La selección mantiene los nombres y el estilo de Qatar y suma variantes con clase mundial​

Qatar no es solo un recuerdo para la selección: sigue presente cada vez que sale a la cancha, con los mismos nombres y el mismo nivel que la llevaron a ser campeona. Y ahora, a ese grupo le sumó piezas de recambio que aportan soluciones desde el banco, incluso cuando el equipo pareciera no necesitarlas. Salvo por Ángel Di María, ya retirado, el once ideal sigue siendo el mismo que derrotó a Francia en una de las finales más memorables de todos los tiempos.

Junto a los titulares, Scaloni incorporó una línea de variantes de casi la misma jerarquía, donde conviven jóvenes talentos como Franco Mastantuono o Nicolás Paz y jugadores históricos que hoy esperan su oportunidad pero siguen siendo fundamentales: Leandro Paredes, Nicolás González o el propio Lautaro Martínez, goleador de la Copa América y figura del Inter finalista de la Champions. Esa mezcla de experiencia y promesas demuestra que el equipo no depende solo de nombres: mantiene la solidez, el estilo y la competitividad de la última Copa del Mundo.

El proceso se sostiene además gracias a la continuidad de un técnico que lleva siete años al frente del equipo. El ciclo de Scaloni es el cuarto más largo de la selección, detrás de los 19 años de Guillermo Stábile, entre 1939 y 1958, en una época en la que la figura del entrenador no revestía tanta relevancia, los nueve de César Luis Menotti de 1974 a 1983 y los siete años y cuatro meses de Carlos Bilardo entre 1983 y 1990. Scaloni acumula siete años y un mes y, aunque aún no confirmó su futuro tras el Mundial 2026, su etapa ya se perfila como la más trascendental del seleccionado, no solo por títulos, sino por la construcción de un grupo competitivo y sólido, con identidad clara y estilo propio.

En Qatar, Argentina llegó con el tercer plantel más veterano del torneo, con un promedio de 27,9 años, en línea con Brasil y apenas por debajo de Irán (28,8) y México (28,5). Sin embargo, en cancha terminó jugando con cinco futbolistas menores de 25 años: Nahuel Molina, Cristian Romero, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Julián Álvarez.

Si no hubieran estado Messi (35), Otamendi (34) ni Di María (34), la media de edad del equipo habría quedado cerca de 25 años. Esta combinación permitió sostener una base con proyección a uno o dos Mundiales más. Con Scaloni, la exigencia sobre cada jugador es total, y solo uno, Messi, tiene el lugar asegurado. Otamendi y Di María, de hecho, supieron esperar afuera; Paredes, titular en el debut en el Mundial, pasó al banco tras el primer partido frente a Arabia Saudita. Los laterales saben que la competencia interna está pareja, y Almada sabe que, así como ganó terreno en las últimas convocatorias, puede perderlo si Nicolás González, importante frente a Venezuela con su asistencia a Lautaro, recupera el nivel de otros tiempos. Mastantuono surge como la gran novedad, con destellos que suman frescura al juego y no dejan que nadie se relaje.

Desde Qatar, Argentina disputó 31 partidos, con 25 victorias, tres empates y tres derrotas. Entre oficiales y amistosos, Scaloni mantuvo la base titular y utilizó solo solo 20 piezas de recambio, ocho de las cuales solo iniciaron un encuentro: Nehuén Pérez, Walter Benítez, Alejandro Garnacho, Valentín Carboni, Germán Pezzella, Leonardo Balerdi, Nicolás Paz y Franco Mastantuono; y otros tres jugadores, Giuliano Simeone, Exequiel Palacios y Gerónimo Rulli, fueron de la partida en dos. La base está, aunque tanto jugadores como entrenador saben que el puesto debe revalidarse en la cancha. De cara a la lista de 26 para el Mundial, aún hay puestos que no están definidos, y esa competencia permanente fortalece al equipo.

“Creo que conformamos una base bastante sólida y, a partir de ahí, los que se van sumando se acoplan atrás de los que te marcan el camino: Messi, Otamendi, Di María… Y detrás de ellos siguen los que se fueron sumando con nosotros: Tagliafico, Paredes, De Paul. Todos son un ejemplo. Cuando llega otro y ve eso, es difícil no hacer lo mismo, porque si no sos sapo de otro pozo y el grupo te lo marca. Cuando ven que los demás lo hacen, es más fácil”, explicó Scaloni tras el triunfo frente a Venezuela.

Esa segunda línea va ganando cada vez más protagonismo. Thiago Almada es el caso más evidente: tras el adiós de Di María, aprovechó el bajón y las lesiones de Nicolás González para consolidarse en el equipo y, una vez titular, elevó su nivel, jugando con la certeza de que no podía fallar: frente a Venezuela fue de los más destacados. Con Enzo Fernández suspendido, Paredes manejó los hilos e inició la acción del primer gol, mientras que Nicolás Paz sumó minutos al final del partido. Todos mostraron estar preparados para asumir responsabilidades cuando se los necesita.

“El recambio forma parte de ir incorporando nuevos jugadores, que los que están no se aburguesen, que no crean que por lo que se ganó van a estar. Eso es parte del crecimiento. Ellos han demostrado que, aun ganando, quieren seguir y que les molesta perder. Eso es crecimiento, no solo jugar bien. Poco a poco, poner jóvenes que nos den frescura es parte de ese desarrollo”, agregó Scaloni, quien, además de imprimir su impronta táctica y estratégica al equipo, tuvo el mérito de gestionar muy bien los egos y alinear a todos hacia un objetivo común, donde las individualidades siempre quedan por detrás del proyecto colectivo.

Suele decirse en el fútbol que, con tantas variantes de calidad, un entrenador tiene un “lindo problema”. Scaloni no lo percibe así: sabe que su decisión es respetada y que jugará siempre quien esté mejor. En Guayaquil quizá sea momento de rotar, de probar otros nombres y de aprovechar el último duelo oficial previo al Mundial -la Finalissima, prevista para marzo, todavía sigue en duda- frente a un rival de peso como Ecuador, que lleva diez partidos sin perder, con cuatro 0 a 0 consecutivos. El calendario hace difícil medirse con europeos de primera categoría durante la preparación, por lo que cada partido de este calibre adopta una importancia distinta.

Este grupo casi nunca cambia y tiene clara su esencia. Sabe de dónde viene, lo que conquistó y lo que aún le queda por delante. Mantiene los nombres, mantiene el nivel y refuerza día a día su carácter. Por eso, más allá de cifras, estadísticas y resultados, hay una certeza que se impone: la Argentina de Scaloni, aún en proceso de renovación, ya es un equipo de época.

​ Salvo Di María, Scaloni mantiene el once ideal que venció a Francia en la final; los jóvenes piden pista y los referentes no se relajan  Fútbol 

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