Es dominicano, emigró a Carolina del Norte y fundó un exitoso negocio que empezó con la venta de chimis a la madrugada​

A los 15 años, Dalton Espaillat dejó República Dominicana y emigró con su familia a Estados Unidos. Él no quería quedarse, así que se propuso aprender inglés para luego regresar a su país. Sin embargo, la vida lo llevó por otro camino. Se instaló en Carolina del Norte, donde fundó una reconocida cadena de restaurantes. Su éxito no solo se mide en términos económicos: le da trabajo a más de 300 familias y recientemente fue distinguido como uno de los líderes empresariales latinos más influyentes.

La vida del migrante en República Dominicana

Desde pequeño, Dalton mostró iniciativa para generar ingresos. La situación económica de su familia fue ajustada, pero su madre se esforzó para darle acceso a una buena educación. “Mi mamá siempre fue muy trabajadora y ella, sin poder, nos pagaba los mejores colegios de República Dominicana vendiendo tupperware, platos y otras cosas. Gracias a eso nosotros íbamos a escuelas prestigiosas donde había niños ricos”, recordó en declaraciones a La Noticia.

Ese contraste, entre su realidad y las de sus amigos, lo motivó a buscar sus propios medios. “Yo veía que mis compañeros andaban con zapatillas nuevas que yo quería. Y sabía que para tenerlos tenía que trabajar”, explicó.

A los ocho años, el entonces niño inició su primer emprendimiento: vendía esquimalitos (unos helados caseros hechos con jugos de frutas) en supermercados y a sus amigos. “Las ventas crecieron y encontré a un fabricante en la ciudad. Así que mi mamá me llevó y fui a comprar muchos. Algunos se me dañaron, así que allí aprendí sobre inventario, surtido y demanda, ganancias y pérdidas. Después me di cuenta de que mi hermano me los estaba robando y se comía la mitad de mi negocio”, relató.

A los 11 años, Dalton comenzó a trabajar en un supermercado. Esa experiencia fue su primer contacto formal con el mundo laboral.

Emigrar a Estados Unidos como migrante

Dalton se convirtió en un adolescente con una vida armada en su país: estudiaba, tenía amigos y estaba a gusto. Sin embargo, la crisis económica que atravesó su familia cambió todo. La empresa donde trabajaba su padre cerró y, sin oportunidades, el hombre emigró a Estados Unidos.

Un año después, lo siguió el resto de la familia: su esposa, su hija y Dalton. Se instalaron en Carolina del Norte. Dalton se resistía a la idea. “No quería emigrar para acá. Ya yo tenía mi vida adolescente hecha y no entendía por qué no estábamos mudando, pensaba que no había necesidad, pero si la había, lo que pasa es que yo no la sabía”.

Para convencerlo, su madre le propuso que aprendiera inglés y que -cuando lo dominara- regresara a Dominicana. Él aceptó y se puso esa meta.

Su inicio en EE.UU. no fue fácil. Se enfrentó a la barrera del idioma y a la discriminación. “Me empecé a sentir como una minoría, en una minoría. Me di cuenta de que para todos los gringos éramos mexicanos. Esto me chocó”, contó.

Mientras estudiaba, Dalton descubrió que existían oportunidades de acceso a la universidad en Estados Unidos. Esa posibilidad cambió su plan original de volver a República Dominicana una vez que aprendiera inglés.

Ingresó en Mitchell Community College y luego cursó Ingeniería Civil en UNC Charlotte. Aunque tuvo que costear parte de sus estudios, se las ingenió para continuar. “Trabajé en Wendy’s, Sonic, repartía periódicos… Mi meta era ser ingeniero civil y tener mi propia compañía de construcción, así que incluso antes de graduarme saqué mi licencia como contratista general”, recordó.

Su primer proyecto estuvo vinculado a la construcción, tanto en Estados Unidos como en su país natal. Pero pronto entendió que para crecer necesitaba capital y buscó otra alternativa.

La venta de chimis dominicanos desde la madrugada

En 2007 se asoció para comprar un restaurante, con un tío de su esposa y un empleado de él. “No me fue bien al principio, pero aprendí lo que tenía que hacer y seguía trabajando como ingeniero para mantener el negocio”, señaló.

Los primeros tiempos fueron duros. “Yo tenía un hijo de dos años y no tenía la oportunidad para fallar”, dijo. Por ello, en paralelo, comenzó a vender chimis dominicanos (sándwiches callejeros similares a las hamburguesas) desde la madrugada. Con esa estrategia logró conectar con el público latino y comenzó a expandirse. “Cada vez que me ofrecían un negocio, yo lo agarraba”, señaló.

Espaillat abrió y cerró varios locales, pero cada experiencia fue una lección. Supo interpretar las necesidades de sus clientes y adaptarse a las circunstancias. “Me empecé a dar cuenta de que la mayoría de la gente latina comía en la calle y buscaba eso ‘comida callejera’, entonces revisé mis ventas y empecé a transformar mis menús”, comentó. En la pandemia adaptó su negocio y luego, cuando la gente comenzó a buscar experiencias, cambió el foco otra vez. Esa “cintura” le permitió crecer.

Hoy lidera Raydal Hospitality, grupo que reúne 19 restaurantes bajo distintas marcas, entre ellas Sabor Latin Street Grill, La Caseta y MaBi Tropical. También maneja una empresa de equipos para locales gastronómicos. En total, sus negocios generan empleo para más de 360 personas.

Junto al éxito económico, le llegó el reconocimiento. Su esfuerzo fue distinguido este año con el Premio Excelente 2025 en la categoría Hombre de Negocios del Año. “Triunfan los que no se rinden”, concluyó.

​ Un dominicano que emigró a Carolina del Norte superó la crisis económica y fundó un exitoso negocio de 19 restaurantes, empleando a cientos y ganando un reconocimiento destacado.  Carolina del Norte 

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