Está por cumplir 90 años, es runner, cruzó Los Andes cinco veces y reveló su secreto para nunca bajar los brazos
“¿Querés un té?”, fue lo primero que dijo Elisa Sampietro de Forti, de 89 años, cuando abrió la puerta de su acogedora y cálida casa en Vicente López, provincia de Buenos Aires. Sobre la mesa del comedor tenía varios crucigramas, un par de anteojos y una lapicera; en el living, una máquina de coser, parte de sus pasatiempos preferidos; sin embargo, hay uno que para ella es inigualable y que practica desde que tiene 72 años: el running, deporte que la llevó a recorrer varios puntos del país e, incluso, la trasladó a Como, Italia, su ciudad de origen, la cual tuvo que dejar atrás en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial.
“Emigré desde Italia a los 14 años, después de la guerra. Vivía en un lugar con montañas y bosques, y caer en Buenos Aires fue terrible. Nos anotamos con mi hermano en River y empecé a jugar al vóley”, comenzó contando en diálogo con LA NACION.
Pese a que tuvo que dejar su país atrás desde pequeña, para ella “no fue una emigración traumática”, ya que entre los inmigrantes se encontraban algunos de los que trabajaban en la fábrica que dirigía su padre en Italia, con quienes terminaron formando un club en donde compartían diferentes momentos de ocio y entretenimiento.
Elisa se casó y tuvo cinco hijos; sin embargo, la crianza de ellos no fue un impedimento para dedicarle tiempo a la actividad física, algo que pudo llevar a cabo con la ayuda de su marido. Además, tan solo una pared la separaba del club al que asistía. “Jugué al vóley hasta los 50 años. Mi marido me ayudaba con los chicos. Yo servía la cena, saltaba la pared para ir al club a entrenar y volvía”, recordó sobre aquellos tiempos.
Después del vóley vino el tenis y a los 72 años se decidió por el running, deporte que para ella es sinónimo de independencia. Correr sola, sentirse una más en cada una de las maratones, disfrutar del paisaje y recargar energías para otro trecho, siempre con el mismo objetivo: hacerlo porque su cabeza lo necesita. “Empecé a correr porque no tengo rivales, soy yo misma. Si pierdo no me importa y si gano me lleno de fuerza interior. Me da fortaleza para afrontar los problemas diarios”, reflexionó.
Para Elisa, la actividad física “es todo”, y la definió como un “lavado de cerebro” porque con solo llevarla a cabo vuelve a estar como nueva. “Tengo el río (de Vicente López) a cuatro cuadras de casa, así que todas las mañanas desayuno y me voy con un grupo de entrenamiento que tengo para estar con un poco de gente, porque vivo sola”, manifestó.
“Hola, Elisa”; “Buenas tardes, Elisa” y “¿Cómo estás, Elisa?”, son las preguntas que escucha frecuentemente cuando camina por las calles de su barrio. Cuando no tiene su mejor día, sale a tomar aire y visita a sus vecinos, a la chica de la fiambrería o al dueño de la pequeña cafetería que tiene al lado. “Si estoy cruzada, salgo un poco y charlo con ellos. No me gusta pesar sobre mis hijos, cada uno tiene su familia y no quiero hincharlos”, reveló, entre risas.
Aunque su familia está siempre presente, prefiere manejarse por sus propios medios, como lo hizo durante toda su vida, incluso en las adversidades. Además de atravesar la guerra y despedirse abruptamente de su lugar de origen, uno de sus hijos tuvo que ir a luchar a las Islas Malvinas y, aun cuando las cartas no llegaban y las noticias eran poco alentadoras, Elisa dedicaba tiempo a despachar mercadería para que aquellos jóvenes, que peleaban en una guerra sin sentido, pudieran recibir comida.
Para Elisa, “no hay tiempo para siestas” y la productividad es la mejor forma de estar activa a su edad. Su despertador suena todas las mañanas a las siete y media, desayuna y se va a caminar. “Mi desayuno es lo más sencillo que hay. Acostumbro a tomar té con leche, tostada y quesito blanco”, señaló. Mientras que a la hora del almuerzo y cena se alimenta de carne vacuna o pollo con verduras y sopas.
En medio de la conversación, su teléfono celular sonó: era uno de sus compañeros de caminatas que la mencionó en una storie. A seis meses de cumplir 90 años, es toda una influencer y responde algunos mensajes de su perfil de Instagram, donde tiene 29.100 seguidores; sin embargo, una joven que conoció en una de las carreras le ofreció administrarle la cuenta.
Entre tantas hazañas y una vida cargada de aventuras, Elisa también tiene en su haber el cruce de Los Andes, pero no una, sino cinco veces, lo que la convirtió en una inspiración para muchos. Fue así que Sol Navarro escribió en 2019 el libro “Elijo vivir”, sobre “La Nonna que corre”. El mismo año, Gustavo Gersberg y Andrés Arbit lanzaron la película “Cómo corre Elisa”, la cual retrata la maratón que llevó a cabo en Italia. Las medallas y los reconocimientos son infinitos porque no importa lo que pase, Elisa siempre corre.
Cuando Elisa Sampietro de Forti emigró desde Italia hacia Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, el deporte se convirtió en su pasión hasta la actualidad; en diálogo con LA NACION, la mujer contó cómo empezó a correr y cuál es su filosofía de vida para mantenerse siempre activa En las redes
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