La inspiradora historia de María José Riera, la mamá de Lali Espósito, tras superar un cáncer de mama​

La vida puede dar giros inesperados y enseñarnos lecciones profundas en los momentos más difíciles. María José Riera, productora de “Art Troupe” y madre de la cantante y actriz Mariana “Lali” Espósito, es un claro ejemplo de fortaleza y resiliencia. Tras superar un cáncer de mama a mediados de 2021, compartió su historia, marcada por la lucha y la búsqueda de proyectos, mientras reflexiona sobre su rol como madre y su nueva vida tras el cáncer.

El valor de cada día

“Despertarme viva, eso ya es un gran logro. Tener la posibilidad de un día más, la oportunidad de vivirlo”. Su reflexión refleja una filosofía de vida profunda y conmovedora. Después de enfrentar el desafío del cáncer, cada día se ha vuelto un regalo. “La verdad es que tengo una vida linda, porque cada uno de mis días es distinto: un día tengo una producción, un viaje, o quizás un encuentro con amigas”, compartió. Su energía y positividad son contagiosas; la actividad física ha jugado un papel clave en su recuperación y bienestar: “Me tomo mi cortadito por la mañana, mis medicaciones y empiezo el día ejercitándome”.

El ejercicio, que empezó a integrar en su rutina recientemente, cambió su vida de forma notable. “Siempre digo ‘qué suerte que lo hice’, porque me cambia el ánimo, me energiza y me da ganas de enfrentar el día”, afirmó con una sonrisa. Con el apoyo de una entrenadora personal, se asegura de mantener una actividad física regular, lo que le ayuda a fortalecer no solo su cuerpo, sino también su mente.

El rol de madre en el arte y la vida

María José es madre de tres hijos: Ana Laura, Patricio y Lali. “A esta altura de la vida, cada padre ha hecho lo que ha podido”, reflexiona sobre su rol como madre. A pesar del éxito de sus hijas en el mundo del espectáculo, María José no considera que su trabajo como madre haya terminado. “Los hijos son personas independientes, adultos con su propia vida”, sostiene.

Su relación con Lali, quien se ha convertido en una estrella internacional, es especial. “A veces soy madre y otras veces la comunicación es puramente laboral”, explicó. Su vínculo se ha enriquecido al trabajar juntas en diversos proyectos, como su podcast “Dos Pendejas de 50″, que realiza junto con la psicóloga Patricia Liberati. María José valora profundamente la independencia de sus hijos, y su deseo es que cada uno tenga la libertad de elegir su camino. “Que sean buena gente, básicamente, que creo que es lo que cualquiera desea para sus hijos”, comparte con orgullo. La educación en el respeto y la amistad son valores que ha procurado transmitirles a lo largo de los años, y le llena de alegría recibir cumplidos sobre la calidad humana de sus hijos. “Que mis hijos sean buenos amigos y buenas personas me llena de orgullo”.

La llegada del cáncer y la fuerza de la comunidad

El camino de María José no ha estado exento de dificultades. Tras la muerte de su sobrina Virginia de 26 años, quien luchó contra el cáncer de mama, el impacto en la familia fue devastador. “Fue un golpe muy duro, especialmente para los jóvenes”, recuerda. Un año después, María José recibió la misma noticia que había marcado su vida: “Me diagnosticaron cáncer de mama el 24 de noviembre de 2020″. En medio de la pandemia, se mostró decidida a realizarse los estudios, a pesar de las advertencias sobre los riesgos del COVID-19.

“Recibí el diagnóstico mientras estaba comiendo con dos amigos: Maru y Juanma. En ese momento, me llamó mi ginecóloga para darme el resultado. Después de comer con ellos, fui a la peluquería; estaba sentada allí con todos los papelitos de los claritos en la cabeza, y recibí la noticia. Literalmente, no sabía qué hacer. No sabía si arrancarme todo lo que tenía en la cabeza y salir corriendo, o qué. Así que me quedé y esperé a que me terminaran los reflejos”, recordó.

La fortaleza que mostró en su diagnóstico y tratamiento fue admirable. “El 9 de diciembre me operaron y durante 2021 estuve en tratamiento de quimioterapia, radioterapia y demás, lo que supuso un aprendizaje tremendo”, recuerda. Este período no solo la fortaleció a nivel físico, sino que también le permitió reevaluar su vida personal. “Tomé la decisión de separarme después de 35 años de matrimonio”, reveló con un tono de determinación.

La decisión de separarse durante un proceso tan delicado como el tratamiento de cáncer no fue fácil, pero Majo explicó que fue necesaria. “En ese momento yo necesitaba no cargar con la angustia de otra persona que no me podía acompañar y que no tenía las herramientas emocionales para hacerlo”, compartió. Aunque aclara que su separación no se debió solo a esa situación, enfatizó que esa experiencia la llevó a tomar la decisión. “Así, pude transitar mi proceso de quimioterapia y radioterapia de una manera amorosa, rodeada de muchas amigas y de la familia”, afirmó.

Reflexiones sobre el pasado y el futuro

Majo Riera tuvo un camino lleno de desafíos y aprendizajes. Desde su infancia hasta su rol como madre, enfrentó adversidades que la han moldeado como persona. “Siempre busqué, nunca me detuve. Hay algo en mi interior que no me permite parar”, afirma. Para ella, cada día es una nueva oportunidad de crecer y contribuir, ya sea en su vida personal o en su trabajo.

En un mundo donde las adversidades son inevitables, la historia de María José es un faro de esperanza. Con una sonrisa y un espíritu indomable, enseña que la vida, a pesar de sus retos, es un regalo que merece ser vivido con pasión y gratitud. Su historia inspira no solo a quienes la rodean, sino a todos aquellos que luchan contra la enfermedad y buscan un propósito en medio de la tormenta.

La importancia de la amistad se convierte en un hilo conductor de su relato, destacando que se formó una comunidad increíble junto a sus amigas, quienes incluso se mudaron con ella a la casa vacía de su hija Lali. “Lo atravesé con tanto amor que, a raíz de esa experiencia, estoy escribiendo un libro que se llamará “Fue un buen verano”. Ese título refleja el resultado de esos meses y está dedicado a la amistad femenina; cuento un poco mi historia”, señaló.

La escritura como terapia

Con la colaboración de Editorial Galerna y la editora Caro Dibela, Majo se siente respaldada en su proceso de escritura, un camino que comenzó de manera inesperada: “El día que salí de la operación, llegué a casa y empecé a escribir todo lo que me estaba pasando, sin pensar que eso iba a ser un libro. Un día, hablando con Pata (Liberati), le dije que le enviaría lo que había escrito. Cuando se lo mandé, me dijo: ‘Majo, esto es un libro espectacular’”.

El cáncer le devolvió su esencia, le enseñó a priorizarse: “Me colocó en otro lugar, me enseñó a cuidarme y a reconocer mi propio valor, así como el de las personas que me rodean”, afirmó.

La forma en que Majo comunicó su diagnóstico a sus hijos es un testimonio de fortaleza y amor. “Todos fueron, al menos frente a mí, muy enteros. Cada uno vivía su proceso. Cuando decidí raparme, mi hija Ana me acompañó y estuvo toda la familia presente. Hicimos un “pogo”, saltamos, cantamos, y empecé a usar pañuelos copados y gorros”.

El momento de compartir la noticia, a pesar de la dificultad, se convirtió en un acto de unión familiar. Con el uso de videollamadas, mantuvieron el contacto durante el confinamiento. “Era un tiempo de muchas videollamadas, ya que casi no podíamos vernos. Nos conectábamos y compartíamos cómo habíamos pasado la semana”, explicó.

Autocuidado y reflexiones sobre la adversidad

El apoyo emocional también se tradujo en prácticas de autocuidado y terapia. Majo, que ya había iniciado terapia por la pérdida de su sobrina, encontró en la misma una herramienta invaluable. “Respetar el silencio y evitar el victimismo fue genial; esa fue mi mayor terapia, mi mayor ayuda”.

La experiencia de Majo también la llevó a reflexionar sobre el diagnóstico de su sobrina Virginia, quien había enfrentado el cáncer a los 26 años. “Lo mío se diagnosticó a tiempo, y eso es importante de destacar”, aclara. “He visto a pocas personas enfrentar la adversidad con tanta dignidad y fortaleza como ella”.

Al reflexionar sobre su vida tras la enfermedad, afirmó que el despertar cada día es un motivo de celebración. “Aprendí a ponerme primero en la lista, a cuidarme y priorizarme. Mientras tenga todas mis facultades intactas, voy a usarlas de la mejor manera para vivir cada día”.

Hoy, Majo se siente fuerte y capaz de afrontar su nueva etapa en solitud elegida y sin miedo a estar sola. “Yo vivo muy bien con mi “solitud”, que no es lo mismo que “soledad”. Tengo una vida en la que elijo con quién quiero estar, y eso no necesariamente implica tener una pareja”. Su reciente experiencia en un recital de Milo J con su nieto Santino demuestra su deseo de disfrutar de cada momento. “Poder hacer eso es espectacular”.

La luz en el proceso de separación

El proceso de separación se transformó en una luz que ilumina su camino. “Para mí, fue una etapa luminosa, a pesar de todo. Por eso, mi libro se llamará “Fue un buen verano”. En una reunión con amigas, una de ellas, “Mecha”, me abrazó y me dijo: ‘A pesar de todo, fue un buen verano’. Ahí supe que ese sería el título de mi libro”.

El proceso de quimioterapia fue un momento desgarrador para Majo. Consultada sobre cómo fue, respondió: “No soy una persona que se deja llevar fácilmente por el miedo; me considero valiente y decidida. Soy la típica que deja a todas sus amigas en casa por la noche y, al final, es ella la que se va sola. Pero esa es mi forma de vivir. Cuando estoy bien, soy una leona”.

Ante la difícil decisión de someterse a tratamientos, María José recordó su situación: “No era una opción elegir entre hacer quimioterapia o radioterapia; tenía que hacer ambas cosas. Primero, inicié con la quimioterapia y luego seguí con un tratamiento de radioterapia. Ese día sentía tanto miedo que ni siquiera podía articular la mandíbula, pero estaba decidida a seguir todos los pasos que me indicaron. Enfrenté mis miedos y cumplí con lo que tenía que hacer. Por supuesto, no es algo lindo; no voy a romantizarlo. Me sentía mal y no tenía ganas de comer”, señaló.

María José comenzó su tratamiento de quimioterapia en marzo de 2021 luego de su operación en diciembre de 2020. “Enviaron mi tumor a Estados Unidos para analizarlo, gracias a que tuve esa posibilidad. El análisis mostró que el tumor era más agresivo de lo que parecía, lo que llevó a la decisión de iniciar un tratamiento con quimioterapia seguido de radioterapia”, recordó. Durante ese período de espera, al no tener el tumor, no hubo inconvenientes en tomarse un tiempo para descansar tras la operación. Así, enero y febrero se convirtieron en meses de tranquilidad.

“La primera sesión de quimioterapia fue aterradora, pero luego, con el tiempo, se convirtió en algo conocido. Es como manejar por primera vez o lanzarse desde una piedra al mar; al principio da miedo, pero luego lo hacés. Cuando lo desconocido se vuelve familiar, aunque no sea agradable, lo internalizás”, comentó.

Durante las sesiones de quimioterapia, la mamá de Lali Espósito experimentó una conexión especial con otros pacientes. “Te sentás en el sillón o te acostás en la cama, y no estás solo; hay muchas otras personas pasando por lo mismo, lo que crea un ambiente de empatía”, compartió. “Me dieron de alta antes de lo previsto porque me estaba afectando mucho. Como era un tratamiento preventivo, ya que me habían operado y no había tumores que reducir, decidieron acortar el número de sesiones”, señaló.

En junio comenzó su tratamiento de radioterapia, y recordó una anécdota significativa de esa época. “Siempre que iba a recibir los rayos, miraba una copa que estaba detrás de la secretaría en el Hospital Austral. No sé de qué era, si de fútbol o de otro deporte, pero cada vez que la veía, pensaba que el día que terminara mi tratamiento, me quería sacar una foto con esa copa”. En su último día, se atrevió a pedirle a la secretaria que le tomara una foto con la copa. “Ella accedió y me la tomó. En la foto, aparezco abrigada, sin cejas, con anteojos y un gorro, pero al mirarla ahora, me doy cuenta de cuánto he pasado y de lo bueno que fue poder transitar y trascender esa experiencia”.

La productora de Art Troupe enfatizó que la enfermedad no la debilitó, sino que la mostró fuerte. “Yo decidí cómo quería transitar la enfermedad y la enfrenté con fortaleza”, afirmó. También resaltó la importancia de los estudios de control: “No somos inmortales, pero si tenemos la oportunidad de mejorar nuestra vida, de vivir más tiempo y con salud, y de hacerlo con amor, ¿por qué rechazarla?”.

Cambio de hábitos

Majo compartió que realizó cambios significativos en su vida: “En un momento tuve mucho sobrepeso y logré bajarlo considerablemente en 2018 cuando decidí cambiar mi estilo de vida. Empecé a hacer deporte y, a partir de la enfermedad, encontré motivación en cuidar mi bienestar físico, comer mejor y dejar algunos hábitos perjudiciales, como el cigarrillo. Solía fumar, pero logré dejarlo”.

Al consultarle si ese fue el único mal hábito, ella respondió: “Con la comida hice un cambio. Ahora elijo comer mejor. Evito los procesados, sin hacer dieta estricta, simplemente eligiendo lo que es mejor para mi salud. Lo mismo con el deporte: me levanto y decido ir a caminar porque realmente me hace bien, me despeja, me cambia el día y la energía”.

Cuando se le preguntó cómo se siente con estos cambios, Majo afirmó que encontró una sensación de bienestar y sanidad. “Duermo mejor, estoy de mejor humor. Todo contribuye a una mejor salud: el deporte, la alimentación, todo suma a sentirse bien”.

Al referirse a su experiencia durante el tratamiento, explicó: “Durante el proceso de quimio y rayos, no hice actividad física porque estaba operada y, además, algunos efectos secundarios de los rayos me afectaron. Por ejemplo, tuve edema en una de las mamas operadas y eso implicó muchas sesiones de kinesiología, lo que me limitaba para hacer cosas con el tren superior. En ese momento, comía ciertos alimentos recomendados por mi médico para sentirme mejor, ya que durante la quimio pasaba dos o tres días con el estómago revuelto, sin ganas de comer. Esa fue mi experiencia, aunque es diferente para cada persona”.

Respecto de su salud, afirmó que sigue tomando medicamentos: “Gracias a Dios, no tengo cáncer, pero sigo una medicación durante algunos años más, por si hubiera alguna célula suelta para que no encuentre dónde aferrarse. Además, tomo vitaminas y otros suplementos, recetados por mi médico, por la cantidad de actividad que tengo y también por la edad: tengo 57 años”.

“Le gané al cáncer!”

Majo recordó el día donde los médicos le dieron el alta y en el que “levantó el trofeo” tras superar la enfermedad: “Fue muy espectacular, aparte yo estaba desesperada porque ya no había tantas restricciones para viajar. Tenía programado un viaje con amigas a España, porque tenía una amiga en Bali que estaba viviendo allá y teníamos pensado con otra amiga ir a visitarla. Finalmente no pude hacer el viaje porque tenía una vacuna (Sputnik) que en la comunidad europea no se permitía”.

Además, destacó la importancia de tener proyectos en la vida: “Siempre es fundamental contar con un objetivo y una motivación. Yo quería terminar con el tratamiento, pero también pensaba en lo que vendría después. Era como dejar atrás esa etapa, pero era un trabajo arduo. Tenía que ir a rayos todos los días, lo que significaba que mi vida estaba un poco detenida. Cuando tenés que ir al médico a diario, eso interfiere con muchas actividades. Así que, al finalizar el tratamiento, sentí una gran liberación”.

Reflexionó sobre el impacto de esta experiencia en su vida: “Decir ‘esto terminó’ fue realmente espectacular. Al principio, no te das cuenta del cambio, pero luego, al empezar a vivir de nuevo, te das cuenta de que empezás a llenar ese tiempo que antes dedicabas a médicos, rayos y quimioterapia con actividades que realmente son parte de tu vida”, concluyó.

La historia de María José Riera es un testimonio de resiliencia, amor y comunidad. A través de su lucha contra el cáncer, ha descubierto la importancia de priorizarse y el poder transformador de la amistad. Con su libro en camino, su voz resuena como un faro de esperanza para quienes enfrentan adversidades en la vida. La vida puede ser dura, pero cada día también es una oportunidad para encontrar alegría, amor y significado.

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