La basílica de Balvanera edificada en terrenos de vecinos

Una cúpula que parece flotar en el aire, maravillosos mosaicos de tipo bizantino y una cripta que cumplió una importante función durante la década del veinte son algunos de los elementos que hacen que la visita a la Basílica Santa Rosa de Lima, ubicada en el barrio de Balvanera, sea ineludible para locales y turistas.
“La basílica está dedicada a Santa Rosa de Lima no solo porque fue la primera santa latinoamericana, sino porque, en el Congreso de Tucumán de 1816, fue declarada Patrona de la Independencia Argentina”, cuenta Juliana Mombelli, arquitecta y guía voluntaria en las visitas al templo. “Santa Rosa nació en Perú en 1586 y es considerada la patrona del ‘nuevo mundo’, que en ese momento estaba conformado por América, las Indias y Filipinas”, añade.
La motivación de los vecinos del barrio, quienes se agruparon y compraron el terreno que se ubica entre la avenida Belgrano y las calles Pasco y Venezuela, fue lo que permitió que la basílica comenzara a construirse en 1926.
“Este solar, en realidad, era muy chiquito para construir una iglesia (pero fue lo que los vecinos pudieron conseguir), así que se decidió aprovecharlo al máximo. Es por este motivo que tenemos un subsuelo tan grande y que el templo principal (de planta baja) tiene forma de cruz griega y no de cruz latina, que es más alargada. La cruz griega tiene los cuatro lados iguales y eso ayudó a resolver el espacio”.
De todas maneras, Mombelli aclara que no se trató solo de una decisión utilitaria, sino que la cruz griega mantiene una fuerte simbología ya que representa a los cuatro evangelistas: Marcos, Mateo, Lucas y Juan. También los puntos cardinales, que en el evangelio son las cuatro direcciones del universo.
Luego de que los vecinos adquirieran el terreno, María Unzué de Alvear y su marido Ángel Torcuato de Alvear decidieron colaborar y financiar la obra. Para esto contrataron a Alexander Christophersen, un arquitecto noruego radicado en la Argentina que realizó varios edificios en nuestro país, como la Iglesia Ortodoxa Rusa de San Telmo, la Bolsa de Comercio y el Palacio Anchorena. El ingeniero Andrés Millé fue quien estuvo a cargo de la construcción.
Los comitentes le pidieron a Christophersen que proyectara un edificio que combinara los estilos bizantino y románico. Su inspiración fue la catedral francesa Saint-Front de Périgueux y la basílica Sacré-Cœur de Montmartre, también en Francia. Lejos de copiar estos modelos, el arquitecto “tomó las dos corrientes y creó un nuevo estilo al que llamó ‘estilo románico bizantino del Périgord’”.
La construcción de la Basílica Santa Rosa de Lima comenzó de apuro en 1926 debido a que, en esa época, todos los registros, como bautismos, matrimonios y defunciones, se hacían en las iglesias católicas. “En ese momento, se necesitaba construir una iglesia para poder cumplir con las necesidades de los vecinos. Para resolver este problema, lo que hicieron fue abrir un acceso independiente en la calle Pasco. Mientras el resto de la construcción continuaba, la gente podía ingresar a la cripta y usar también ese espacio como parroquia. La construcción se terminó en 1934. Se tardaron ocho años”, explica Mombelli.
Actualmente, los restos de María Unzué y Ángel Torcuato de Alvear descansan en la cripta según la voluntad de ambos. “Cuando María fallece, en 1950, había entrado en vigencia un decreto que sostenía que nadie podía ser enterrado dentro de una iglesia. En ese momento, (sus familiares) tuvieron que alquilar una bóveda en el Cementerio de la Recoleta porque no tenían. Su cuerpo llegó a Santa Rosa de Lima en 1955, durante la presidencia de facto de Eduardo Lonardi”, cuenta la guía recordando el enfrentamiento que Unzué y Eva Duarte mantuvieron durante décadas.
Por su trabajo filantrópico, esta dama de la alta sociedad también fue distinguida con el título de marquesa pontificia junto a Adelia María Harilaos de Olmos y María Mercedes Castellanos de Anchorena. Las tres fueron nombradas por el cardenal italiano Eugenio Pacelli, quien en 1939 se convirtió en el Papa Pio XII.
Unzué también presidió la comisión que organizó el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, el primero de Sudamérica. “Ella estuvo a cargo de la Sociedad de Beneficencia Argentina y, junto a las damas de la alta sociedad, hizo que se construyeran varios hospitales que funcionan hasta el día de hoy. También hicieron muchos orfanatos y escuelas para mujeres. Unzué fue una de las creadoras de la Caja Dotal de Obreras, lo que además la convierte en una de las primeras mujeres argentinas en haber dotado de jubilación a otras mujeres”, detalla Mombelli.
Vecinos y desprevenidos quedan maravillados cuando, al pasar por la puerta de avenida Belgrano 2216, descubren el ábside dorado de estilo bizantino y la escena de coronación de Santa Rosa de Lima. Ubicada sobre el altar principal, esta media cúpula fue realizada con mosaico veneciano y fondo de oro. Debajo de estas imágenes se ubica un baldaquino confeccionado con mármoles de colores cuya cara interna también fue recubierta en oro.
“En esta iglesia hay muchas escenas de la naturaleza. Las columnas del templo principal, por ejemplo, son de fuste circular porque buscan representar los troncos de un árbol. Se intentó que este espacio fuera un bosque de columnas. Las mismas se hicieron con estuco que imita al mármol cipollino, que es un mármol verde que simula el corte de una cebolla. Los capiteles tienen forma de pirámide invertida y son dobles. En el primer registro también hay elementos vegetales. El suelo del templo fue hecho con mármol Napoleón porque María Unzué era muy fanática de este personaje. Para su tumba también eligió este mismo material”, señala la guía.
