“Igual sos boleta”: piñas, Ithakas y sangre, un secuestro que sacudió a la Argentina y cuyo protagonista tendrá una serie en Netflix​

“‘Hasta aquí llegué’, me dije. Con la sangre que me seguía saliendo de la nariz escribí en el puño de la camisa las dos letras: A y G”, relató la víctima unos días después de su secuestro.

A mediados de 1983, establecida ya la fecha para las elecciones presidenciales, la última dictadura militar de la Argentina entraba en sus estertores finales. Sin embargo, algunos de sus más nefastos referentes continuaban manejándose con la misma impunidad de los años más oscuros.

Es el caso de Aníbal Gordon, quien el 24 de agosto de ese año, a plena luz del día, en el barrio de Núñez, ejecutó un secuestro tan altisonante que salió en la portada de los principales diarios del país: el de Guillermo Patricio Kelly.

Aníbal Gordon, el secuestrador

En 2025, cuatro décadas después de ese incidente, la figura de Gordon vuelve a emerger a la luz pública merced a que Netflix acaba de anunciar que lanzará una serie dedicada a él. La ficción, basada en un libro de Marcelo Larraquy, será dirigida por Pablo Trapero y protagonizada por Rodrigo de la Serna.

El actor encarnará así a un personaje macabro, que pasó de ejercer la delincuencia común a liderar bandas paramilitares que prestaron servicio a la Triple A y más tarde a los grupos de tareas de la última dictadura, vinculado a la SIDE y a centros clandestinos de detención, como Automotores Orletti.

En la década del ‘80, el prontuario de este criminal se completó con la realización de secuestros, muchos de ellos extorsivos y que culminaban con el asesinato de las personas raptadas.

Guillermo Patricio Kelly, el secuestrado

Aquí es donde entra como víctima Kelly, otro individuo indescifrable de la vida Argentina de la segunda mitad del siglo XX.

Definido en los medios de aquella época como “dirigente nacionalista”, este personaje pasó de ser uno de los titulares de la Alianza Libertadora Nacionalista (grupo de choque de derecha relacionado con el primer peronismo) a ser sospechado de trabajar para los servicios de inteligencia de la Argentina, pero también de los Estados Unidos y de Israel.

Era, además, un personaje mediático, asiduo visitante de la mesa de Mirtha Legrand y que hasta llegó a tener su propio programa de televisión, Sin Concesiones, en la década del ‘90.

Rodeado de misterio acerca de sus actividades y su medio de vida, Kelly se había convertido a comienzos de los ‘80 en un denunciador serial de determinados personajes que se convirtieron en sus enemigos. Uno de ellos, fue Aníbal Gordon, a quien lo acusó de ser autor de algunas muertes que la justicia estaba investigando.

La vecina que vio algo raro

“Argentina es prisionera de la mafia”, dijo Kelly en una entrevista para Radio Argentina en la mañana de ese 23 de agosto, antes de salir de su casa, ubicada en la calle Moldes al 3800. Poco después, a las 7.45 abandonó su hogar y se trepó a su vehículo, un Ford Taunus color Mostaza, para dirigirse hacia le centro de la ciudad.

Por fortuna para él, Kelly cruzó al salir de su edificio a una vecina, Marta María Schelesinger, que percibió algunos movimientos extraños y no quedó indiferente. Ella observó que, luego de que su vecino arrancara el auto, otro vehículo, un Renault Fuego azul, que estaba detenido, se puso en marcha y fue tras el Taunus. La mujer vio dentro de ese coche a dos hombres, uno de ellos, con un intercomunicador.

Como Marta sospechaba que algo no estaba del todo bien, le pidió a su hija, que justo sacaba el auto de la cochera, que siguiera el coche de Kelly, que entonces doblaba por García del Río, en dirección a Cabildo. Ahí, la mujer vio que un nuevo vehículo, un Falcon beige, se sumaba a la persecución.

En efecto, poco después, cuando Kelly marchaba por Cabildo, su vehículo fue interceptado por el Renault Fuego. Y rodeado por los otros dos.

“Voy al matadero”

Eran las 7.50 y el lugar, la esquina de Cabildo y Republiquetas, actual Crisólogo Larralde, donde se encontraba entonces el Banco del Buen Ayre. En ese momento, miércoles por la mañana, había decenas de personas que se convirtieron en testigos del hecho.

