Hackear el cerebro: ¿qué hacer para lograr un cambio de conducta?​

Oriundo de Petilla de Aragón, un pequeño pueblo de la comunidad autónoma de Navarra, en España, un joven con grandes habilidades para el dibujo y reconocido por sus compañeros como un estudiante rebelde se consagraría como “el padre de la neurociencia”.

Santiago Ramón y Cajal descubrió en 1888 que el sistema nervioso, incluido el cerebro, se compone de entidades individuales –neuronas–. Estas, de acuerdo con sus hallazgos, son responsables de la recepción de información del mundo exterior y de hacer llegar las señales al cuerpo para responder desde diferentes órganos. Es en consecuencia a la interacción que tienen entre sí que se crean señales eléctricas que permiten percibir el mundo de cierta manera y actuar sobre él de acuerdo a esa aprehensión.

Sus revolucionarias teorías fueron pilares fundamentales para comprender que el cerebro es un órgano en constante evolución y cuyo conocimiento en profundidad permitiría su dominio. No fue en vano que pronunció la frase “el hombre puede convertirse en el escultor de su propio cerebro”.

¿Cómo lograrlo? La palabra clave es neuroplasticidad. Ramón y Cajal dio los primeros pasos en la interpretación de la capacidad de las neuronas para adaptarse a las necesidades funcionales. La enciclopedia Britannica define este término como: “La competencia que tienen las neuronas y redes neuronales en el cerebro para cambiar sus conexiones y comportamientos en respuesta a nueva información, estimulación sensorial, desarrollo, daño o disfunción”.

En otras palabras, el cerebro no toma descansos, está continuamente traccionando información y creando conexiones neuronales nuevas para que, en el mejor de los casos, se conviertan en conocimientos y recuerdos alojados en la memoria a largo plazo.

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De acuerdo con Silvia Figiacone, doctora en psicología y directora de la Maestría en Neuropsicología Clínica de la Universidad del Hospital Italiano de Buenos Aires, es la plasticidad cerebral la que le permite a la mente conservar los cambios que realiza a lo largo del tiempo. “La forma más sencilla de esa conservación es mediante hábitos”, indica.

Hasta el último día

La especialista cita a Eric Kandel, premio Nobel de Medicina y popular neurocientífico, quien aseguraba que “aprender es transformar experiencias en memorias y eso es posible gracias a la plasticidad cerebral”.

Uno de los principios que elaboró el estadounidense –y que le valió el galardón internacional– es que la psicoterapia es efectiva y produce cambios de larga duración debido a que los mecanismos de aprendizaje transforman la expresión de los genes y estos, a la vez, modifican el patrón anatómico de interconexiones entre las neuronas. De este modo, un terapeuta que nota mejorías en el tratamiento de un paciente está siendo testigo de cambios sustanciales en su cerebro.

Para Figiacone, la neuroplasticidad y los postulados de Kandel refieren a la posibilidad de modificar creencias y conductas instaladas; una especie de ‘hackeo’ o control sobre el órgano más complejo del cuerpo.

“Es posible modificar creencias y conductas, aunque cuanto más antiguas y nucleares son en relación a nuestro sistema de valores, más difícil es desarraigarse de ellas”, sostiene. En concordancia, Ramiro Fernández Castaño, médico especialista en neurología cognitiva y medicina del sueño, explica que las capacidades cerebrales son, en verdad, habilidades. “Uno puede mejorar su atención o capacidad de concentración siempre que la entrene. Esto es una tarea incesante y una constancia de día tras día”, asegura.

En El origen del hombre, Charles Darwin resalta las capacidades del cerebro humano en comparación con el de otros mamíferos: “Presumo que nadie duda que el gran tamaño del cerebro del hombre en relación a su cuerpo, comparado con el del gorila o el orangután, está estrechamente relacionado con sus poderes mentales superiores.”

Su hipótesis era cierta. Desde sus comienzos el hombre utilizó el cerebro, en mayor o menor medida, para aprender.

“Es una entidad producto de la evolución que tiene características que le son inherentes y lo hacen un sistema superinteligente y admirable”, reconoce Figiacone. Según detalla, cerebro y ambiente están en permanente relación y hoy se sabe con certeza que no existe un techo en términos del potencial que pueda alcanzar. “Cada uno de nosotros puede progresar su capacidad cerebral hasta el último día de su vida”, declara.

Detectar los autos rojos

La incógnita que surge en este escenario es: ¿Se puede desarrollar el potencial de un órgano que, en ocasiones, actúa como un enemigo? Esta es una de las dudas que buscan despejar los neurocientíficos.

Carolina Lomlomdjian, doctora especializada en neurología cognitiva, declara que la idea de “hackear el cerebro” o potenciarlo para alcanzar ciertos objetivos, en neurociencias se denomina metacognición. “Es una superhabilidad que se puede estimular desde la infancia y durante la vida adulta, aunque con los años se vuelve más compleja”, dice.

