Imanol Arias y Susú Pecoraro volvieron a enamorar: el Oscar que no fue y la predicción de Bemberg que los marcó​

Deseo, religión y política. Tomando como base la historia real del amor prohibido entre una joven aristócrata y un sacerdote católico a mediados del siglo XIX, María Luisa Bemberg sacudió la recuperada democracia argentina al romper los estereotipos culturales, criticar los abusos del poder, cargar contra el celibato y posicionar un discurso de género adelantado a su época. Cuarenta años después del estreno de Camila, la película protagonizada por Susú Pecoraro e Imanol Arias, el mejor ejemplo del romanticismo trágico autóctono sigue manteniendo su vigencia y esa capacidad para reflejar algunas tensiones del presente. Motivos más que suficientes para que el Ministerio de Cultura de la Ciudad decidiera homenajearla con una jornada de reconocimiento en el Teatro San Martín.

En la tarde-noche de ayer, en el hall Alfredo Alcón, Silvina Chediek recibió a Pecoraro y Arias, junto con la productora Lita Stantic, para una charla abierta sobre el impacto del largometraje en la historia del cine y la sociedad argentinas. Una amena conversación que contó con el acompañamiento de parte del equipo técnico de rodaje, la presencia de Luisa y Cristina Miguens, hijas de María Luisa Bemberg, y Pilar O’Gorman, descendiente directa de la Camila real. “Fue una suerte el haber podido hacer esa gran historia -aseguró Imanol Arias-. Y, sobre todo, una suerte el poder ir viendo en perspectiva quién era María Luisa. Era tan moderna su concepción de la feminidad que yo no me atrevo a decir que era feminista. Era mucho más, porque no solo expresaba la libertad de la mujer, sino la condición de libertad que la mujer tiene dentro de sí misma. Si María Luisa hablara hoy, la meterían presa o la insultarían. Porque ella sabía que las mujeres tenían que salir a conquistar ese algo que está innato en la mujer, que es su naturaleza libre, gestora, madre y la historia misma de la Tierra.”

Según Pecoraro, el guion era tan genial que terminó llorando en el piso después de leerlo. “Tuvimos que desaprender lo que era nuestro tiempo -afirmó-. Ir para atrás y quitar todos los vicios que pudiéramos traer. Camila tenía que ser un personaje moderno, pero yo no le podía meter nada de mi actualidad de 1984. Debía seguir siendo esa niña aristocrática del siglo XIX, con su particular forma de hablar, pero diferente a las demás. Me enamoré tanto de ella, que la cuidé y no quise quemarla haciendo después otros trabajos de época. No la usufructué, me quedé sin trabajar mucho tiempo, dije que no a cosas que no tenían su nivel. Porque ese amor que yo puse ahí, lo puedo decir con el corazón así de abierto, fue lo más lindo que me pasó. ¿Cómo negar algo que fue tan bello? Por eso, hoy decido que cada vez que alguien me hable de Camila o se emocione por Camila, lo voy a mirar a los ojos y le voy a decir, con el mismo amor con que la hice: ¡qué lindo!”

Carga histórica

De acuerdo con la leyenda, Camila comenzó a gestarse en la madrugada del 2 de abril de 1982, con el inicio de la Guerra de Malvinas marcando el próximo final de la última dictadura. En una mesa del histórico restaurante El Tropezón, Stantic convenció a María Luisa Bemberg de abordar el tórrido romance entre Camila O’Gorman, quinta hija de una poderosa e influyente familia de clase alta, y el sacerdote jesuita Ladislao Gutiérrez, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Bajo la atenta mirada de ambas, el camino al pelotón de fusilamiento que terminaría con la vida de los amantes y su hijo por nacer, levantaba su voz en defensa del progresismo librepensador y las libertades individuales, criticando duramente al Estado autoritario, la Iglesia retrógrada y la élite conservadora. Nada mal para una película que iniciaba su rodaje el 10 de diciembre de 1983, día en que asumió Raúl Alfonsín.

“La carga histórica se dio así, de casualidad -recordó Stantic-. De la misma manera en que surgió la idea de hacer la película sobre Camila. En realidad, toda la producción nació de una manera muy extraña. Una de las cosas asombrosas del film, aparte de las actuaciones, es que tiene unos decorados muy creíbles porque son todos naturales. Fueron ocho semanas de rodaje en Chascomús, Pilar y Santos Lugares. No se construyó ni se pintó absolutamente nada. Se consiguieron lugares que estaban igual que en el momento de la ficción. Fue todo muy impresionante”. Por su parte, Arias destacó el “encuentro cinematográfico y humano entre la Argentina y España. Ahora nosotros nos vemos muy niños para toda esa responsabilidad, pero lo cierto es que íbamos rectos como velas, muy tranquilos, como si fuéramos Marcello Mastroianni y Sophia Loren ya mayores”.

