El voto en que nos va la vida: Trump o Milei
Toto Caputo me cae bien porque viven diciendo que nos parecemos físicamente, al punto de que el otro día, en una ferretería, me preguntaron si era él; lo negué con pesar. Pero no corran a chequear las fotos: quédense, tengo algo importantísimo para decir. Acostumbrados a escucharle al Toto patinadas olímpicas –mente tan deslumbrante con los números como rudimentaria con las palabras–, acaba de tirar en Nueva York una frase de antología que borra cualquier desliz que pueda haber salido de su boca. Definió la generosidad de Trump al rescatarnos del fondo del mar como “el comienzo de una nueva era para la Argentina”. ¡Nadie lo dijo mejor! Gracias a él entendí todo: terminó la era libertaria, pobretona aunque entretenida, caótica, papel pintado, burbujas de jabón, con vocación helicopteril, y empieza la etapa neocolonial, conceptualmente incómoda, pero más ordenada y previsible. La cabeza y también el corazón me hacen ver que, ante el big bang que se nos venía encima, haber ido a mendigar un salvataje al imperio resulta la solución menos traumática. No me gusta Trump, sí los 20.000 palos verdes. La dolarización prometida por el Pelu era con billetes prestados. Operativamente la cosa es muy fácil: donde figura swap chino hay que tachar y poner swap yanqui, vuelven las relaciones carnales, de la “Argentina potencia” a “potencialmente argentinos”, y, alguna lágrima se me cae, ya no deberemos estar atentos a la agenda business de Karina: será tendencia Melania.
Nada de dramatizar lo de “etapa neocolonial”. Repito: visto el menú de opciones, elegimos por el lado derecho, el de los precios. Es un plato a la medida de nuestros bolsillos. Estuvo bien haber probado con un economista excéntrico, loco lindo, pero no funcionó. El colonialismo tiene mala prensa. Cuando Haití se independizó de Francia, en 1804, empezó su tragedia: es el país más pobre del hemisferio occidental. El que puede lo más, puede lo menos, dicen los teólogos. Si Washington administra la economía de un gigante, cuánto puede tardar en arreglar la nuestra. ¿El Banco Central se estaba quedando sin reservas? Genialidad: ahora nos banca la Reserva Federal. ¿Javi odia viajar al interior? En sus primeras declaraciones, el nuevo embajador del amigo Donald, Lamelas, prometió recorrer “provincia por provincia”. ¿Aparecen desfachatados que se fuman a los hermanos Milei, tipo Hayden Davis? Carne del FBI. La SIDE reporta a Santi Caputo, Caputín, y ahora Caputín reportará a la CIA: qué me contursi ese upgrade. Probablemente, será un exceso seguir hablando del “León”. Bueno, él sería feliz si lo llamaran Conan.
Está ese asuntillo no fácil ni de presentar ni de digerir: EE.UU. supedita la asistencia al resultado de las elecciones del 26 de octubre. OK, el prestamista pone las condiciones; pero podrían haber sido otras. Por ejemplo, que los degenerados fiscales sean declarados reos de muerte, o prohibir manifestaciones de jubilados, universitarios, trabajadores de hospitales… Cómo convencer a 35 millones de argentinos de que voten bien, es decir, a Trump. Cuesta imaginar los spots del oficialismo: ¿un abrazo en el Salón Oval? ¿Lamelas presidiendo la reunión de gabinete? Va una idea: “Dolor o dólar: tu voto decide”.
A los que sientan alguna repugnancia con la sumisión al Tío Sam les pido que imaginen si votamos mal. Los 20.000, minga. La exención del visado, te la debo. Deportaciones masivas. Javi anuncia, como castigo, un ajuste feroz. Toto Caputo nuevamente marca el espíritu de época: “Empieza una nueva era. Gringos, go home”.
Miremos, ahora, la otra perspectiva. Un triunfo del Gobierno el 26 se festeja por primera vez en forma simultánea en dos búnkeres, la Casa Rosada y la Casa Blanca. Al día siguiente llegan aviones repletos de dólares. Cristina llora agarrada a la tobillera. Kichi baja su candidatura a presidente. El riesgo país cae de 900 puntos a 890. El Presi convoca a la oposición, cambia medio gobierno, echa a los Menem, manda a Kari de embajadora a Haití, reemplaza a Caputín por Mauricio Macri y proclama formalmente que vuelve a insultar. Empieza por Macri.
Claro: es difícil anular tu naturaleza; te descuidás y resurge. Le robo al escritor canadiense-británico Cory Doctorow un neologismo que, creo, ayuda a interpretar la experiencia libertaria: enshitificación, entendida, especialmente en el mundo digital, como la degradación de un proceso que había empezado bien. El castillo era de arena. Cuando el Presi vio caer las primeras torres tomó la sabia decisión de tercerizar el management.
La pucha, ahora vengo a enterarme de que en Europa hablan de enshitificación como un instrumento de Trump para sojuzgar al mundo a través de las redes, que son todas norteamericanas y nos esclavizan cada día más. “Quiere usar el control de las infraestructuras digitales para convertirnos en vasallos de extrema derecha”, dice un artículo de la revista francesa Le Grand Continent. Donald, ¡colonia sí, vasallos no!
Ya saben: el 26 hay que elegir. Trump o Milei.