Uno de estos testigos, que prefirió no identificarse, le contaba entonces a LA NACION: “Del Falcon bajaron varios hombres, vestidos de sport, que se introdujeron en el Taunus -que manejaba Kelly- y comenzaron a golpearlo despiadadamente. Le pegaban con las culatas de las armas, lo bajaron y lo pusieron en la parte de atrás del Taunus”.

“‘Voy al matadero, pensé’. Peleé mientras pude para ver si zafaba. Aunque me golpearon mucho, y sangraba a mares, no me pudieron desmayar”, dijo el mismo Kelly en una extensa entrevista que le hizo el periodista Horacio de Dios y que derivó en un libro llamado Kelly cuenta todo, publicado por la Revista Gente en septiembre de 1984. Allí también señaló que uno de los que lo golpeaban era Marcelo Gordon, el hijo de Aníbal e integrante de su banda.

El patrullero y el coronel

El taxista que ofició como testigo añadió que a la esquina llegó un patrullero de la comisaría 35, que era la de la zona de Núñez, pero que los efectivos no hicieron nada porque de uno de los autos salió un hombre con uniforme militar, un coronel, por los galones que ostentaba.

El uniformado, que resultó ser el propio Aníbal Gordon, llevaba una metralleta en la mano y les dijo a los policías que no intervinieran, que era una operación oficial.

Luego, los tres autos, más una camioneta, doblaron y huyeron rápidamente por Republiquetas con dirección hacia el oeste.

En su libro, el propio dirigente nacionalista cuenta que, a su entender, dos cosas pudieron evitar que el desenlace de su secuestro fuera trágico. Primero, que antes de que los malhechores lo sacaran del volante pudo activar la alarma antirrobos, que a los secuestradores les costó desactivar y llamó la atención de los que estaban por la zona.

Y otra, que su vecina María Marta regresó a su domicilio y le contó a la esposa del secuestrado, Irma Mangialavore, lo que había presenciado. De inmediato, la mujer de Kelly radicó la denuncia por secuestro en la comisaría 35. “A las 8.10, ya estaba hecha la denuncia -dice la víctima en su libro-. Con una decisión de mi compañera que debe ser ejemplo ciudadano. Sin ella no estaría vivo”.

A y G, dos letras escritas con sangre

Kelly fue trasladado en su propio vehículo hasta algún lugar de la Panamericana y Márquez, donde lo pasaron a una combi, luego a un Falcon verde y, por último, a una camioneta del mismo color.

En ese vehículo llegaría el que fue quizás el momento más dramático de todo su corto pero intenso cautiverio. Así lo relató él mismo en su entrevista con De Dios, donde nombra a algunos integrantes de la banda: “Cuando ya estaba en la camioneta pintada de verde militar, tirado en el suelo boca abajo y con los pies de Eduardo Ruffo y Leonardo Save encima, pensaba que todo estaba terminado. ‘Hasta aquí llegué’, me dije. Con la sangre que me seguía saliendo de la nariz escribí en el puño de la camisa las dos letras. A y G. Siento que cargan las Ithakas y me ponen las armas detrás de la oreja. No lo olvido más”.

Pero entonces no llegó el final para el cautivo. Kelly cree que alguien le ordenó a Gordon que parara la ejecución, porque el caso se había hecho público. “Gordon no manda”, le diría luego a Horacio de Dios, para después añadir: “Solo responde las órdenes que le dan”.

“Igual sos boleta”

En otro momento de la reconstrucción de su secuestro, esta vez para el diario LA NACION, Kelly recuerda que Gordon se le acercó en un momento para decirle: ”Patricio, sos un hijo de puta, no creí que fueras un pez tan gordo. No hay prensa en el mundo que no esté hablando de tu secuestro. Pero igual, sos boleta, aunque nos tengamos que enfrentar con la policía. Vos sos la mortadela del sandwich”.

En efecto, todo el mundo estaba hablando ese día de lo que había pasado con Kelly. Incluso el presidente de facto, Reinaldo Bignone, expresó “su indignación” ante ese suceso. Y lo mismo hicieron otros referentes políticos y diversas organizaciones civiles que comenzaban a expresarse abiertamente en tiempos de una dictadura en retirada.