“Este órgano tiene la misma habilidad para ver algo positivo como negativo. La historia de una persona y la cultura a la que pertenece también influyen en la forma que se tiene de ver el mundo”, reconoce Fernández Castaño. “Según a qué le demos atención vemos las cosas con lentes oscuros o claros”.

Para ilustrar sus dichos cita la teoría del auto rojo. “Si te pregunto cuántos autos rojos viste hoy seguramente no tengas recuerdo, pero si te digo que te doy dinero por cada auto rojo que veas, cuando vuelvas a salir a la calle no se te va a pasar ninguno”, explica. Lo mismo –de forma más compleja– sucede con cómo percibe uno su entorno.

“Las ideas y creencias suelen orientar nuestro comportamiento. Por eso algunas personas tienen mayor dificultad para desprenderse de pensamientos e imágenes negativas”, desarrolla Figiacone. En ciertas condiciones que afectan el cerebro y la mente, como la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo se establecen objetivos y se trabaja con los pacientes para modificar sus tendencias a la rumiación mental, según explica.

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Qué hacer para lograr un cambio

El aprendizaje, la meditación, los niveles de serotonina y triptófano y la actividad física son las llaves para destrabar comportamientos y patrones arraigados.

👩‍🏫 Aprendizaje

El mayor potenciador del cerebro es el aprendizaje –reconoce Figiacone– y uno de sus mejores amigos, en este sentido, es la novedad. “Cada vez que uno se desafía a aprender algo nuevo, a mejorar a partir de la persistencia y la convicción de superarse, a resolver problemas a partir de ensayos novedosos, a entrar en contacto con lo nuevo y lo diferente, se expanden las posibilidades de aprendizaje y, con eso, nuestro potencial”, señala.

Ya lo dejó en claro Kandle en una entrevista cinco años atrás: “Lo importante es mantenerse intelectualmente activo. Hay que desafiarse a hacer cosas nuevas cada día, leer, viajar… No dejar nunca de ejercitar la mente”.

Con el objetivo en mente y la perseverancia de quien busca ser un jinete que controla cuerpo y mente, Figiacone insiste: una vez adquiridos los hábitos mencionados hay que mantenerlos. “Si no se sostienen pueden perderse, la mente perezosa hace que el cerebro pierda los aprendizajes que consolidó alguna vez”.

🧘‍♂️Meditación

Se ha demostrado ampliamente su poder potenciador de la atención y de la capacidad de concentración; habilidades que permiten alejarse de los estados de rumiación negativa.

Fernández Castaño cita al mindfulness, también llamado atención plena o conciencia plena, como una de las herramientas que más beneficios ha manifestado en los aspectos mentales. “Al tener la mente en el momento presente se evita enredarse con pensamientos sobre el futuro (ansiedad) o del pasado (depresión). Por eso que su indicación forma parte de tratamientos para el insomnio o los cuadros de ansiedad”, explica.

🧬Triptófano y serotonina

Algunos suplementos y alimentos de origen natural contienen 5-hidroxitriptamina (5-HT) o serotonina –neurotransmisor que se encuentra en el sistema nervioso central, el tubo digestivo y las plaquetas– y triptófano –uno de los 20 aminoácidos incluidos en el código genético–, dos moléculas que al descomponerse cumplen un papel crucial en la producción de neurotransmisores claves para el bienestar emocional, mental y el sueño reparador.

El triptófano, por ejemplo, se encuentra en productos lácteos, huevos, frutos secos, legumbres, soja, hortalizas de hoja verde, banana y pollo.

“Cada vez es más evidente la influencia de la microbiota intestinal en el comportamiento, al igual que los niveles de triptófano y serotonina, lo que genera la posibilidad de que las alteraciones en el intestino puedan ser importantes en la fisiopatología de los trastornos del sistema nervioso central humano”, se especifica en la investigación “Influencia del triptófano y la serotonina en el estado de ánimo y la cognición con un posible papel del eje intestino-cerebro”.

No obstante, desde la Clínica Universidad de Navarra se advierte que antes de incorporar suplementos de triptófano a la rutina, es esencial consultar a un profesional de la salud para evaluar si son apropiados para uno. “Ellos podrán proporcionarle las indicaciones adecuadas y ajustar la dosis según sus necesidades individuales”, se comunica.

🏋️‍♂️Actividad física

Se solía pensar que el cerebro controlaba la totalidad del cuerpo y que este último solo le transmitía señales de sensación al ‘órgano jefe’. Pero las investigaciones de los últimos años han cuestionado la idea.

En el escrito “La relación entre actividad física y cognición en niños: un metanálisis” se demostró que el ejercicio se asocia a un mejor rendimiento cognitivo, medido por pruebas de coeficiente intelectual (CI) y de performance académica.

Algunos estudios de imagen confirman que el volumen del hipocampo (región cerebral relacionada con el aprendizaje, la memoria y las emociones) es mayor en personas que tienen una mejor condición física en comparación con sus pares sedentarios.

