México elige entre la continuidad del movimiento de López Obrador o el retorno a los partidos políticos tradicionales​

CIUDAD DE MÉXICO.- Socorro Rodríguez, de 54 años, está preocupada por la inseguridad en México, pero no le achaca el flagelo de la violencia criminal al presidente Andrés Manuel López Obrador. “Es culpa de las cosas anteriores, de los políticos que no hacían nada, no hacían su trabajo y buscaban su beneficio propio”, dice, mientras ayuda a su marido en un puesto ambulante de bebidas en el centro de la Ciudad de México, cerca del Zócalo.

Rodríguez dice que AMLO, como se lo conoce al mandatario en México, está haciendo su trabajo, que ayuda “a los más necesitados”. Este domingo, votará en las elecciones presidenciales por la candidata oficialista del partido Morena, Claudia Sheinbaum, la gran favorita, porque espera que siga por el mismo camino. “Queremos un país mejor. Los anteriores políticos no trabajaban”, afirma.

Unos 98 millones de mexicanos podrán votar este domingo en la elección presidencial con la campaña más violenta que haya sufrido el país, que además dejará un nuevo hito: por primera vez, una mujer será electa presidenta.

Pero ese avance histórico quedó notoriamente eclipsado en una campaña sangrienta, que giró, sobre todo, en torno a López Obrador, su gobierno, su legado y la continuidad –o no– de su proyecto, la cuarta transformación en la historia de México, o “4T”. El propio presidente planteó la elección como un referéndum a su administración.

“Más que una elección, lo del domingo es un plebiscito, una consulta. No es nada más elegir a las autoridades, elegir al partido: es elegir el proyecto de nación que queremos”, dijo días atrás López Obrador.

En 2018, la elección que lo puso en el Palacio Nacional en su tercer intento –fue candidato en 2006, 2012 y ese año– quedó en la historia al llevar a la izquierda por primera vez a lo más alto del poder en México. López Obrador construyó ese ascenso final sobre el hartazgo de la gente con los partidos políticos tradicionales, la violencia, la corrupción y la pobreza.

Ahora, López Obrador buscará arraigar su “transformación” apoyado en la popularidad de sus programas sociales, que ayudaron a reducir la pobreza, y el mismo fastidio con sus rivales, el PRI, el PAN y el PRD, los partidos históricos, que se unieron para enfrentarlo. La violencia empeoró –su sexenio suma ya más de 176.000 asesinatos, un nuevo pico–, y su gobierno quedó teñido de acusaciones de corrupción, al igual que sus antecesores, pese a que prometió desterrarla.

El resultado de la elección –que es a una sola vuelta– será crítico para el futuro de la democracia mexicana. Sheinbaum aparece como la gran favorita para suceder a López Obrador, con un respaldo del 51% entre probables votantes, según el último sondeo del diario El Financiero. Su principal rival, Xóchitl Gálvez, candidata de la alianza de los partidos tradicionales, llega con una intención de voto del 41%, según el mismo sondeo. Jorge Álvarez Máynez, el candidato de Movimiento Ciudadano, aparece relegado en el tercer lugar, con 8%.

Más cargos en juego

Pero los mexicanos también elegirán un nuevo Congreso, y nueve gobernaciones, además de miles de autoridades locales. Un triunfo muy amplio de Morena, la coalición obradorista, podría darle el margen suficiente en el Congreso para poner en marcha el llamado “plan C” de López Obrador, una serie de reformas constitucionales –entre ellas, que la elección de los jueces de la Corte Suprema sea a través del voto popular– que, para sus críticos, terminaría por aniquilar la democracia en México al acentuar la deriva autoritaria que ya imprimió el presidente durante su gobierno.

En busca de ese margen, Sheinbaum llamó a votar “al equipo completo” de candidatos oficialistas. La participación del electorado será decisiva, y, en la recta final, la oposición levantó sus expectativas de una remontada final y un eventual “voto oculto” que puedan llegar a darle a Gálvez el impulso necesario para dar el batacazo, que, hoy por hoy, parece lejano.

La preocupación por el futuro de la democracia, muy presente entre los opositores a López Obrador, está totalmente ausente entre sus seguidores, fieles y leales a su líder, al que le reconocen, ante todo, que los ha ayudado con sus programas sociales.

