Liú Terracini. Su hijo, Gonzalo Bergadá, y su nuera, Teresa Calandra, comparten las fotos de una socialité amiga del jet set​

Referente y socialité de una época dorada de Buenos Aires, donde se movía tan cómoda como en Milán, Roma o París, en la agenda de Liú Terracini convivían reinas, princesas, magnates y personajes únicos. Su elegancia indiscutida, su amor por el arte y la cultura, su generosidad infinita y la libertad con la que se permitió vivir hasta el último día siguiendo su corazón, serán su legado. A una semana de su muerte, serena, que la encontró a los 94 años, su hijo, Gonzalo Bergadá Mugica, y su nuera, Teresa Calandra, le comparten a ¡HOLA! Argentina una serie de recuerdos y fotografías fabulosas, a modo de homenaje.

ONASSIS, MARIA CALLAS Y FANGIO

“Mamá nació en Buenos Aires, y cuando terminó el colegio se instaló en Milán, donde vivía mi abuela. Era hija de Humberto Terracini, dueño de la compañía de seguros La Franco Argentina, y de Silvia Martini, cuya familia tenía un campo en Córdoba donde hacían fernet para Fernet Branca. A mi padre, Héctor Bergadá Mugica, lo conoció en una fiesta en Buenos Aires. Él era muy divertido, le gustaba mucho el jazz, tocaba piano, saxo, y tenía una banda con la que hacían música en las fiestas. Se casaron en Milán y estuvieron juntos cuatro años. Tuvieron a mi hermana Julie, que fundó la revista Lugares y era fotógrafa, y un año después nací yo. Vivimos en el sur de Francia, París y Londres, y a mis dos años nos vinimos para acá”, arranca Gonzalo.

Teresa: Mi suegra vivía seis meses en Europa, seis meses acá y representaba toda una época, la década de los 80, con su elegancia, por algo la eligieron entre las diez mujeres mejor vestidas de Europa.

Gonzalo: Y se dio la vida que quiso, incluso haciendo algunas locuras. En París podía quedarse dos meses en el Plaza Athénée. O iba en avión privado a la gala de la Cruz Roja en Mónaco. Acá daba unas fiestas fantásticas. Yo entraba a casa y no podía creer la gente que encontraba, todos divertidos, elegantes, hablando en distintos idiomas.

–De su vida de película, ¿qué anécdotas atesorás?

–¡Tantas! [Piensa]. Un año, ella estaba veraneando en el barco de unos íntimos amigos italianos, los Forecio, que eran dueños de los aviones de combate Aermacchi. Al lado estaba anclado el Christina, el barco de Onassis. Él, que tenía un profundo cariño por nuestro país porque acá arrancó su fortuna, cuando se enteró que había una argentina, los invitó esa misma noche a comer, y en su grupo estaba Maria Callas. Mamá se llama Liú por el personaje de Turandot, de Puccini, así que más tarde, cuando Callas cantó, eligió el aria de Liú en su honor.

Teresa: También era amiga de Fangio, que decía que era la mujer que mejor manejaba.

Gonzalo: Es verdad. A papá le encantaban los fierros y tenía muchos amigos pilotos de autos, entre ellos Fangio, que cuando corría en Monza se quedaba en Milán y se veía con mis padres, era el grupete. Mamá lo llevaba de Milán a Monza en su Lancia convertible.

Teresa: A Valentino y a Giancarlo Giammetti los conoció en Via Veneto, de chicos, cuando hacían unas remeras divinas, cancheras. Fue una de sus primeras clientas, y muchos años después trajo Valentino a la Argentina. Eran amigos. Si hablamos de moda, adoraba a Gino Bogani, que la vestía cuando estaba acá, pero también a ella le encantaba llevar su ropa en sus compromisos internacionales, como una suerte de embajadora.

–¿Quiénes eran su círculo íntimo?

Gonzalo: María Beatrice de Saboya, Gina Lollobrigida y Elsa Martinelli, llegaba a Italia y se veían. Diría que en esa época era la argentina con más contactos en Europa. Cuando fue la guerra de Malvinas, la llamaron para que ella, Amalita y tres o cuatro personas más, repartieran entre sus conocidos europeos un librito que cuenta la verdadera historia, que las Malvinas son argentinas. Y la recibió hasta el barón de Rothschild.

LA INTIMIDAD DE UN ÍCONO

“Mamá transmitía unas formas y un concepto de educación muy fuerte que marcó a toda la familia. Y fue transgresora para su tiempo. No era usual que una mujer de la sociedad saliera en las revistas, se vistiera como se vestía, usara escotes y fuera el centro de atención en las reuniones. Sin un marido a su lado, ella era la que convocaba. No tenía un apellido patricio, fue su personalidad la que la hizo ubicarse en ese lugar, asegura Gonzalo. Y sigue: “Yo tenía una relación tan especial con ella que con mi hermana nos cargábamos diciendo que yo era su preferido.

–¿Y cómo fue como suegra?

–Fue mi amiga, mi confidente, gran compañera. Me daba toda su ropa, que hoy también usan mis nueras. Era amiga del presidente de la Cámara de la Moda en Italia y en París. Durante veintisiete años tuve mi programa de moda, arte, diseño, deco y como ella vivía en Milán, me presentó a Cavalli, a Armani, a todos los diseñadores.

Gonzalo: Era una persona muy querida, argentino que iba a Italia paraba en lo de mamá. Valeria [Mazza] y Alejandro [Gravier] siempre me dicen que cuando ellos llegaron a Italia, mamá salió a buscarles departamento. Tenía mucha relación con gente de la televisión, incluido Berlusconi. Pero jamás hizo un solo negocio con ninguno, simplemente le gustaba la vida social.

Teresa: Era totalmente desinteresada. También ayudaba a muchas fundaciones, a jóvenes emprendedores, les presentaba gente cuando veía que eran creativos.

–¿Te pesaba que saliera en las revistas?

Gonzalo: Iba al colegio Champagnat y si me decían “tu mamá salió en una revista”, no me gustaba. Pero después, cuando vi que podía entrar a Mau Mau sin problema, cambié. [Se ríe].

–¿Y con los nietos cómo era?

Teresa: Amorosa, lo que pasa es que no los veía mucho porque vivía en Europa y viajaba mucho.

–¿Cómo fueron sus últimos años?

–Cuando mi hermana murió, mamá tenía 81 u 82 años, nunca se recuperó, y vivió dedicada a preservar y promocionar el legado fotográfico de Julie. Era lo único que le interesaba. Después, ya no quería salir mucho de su casa. Chiquita [Legrand] la invitaba seguido a tomar el té, pero cada vez le fue costando más salir. No estaba mal, pero ella era muy coqueta.

Teresa: Fue única, la vamos a extrañar.

​ A una semana de su muerte, a los 94 años, le rendimos homenaje a una lady porteña  Revista ¡HOLA! 

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