Lujos cognitivos a recuperar​

¿Te cuesta más leer un libro que antes? ¿O tener una conversación profunda con tus amigos, de esas que te encontraba la madrugada sin que te dieras cuenta? ¿Recordás cuándo fue la última vez que pensaste en un tema largamente sin mirar tu teléfono? Pensar se está volviendo un lujo. Ese es el tema de un ensayo recién publicado en The New York Times por la periodista británica Mary Harrington que sostiene la idea de que la tecnología está alterando no solo nuestra capacidad para concentrarnos, sino también para leer y razonar y que esto podría estar creando una nueva forma de desigualdad.

Harrington sostiene que al igual que los efectos negativos para la salud derivados del consumo excesivo de comida chatarra, los daños cognitivos de los medios digitales serán más pronunciados en los niveles más bajos de la escala socioeconómica, ya que la alfabetización y la pobreza han estado correlacionadas desde hace mucho tiempo. Ahora, los niños de familias con menos recursos pasan más tiempo frente a las pantallas cada día que los de familias más acomodadas. Ya las élites y los conservadores están adoptando límites autoimpuestos al uso de la tecnología y hasta figuras destacadas del ámbito tecnológico, como Bill Gates y Evan Spiegel, hablaron públicamente sobre restringir el uso de pantallas a sus hijos. En estos ámbitos ya hay niñeras que deben firmar contratos de “sin teléfono en el trabajo”.

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Anne-Laure Le Cunff, experta en neurociencia cognitiva, habla de “lujos cognitivos” a recuperar. Y no son solo actividades mentales agradables, sino que reconfiguran nuestro cerebro para mejor. Por ejemplo, desarrollar habilidades de lectura cambia nuestra arquitectura neuronal, mejora el vocabulario, el pensamiento analítico y la capacidad de concentración.

Todos los lujos cognitivos tienen algo en común: requieren tiempo, espacio y atención sostenida, en un mundo diseñado para fragmentarlos. Le Cunff los piensa en tres categorías: amplitud mental, agencia y profundidad. La primera, permite pensar despacio, es el descanso frente al flujo constante de información y la urgencia. Es cuando puedes dejar que tu mente descanse y reflexione, cuando realmente puedes escucharte pensar, sin plazos ni ruido digital.

El segundo es la agencia, que es pensar libremente. Tu capacidad de crear en lugar de solo consumir. La última es la profundidad, la capacidad de involucrarte por completo con ideas, emociones o tareas desafiantes, perderte durante horas y profundizar en tus pensamientos y emociones. Recuperarlos, puede parecer una batalla cuesta arriba, pero pequeños cambios sostenibles que expandan gradualmente tu espacio mental son posibles: dar paseos para pensar, empezar una práctica creativa sin presión, cuidar la dieta informativa.

El objetivo no es volverse un monje digital, sino crear intencionalmente espacio para pensar. Los lujos cognitivos no deberían sentirse como lujos, sino como capacidades humanas básicas que estamos perdiendo ante la conveniencia y la distracción.

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