Poco antes de ser secuestrado, Kelly había dicho en la revista La Semana -aunque sin ratificarlo ante la Justicia- que un tal Aníbal Gordon estaba relacionado con las muertes de Gregorio Dupont, Martha Holmberg y la desaparición del empresario Fernando Branca.

Tres crímenes resonantes en esos tiempos, en los que la Justicia había vinculado también a Emilio Massera, exjefe de la Marina, miembro de la Junta Militar que dio el Golpe de Estado de 1976 y uno de los hombres más poderosos y abyectos en los años en que más crímenes se cometieron desde el poder estatal durante la dictadura.

Los enemigos de Kelly

Por causa de sus constantes denuncias, el inquieto Kelly había ganado varios enemigos. Entre ellos, Massera, el sindicalista y titular de las 62 organizaciones, Lorenzo Miguel y, en los últimos días, el propio Gordon.

Pero quizá la mayor organización contra la que apuntaba este porfiado denunciante era la logia masónica Propaganda Due (P-2). Una organización de origen italiano que se tornó clandestina y criminal y que, según el denunciante, había extendido sus ramas en la Argentina, donde uno de sus miembros más importantes sería el propio Massera.

De modo que, teniendo todos estos personajes pesados en la vereda de enfrente, se hace más complejo saber quien pudo ser el autor intelectual del secuestro de Kelly. ¿Fue el propio Gordon con su banda, acostumbrado a hacer este tipo de trabajo -secuestrar y matar-, o fue alguien más poderoso el que ordenó hacerlo?

Explosivos en un aljibe

Como sea, el periplo de Guillermo Patricio Kelly bajo el dominio de Gordon y sus hombres duró unas horas más. Siempre con la cabeza cubierta por una toalla o trapo, el secuestrado continuó viajando varios kilómetros.

Lo llevaron por la Ruta Nacional 178 -que une Buenos Aires con Santa Fe- y luego por caminos rurales hasta las inmediaciones de Rosario.

Llegaron a un campo donde había un aljibe. La tela que debería cubrir la vista del cautivo era bastante transparente, de modo que él pudo ver, a través de ella, otro de los hombres de Gordon, César Enciso.

“Lo veo a Enciso que con absoluta tranquilidad, como si estuviera tejiendo, estaba arrollando varios cartuchos de gelinita. Me iban a colocar con los explosivos en el fondo del aljibe”, cuenta en su libro Kelly, que durante todo su secuestro pensó que en algún momento lo matarían.

Pero esto finalmente no ocurrió. Kelly cuenta que, una vez llegados a Rosario, lo llevaron hasta una casa donde Gordon lo interrogó con preguntas absurdas, le pegó un culatazo y le dijo: “Ahora vas a hablar en serio”. Al rato, le dieron agua y una Novalgina, que él prefirió escupir a escondidas por miedo a que quisieran darle una sustancia nociva.

La mujer de Kelly en la tele

El secuestrado cuenta luego que en la cocina de la casa en la que estaban, cuando los maleantes prendieron el televisor, justo estaba la mujer de Kelly declarando en la comisaría 35. “Recién en ese momento me doy cuenta de todo el escándalo que se había armado -cuenta en el libro-. Gordon pierde los estribos y grita que no puede ser, que él esta en boca de todos y no puede ser”.

Segundos más tarde, vuelven a apuntarle en la cabeza. “Hacen una pantomima de mi boleta”, diría Kelly. En ese acto, los captores le ofrecieron “llegar a un arreglo”, lo que le permitiría conservar la vida. “Gordon me ofreció irme del país con mi esposa, para lo cual brindaba los medios necesarios con la condición de que no volviese al Palacio de Justicia para denunciar ilícitos”, dijo la víctima a la prensa, tras salir de su cautiverio.

Pero en el libro, el dirigente nacionalista añadió el dato de que Gordon le propuso que se uniera a su banda: “Me ofrecieron irme seis meses a Europa para que todo se aplacara y que al volver me uniera a ellos. Les contesté, siguiéndoles la corriente, que era muy lindo para ser cierto. Y me contestó Gordon: ‘Pero Patricito, cómo no vas a creer en mí’”.

