José Antonio Kast: “Creemos en los acuerdos políticos para gobernar y respetamos a la prensa”​

SANTIAGO, Chile.– La vida pública reconoce hoy dos tipos de liderazgos políticos: los que monologan y los que dialogan. Los que polarizan y los que buscan consensos. José Antonio Kast parece pertenecer a estos últimos.

Considerado el gran favorito, el candidato de la derecha chilena se encuentra prácticamente empatado en el primer lugar en las encuestas para las elecciones presidenciales del 16 de noviembre contra la postulante del oficialismo, la comunista Jeannette Jara. Para llegar a la segunda vuelta electoral, Kast deberá superar a una rival que compite por su propio electorado, la economista y exministra de Trabajo del gobierno de Sebastián Piñera, Evelyn Matthei, de Chile Vamos.

Kast viene de perder dos elecciones presidenciales. En 2017 quedó tercero detrás de Sebastián Piñera y en 2021 cayó contra el actual mandatario, Gabriel Boric. Esos traspiés dejaron en el imaginario popular la imagen de un hombre duro y de ideas radicales. Pero personalmente el candidato sorprende con otra cara. Si bien es muy crítico del gobierno saliente, Kast no antagoniza, busca tender puentes. Y convoca a un gobierno de emergencia sin distinción de signos políticos.

Este hijo de inmigrantes alemanes, abogado egresado de la Pontificia Universidad Católica, de 59 años, que fue diputado entre 2002 y 2014, se interesa con curiosidad por una variedad de temas. Brasil, la Argentina, el periodismo, y acepta la entrevista como parte del juego democrático sin un atisbo de incomodidad, al punto que todas las semanas brinda una conferencia de prensa. Tiene un libreto bien estudiado, y hay en él un afán por explicar más que por imponer sus ideas.

Se ve a un hombre fogueado en el que prevalece el deseo de generar empatía. Sonríe fácil con un semblante llano y accesible, que parecen producto de un entorno familiar amplio –tiene nueve hijos– y del aprendizaje que le dejaron aquellas derrotas.

Previo a la entrevista con LA NACION, este cronista compartió un almuerzo con el candidato y su grupo de trabajo más cercano, durante el cual Kast se comportó como uno más, sin acaparar la palabra, bromeando distendido con sus jóvenes colaboradores. Se puso de pie con un ademán alegre cuando sorpresivamente irrumpió en la sala su esposa, Pía Adriasola, con la sola misión de “darle un beso”. El periodista aprende observando el rostro, las reacciones y las maneras de un individuo, así como del ambiente y el círculo que lo rodea, como aconseja el gran escritor norteamericano Gay Talese en su último libro Bartleby y yo.

En su comando de campaña sobra confianza en que la tercera será la vencida. Pero de resultar electo, no le espera una tarea fácil. Chile vive un presente gris. El país que por décadas fue referencia regional de orden y crecimiento hoy parece dominado por la fatiga y la impaciencia ciudadana. Los chilenos en la calle lanzan frases simples y repetidas: “Estamos detenidos en el tiempo”, “los mismos de siempre”, “todos prometen y nada cambia”. Las principales preocupaciones son un fuerte aumento de la delincuencia, la migración descontrolada en la frontera norte y un deterioro de las cuentas fiscales.

El gobierno de Boric se encamina a un final en medio de la apatía general, con apenas 29% de apoyo, pese a una inflación del 3% anual y a un débil crecimiento de la economía, de solo el 2%. Su promesa de transformación, moldeada entre sus reconocidas buenas formas, pasará a la historia por dos constituciones rechazadas, una reforma tributaria empantanada y la aparición del crimen organizado como nunca se había visto en Chile.

–En las últimas elecciones las encuestas mostraron un importante crecimiento de su candidatura. Usted viene de perder dos elecciones, pero este es un país que brinda oportunidades, ya que Salvador Allende perdió tres –1952, 1958 y 1964– antes de ser elegido presidente. ¿Por qué cree que esta vez sí?

–La primera vez que me presenté fue por la inquietud de un sector pequeño pero consolidado que decía que siempre estábamos obligados a votar por lo tradicional, y nuestro desafío era obtener un 5%, no era ganar. Y saqué casi 8%, lo cual fue una sorpresa. Nos sumamos al proyecto de Sebastián Piñera pero sin ser parte del gobierno, para mantener la independencia de nuestro espacio político, siempre defendiendo los principios de la libertad, la propiedad privada y la familia. Luego generamos un partido, el Partido Republicano, para enfrentar una segunda elección presidencial, tuvimos un resultado razonablemente bueno, que nos permite estar bastante expectantes para la elección que viene.

