En mitad de tanto fuego: el abismo de un amor desorbitado​

Autor: Alberto Conejero. Versión local y dirección: Alejandro Tantanian. Intérprete: Victorio D’Alessandro. Asesoramiento coreográfico: Florencia Viterbo. Diseño audiovisual: Johanna Wilhelm. Música original: Axel Krygier. Diseño de iluminación y vestuario: Oria Puppo. Sala: Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Funciones: viernes, 21.30 hs. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Recordar el placer compartido con la persona amada que ya no está es algo que se ha experimentado alguna vez. Eso le sucede a Patroclo, guerrero de Troya, del que se ha dicho fue amante de Aquiles, cuya historia detallan los versos de la Ilíada, de Homero.

Patroclo acá renace en escena para contarnos -según el texto del multipremiado Alberto Conejero- lo que fue aquella relación entre dos hombres, que como una brasa encendida recorrió el campo de batalla. Conejero se inspira en Troya, en la Ilíada, pero no hace una relectura de aquellos aconteceres. Su intención fue traer a nuestros días, los instantes límites de una pasión reverberante, que muere y renace en medio de la crueldad de una contienda bélica.

La guerra, la amistad de dos seres que se sostienen uno al otro y se funden en el abismo de un amor desorbitado, envidiable por su entrega sin concesiones, es descrito por el autor, incorporando citas de Safo, Arquíloco, Anacreonte, Pedro Lemebel, Anne Carson, Lorca y hasta la canción de Aquiles de Madeline Miller, entre tantos otros.

En mitad de tanto fuego es una elegía sobre la pérdida del ser amado, un alegato por la paz, por el cese de la inutilidad y el capricho de las guerras, un canto a la libertad, a la vez que un manifiesto de la pasión queer. Conejero habla de Aquiles, que le prestó sus ropas a Patroclo, empujándolo al campo de batalla, imaginando un retorno glorioso del amado, que fue asesinado por el troyano Héctor (dos films hablan de esto: Troya y 300). ¿Fue acaso una venganza por no poder soportar tanta pasión del ser amado, o un juego para reivindicar el poder de la sustancia viril que se exhibe impunemente en las guerras?

Conejero es un muy hábil arbitrio para ahondar en las fibras íntimas del alma humana, hasta casi escindirla, enfrentarla a su dolor máximo. Así lo hizo también en Cliff (Acantilado), que Tantanian estreno y cinceló con rasgos de semblanza pictórica en 2012. Y así lo hace ahora Conejero y así lo hace Alejandro Tantanian, con su habitual habilidad creativa para desentrañar esta pasión desesperada y transmitirla al público en un alegato, en el que Victorio D’Alessandro parece trascender las fibras de lo humano para convertirse en la voz de una conciencia sollozante, de un dolor lacerante, a la vez que exhibe, en una especie de “doblez” interpretativo de gran escuela, la reciedumbre del guerrero. Desde esa visión, su voz se yergue en continua transformación, sus ojos sollozantes, imploran y observan con mirada fija a los espectadores, como si buscara un consuelo inhallable, que remite al público a alguna de sus propias experiencias. Este es un canto de libertad en tiempos de poderes desbocados.

Tantanian, luego de su colosal montaje de El trágico reinado de Eduardo II…, que presentó en el San Martín, se yergue nuevamente para contar el relato de dos amados, inmersos en el dolor de la pérdida. Sólo que esta vez lo hace a través de una puesta despojada, minimalista (un hallazgo la música de Axel Krygier) , por la que guió a su único intérprete, Victorio D’Alessandro, hasta convertirlo en una especie de ser “iluminado”, icónico, a partir de una creación que parece golpear y acariciar silenciosamente la conciencia del público.

​ Con una conmovedora actuación de Victorio D’Alessandro, En mitad de tanto fuego es tanto una elegía sobre la pérdida del ser amado como un alegato por la paz  Teatro 

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