Ignacio Malcorra: “Con orgullo me reconozco como un producto del ascenso”​

Nunca hubo mamá ni papá. Nunca. Nació e inmediatamente quedó al cuidado de la abuela Ana. “Me tocó así”, resume, con una resignación ausente de victimismo. Se crió en Río Colorado, donde todos se conocen, en el noreste de la provincia de Río Negro, sobre la ribera del cauce que le da nombre al pueblo. “La puerta de la Patagonia”, presenta ‘Nacho’ Malcorra con orgullo. “Me fui a los 12 años, pero siempre estoy volviendo. Tengo mi casa allá; mi señora, Rosario, es de allá, y a mis hijos les encanta. Cuando se terminen los días como futbolista voy a volver para radicarme”, avisa. Los abuelos ya no están. Sí una tía, las primas y sus amigos, su círculo de hierro. “Voy a dedicarme al campo, hice mis inversiones, tengo ganado, me dedico al engorde a corral, el ‘feedlot’… Sé, sé, aprendí, conozco del tema…”, cuenta con la misma autoridad con la que cuelga un tiro libre del ángulo para delirio de Rosario Central.

Asoma un chacarero detrás del exquisito número 10 canalla. También un padre de familia, un director técnico ya recibido, un rockero y esencialmente un tipo sensible. Habrá cerrado el círculo cuando retorne a El Colorado, el ciudadano ilustre entre esas calles y las de enfrente, porque del otro lado del río está el pueblito de La Adela, que es provincia de La Pampa. Laten juntos, van y vienen a través de un puente y hasta la liga de fútbol local tiene equipos de ambas orillas. ‘Nacho’ Malcorra jugaba en el club Villa Mitre, el de su barrio. En los relatos infantiles siempre elegía ser otro zurdo, ‘el Diego’, y en las tardes menos pretencioso se animaba a ser el ‘Burrito’ Ortega. Un año organizaron un selectivo de su categoría, la ’87, para participar en el Mundialito de General Roca. Iba a estar lleno de ojeadores, los scouters de hoy, pero no lo eligieron.

Hasta que se ocupó el destino de cambiar los naipes. “El colectivo para llevar al equipo lo ofreció el presidente del club Independiente del Colorado, y puso la condición de incluir a otros cuatro pibes del pueblo. Ahí entré. Jugué contra categorías más grandes, anduve bien y el presidente de la CAI [Comisión de Actividades Infantiles], Carlos Peralta, me propuso irme a Comodoro Rivadavia. Y con 12 años me fui a vivir a la pensión de la CAI, 1000 kilómetros al sur de mi barrio”, cuenta y suspira Malcorra. Era un niño solo en su aventura.

-De repente apareció River y mudanza a Buenos Aires.

-Cuando ya tenía 14 años jugamos un amistoso entre la CAI y River y a cuatro o cinco chicos nos llevaron a River. Y quedé. Pasé mi adolescencia en River, de los 14 a los 20. Viví todo ese tiempo en la pensión de River, en el anillo del Monumental, y hacía la escuela ahí, en el Instituto… Me quedaron un par de materias para terminar el secundario porque, como también iba a entrenar con la selección argentina Sub 20, en un momento quedé libre.

¿Quién era su compañero en el ataque de la ’87 millonaria? Gonzalo ‘Pipita’ Higuaín. “Ya era más grandote que el resto y marcaba diferencias. Era lindo jugar con él”, recuerda, antes de sintetizar en qué lo marcaron aquellos años como adolescente. “Estoy agradecido de haber vivido tantos años en pensiones, en la CAI y en River, porque crecés, aprendés, valorás. Te perdés muchísimas cosas, sí, te perdés casi todo en comparación con otros pibes, imaginate que no tenés tu cuarto, cumplís horarios, estás lejos de tu familia, los cumpleaños… Sí, me pude dar algunos gustos por casi ‘vivir’ en el Monumental, como ver los recitales de Los Piojos, de Callejeros y hasta de los Stone ja, ja… Pero lo importante es que la pensión te disciplina, te enseña a ser ordenado, a compartir, a no despilfarrar, a creer en vos y ganar confianza… Es una escuela de vida crecer en una pensión”, distingue.