–¿Qué aprendió de esas dos derrotas?

–Uno aprende que en política no siempre se logra lo que uno desea. A veces uno tiene que explicar mejor las cosas a las que apunta. Uno está tan convencido de algo, lo plantea, pero las personas no logran dimensionar lo que hay más adelante. Aprendí también que uno siempre tiene que estar jugado al máximo a pesar de que sepa que va a perder.

–Usted ha calificado de fracaso al gobierno de Boric. ¿Qué Chile deja este gobierno?

–Lo llamamos fracaso porque se le hicieron planteamientos a la ciudadanía de que por el solo hecho de que salieran electos todos los problemas se iban a solucionar. Había una publicidad que decía: si salimos electos el tema de salud va a mejorar, lo mismo con la calidad de la enseñanza y la vivienda. Fue un error plantearle a la población que una opción política por arte de magia iba a solucionar todo. Y muchas personas creyeron en eso, pensando que la vivienda iba a ser gratuita, entre muchas otras cosas. Al poco andar la realidad se impuso sobre esta ilusión. La inseguridad, la inmigración ilegal, la falta de atención en salud y la carencia de vivienda propia aumentaron. No hay parámetros objetivos que indiquen que la condición del país, la calidad de vida de la gente, haya mejorado.

–En caso de acceder a la presidencia, ¿cuáles serían sus prioridades de gobierno?

–Estamos frente a una situación crítica, Chile vive distintas emergencias. La primera es de inseguridad y eso se ve muy marcado por la inmigración ilegal: somos el país que tiene el índice más alto de inmigración ilegal en toda América Latina. En parte por las condiciones económicas que teníamos, la gente ve como una posibilidad de surgir el venirse a Chile. Tenemos una realidad desde el punto de vista del narcotráfico que no conocíamos y un gobierno que no fue capaz de enfrentar esa situación. Tenemos una situación de terrorismo en el sur no reconocida por las autoridades. Nuestro gobierno habla de violencia rural cuando en realidad es terrorismo, asesinan gente, queman viviendas, roban animales. Y tenemos también una emergencia de crecimiento, que se traduce en un drama humano, que es la falta de empleo, con un 9 por ciento de cesantía, es decir, un millón de personas que no tienen trabajo y cerca de 2,5 millones que viven en la informalidad. Son los peores índices en los últimos quince años, salvo el período de pandemia. En lo social, la salud es uno de los mayores dolores de la gente hoy en día, al igual que la calidad de la educación. Hay un gran déficit en materia de vivienda, hoy para un joven es prácticamente imposible acceder a una vivienda propia por el aumento de las tasas de interés de los créditos hipotecarios. Antes teníamos un mercado de créditos hipotecarios a veinte años, eso se terminó.

–Cuando habla de la inmigración ilegal, ¿se refiere a la frontera en el norte del país?

–Sí. Tenemos principalmente un problema con Bolivia. Con Perú algo se ha podido regular porque es un gobierno bastante más serio desde el punto de vista de las relaciones internacionales, pero el daño que le han hecho a Bolivia los distintos gobiernos de izquierda, tanto de Evo Morales como de Luis Arce, ha sido enorme, y el daño colateral para Chile ha sido impresionante. En los últimos tres años han ingresado de manera irregular más de 125.000 personas, casi todos por una localidad que se llama Colchane. La izquierda considera que la inmigración es un derecho, pero no considera que el país de destino tiene el derecho de cuidar a sus compatriotas. Boric hizo un llamado a quien tuviera alguna dificultad en la región a que aquí iba a ser bien acogido. Lo cual sumado a lo que nosotros hemos planteado que es un programa de cierre total de fronteras, cierre físico, pero también cierre de todo tipo de beneficios para inmigrantes ilegales para terminar con el efecto “llamada”. Porque lo que ha hecho el gobierno actual es decir, “Venga, en algún momento lo vamos a empadronar y en algún momento lo vamos a regularizar.” Con todo lo que ello implica en beneficios de salud, beneficios de educación, beneficios de seguridad social. Nosotros lo que hemos dicho es que vamos a cambiar la ley y lo que hoy día es una falta va a ser un delito. Y junto con esa inmigración ilegal hemos tenido el ingreso, porque no hay control fronterizo, de carteles de droga, de crimen organizado, y tampoco tenemos una institucionalidad lo suficientemente robusta para perseguir a los que abusan del sistema económico limpio, que es un sistema abierto para poder limpiar todos los recursos del crimen organizado.