“Antes no había tantos programas para las personas de la tercera edad, y ahorita ya lo hay. Y también para los niños, los jóvenes que están estudiando. Antes no se veían tantos apoyos”, dice, Mildreth Domínguez López, de 24 años, con su hijo de dos años en brazos. Domínguez es una de las primeras estudiantes de enfermería de la Universidad de la Salud de la Ciudad de México, creada por López Obrador y Sheinbaum -exjefa de gobierno de la capital-, a quien planea votar este domingo.

“Si ella fuera electa presidenta no creo que cambie mucho las cosas, y siento que López Obrador estaría de la mano con ella”, agrega, un reflejo del vínculo entre uno y otro presente en la mente de muchos votantes.

Marina Reyes Roldán, analista de Integralia, una consultora líder en asuntos públicos, señaló que uno de los rasgos centrales del gobierno de López Obrador fueron las transferencias directas de dinero a través de programas sociales. Antes, el gobierno federal entregaba alimentos, condonaba el pago de servicios públicos o entregaba ropa. López Obrador reformó el esquema de asistencia social con ayudas universales, una mención recurrente entre sus seguidores.

“Ahora la gente tiene dinero en su bolsillo, y esto está acompañado con el mensaje de que antes el dinero se iba en corrupción, y ahora se reparte entre todos”, dijo Reyes Roldán.

Pero las mejoras sociales de los últimos años no han impedido que el flagelo de la violencia criminal se apodere de la campaña. Es la principal preocupación de los mexicanos, coinciden las encuestas. Y los ataques, secuestros, extorsiones y asesinatos a candidatos, funcionarios o sus familiares han hecho de esta campaña “el proceso electoral más violento de toda nuestra historia”, resumió Reyes Roldán.

El último asesinato llegó a horas del inicio de los comicios: Jorge Huerta Cabrera, candidato a regidor de Izúcar de Matamoros, en el estado de Puebla, fue asesinado a tiros. El homicidio elevó la cifra de víctimas fatales entre candidatos en estas elecciones a 37, según el conteo de Integralia.

El sangriento sexenio de López Obrador puso la mirada otra vez sobre la tarea del Ejército y la militarización del país, otro tema que sobrevoló la campaña. A diferencia de sus antecesores, el presidente replegó al Ejército del combate frente a frente con los narcos bajo su consigna de “abrazos, no balazos”.

Zonas del país quedaron liberadas al crimen organizado. La presencia del ejército en la vida diaria del país continuó, salvo que en la construcción de obras faraónicas, como el proyecto del Tren Maya –que dejó un fuerte daño ambiental en la península de Yucatán–, o el control de varios aeropuertos, una verdadera transformación de las Fuerzas Armadas. Gálvez propuso devolverle a los militares su rol natural.

“Actuaremos con toda la fuerza y la capacidad del Estado. Ninguna concesión ni cortesía al crimen organizado. Se acabaron los abrazos para los delincuentes”, indicó Gálvez en su plataforma electoral. “Vamos a sacar a soldados y marinos de las tareas civiles y de las ocurrencias y caprichos que las distraen de sus misiones fundamentales”, agregó.

Sheinbaum se aferró a las recetas del obradorismo, en un claro intento por mostrarse como la heredera y garante del proyecto forjado por su jefe político.

En una columna publicada en el semanario The Economist, Sheinbaum mantuvo el foco en el ataque a las “causas” de la inseguridad, como la implementación de programas juveniles para romper el “círculo vicioso de la violencia”, una bandera progresista que contrasta con los modelos de mano dura, como la guerra declarada en 2006 por el entonces presidente mexicano, Felipe Calderón, o la actual estrategia del presidente Nayib Bukele en El Salvador.

“Este es el enfoque de la seguridad que dará resultados en todo México: uno que enfatice la consolidación de la paz, aborde las causas profundas de la violencia, el abandono social y la vulnerabilidad, y erradique la impunidad. Se trata de un alejamiento total del flagelo de la fallida ‘guerra’ contra el narcotráfico declarada por el gobierno federal en 2006″, escribió Sheinbaum.

Divididos, sacudidos por los asesinatos, la extorsión y la violencia, los mexicanos irán a votar este domingo y brindarán su veredicto final sobre la disyuntiva en la cual ha estado sumido el país: la continuidad del movimiento de López Obrador o el retorno a los partidos políticos tradicionales.

​ La campaña más violenta de la historia concluye hoy, cuando unos 98 millones de mexicanos podrán ir a votar para elegir a la primera mujer presidenta del país; la oficialista Claudia Sheinbaum es la favorita en los sondeos  El Mundo 

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