El rinde promedio de la soja podría crecer un 38% si se alcanzara el máximo potencial
Octavio Caviglia es investigador del Conicet y docente de Cereales y Oleaginosos en la Universidad Nacional de Entre Ríos. También asesora compañías y es un estudioso de las brechas de la soja. ¿Qué son las brechas? La diferencia entre el rendimiento que se podría alcanzar en condiciones de secano, también llamado rendimiento potencial limitado por agua, y el que realmente se logra en el promedio del país.
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“Argentina tiene una brecha intermedia entre los grandes países productores de soja. Por ejemplo, Brasil tiene más brecha que nosotros”, dice Caviglia y comparte los datos aportados por el Atlas Global de Brechas (www.yieldgap.org) para el período 1990-2021 (los más actualizados hasta ahora.
En Argentina, la brecha de la soja de primera es del 38% -1,8 t/ha-. Es decir, mientras el rinde alcanzable es de 4,7 t/ha, el alcanzado en promedio es de 2,9 t/ha. Esta brecha está por debajo de la de Brasil, que es del 45%: 2,4 t/ha es la diferencia entre un rendimiento alcanzable de 5,4 t/ha versus un alcanzado de 3 t/ha. Y está apenas por encima de Estados Unidos, con una diferencia del 34% -1,7 t/ha-, para un rendimiento alcanzable de 4,9 t/ha y un alcanzado de 3,2 t/h. Los tres países reúnen casi el 70% de la producción mundial de soja.
En Argentina se siembran unas 11 millones de hectáreas de soja de primera y unas 5,5 millones de soja de segunda. En este caso, la brecha en los cultivos de segunda es del 44%: 1,6 t/ha es el margen para que las 2,2 t/ha que se obtienen en promedio lleguen a las 3,8 t/ha de potencial.
“Los datos son a nivel nacional y, lógicamente, varían entre zonas”, dice Caviglia y explica que las brechas están más cerradas hacia el Sur y hay una franja central del país donde son un poco más amplias.
Según el investigador, los trabajos indican que buena parte de esa brecha está explicada por causas nutricionales. “Estamos en un proceso de minería de nutrientes. Lo que se repone con fertilización está por debajo de lo que los cultivos extraen en los granos. Especialmente hay carencias de fósforo, azufre y en menor medida de algunos micronutrientes -según la zona-, como boro y zinc”, dice el docente y agrega que la causa número dos es una combinación de prácticas de manejo como la fecha de siembra y la elección del grupo de madurez de la variedad que se va a usar. “La combinación de esas dos variables determina cosas muy importantes para los cultivos como la ubicación del período crítico donde se define el rendimiento y la estructura del cultivo que le va a permitir captar radiación solar durante ese período”, amplía.
El tercer factor es la protección sanitaria. Particularmente, las enfermedades de fin de ciclo y el uso de fungicidas. “Está bastante bien estudiado y documentado que la aplicación de fungicidas tiene un impacto fuerte en el cierre de brechas, tanto en soja de primera como de segunda”, dice. Después, factores de manejo como el control de malezas y de insectos juegan un rol importante pero con menor impacto.
Genética
Para Caviglia, si bien hay un progreso en los rendimientos potenciales aportados por la genética, éstos no están acompañados del nivel tecnológico que sería deseable. A su vez, acota que los eventos consecutivos que hemos tenido de sequía han empujado a realizar ajustes en las decisiones de manejo orientadas a minimizar el riesgo. “Normalmente se busca retrasar ese período crítico en busca de mayor seguridad en las lluvias a expensas de perder potencial de rendimiento. A medida que se retrasa la fecha del período crítico, el potencial de rendimiento va cayendo”, recuerda el investigador.
Finalmente, el docente de Paraná destaca un dato que sobrevuela esta campaña: “si bien el crecimiento del área de soja venía siendo explicado principalmente por el aumento de la soja de segunda, en este ciclo que viene yo creo que va a salir un poco de esa lógica debido al impacto en las decisiones de siembra por temor a la chicharrita del maíz”.
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