–Chile crece a menos de un 2% anual con baja inflación, pero el chileno vive este momento con un alto grado de fatiga e impaciencia. Usted prometió en alguna entrevista que bajo su gobierno se crearían entre 400.000 y 600.000 empleos. ¿Cómo lo harían?

–En esto hemos sido relativamente prudentes, hay otra candidatura [la de Matthei] que plantea un millón de empleos y nosotros valoramos las metas altas y creemos que es posible incluso subir un poco más en la medida de que se cumplan las cuatro condiciones que decimos que son como las cuatro patas de una mesa. La primera condición que se requiere es seguridad. Hoy la inseguridad se convirtió en una especie de impuesto encubierto para cualquier familia y emprendimiento en Chile. Si nosotros recuperamos parte de la seguridad, tanto los compatriotas como los inversores internacionales verán con mejores ojos invertir en Chile. Antiguamente el ejercicio del poder de la autoridad por parte de las policías era suficiente para contener a los delincuentes. Hoy ya no lo es para contener el narcotráfico, el crimen organizado, porque incluso el poder de fuego de las bandas criminales es mayor que el de nuestros policías. La otra es terminar con el abuso de las regulaciones. Nosotros hablamos de la facilitación regulatoria. Chile tiene una ley de medioambiente, un reglamento de medioambiente hace más de 10 años, pero en el tiempo los periodos de aprobación de cualquier proyecto de inversión se han duplicado o triplicado dependiendo del caso con la misma ley. Hay un tema ideológico, de ambientalismo radical, de animalismo radical, de indigenismo radical que fue frenando cualquier tipo de inversión. El tercero consiste en lograr el progreso tributario. Chile es parte de los países de la OCDE. Entramos a nivel de porcentaje de competitividad en temas tributarios siendo el quinto país en competitividad tributaria y ya somos el número 36 o 38. Ha habido un aumento exponencial de la carga tributaria. Esto parte en el segundo gobierno de Michelle Bachelet y uno puede ver todas las caídas en los índices de crecimiento en Chile a partir del año 2014. Nosotros ahí planteamos una reforma tributaria que es una baja del 27 al 23% en temas de renta, manteniendo una tasa muy baja para los pequeños empresarios del 12,5, pero con un incentivo tributario muy alto a la contratación de personas de manera formal. Entonces, planteamos un crédito tributario contra el pago del impuesto de la renta, que es una vez al año y eso podría llevar a una empresa a bajar del 20% el pago de la renta final. Aquí se bajó la cantidad de horas laborales a 40 horas y se aumentó el sueldo mínimo. Y lo que ha hecho eso es marginar a las personas que estaban menos capacitadas, menos preparadas y menos formadas del mercado formal. Porque la persona que va a invertir dice “Bueno, entre tener en un supermercado 10 personas que hagan de cajero, bueno, dejo una y pongo nueve máquinas de pago automático.” El avance tecnológico, la inteligencia artificial se ha convertido en una especie de competencia para el trabajo formal. Y finalmente esto tiene que ir con un ajuste fiscal. Porque yo no puedo hacer una rebaja o un cambio para el progreso tributario si no hago un ajuste al gasto político. Se habla del gasto fiscal. Nosotros haremos un ajuste fiscal pero enfocado principalmente en gasto político, no en gasto social. Y eso es algo que ha generado discusión, porque planteamos que vamos a hacer un ajuste fiscal de 6000 millones de dólares en 18 meses. Lo haremos ordenando las finanzas públicas, porque hoy día tenemos más de un millón de funcionarios públicos, pero ni siquiera el ministro de Hacienda sabe quiénes son y a quiénes les pagan. Se han dado situaciones de fraude público, como las licencias médicas, hoy día en Chile si alguien se enferma, va a un médico y el médico dice “usted no puede trabajar.” Tiene una licencia y el Estado asume el pago de parte del sueldo de la persona. Bueno, eso se prestaba para muchos fraudes; en Chile el fraude completo es de cerca de 700 millones de dólares.