Toto Caputo me cae bien porque viven diciendo que nos parecemos físicamente, al punto de que el otro día, en una ferretería, me preguntaron si era él; lo negué con pesar. Pero no corran a chequear las fotos: quédense, tengo algo importantísimo para decir. Acostumbrados a escucharle al Toto patinadas olímpicas –mente tan deslumbrante con los números como rudimentaria con las palabras–, acaba de tirar en Nueva York una frase de antología que borra cualquier desliz que pueda haber salido de su boca. Definió la generosidad de Trump al rescatarnos del fondo del mar como “el comienzo de una nueva era para la Argentina”. ¡Nadie lo dijo mejor! Gracias a él entendí todo: terminó la era libertaria, pobretona aunque entretenida, caótica, papel pintado, burbujas de jabón, con vocación helicopteril, y empieza la etapa neocolonial, conceptualmente incómoda, pero más ordenada y previsible. La cabeza y también el corazón me hacen ver que, ante el big bang que se nos venía encima, haber ido a mendigar un salvataje al imperio resulta la solución menos traumática. No me gusta Trump, sí los 20.000 palos verdes. La dolarización prometida por el Pelu era con billetes prestados. Operativamente la cosa es muy fácil: donde figura swap chino hay que tachar y poner swap yanqui, vuelven las relaciones carnales, de la “Argentina potencia” a “potencialmente argentinos”, y, alguna lágrima se me cae, ya no deberemos estar atentos a la agenda business de Karina: será tendencia Melania.Nada de dramatizar lo de “etapa neocolonial”. Repito: visto el menú de opciones, elegimos por el lado derecho, el de los precios. Es un plato a la medida de nuestros bolsillos. Estuvo bien haber probado con un economista excéntrico, loco lindo, pero no funcionó. El colonialismo tiene mala prensa. Cuando Haití se independizó de Francia, en 1804, empezó su tragedia: es el país más pobre del hemisferio occidental. El que puede lo más, puede lo menos, dicen los teólogos. Si Washington administra la economía de un gigante, cuánto puede tardar en arreglar la nuestra. ¿El Banco Central se estaba quedando sin reservas? Genialidad: ahora nos banca la Reserva Federal. ¿Javi odia viajar al interior? En sus primeras declaraciones, el nuevo embajador del amigo Donald, Lamelas, prometió recorrer “provincia por provincia”. ¿Aparecen desfachatados que se fuman a los hermanos Milei, tipo Hayden Davis? Carne del FBI. La SIDE reporta a Santi Caputo, Caputín, y ahora Caputín reportará a la CIA: qué me contursi ese upgrade. Probablemente, será un exceso seguir hablando del “León”. Bueno, él sería feliz si lo llamaran Conan.Está ese asuntillo no fácil ni de presentar ni de digerir: EE.UU. supedita la asistencia al resultado de las elecciones del 26 de octubre. OK, el prestamista pone las condiciones; pero podrían haber sido otras. Por ejemplo, que los degenerados fiscales sean declarados reos de muerte, o prohibir manifestaciones de jubilados, universitarios, trabajadores de hospitales… Cómo convencer a 35 millones de argentinos de que voten bien, es decir, a Trump. Cuesta imaginar los spots del oficialismo: ¿un abrazo en el Salón Oval? ¿Lamelas presidiendo la reunión de gabinete? Va una idea: “Dolor o dólar: tu voto decide”.A los que sientan alguna repugnancia con la sumisión al Tío Sam les pido que imaginen si votamos mal. Los 20.000, minga. La exención del visado, te la debo. Deportaciones masivas. Javi anuncia, como castigo, un ajuste feroz. Toto Caputo nuevamente marca el espíritu de época: “Empieza una nueva era. Gringos, go home”.Miremos, ahora, la otra perspectiva. Un triunfo del Gobierno el 26 se festeja por primera vez en forma simultánea en dos búnkeres, la Casa Rosada y la Casa Blanca. Al día siguiente llegan aviones repletos de dólares. Cristina llora agarrada a la tobillera. Kichi baja su candidatura a presidente. El riesgo país cae de 900 puntos a 890. El Presi convoca a la oposición, cambia medio gobierno, echa a los Menem, manda a Kari de embajadora a Haití, reemplaza a Caputín por Mauricio Macri y proclama formalmente que vuelve a insultar. Empieza por Macri.Claro: es difícil anular tu naturaleza; te descuidás y resurge. Le robo al escritor canadiense-británico Cory Doctorow un neologismo que, creo, ayuda a interpretar la experiencia libertaria: enshitificación, entendida, especialmente en el mundo digital, como la degradación de un proceso que había empezado bien. El castillo era de arena. Cuando el Presi vio caer las primeras torres tomó la sabia decisión de tercerizar el management.La pucha, ahora vengo a enterarme de que en Europa hablan de enshitificación como un instrumento de Trump para sojuzgar al mundo a través de las redes, que son todas norteamericanas y nos esclavizan cada día más. “Quiere usar el control de las infraestructuras digitales para convertirnos en vasallos de extrema derecha”, dice un artículo de la revista francesa Le Grand Continent. Donald, ¡colonia sí, vasallos no!Ya saben: el 26 hay que elegir. Trump o Milei. Opinión
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