Independiente erró todos los goles posibles y perdió con Lanús por la fecha 12 del torneo Clausura​

Independiente lo intentó de todas las maneras posibles, convirtió a Nahuel Losada en figura de la cancha, se chocó con los postes y con sus propias y conocidas deficiencias en el remate final… y volvió a perder. Esta vez 2-0, en su casa y ante un Lanús que aprovechó sus contadas ocasiones y esperó con paciencia que la ineficacia rival le diera el triunfo.

Después de lo visto en la lluviosa noche, ya no cabe dudas: Independiente necesita un aquelarre, una de esas reuniones que las brujas organizaban en tiempos medievales, porque con una sola de esas mujeres de poderes mágicos no le va alcanzar la mufa que lo persigue. No importa lo bien que se pare en la cancha, ni el ímpetu y la energía que le imprima a sus movimientos, ni la predisposición para dominar los partidos. Tampoco la cantidad o calidad de ocasiones favorables que genere. Su relación con el gol es de las que cualquier psicoanalista calificaría de tóxica. Porque parece despreciarlo cuando se trata de concretarlo en la red rival con la misma intensidad con que lo facilita en el arco propio.

El resumen de Independiente vs. Lanús

Hasta el minuto 25 de la primera parte, el Rojo dio muestras inocultables de mejoría futbolística respecto a todo lo que viene demostrando en el semestre. Rápido en los desplazamientos, preciso en los toques, inteligente para repartir el juego a través de Rodrigo Fernández Cedrés, profundo con la subida de los laterales (Milton Valenzuela reemplazó al resistido Facundo Zabala y demostró mayores cualidades), incisivo con la gambeta de Matías Abaldo por la izquierda e impetuoso con las diagonales y el trabajo en el achique y la recuperación de Ignacio Pussetto, el conjunto de Gustavo Quinteros se llevaba literalmente por delante a un Lanús que hacía agua por los cuatro costados, y no por culpa del diluvio.

En ese lapso, Pussetto cabeceó sin marca uno de esos centros que cualquier delantero sueña con que le caigan en la testa; Santiago Montiel remató afuera de zurda (su pie en teoría más dúctil) con el arco vacío; y Pablo Galdames erró el tacazo al querer desviar desde el borde del área chica un disparo cruzado de Montiel. En ningún caso, la pelota acabó entre los tres palos de Nahuel Losada; todos se fueron anchos rumbo a los carteles de publicidad. Antes, a los 20 segundos del arranque, el arquero se encargó de rechazar con éxito el primer disparo, de Vera; y después, a los 38 minutos, un zurdazo envenenado de Abaldo que se le metía por el primer palo.

¿Qué pasó en el minuto 25? Muy simple. El Granate, que solo había asomado por las cercanías de Rodrigo Rey a los 3 minutos, merced a un muy buen giro de Walter Bou y un posterior remate desviado, logró recuperar en el mediocampo, avanzó Marcelino Moreno, lanzó un centro bajo de derecha a izquierda sin aparente riesgo, Rey se agachó para atrapar la pelota, pero Vera se la pellizcó un segundo antes para dejársela servida a Bou. Toque fácil. 1 a 0. Incomprensible de acuerdo al desarrollo. Entendible dentro de la maldición que viene persiguiendo al Rojo desde hace meses.

Lanús, además de un conjunto al que se le nota la solidez táctica con que Mauricio Pellegrino suele revestir sus equipos, se ha convertido en este siglo en una de las tantas piedras que le han crecido en los zapatos a Independiente desde que inauguró su época de vacas flacas. De hecho, hay que remontarse a 2014 para encontrar su última caída en el Libertadores de América.

El karma, traducido en algunas goleadas escandalosas, eliminaciones en copas (Argentina y Sudamericana) y una “paternidad” moderna que se hace sentir, se fue reforzando a medida que avanzaba el reloj de la segunda mitad. Porque todo continuó igual. O incluso peor.

A los 15, Luciano Cabral quiso rematar de cabeza un rechazo de Losada con los puños, rozó Agustín Cardozo y el palo izquierdo ahogó el grito de la hinchada. Siete minutos más tarde, Leonardo Godoy sacó el latigazo desde la medialuna e hizo carambola: travesaño, espalda de Losada y palo para quedarle mansita al arquero, que ya le había negado el festejo a Sebastián Valdez y volvió a hacerlo ante un tiro libre de Montiel.

Para rematar la noche, a los 43, Lanús salió del letargo ofensivo. Rodrigo Carrera despachó el centro, peinó Rodrigo Castillo, palo y, como no podía ser de otra manera, el balón le cayó llovido para que el propio delantero la empujase a la red.

La hinchada local, harta de ver a los suyos en el último puesto y de no festejar un triunfo en todo el torneo, cargó contra dirigentes y jugadores, aumentando la tempestad nocturna. Esta vez, quizás con menos razones que en otras. Independiente puso un empeño mayúsculo por ganar el partido. Sus errores en el toque final, la mala fortuna y un blooper insólito en defensa se lo negaron. Quinteros tendrá que mejorar muchos aspectos, pero quizás la mejor decisión sería convocar un aquelarre con la mayor cantidad de brujas posible.

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