–Volviendo al tema de la inseguridad, ¿qué se propone para enfrentar este problema en la frontera? Y lo ato con una segunda pregunta. Tengo entendido que usted viajó a El Salvador y vio el llamado modelo de Nayib Bukele. ¿Extrajo algo de allí?

–Sí. Lo primero es el cierre total de la frontera. Hace 4 años, e incluso ya hace 8 años, yo planteé una medida muy básica que era construir una zanja para evitar el contrabando, por el tema de los vehículos robados, muchachas que circulan hacia Bolivia de una manera impresionante. Fui objeto de bastantes burlas. Hoy todos coinciden en que hay que hacer una zanja o un muro o un cerco. Vimos cierres perimetrales en Hungría que funcionaron muy bien, vimos sistemas de seguridad en España en temas de límites y vimos temas de control de fronteras en Italia. Y eso hay que complementarlo con la aplicación real de las sanciones a quienes cometen delitos, que no necesariamente son inmigrantes ilegales. Hay que decir que nuestras cárceles tienen un porcentaje bastante alto de inmigrantes que han cometido delitos y ahí dijimos: “Bueno, ¿cómo recuperamos el control de las cárceles?”. Porque parte del crimen organizado funciona desde el interior de los recintos penitenciarios. Entonces, fuimos a ver dos modelos, el modelo italiano para el control de las mafias, y nos mostraron cómo funcionaba el sistema de aislamiento de los líderes de las mafias. Y fuimos a ver el Cecot, el centro de confinamiento de terroristas en El Salvador, y otras experiencias que estudiamos de Australia bastante estrictas. Hemos concluido que se necesitan más cárceles, que es una cosa evidente porque nuestras cárceles están sobrepobladas, pero tiene que haber una segmentación al interior de las cárceles muy radical. Tienen que existir cárceles de máxima seguridad donde los líderes del crimen organizado por un lado y los extranjeros por otro estén totalmente aislados, cumpliendo los reglamentos penitenciarios, pero aislados en temas de comunicaciones, en temas de visitas, en temas de encomienda, y tienen que seguir el régimen que establece el Estado, que implica el uso de uniforme, el consumo de la comida que se le entrega, que es la misma que consumen los guardias, y régimen de aislamiento total.

–En 2019, Chile, que hasta ese momento era reconocido por su convivencia social y estabilidad económica, sorprendió al mundo con un estallido social. ¿Fueron removidas las razones y los elementos que dieron lugar a esos episodios? ¿Qué chances hay de que se vuelvan a repetir?

–Yo creo que se dieron una serie de factores que el gobierno de la época no supo leer. El gobierno de Piñera llegó con un mandato popular importante, pero fue dejando de lado ciertos temas como el de la seguridad, el crecimiento económico y el atender urgencias sociales en salud y educación. No le puso la atención suficiente y la izquierda fue trabajando hábilmente desde el mundo de la educación, que fue bastante cooptada, principalmente por el Partido Comunista en temas de centros de alumnos, centros de profesores, centros de padres, para empezar a desafiar a la autoridad. Comenzaron con paros intermitentes en los centros de estudiantes, con paralización de las calles, de la movilización colectiva, del metro, y a eso sumado un aumento del narco, de las barras bravas, de los ocupas, que vieron una oportunidad de unirse todos en torno a derribar un gobierno legítimamente electo. Yo no tengo pruebas para decirlo pero se dio una conjunción de factores entre situaciones de antisociales y criminales, con el aval de un sector político, que justificó todo esto por los abusos del sistema al ciudadano. Había personas que dedican su vida al transporte escolar y que terminaban pagando lo que era un sueldo de un funcionario en peaje. Y ahí la autoridad no se anticipó. Había personas que esperaban una atención de salud eficiente y eficaz y se demoraban 12 horas, 18 horas, en la urgencia de un hospital. Y había personas con la esperanza de que del establecimiento de la educación media iban a pasar a la universidad se frustraban porque no alcanzaban el puntaje para entrar a la universidad, y si entraban a la universidad lo que le cobraban en la universidad era tan alto que quedaban debiendo una casa antes de salir. Todo ese malestar ciudadano, que es legítimo, fue canalizado desde punto de vista político. La reacción del gobierno fue muy lenta e inoportuna. Porque cuando se dieron los actos de vandalismo, o uno actúa inmediatamente o se va de las manos. Y esto se fue de las manos y el gobierno actuó casi 24 o 30 horas después. La reacción fue: controlemos esto en parte con el auxilio de las Fuerzas Armadas, pero las Fuerzas Armadas no están preparadas para una conmoción social. Las Fuerzas Armadas están entrenadas para conflictos bélicos externos. Yo no le puedo pedir a un militar que vaya donde hay una manifestación de 100.000 personas con un vehículo militar y trate de imponer el orden. La manera de enfrentar esa movilización social, a mi juicio, fue equivocada. El gobierno no contó, además, con la lealtad de su sector político, que se vio desbordado. Los diputados, los alcaldes, los senadores salieron desbordados y trataron de privilegiar su supervivencia personal antes de respaldar al gobierno que era de su coalición. No teniendo el gobierno la autoridad, habiendo sido superada la fuerza pública y apoyado todo este movimiento por los los partidarios de la oposición al gobierno, se generó una crisis cuya única salida fue entregar la Constitución. Eso a nosotros no nos pareció adecuado.