La Sub 20 de entonces la preparaba ‘Pancho’ Ferraro. Sería la generación campeona del mundo en Canadá 2007. “La de los chicos de Racing, Mercado, Matías Sánchez, Yacob, ‘Chiquito’ Romero que lo conocía de la CAI… Y también la de Ángel [Di María], Éver [Banegas], Papu [Gómez], Damián Escudero de Vélez… pero ellos ya estaban más instalados en Primera y no iban martes/miércoles/jueves al predio de la AFA, ellos jugaban directo. Un día ‘Pancho’ me dijo que tenía que jugar en Primera, que sino perdía mucho con respecto a los demás… Y en River era imposible. Estaba Passarella en Primera y había muy pocas chances, hasta en reserva era difícil jugar porque entonces bajaban los que no eran tenidos en cuenta en Primera y ocupaban los lugares… Pensá, estaban Buonanotte, Matías Abelairas, el ‘Hachita’ Ludueña… No me quedaba otra que jugar en Cuarta, o en Quinta… Me tenía que ir de River para jugar. Mi representante me llevó a Uruguay y nunca supe por qué no se hizo el pase a Nacional. De golpe, de River y la selección, estaba de nuevo en mi pueblo, en Río Colorado, sin nada. Así me pasé seis meses sin jugar, o a lo sumo me enganchaba con los amigos en los torneos relámpago de los fines de semana”.

Después de vivir ocho años en pensiones, estaba en el mismo lugar de partida.

-¿Creíste que todo se había terminado?

-Yo sabía que en algún momento la chance me iba a llegar, era cuestión de encontrar un club para demostrar que podía jugar. Me seguí entrenando por las mías, en el pueblo, y en Bahía Blanca, porque ahí estaba mi novia estudiando y yo iba y venía entre El Colorado y Bahía. Hasta que apareció de nuevo en mi vida la CAI, otra vez el presidente Carlos Peralta abriéndome las puertas como me las había abierto a mis 12 años, y me fui para jugar el Nacional B.

Y desde entonces, todo fue hacia arriba. Literal y geográficamente: de la CAI pasaría a Aldosivi, de Mar del Plata; luego a Unión, de Santa Fe, y desde ahí a Tijuana, Pumas y Atlas, de México… Pero para qué apresurarse en el relato.

-¿El ascenso fue tu escuela y trampolín? Jugaste siete años en la B Nacional hasta que subiste a Primera con Unión, en 2014.

-Sí, y yo me reconozco, orgullosamente, como un producto del ascenso. Me gusta el ascenso, lo miro, soy hincha del ascenso. Me formé y adquirí mucha experiencia en el ascenso. Es lo que me tocó, se dio así, y a mí me ayudó muchísimo. Nunca bajé los brazos, y eso también me llena de orgullo.

-Al punto, leí, que podés preferir sentarte a ver por TV fútbol del ascenso antes que una liga europea.

-Me gusta todo, veo mucho fútbol, creo que veo de todo y obviamente miró el fútbol europeo, pero si a la misma hora hay partidos del ascenso… y, miro el ascenso.

-¿Qué aprendiste del paso por México?

-Me gustó mucho la experiencia, porque además me gustó el país, me gustó vivir en México. En México no tenés equipos malos porque son todas sociedades anónimas y los dueños se refuerzan bien para ser competitivos. Es un fútbol dinámico, con movilidad, con buen trato de pelota, no hay equipos fáciles. Yo me sentía cómodo, pero tome la decisión de volverme porque quería vivir más el fútbol argentino de Primera, en definitiva, había estado solo dos años en Primera con Unión. Y también quería que mis hijos me vieran jugando en la Primera de Argentina. Tenía varias chances para volver, pero me incliné por Lanús porque Luis Zubeldia me llamaba mucho y me gustó que alguien creyera tanto en mí.

-Técnicos que te hayan marcado…

-Tuve suerte en mi carrera, tuve técnicos muy buenos, en México y acá. Me dirigió Diego Cocca, el ‘Piojo’ Herrera, el ‘Chacho’ Coudet, al español Míchel, el integrante de la Quinta del Buitre, ¿te acordás?… También Zubeldía, Almirón, Leo Madelón, Miguel Russo, Carlitos Tevez que me trajo a Central, y ahora Ariel Holan… y de los que me estaré olvidado. Tuve técnicos de muy alto nivel y de todos los estilos. Estoy contento y agradecido con ellos.

-¿Y rivales que te sorprendieron en una cancha?