“La actividad física ayuda porque mantiene al cerebro vivo, despierto y lo estimula a mantener todas sus funciones al día. En mi caso, juego mucho al tenis”, comentó Eric Kandel en una entrevista con La Razón, de España, cuando se le consultó sobre qué hábitos ayudan a tener una mente ágil y funcional.

El rol de la tecnología

La tecnología tiene una gran incidencia en el cerebro. Para Fernández Castaño, es una gran generadora de ansiedad y pensamientos limitantes. Aunque advierte: “El problema no es la tecnología como recurso si no que la usamos mal y eso hace que dispongamos de menos capacidades cerebrales porque un elemento externo nos soluciona todo”.

Figiacone añade que tiene sus luces y sombras. Se sabe con certeza, por ejemplo, que en menores de edad el uso libre de dispositivos afecta el desarrollo cognitivo de manera significativa. Pero la tecnología también tiene sus beneficios: “Con ella se puede promover el contacto inmediato entre personas que están a miles de kilómetros de distancia o generar programas de rehabilitación basados en realidad virtual”, dice por citar algunos. Para la profesional, no es justo afirmar que es una herramienta que bloquea o facilita el potencial del cerebro per se. Es el modo de administrar la oferta cultural lo que se debe entrenar para que el cerebro permanezca sano.

Lomlomdjian agrega que la tecnología ayuda al permitir un “ahorro de energía” en algunas funciones cerebrales para destinarlo a otras más complejas.

En el último tiempo, además, la realidad virtual y la inteligencia artificial han colaborado en gran parte con el tratamiento de malestares psíquicos. Figiacone menciona los abordajes de realidad virtual en fobias, trastornos de ansiedad y de estrés postraumático como también el uso de aplicaciones de meditación guiada para la depresión y la estimulación cerebral en personas con enfermedades degenerativas.

Los expertos consultados por LA NACION coinciden en que tener un mayor dominio de la tecnología y utilizarla en favor de uno podría lograr, a futuro, mayores avances en materia cerebral.

Al fin y al cabo solo un visionario como Ramón y Cajal podría haber anticipado –con el escepticismo de aquel entonces– que el cerebro no era una entidad fija, sino un órgano dinámico que podía transformarse, o mejor dicho, ser ‘esculpido’ mediante la voluntad y la acción consciente del hombre.

Aumento de la materia gris

Cada vez se divulgan más publicaciones científicas que demuestran la extraordinaria capacidad del cerebro para reorganizarse en respuesta a determinadas experiencias sensoriales. Este es el caso de la investigación “Cambios en la materia gris inducidos por el entrenamiento” donde se les enseñó a un grupo de jóvenes a hacer malabares y se les pidió que practicaran durante tres meses. Al pasar el tiempo los investigadores observaron que una parte de la materia gris del cerebro de los participantes aumentó de tamaño en una área clave para la percepción de objetos en movimiento. Cuando dejaron de hacer malabares y fueron examinados otros tres meses más tarde, esa área había vuelto a su tamaño original. Para los expertos esto demostró que las conexiones con la materia gris del cerebro cambiaban a medida que los jóvenes hacían malabares y , por ende, que la práctica y el uso de las habilidades en general mejoran las conexiones cerebrales.

Tamaño, uso y otros mitos

Usamos el 10% de nuestro cerebro. De acuerdo con los expertos esto es falso. Se usa la mayor capacidad que se puede del cerebro todo el tiempo. Algunas áreas están más implicadas en determinadas funciones, pero se sabe que es un órgano que actúa en conjunto.El tamaño determina cuán inteligente se es. La inteligencia no depende de la cantidad de neuronas o del volumen de tamaño que tiene, sino más bien de cuánto se aproveche el potencial genético que se recibe en relación con el ambiente.El cerebro gasta más de la mitad de la energía total del cuerpo. Según comunica la Universidad de Cataluña es cierto que las células nerviosas tienen necesidades energéticas muy elevadas; sin embargo, el encéfalo utiliza el 20% del total del oxígeno corporal y una fracción similar de glucosa.Escuchar música clásica vuelve más inteligentes a las personas. En 1993 la revista Nature planteó el ‘Efecto Mozart’, implicando que cuando se escuchaban sus obras se mejoraba la capacidad de resolución de problemas y las habilidades cognitivas. Estudios posteriores demostrarían que podían resultar mejoras en “limitados aspectos cognitivos”.Las neuronas no se pueden regenerar. Gracias al descubrimiento de la “neurogénesis”, es decir, del nacimiento de nuevas células en el sistema nervioso adulto se sabe que es falso. Aunque cabe destacar que no ocurre a gran escala sino preferencialmente en el hipocampo, el bulbo y el epitelio olfativo.

​ Aprender algo nuevo, la meditación y el mindfulness, el ejercicio físico y los niveles adecuados de serotonina y triptófano favorecen la neuroplasticidad, la capacidad de las neuronas para cambiar conductas y creencias  Mente 

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