¿Es prudente llamarles la atención cuando se portan mal a los amigos de nuestros hijos?​

Los niños aprenden la ética de las relaciones sociales en el intercambio con otros (amigos, primos, vecinos), mirando lo que hacen los adultos cercanos y con la ayuda de ellos, en vigilia atenta, a veces los invitan a reflexionar sobre algunas de sus conductas y ponen límites a otras.

En generaciones anteriores educábamos a nuestros hijos en tribu, en comunidad, en equipo. La sociedad formaba parte de ese equipo, que incluía a la familia grande, a las escuelas, al club, al barrio y al mismo tiempo los chicos lo aprendían a través de sus lecturas y de lo que veían en televisión. En todos esos lugares aparecían modelos parecidos a seguir y los adultos se animaban a hablar educando a niños propios y ajenos.

Hoy no es así y en eso influyen dos cuestiones complementarias: en primer lugar, por un respeto mal entendido hacia los niños, los padres no permiten que nadie participe de la educación de sus hijos, a menudo ni siquiera la escuela, tampoco la familia grande ni los padres de los amigos de sus hijos. Hoy los padres lo piensan mil veces antes de decirle a un invitado “en esta casa no nos burlamos” o “no nos tratamos mal” por miedo al probable enojo de los padres de ese niño o de que le hagan un vacío a su propio hijo como consecuencia de haberle dicho algo así.

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Hace años ante el reclamo de Clarita: “La mamá de Inés me retó”, la mamá le habría contestado: “¿Vos qué hiciste?”. Indudablemente algo había que cambiar porque no nos sentíamos escuchados ni protegidos como niños, pero tampoco se trata de defender a Clarita a rajatabla, sin ni siquiera considerar que quizás ese reto haya sido adecuado.

En segundo lugar hoy los chicos encuentran antimodelos en pantallas, redes, películas, series, amigos, libros y en los “famosos” que llegan a sus vidas por infinidad de canales. Tenemos que estar muy atentos para contrapesarlos en casa, ya que es casi imposible que no entren por más que tomemos muchas medidas de cuidado. Incluso, aunque pudiéramos mantener a nuestros hijos alejados del entorno, al salir tampoco estarían preparados para vivir en el mundo que les toca.

¿Qué hacemos entonces? Armemos comunidad con otros padres para volver a educar en grupo, para eso es muy útil el chat de madres y padres, obviamente usado para sumar y acercarnos y no para quejarnos y agrandar las diferencias. También armemos comunidad con la familia grande y con las instituciones escolares.

Pidamos y ofrezcamos ayuda para encarar las dificultades sociales en los diferentes grupos.

¿Cómo empezamos? Los adultos hoy tenemos que acompañar a los chicos desde chiquitos a aprender ciertas pautas de interacción social que durante muchos años estuvieron implícitas en la crianza y ya no lo están, integrando algunas cuestiones que cambiaron para bien.

Por ejemplo cuando yo era chica jugábamos (o se esperaba que juguemos) a lo que quería nuestra invitada. No se trata de volver a eso, porque era injusto para la dueña de casa pero también sería injusto para el invitado hacer siempre lo que quiere el dueño de casa –convertido en “su majestad” por las artes del movimiento permisivo– pero sí podemos pensar en hacer turnos para elegir el juego y que todos se sientan cómodos, escuchados, respetados.

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No todo es buchonear

Es importante que aprendan desde chiquitos a no lastimar, a tener en cuenta al otro y a pedir lo mismo a los demás. Esto tiene enorme relación tanto con una adecuada autoestima como con la capacitación emocional, que les permite conectarse con lo que ellos sienten y les da la confianza para expresarlo, especialmente con las emociones más difíciles como enojo, celos, frustración, ofensa, inseguridad, etc.

A continuación algunos temas que sería importante transmitir para prepararlos para convertirse en buenos amigos y apartarse de los que no lo están siendo.

Aprender la diferencia entre pedir ayuda para nosotros o para un amigo e ir con cuentos o buchonear, es decir hablar para que castiguen al otro y no para que los adultos intervengan para resolver un problema. Ellos creen que todo es buchonear y no cuidan ni se dejan cuidar.Confiar que pueden pasar tiempo solos sin verlo como un fracaso y que es mucho más importante tener un par de buenos amigos que ser populares, a pesar de lo que invitan a creer las redes.Saber que los grupos nos presionan y que podemos elegir no dejarnos llevar por esa presión.Reconocer que la conciencia moral se diluye, o puede diluirse, en el grupo, y que por no quedar afuera podemos hacer cosas que van en contra de nuestra ética personal o familiar.

Así, con estas y otras pautas que tendríamos que acordar entre adultos, estaremos formándolos en una ética adecuada del intercambio social.

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