“Pensé que me iban a tirar”

Finalmente, con el aparente arreglo concretado (“si no había acuerdo, yo era boleta seguro”, diría Kelly después), los secuestradores volvieron a subir a un vehículo a su víctima y lo dejaron en la localidad de Ingeniero Maschwitz, a 60 kilómetros de Buenos Aires, cerca de una estación de servicio del Autmóvil Club Argentino.

“Me dijo Gordon que así como ellos cumplían yo también debía hacerlo. Él bajó con la ametralladora y pensé que me iban a tirar. Luego se puso el coche en marcha para volver a la ruta 9 y corrí hacia la estación”, relató Kelly.

El diario LA NACION contaría en su portada del jueves 35 de agosto: “Esta madrugada, a la 1.15, apareció con vida Guillermo Patricio Kelly”. Lo describían como “un hombre con evidentes rastros de sangre en su rostro y ropas y con numerosos golpes en su cuerpo”.

“Gordon y su pandilla de psicópatas nazis”

Poco días después, un Kelly con ambos ojos magullados, declararía sobre su secuestro ante el juez de instrucción Lucio V. Somoza.

Luego de dar su testimonio, el hombre hablaría a los periodistas presentes en Tribunales sobre su dramática experiencia: “Reconocí al principal jefe de la banda mafiosa, Anibal Gordon, y a toda su pandilla de psicópatas nazis de inmediato”.

En otra ronda con los periodistas, Kelly aseveró que la banda de Gordon tenía también entre sus planes futuros el asesinato de Raúl Alfonsín (en ese entonces, candidato a presidente por el radicalismo), del juez federal Oscar Salvi y de dos militares en actividad.

Una versión que también comenzó a circular en la prensa y que difundían los enemigos políticos de Guillermo Patricio Kelly era que lo que había sufrido el particular dirigente era “un autosecuestro”. Una acusación que a él se encargó de desmentir y que le parecía “muy grave”.

Lo cierto es que el 30 de agosto, pocos días después del secuestro, el juez Somoza ordenó la captura de Anibal Gordon. Kelly, por su parte, solicitó a la Junta Militar “que entregaran a Gordon y su pandilla”.

Gordon es detenido

Pero a Gordon no lo entregaron. Fue detenido por la Justicia en Córdoba, recién el 10 de febrero de 1984. Atado a su pasado de ilegalidad, el criminal preguntó entonces a los agentes policiales si lo estaban “chupando” (secuestrando) o la captura era “por derecha”.

El 29 de octubre de 1986, el juez federal Fernando Archimbal condenó a Gordon a 16 años de prisión por el secuestro de Kelly.

El abogado de Gordon, Pedro Bianchi (el mismo de Videla, Massera, Priebke, los hermanos Shocklender y Yiya Murano) fue también su amigo, y así lo ‘defendió’ frente a periodistas: “Su amistad me honra. Yo lo conocí cuando él estaba preso por robar un banco en Bariloche. Después formó estos ‘grupos de tareas’ que querían integrarse al ejército, secuestró gente, pero tengo que ser leal porque él me ayudó en momentos difíciles para mí”.

Como último recurso, en el año 1987, el secuestrador quiso encontrar una manera de salirse de su condena. Apeló a una segunda instancia tratando de ampararse en la flamante ley de Obediencia Debida que había sancionado el gobierno de Alfonsín en junio de ese año.

La estrategia del reo era aseverar que secuestró a Kelly por orden del presidente Bignone y del general Juan Carlos Trimarco, a cargo entonces del I Cuerpo del Ejército. De este modo, el criminal solo estaría cumpliendo órdenes de sus superiores. Ambos militares negaron absolutamente esta afirmación de Gordon.

Como sea, el último intento para salir libre del exhombre de la Triple A no tuvo una definición en la Justicia, ya que Gordon falleció muy poco tiempo después a causa de un paro cardíaco, el 13 de septiembre de 1987. Tenía 57 años.

Kelly, en tanto, sobrevivió muchos más años a su encuentro con Aníbal Gordon y su banda. Falleció de cáncer el 1 de julio de 2005.

Archivo: Juan Trenado

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