El Oscar que no fue

Estrenada el 17 de mayo de 1984, Camila contó con un elenco multiestelar. Acompañando a Pecoraro y Arias, se lucían Héctor Alterio, Elena Tasisto, Carlos Muñoz, Juan Leyrado, Cecilio Madanes, Claudio Gallardou, Boris Rubaja, Zelmar Gueñol y Juan Manuel Tenuta, entre muchos otros. A pesar de ser resistido por diversos sectores, sufrir amenazas de bomba en cines y la vandalización callejera de afiches, el film supo imponerse a cualquier prejuicio y congregó a más de 2 millones y medio de espectadores, exhibiéndose también en el Uruguay (todavía bajo gobierno militar), los EE.UU. y Europa.

Para el cine argentino, además, significó la segunda nominación al Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera. “No lo ganamos -recordó Pecoraro-, pero Camila realmente ganó en la gente la había visto. Si hasta Robert Wise (El día que paralizaron la Tierra, West Side Story, La novicia rebelde), que en ese momento era director de la Academia, me dijo que él creía que Camila ganaba”. La estatuilla de la edición 1985 fue para La diagonale du fou, coproducción franco-suiza que “no vio nadie -afirmó Arias-. Lo que me contaron mucho tiempo después es que, durante el gobierno ultraliberal de Ronald Reagan, los suizos compraron ese Oscar. Todo era una tapadera para ofrecer cuentas opacas en Suiza”. Stantic no concuerda: “Nosotros no hicimos ningún tipo de lobby, pero el productor suizo sí. Al haber sido vicepresidente de una importante compañía cinematográfica, invitó a todos sus amigos a la proyección de la Academia; y esos amigos eran los que votaban. Al año siguiente, justamente por el tema de Camila, se cambió el sistema de votación. Pero no le dimos mucha difusión a esta historia”.

De todas formas, el éxito modificó sustancialmente la carrera profesional de sus protagonistas. Susú Pecoraro se consagró y su labor fue reconocida con sendos galardones en los prestigiosos festivales de Karlovy Vary, La Habana y Biarritz. “En esos encuentros, tuve la suerte de hacerme amiga con García Márquez, con Galeano, con Benedetti -contó-, que eran grandes fanáticos de Camila. Y en Hollywood me pude cruzar con Harry Belafonte, Jessica Lange, Gregory Peck, Stevie Wonder. No ganamos el Oscar, pero yo me fui a todas las fiestas y bailé con todos los actores del momento”.

A Imanol Arias le permitió iniciar un largo romance con el público argentino, ratificado en estos días con la obra teatral Mejor no decirlo, junto a Mercedes Morán. “Es verdad que María Luisa me decía algo que yo tardé en entender: Camila te regalará un país. Y ese es un sentimiento que manifiesto con cierta vergüenza, porque en serio me siento parte de una gran comunidad de actores argentinos. Si tuviera que hacerle algún reproche a los políticos de aquí, a todos los que ha habido desde entonces, es que nunca han considerado darme la doble nacionalidad, así puedo ser argentino de una vez por todas. Pero sigo peleando por ello.”

Sobre el final, Gabriela Ricardes, ministra de Cultura de la ciudad, hizo entrega de una plaqueta conmemorativa a los invitados, mientras Pablo Valle interpretaba al piano parte de la banda sonora original de Camila, compuesta por Luis María Serra. Arropados por esa melancólica melodía, recuperando ese ayer eternizado por el recuerdo, Pecoraro y Arias recrearon los dos diálogos más icónicos de la obra: “Camila, ¿qué voy a hacer contigo? Lo que usted quiera” y “Ladislao, ¿estás ahí? A tu lado, Camila”. Después, los aplausos que taparon todo, la foto final y las largas colas del público disponiéndose a disfrutar de la proyección gratuita de la versión remasterizada, en las salas Leopoldo Lugones y Manuel Antín. Una vez acallado el ruido, en ese hall vacío y silencioso, solo quedaron los maniquíes con el vestuario original de Camila y Ladislao fusilados, mudos testigos de ese amor capaz de alzarse sobre los prejuicios, el tiempo y la muerte.

​ Los actores charlaron con el público y revelaron cómo les cambió la vida el film de María Luisa Bemberg; Arias, que protagoniza el éxito Mejor no decirlo, afirmó que se siente un actor argentino; Pecoraro explicó por qué nunca volvió a hacer una película de época  Espectáculos 

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