas para defenderse de una derrota contundente, tal el caso de los intendentes del peronismo bonaerense que llevaron a Axel Kicillof a desobedecer a Cristina Kirchner y adelantar las elecciones. Los kirchneristas no imaginaban ese triunfo sobre los libertarios por 14 puntos, sino que esperaban que el adelanto de las elecciones de la provincia amortiguaría una segura derrota en los comicios nacionales.Con la misma lógica, en las provincias la gran mayoría de gobernadores intentaron alianzas con Milei, pero apenas tres (el mendocino Alfredo Cornejo, el entrerriano Rogelio Frigerio y el chaqueño Leandro Zdero) lograron acordar aceptando que los representantes del Presidente les impusieran el color violeta y el signo de la incondicionalidad a los candidatos a legisladores nacionales. Es lo mismo que le ocurrió a Mauricio Macri cuando habilitó una alianza, derrota mediante en la ciudad de Buenos Aires. En la provincia de Buenos Aires, la ya famosa foto con todos los candidatos con camperas color violeta no dejaba dudas de que no se trataba de un acuerdo, sino de la conversión a un nuevo credo y el abandono de la identidad anterior.Con los mercados alterados por el signo de la desconfianza, Milei parece no encontrar una maniobra para conjurar la presión cambiaria. Aferrado a su principal capital, la baja de la inflación, le resulta inviable aflojar la estricta aplicación del ajuste tal como en otros tiempos hicieron presidentes que pagaron caro la decisión de congraciarse con los votantes. La recuperación electoral del Gobierno no pasará de aquí a octubre por un cambio del malestar que les permita a los opositores captar votantes enojados por el esfuerzo del ajuste económico.Tiene dos caminos. El primero, ir en busca de los votantes perdidos por las formas brutales de expresarse contra todo el mundo. El segundo, tratar de revertir las ausencias que le quitaron apoyo, tal como quedó demostrado en todas las elecciones provinciales en lo que va del año.No es fácil para Milei, ahora que el viento le sopla en contra. En el último mes su imagen aceleró su caída y en la mayoría de los sondeos está claramente por debajo del 40 por ciento de aceptación. Tiende a regresar al 30 por ciento con el que clasificó a la segunda vuelta, en 2023. Pero no está perdido y tiene la posibilidad de una recuperación si acierta en cómo hacerlo. Al fin, La Libertad Avanza sumará votos en todos los distritos; el kirchnerismo tiene posibilidades ciertas en algunos, lo mismo que Provincias Unidas. Con un poco más del 35 por ciento, Milei podrá decir que ganó. A Karina no le va mejor: su imagen favorable luego de la denuncia por corrupción relacionada con los fondos para discapacitados es inferior al 20 por ciento.Definida por su hermano como “El Jefe”, quedó establecido luego de la resistencia de la Secretaria General a desprenderse del clan Menem que su poder no es una mera delegación y que el apelativo revela quién manda a quién.No hay por ahora otra cosa que un leve maquillaje en lugar de la autocrítica prometida en la noche de la derrota que Milei no esperaba.  Ideas 

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