Kamala Harris ya logró despertar el entusiasmo de los demócratas: ¿le alcanzará para ser presidenta de EE.UU.?​

WASHINGTON.- Un mes atrás, Estados Unidos se dirigía a elegir a su próximo presidente entre los dos candidatos más viejos de la historia en una campaña de demolición. Donald Trump parecía invencible luego de sobrevivir un atentado. Y el Partido Demócrata estaba fracturado, cabizbajo, desesperanzado, liderado por un candidato, el presidente Joe Biden, al que ya muy pocos querían y que resistía, empecinado en su reelección, una incesante presión interna para que diera un paso al costado.

Ahora hay otra campaña. Y, una vez más, el desenlace vuelve a estar abierto.

El paso al costado de Biden apenas un mes antes de la convención demócrata, que arrancará este lunes en Chicago, y la arremetida de la vicepresidente Kamala Harris a la candidatura presidencial marcó un cambio de clima jamás visto, y refrendó esa noción de que, en Estados Unidos, todo es posible.

La pelea por la Casa Blanca volvió a foja cero, y todos recalcularon el camino hacia las elecciones del 5 de noviembre. Los demócratas desataron un entusiasmo y una energía dormidas, y Trump y los republicanos se toparon con un desafío real que frenó en seco el pálpito de un triunfo inevitable.

“Esta es una situación completamente sin precedentes en la historia de Estados Unidos. Nunca hemos tenido un candidato que se retirara apenas unas semanas antes de la convención partidaria”, sintetizó a LA NACION Larry Sabato, politólogo y profesor de la Universidad de Virginia.

“Harris demostró ser una brisa de aire fresco y el partido está eufórico”, agregó.

Esa euforia quedó a la vista en los multitudinarios actos de Harris y su compañero de fórmula, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, y en los 310 millones de dólares que recaudó la campaña solo en julio, un récord para una campaña presidencial. También en las encuestas, que marcan un claro giro: Biden corría detrás de Trump, Harris aparece ahora al frente. El promedio de RealClearPolitics se dio vuelta. Harris cosecha un respaldo de casi el 48% contra 47% para Trump. Y si antes se hablaba con apatía de una revancha del duelo de 2020, ahora los demócratas más entusiastas le sacan el polvo a la mística de 2008 de la primera campaña de Barack Obama.

“Gracias por devolvernos la alegría”, le dijo Walz a Harris en su primer acto juntos, en Filadelfia.

Pelea cerrada

Ánimos de lado, la elección sigue abierta. El principal mérito del enroque orquestado por los demócratas ha sido revivir a su electorado y volver a poner la Casa Blanca en disputa. Nate Silver, creador de uno de los modelos que pronostica los resultados de las elecciones, le dio esta semana una leve ventaja a Harris respecto de Trump. Los sondeos en los estados “pendulares” que definirán al ganador, que antes mostraban a Trump delante de Biden, ahora vuelven a estar parejos, o incluso muestran a Harris unos puntos arriba.

Sabato cree que, si Biden hubiera seguido como candidato, Trump habría sido el gran favorito. Pero Harris no tiene garantizada la victoria, agregó, y en este momento “la carrera está 50-50″, el mismo lugar donde estaba antes del fatídico debate de Biden con Trump, que selló el destino del presidente. La revista The Economist, que elabora su propio pronóstico, también dijo que la pelea está “cabeza a cabeza”.

“El estado de ánimo de muchos norteamericanos durante las elecciones era algo así como la resignación, la gente sentía que apoyaría a Trump o a Biden como el menor de dos males, dependiendo de sus perspectivas partidistas, pero había un anhelo reprimido por una alternativa mejor y viable”, describió a LA NACION Flavio Hickel, profesor de ciencias políticas en Washington College. “Creo que muchos partidarios de Trump y Biden estaban más motivados por una aversión hacia el otro bando que por el entusiasmo por su bando. En otras palabras, la campaña se centraba más en la animosidad que en el entusiasmo”, continuó.

La nominación de Harris, indicó Hickel, cambió por completo esa dinámica para los demócratas, pero también para otros votantes que se encaminaban a darle su voto a Trump a regañadientes, principalmente por sus preocupaciones sobre la vejez de Biden. Para Hickel, Harris ofrece ahora una “alternativa viable”. Pero Hickel cree también que el respaldo que ha empezado a amalgamar Harris se debe a un “entusiasmo genuino” en su candidatura, y no sólo en que se trata de una candidata nueva y joven.

“Para algunos, es la perspectiva de elegir a la primera mujer negra presidente. Para otros, es una señal de cambio generacional en comparación con Trump y Biden. Para otros, es la esperanza de que esto nos permita romper con la política tóxica que ha consumido al país durante años ahora que esta elección no es una revancha entre Trump y Biden”, ahondó.

Pero Harris aporta algo más que juventud y un aire renovado a la campaña: también suma energía, vitalidad, algo que Biden, a sus 81 años, era incapaz de llevar al escenario. La primera maratón de actos de Harris y Walz en algunos de los estados donde se decidirá la contienda poco después de la presentación del binomio ofreció una electricidad que Biden simplemente ya no tenía. Un discurso más mordaz, enérgico, nítido, ante multitudes mucho más voluminosas. Incluso los comunicados de prensa de la campaña cambiaron, aun cuando detrás está el mismo equipo.

Hickel aporta un último elemento: una suerte de nostalgia por una campaña presidencial que Estados Unidos no veía en mucho tiempo. En 2020, la pandemia “virtualizó” la pelea. Este año, para muchos jóvenes de la Generación Z, esta será su primera verdadera campaña presidencial.

A principios de este año, Nikki Haley, quien fracasó en su intento por desbancar a Trump del trono del Grand Old Party, dijo que el primer partido que lograra jubilar “a su candidato de 80 años” iba a quedarse con la Casa Blanca. La mayoría del país, razonaba Haley, no quería una revancha entre dos octogenarios. Los demócratas movieron primero. Resta ver si, tal como pronosticó Haley, su apuesta los llevará a retener la Casa Blanca.

​ El ascenso de la vicepresidenta cambió el clima y su repunte en los sondeos anticipa una pelea cerrada con Trump por la Casa Blanca; el lunes empieza la convención partidaria en Chicago  El Mundo 

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