–¿Ve chance de que eso pueda volver a darse?

–No.

–¿Por qué?

–Porque yo creo que la ciudadanía se cansó de la destrucción masiva sin sentido. Santiago sufrió la destrucción total de cerca de 30 estaciones del metro. Todas las ciudades capitales vieron destruidos sus centros urbanos. El daño económico que eso generó fue enorme y el beneficio supuestamente iba a obtener la gente, porque se iba a lograr la dignidad, no se dio. Hoy la gente está cansada, hay sectores muy vulnerables que tenían antes posibilidad de ir a tres mega supermercados, y hoy no cuentan con ninguno porque fueron quemados y saqueados. Lugares en centros urbanos donde había instalaciones del Estado, como el Registro Civil u otros de atención a la sociedad civil, fueron quemados, vandalizados y hasta el día de hoy no se recuperan. Se demostró que nuestra fuerza policial era profesional y que situaciones que en otros países habían causado cientos de muertos en Chile no se dio. Vinieron policías de países de Europa a ver cómo nuestra policía, con todas las debilidades que tenía, con el material de contramanifestaciones antiquísimo, había salvado la situación. Y eso fue amor a Chile. Todo el desprestigio que se le trasladó a Carabineros de Chile se revocó. Carabineros fue una institución que salvó a Chile, fue muy maltratada en las encuestas, pero hoy de nuevo es reconocida como una de las mejores instituciones policiales de América Latina. Por lo tanto, yo creo que esas personas están conscientes de que lo que Chile necesita hoy es orden, justicia y, sobre todo, paz.

–Usted conoce al presidente Javier Milei que, como usted propone, ha llevado a cabo un ajuste fiscal muy importante. ¿Cómo se siente respecto a las políticas y el estilo de gobierno de Milei?

–Lo que observamos es que cada país tiene sus propias realidades. Hay ciertos temas en los que nosotros podemos tomar ejemplos. Así como hablábamos de El Salvador y yo le mencioné Italia en temas de política carcelaria, le puedo mencionar a Hungría e Italia en temas fronterizos o económicos. En la Argentina claramente bajar de una inflación de 200% a una que debe estar cerca del 30 o 35% requiere una voluntad muy grande. Nosotros tenemos una gran diferencia en Argentina, tenemos un Banco Central independiente, tenemos ciertas instituciones que están bastante más sanas, un Poder Judicial que ha sufrido algunas crisis, pero que da bastante garantía, una Fiscalía Nacional de Persecución del Delito que también da garantías, tenemos una institucionalidad más sólida de lo que han podido vivir en Argentina. Conozco a Javier Milei y valoro cómo enfrentó el tema de la inflación y cómo sacó a gente de la pobreza. Eso hay que reconocerlo. En Chile hemos tenido políticas sociales muy exitosas, como el combate de la desnutrición, del analfabetismo, generar infraestructura básica en agua potable, pavimentación, electrificación, alcantarillado, que, claro, cuando uno como turista va a Buenos Aires y va a Capital, no se imagina que a 40 km de eso existe miseria. Puede que hoy estén atravesando un momento más difícil, pero yo espero que la ciudadanía valore que ha salido gente de la pobreza, más allá del ajuste fiscal, y que en algunos lugares también se ha combatido con fuerza el crimen organizado.

–La misma pregunta sobre el presidente Donald Trump, ¿qué opinión tiene sobre su gestión?

–Lo mismo, cada país tiene su realidad. El presidente Trump llegó al poder con una alta adhesión ciudadana, fruto en parte de un gobierno anterior que dijo que iba a solucionar los problemas sociales de la ciudadanía, pero los índices en temas de mejoramiento de la calidad de la salud, de educación, de vivienda, no mejoraron tanto. Por lo tanto, él tiene que hacer un ajuste, que es muy difícil en un país tan grande como Estados Unidos y que tiene tantos intereses en el mundo. Yo valoro de sus políticas públicas el intento de ajuste fiscal que está haciendo, de utilizar bien los recursos Y claro, le ha tocado una situación internacional conflictiva en parte por gestiones del gobierno anterior, diría yo, que no supo enfrentar bien la la situación crítica en Europa, entre Rusia y Ucrania. Y también le toca una competencia a nivel económico importante con otra potencia que es China. Es difícil ponerse en la situación del presidente Trump, que enfrenta crisis geopolíticas y de guerra. Tengo esperanza en que lo haga bien y que saque adelante a esa nación con la cual nos une una razón histórica de todo tipo, económica, cultural, educacional, la mayoría de los jóvenes que buscan estudios de posgrado lo hacen mirando hacia Estados Unidos. Chile cuenta con el visa waiver [programa de exención de visa] que para nosotros es una gran ventaja, lo que implica una situación permanente de observación por parte de Estados Unidos. Tenemos un tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos, fuimos de los primeros que firmamos tratado de libre comercio y eso va en la línea de lo que cree Chile, que nosotros tenemos que competir a nivel mundial. Fuimos de los primeros países que llevamos los aranceles casi a cero en todos los productos, cosa que veo que otros países hoy día están tratando de imitar. Tenemos una cantidad de tratados de libre comercio muy importante, que en campaña Boric dijo que lo iba a terminar, cosa que finalmente gracias a Dios no se hizo.

–Tanto Trump como Milei han convertido a los medios de comunicación en blanco de sus críticas. ¿Qué rol considera usted que tiene la libertad de expresión en Chile y en el mundo?

–Nosotros siempre lo hemos considerado fundamental, tenemos una buena relación con los medios de comunicación masiva. No siempre compartimos el cómo cubren nuestras propuestas políticas pero entendemos que ejercen un rol. Nosotros, en paralelo, también hemos desarrollado nuestras vías de comunicación a través de redes sociales, siempre con mucho respeto a los medios de comunicación, pero hoy tenemos una fuerza comunicacional propia en redes bastante fuerte. Yo todas las semanas doy una conferencia de prensa, casi siempre los lunes, junto con parlamentarios y otros líderes políticos del partido, donde contestamos todas las consultas que nos hacen que nosotros estimamos conveniente contestar. Porque uno también tiene la libertad de contestar las cosas que la prensa pregunta desde la perspectiva de lo que uno piensa. La interpretación de lo que uno diga queda en manos de la prensa, y uno se ve expuesto al día siguiente a titulares que muchas veces uno no comparte, pero que en el tiempo más que en la disputa por el titular nosotros vamos mostrando con coherencia, con constancia, que no cambiamos de línea política o de opinión.

–En la Argentina existe una fuerte polarización política, pero en los últimos días, tanto el presidente de la Nación como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, volvieron a hablar de procurar lograr consensos. ¿Cómo se manejará usted con este Congreso que está tan fragmentado?