-Muchos… Me sorprendía mucho, ya en la época de las inferiores, el ‘Enano’ Buonanotte, en la reserva de River hacía una diferencia bárbara. Pero ahora, de grande… el otro día contra nosotros Paredes jugó bárbaro, lo ves de cerca y notás todavía más toda la categoría que tiene, los perfiles, los controles, siempre pegada al pie la lleva… En México me gustaba mucho el colombiano Avilés Hurtado, que ahora está en el Deportivo Cali, una locura. Muchos me han llamado la atención.

El corte de pelo –o, mejor, sus diferentes looks- es un tema insoslayable en la charla con ‘Nacho’ Malcorra. Él está preparado, se divierte. “Le he hecho de todo a mi pelo, la verdad que sí. Me gusta cambiar o hacerme cosas raras. Pero no lo hago por modas, ni me copio de nadie, del cantante mexicano ‘Peso Pluma’, como dicen, no, no, son ocurrencias mías nomás. Estuve pelado, teñido en Tijuana, con rastas y ahora hace un tiempo me lo dejo largo atrás y me rapo los costados, pero cualquier mañana me levanto y me lo saco. No me interesa lo que digan los demás, o sus opiniones… en la cancha me gritan de todo. Mi señora se divierte también. Los chicos en el plantel siempre me joden, y yo les digo ‘al final, todos ustedes tienen el mismo corte, desde lejos nadie los distingue, son todos iguales’. Y ahí explotan las cargadas”, describe.

Y cuenta una anécdota de hasta donde tomó protagonismo su cabellera. “… Bueno, una vez sí me importó la opinión de los demás, y me corté las rastas por mis hijos. Fue durante el año que estuve en Lanús, poco antes de venir a Central, y me di cuenta que en las reuniones de colegio o en los actos de la escuela me miraban un poco raro los padres, qué se yo… Y me pareció que mis rastas podían caer mal y bueno, como también ya estaba medio cansado, me las saqué”. Y no volvieron, pero advierte que no descarta nada.

Sus hijos, Bernabé y Felipe, de 12 y 9 años, lo alientan y por estos días le dicen que no modifique el peinado ‘mullet’. Y lo mismo piensa Enzo Saavedra, el peluquero del plantel canalla. Además, últimamente apareció otra ‘responsabilidad’: no decepcionar a los pequeños fanáticos… “Se me acercan muchos nenes con el corte y los veo y pienso ‘uhhhh, ¿qué hice? Pobrecito’. Me encanta cuando aparecen, son unos genios. Ahora tampoco puedo cortármelo por ellos, no les puedo fallar, ja, ja”.

-Tenés 38 años, ¿Central será tu último club?

-Yo ya hice el curso de técnico, ya me recibí, y me gusta mucho mirar fútbol. Por un lado me gustaría ser entrenador, pero también noto que es muy muy sacrificado… entonces todavía no sé qué voy a hacer. En la vida como técnico no tenés estabilidad. Como jugador firmás por un año y eso está garantizado, en cambio como técnico firmás por un año… y quizás a los dos partidos ya te echaron. Ya le quité mucho tiempo a mi familia. Hoy, vivo el día a día, voy mirando de a poco, evito el largo plazo y prefiero mirar cerquita. Tengo contrato con Rosario Central hasta diciembre y solo quiero ganar los seis partidos que nos quedan, tratar de clasificar a los playoffs, trata de meter a Central en la Libertadores y terminar el año de la mejor manera, ojalá, festejando. Después… no lo sé, veremos las opciones y ya analizaré.

-En Central podés jugar con un campeón del mundo…

-Uhhh, Angelito… Tener a Ángel es algo impresionante. Ángel es uno de los tres mejores jugadores de la historia del fútbol argentino, y los otros son Leo [Messi] y el Diego. Y ahora está con nosotros, lo veo todos los días, lo disfruto todos los días. Estamos felices de tenerlo. Es una persona muy muy humilde, parece uno más de nosotros, y sabemos que no es uno más, pero él se comporta como si lo fuera. Pareciera que no hubiese jugado en ningún lado y no hubiera ganado nada. Eso lo hace más grande, y en la cancha la está rompiendo.

-Te apareció un competidor para los tiros libres…

-No, no, yo ya ni los pateo, ni me acerco… ¿Para qué? Él hace todo bien y ya quedó demostrado: ya hizo de penal, de tiro libre, de córner olímpico… No, no, si hay un tiro libre para Central, yo ahora me voy a cabecear, jaja.

-¿El fútbol argentino es…?