Los elementos decorativos vegetales también pueden encontrarse en los altares menores, donde aparecen representadas hojas de acanto que simbolizan “la permanencia y la eternidad”. Los vitrales que acompañan estos altares fueron traídos de Austria y reflejan distintas escenas de la vida de Jesús.
Mientras la guía explica que todos los materiales utilizados llegaron desde Europa, una voz interrumpe. Se trata de una conversación ficcionalizada en la que María Unzué invita a los presentes a disfrutar de un té en el comedor de la basílica. La merienda forma parte de la visita guiada y, al finalizar el recorrido, los participantes se sientan a la mesa para degustar las exquisitas tortas y masas elaboradas por los voluntarios junto con una infusión.
Si bien se trata de una iglesia centenaria, los cambios forman parte de la vida cotidiana de la Santa Rosa de Lima y sus espacios pueden reinventarse para mayor comodidad de los fieles. Por decisión del actual párroco, el pequeño baptisterio de planta octogonal fue convertido en una capilla de adoración constante.
“Era un lugar que prácticamente ya no tenía uso porque, actualmente, los bautismos son comunitarios y se hacen en el templo principal. Entonces, se lo transformó en una capilla más chiquita destinada a aquellas personas que buscan un sitio más privado para rezar. Hay solo otro baptisterio de planta octogonal en el país y es el que está ubicado en el Palacio San José de Entre Ríos, que fue la residencia de Justo José de Urquiza. Lo lindo del nuestro es que se conserva la pila bautismal de la época de la inauguración, que tiene una tapa de bronce”.
Los aspectos arquitectónicos y decorativos no son los únicos temas que se abordan a lo largo de la visita, sino que también, de la mano del organista Pablo Domínguez, se hace un repaso por la historia y el funcionamiento del órgano, pieza fundamental que acompaña las ceremonias religiosas.
“Tenemos un órgano alemán de la casa Walckerque fue instalado en 1934. El órgano es el instrumento oficial de la Iglesia Católica, lo que no significa que sea el único”, señala el músico.
Unas empinadas escaleras conectan el sector donde está ubicado el órgano con la cúpula y, tras subir unos escalones más, se llega al mirador. Desde allí, puede verse el Congreso de la Nación, el Centro Gallego y la Torre Saint, un edificio de Balvanera conocido como “el faro de Once”.
“El mirador se utilizaba como puesto de vigilancia ya que desde el Río de la Plata se podían ver los campanarios y las parroquias. En su momento, este fue uno de los edificios más altos del barrio junto con el Congreso. La Santa Rosa era un punto de referencia para orientarse en la zona. Esto cambió en la década del cuarenta cuando se modificó el código de edificación y empezaron a crecer los edificios. De todas maneras, la basílica sigue siendo uno de los nueve miradores más importantes de Buenos Aires y su cúpula es una de las más grandes del país”.
El actual campanario en forma cónica no formó parte de los planos originales de Christophersen, quien había proyectado un espacio para 25 campanas. “Se quedaron sin presupuesto. Este campanario fue agregado posteriormente. En la década del treinta, todo lo que sucedía en el barrio se anunciaba por el campanario. Si había un incendio, una inundación o se producía el fallecimiento de alguna persona importante. Hoy en día, las campanas solo se usan para anunciar la liturgia”, cuenta Mombelli.
Con el paso del tiempo, las escamas de cobre de la cúpula, el campanario y las cúpulas menores fueron tornándose de color verde, lo que le da un mayor contraste con los ladrillos a la vista y el granito de la fachada.
“Al principio, el cobre tiene un color dorado pero, con el correr de los años, se torna verde. Es una autoprotección que genera el propio material. Arriba de todo, en el remate de la cúpula, está el cupulín que es por donde entra la luz natural hacia el templo. Alrededor de la cúpula están las lucarnas que también sirven para dar iluminación natural pero de forma más difusa. Debajo, tenemos cuarenta y ocho columnas que sostienen la cúpula dando la idea de que está flotando. El objetivo fue crear un espacio etéreo, una conexión más entre el cielo y la tierra”, detalla la guía.
Con ánimos de que los visitantes puedan conocer la centenaria historia de la Basílica Santa Rosa de Lima, los guías voluntarios pusieron manos a la obra y montaron el Museo de la Cúpula. “Era un espacio en desuso y que nunca había tenido un destino definido, ni cuando se planificó la obra ni después. Era un depósito dentro de la cúpula que, simplemente, servía para dotar de luz al templo. Estaba muy caído, muy sucio. Nosotros, además, sabíamos que teníamos objetos patrimoniales muy valiosos en la parroquia que estaban dando vueltas por ahí y que se iban a terminar perdiendo. Así fue como se nos ocurrió darle un funcionamiento a este lugar, ponerlo en valor y que las personas pudieran visitarlo y tener una síntesis de todo el recorrido y la historia de la parroquia”.
Las visitas guiadas se realizan una vez al mes, tienen una duración de tres horas y la inscripción se realiza mediante las redes sociales de la basílica. “El bono contribución que cobramos es lo que sostiene la arquitectura del edificio. Gracias a esos aportes podemos realizar las restauraciones, poner en valor el edificio y completar la museografía del Museo de la Cúpula”, cuenta Mombelli e invita a sumergirse en la historia de este templo que desde 1926 recibe a cientos de personas que lo visitan para pedir, agradecer o simplemente deslumbrarse con su belleza.
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