–Nuestra aspiración es que gane alguien de oposición al actual gobierno. Estamos bastante bien posicionados, he señalado de manera reiterada que si yo no gano en la primera vuelta, apoyaría a cualquier candidato de oposición al actual gobierno que logre ganarle a la candidata a la continuidad. Pero junto con la elección presidencial en Chile se renueva completamente la Cámara de Diputados y la mitad de la Cámara de Senadores. Para nosotros es fundamental obtener una mayoría, aunque sea de un voto en la Cámara de Diputados y romper el empate que tenemos en el Senado, que se logró hace cuatro años y que fue una gran noticia para Chile. Se podría dar por primera vez en la historia que un gobierno de derecha tenga mayoría parlamentaria amplia. No estoy diciendo que nosotros aspiremos a una mayoría republicana. Vamos a hacer un pacto con dos partidos aliados, el Partido Nacional Libertario y el Partido Social Cristiano, más el Partido Republicano. Aspiramos a que esa mayoría parlamentaria incluya a la derecha tradicional, que es Chile Vamos, más dos partidos que ellos incorporaron, que son de centro, centro-izquierda, más amarillos y demócratas. Y una vez que se dé esto, un triunfo presidencial y un triunfo parlamentario, que convoquemos un gobierno de unidad en temas legislativos. Porque el narcotráfico, el crimen organizado, la pobreza extrema, no tienen que tener división política, tenemos que tomar medidas urgentes y eso pasa por un ajuste fiscal importante. Si queremos enfrentar el narcotráfico y el crimen organizado, si queremos recuperar las cárceles y recuperar el control de las fronteras, eso pasa por un acuerdo transversal en el parlamento.

–Cuando habla de gobierno unidad, ¿incluye a las fuerzas de izquierda también?

–A las que quieran sumarse a proyectos de ley que ya hemos ido esbozando sobre inmigración, educación, recuperación de cárceles, por ejemplo. Yo lanzo uno por semana y eso requiere del apoyo transversal de fuerzas políticas de derecha, de centro y esperamos también, aunque hoy día digan que no, que una vez expuestos nuestros proyectos de ley, ellos se dan cuenta de que esto supera la diferencia política.

–El conflicto mapuche ha sido un tema central en la agenda de Chile y también, en menor medida, en la Argentina. ¿Cuál es su diagnóstico sobre las causas profundas y cómo planea abordarlas?

–Yo creo que, de nuevo, aquí la ideología se apoderó de un concepto. Nosotros tenemos pueblos originarios, pero no tenemos un conflicto con los pueblos originarios y menos tenemos un conflicto con el pueblo mapuche. Las personas que viven en la región de la Araucanía primero son chilenos y después son de alguna etnia. Nosotros lo demostramos en las últimas elecciones, donde en todos los sectores de la Araucanía marcamos primera mayoría. Lo que se requiere ahí es solucionar los problemas sociales, los caminos, el agua potable rural, la electrificación, la dignidad para la vida. Hay una política de entrega por tierras cuando hay conflicto, todos los gobiernos entregan las tierras, pero no entregan caminos. Entonces, al final lo que hacen es entregarle unas tierras abandonadas a un grupo de personas donde gobierna el más fuerte, que es el supuesto líder de la comunidad. Pero si yo quiero llevar una población de 50 familias, tengo que darles un camino de acceso en invierno y verano, porque es distinto que yo vaya de visita en el verano, aquí trata de entrar en el invierno con el barro de un metro. Tengo que permitirles a esas personas una solución sanitaria, tengo que decirles a esas personas que van a tener acceso a la electricidad. El Estado no controla el cultivo de drogas dentro de las comunidades, el estado no controla el ingreso de vehículos robados, de ganado robado a los vecinos, por lo tanto hay una espiral de violencia y de mal uso de los recursos públicos fruto de un mal concepto de lo que es un conflicto mal denominado mapuche. Aquí hay un conflicto entre terroristas y el Estado establecido y eso lo vamos a combatir.

–El legado del general Augusto Pinochet siempre ha sido un tema polarizador en Chile y en la región. Usted ha sido identificado en su juventud con posturas que valoran alguno de esos aspectos. ¿Tiene algo para decir al respecto?

–Nosotros hemos planteado que este futuro gobierno es un gobierno de emergencia. Y que todas aquellas materias que nos dividan las vamos a dejar de lado para enfrentar aquellos problemas sociales urgentes. Estamos mirando hacia el futuro y lo hemos reiterado porque es una consulta que se hace de manera reiterada en todos los lunes, sobre todo en este mes, que es un mes de las celebraciones de las fiestas patrias. Nosotros lo que decimos es que Chile es futuro. Estamos con toda la fuerza, con toda la energía para hacer los cambios necesarios para recuperar la calidad de vida a las personas. No estamos para discutir lo que ocurrió hace más de 50 años. Lo hemos planteado una y otra vez. Y sí, desde el mundo político vuelven a hacer la consulta una y otra vez. Nosotros le contestamos siempre lo mismo. Miremos al futuro, saquemos a Chile adelante de las urgencias en las que hoy día estamos.

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