-Es muy difícil jugar en la Argentina porque de un partido a otro te tenés que acostumbrar a todo tipo de estilos. Pasás de jugar contra Riestra, que no te va a dejar espacios, a enfrentar a River que te va a permitir el ida y vuelta, entonces en cada fecha te medís con distintos obstáculos. Es muy muy parejo, y creo que cada vez va a ser más parejo todavía. Cualquiera le gana a cualquiera, pero es verdad, no solo una manera de decir. Está a la vista. Ningún partido es fácil, nadie se puede sentir favorito antes de jugar. En el fútbol argentino todos quieren sacar ventaja en todo lo que se pueda, entonces se hacen partidos muy trabados, físicos y difíciles.

-¿Los Malcorra están en extinción, los número 10 van desapareciendo?

-Para mí el puesto no está en peligro de extinción porque siguen apareciendo jugadores con esas características, pero es cierto que en el fútbol actual el típico 10 debe adaptarse. O jugar desde una banda o como interno, o al lado del 5, o como media punta… y con más responsabilidades, porque a su función natural de llevar el equipo para adelante, romper líneas y filtrar pases, hay que agregarle la colaboración con el equipo para recuperar rápido. Es decir, hoy el 10, el enganche, tiene que hacer lo que hizo siempre, y un poco más.

-Y entre tantas fricciones y ganar como sea, ¿cuidan a los habilidosos?

-Los árbitros hacen lo que pueden… Nosotros, los jugadores, también queremos ganar con picardía, haciendo tiempo, engañando lo más posible para beneficio del equipo… No se las hacemos fácil tampoco. Es muy difícil nuestro fútbol.

-Llegaste a Rosario en una buena época de Central.

-Desde la época de Miguel [Russo], y también ahora con Ariel [Holan], estamos haciendo las cosas muy bien. Creo que nos hemos ganado el respeto del ambiente, tenemos muy buenos jugadores y el equipo juega bien. Somos noticia por lo que hacemos en la cancha. Ahora se viene River, y acaba de quedar demostrado que era medio mentiroso eso que se decía de que llegaba mal contra nosotros. Tienen el mejor plantel del fútbol argentino y un técnico que ganó todo.

-¿Sentís que entraste en el corazón de los hinchas de Central? ¿Los goles en el clásico han sido clave?

-Desde que llegue me ha tocado ganar todos los clásicos y hacer goles, y ser importante en esos partidos ha sido un plus. Pero también salimos campeones y eso marca, es una época muy buena de Central. Si dejo algo o no en el club se notará el día que me vaya. La gente me transmite su cariño y me hace sentir muy bien.

-¿Qué te pasa día a día en las calles de una ciudad tan apasionada?

-Rosario es una locura y te lo hacen sentir todo el tiempo, y con la gente de Central todo bien… Después me doy cuenta los que son de Newell´s porque la mayoría o no me saluda o voy a un lugar y me atienden así nomás… Te das cuenta.

-¿Para tanto?

-Sí, sí, pasa, pasa, en Rosario es todo muy particular. A mí me gusta mucho vivir en Rosario. Es una ciudad muy futbolera, pero muy muy futbolera… Todo es Central y Newell´s, y se vive del presente de uno y siempre mirando al rival. Ya en la pretemporada se habla de la fecha del clásico. Es una locura, tenés que vivirlo para entenderlo. El clásico, en el tema pasional, es el mejor y más importante del país, de eso no tengo la menor duda. En ningún otro lado el clásico se vive como en Rosario.

-El mediático caso de tu foto con los chicos de las infantiles de Newell´s… ¿habrá servido para aprender algo?

-Imaginate… si eso pasó con nenes de 9 años. Eso me puso mal por los nenes, totalmente inocentes. Era una simple foto que se saca cualquier niño con cualquier jugador de Primera. Como en todas las canchitas que voy por Rosario, siempre me piden fotos y trato de que pasen un lindo momento porque a mí de chico también me hubiera gustado sacarme una foto con algún jugador de Primera. Después ya no supe qué pasó con ellos, pero hay que tener cuidado porque si uno opina quizás alguien lo toma a mal. Pero debo decir, también, que hay gente del otro equipo que me trata bien al cruzarme, me saluda y hasta me han dicho que les gusta como juego.

​ El perfil del talentoso 10 de Central: crecer en una pensión, el trampolín de la B Nacional y el futuro chacarero en su pago; la “locura” de Rosario y el famoso corte de pelo  Fútbol 

Leave a Comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *