El pánico a que aparezcan nuevos secretos

Javier Milei vio al menos cinco veces la película Homo Argentum. La compartió con distintos invitados, en sesiones privadas interminables, en la que pausaba escenas para explicar aparentes conexiones entre el mensaje que emana de la pantalla y las ideas libertarias. Era la batalla cultural hecha cine. En esos trances de fascinación sonaba inimaginable que pocos días después el Presidente fuera a quedar acorralado por un hombre que parece salido de la galería de estereotipos que interpreta Guillermo Francella.
Diego Spagnuolo condujo durante un año y medio la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) sin tener la menor experiencia en la materia. Es un abogado que se jactaba de hablar sin eufemismos. Que podía reprocharle a la madre de un chico con autismo que ellos pudieran circular por las autopistas sin pagar peaje y él no. Que se embanderaba en el lema “no hay plata” ante los reclamos de asistencia mientras atesoraba una máquina de contar billetes en su casa de un barrio privado de Pilar.
Desde el martes a la noche el Gobierno tiembla de solo oír su nombre. Spagnuolo encarna el más sonoro golpe al corazón del relato libertario. Las grabaciones clandestinas en las que alguien que aparentemente es él relata con liviandad un supuesto sistema de coimas en la provisión al Estado de medicamentos para dependientes proyectan una sombra directa sobre los hermanos Milei.
En la adversidad, el gobierno libertario repite el acto reflejo del caso $LIBRA. Deja pasar los días sin articular una explicación que despeje las sospechas de corrupción. No es inacción por el shock: el pánico que paraliza a los hermanos Milei y su círculo de poder responde a que han perdido por completo el control de la información que pueda aflorar de este manantial de oscuridad.
Fuentes de la Casa Rosada y del Congreso dan crédito a versiones sobre la existencia de más grabaciones, en audio y video, vinculadas a la gestión de la Andis. Conjeturan que Spagnuolo fue blanco de una maniobra de inteligencia ilegal que sus autores ocultos no han terminado de usufructuar. Las conversaciones conocidas tienen cerca de un año. Durante al menos tres meses circularon operadores que ofrecían supuestos datos comprometedores sobre el área de Discapacidad, sin que el Gobierno hubiera sido advertido.
El problema se les hizo crisis a raíz de la presurosa acción de la Justicia. El fiscal Franco Picardi, que fue funcionario del Ministerio de Justicia en el gobierno de Cristina Kirchner, secuestró el teléfono de Spagnuolo, computadoras y cajas de documentación. “Diego no se caracteriza por la discreción”, dice un dirigente que estuvo en La Libertad Avanza y conoce bien la estrecha relación que unió a Spagnuolo y Milei. Los papeles que ya obran en la causa incluyen lo incautado en las casas de los hermanos Kovalivker, dueños de la droguería Suizo Argentina, mencionada en los audios del ahora exfuncionario. También se acumulan el celular y datos de Daniel Garbellini, a quien la voz atribuida a Spagnuolo describe como el delegado de Eduardo “Lule” Menem en la recaudación de los supuestos retornos por la compra de medicamentos para el área de Discapacidad.
“Estamos a ciegas”, admite un funcionario de la Casa Rosada. No hay línea con el juzgado o la fiscalía. Tampoco llegan de manera directa a Spagnuolo desde el jueves. No saben si está dispuesto a declarar cuando lo citen o si realmente se siente “traicionado” como sugiere un dirigente que dice haberlo contactado después de que Milei lo echó por decreto.
Aquella decisión había provocado un áspero debate en la cúpula del Gobierno. ¿Qué hacer ante unos audios en los que un funcionario amigo del Presidente habla sin pelos en la lengua de un sistema de coimas de hasta el 8% que organizaría Lule Menem, mano derecha e izquierda de la secretaria general Karina Milei? El impulso lógico: negar la veracidad del material. El ya clásico “es inteligencia artificial”. Pero las primeras respuestas titubeantes de Spagnuolo aconsejaron no tomar ese camino.
La decisión de expulsarlo fue un intento optimista de cortar el escándalo antes de que floreciera. El anuncio lo hizo la Vocería Presidencial, una entelequia burocrática que le permitió al secretario de Comunicación y Medios, Manuel Adorni, no poner la cara para una noticia tan incómoda.
El decreto posterior es una obra maestra de la ambigüedad. En los considerandos se alude a que “las personas que se desempeñen en la función pública se encuentran obligadas a hacerlo con la observancia y respeto de los principios y pautas éticas de honestidad, probidad, rectitud, buena fe y austeridad republicana”. Se añade que “la prevención de conductas contrarias a la integridad pública constituye un compromiso ineludible del Estado”. Pero nunca se explica de qué se los acusa a Spagnuolo y a Garbellini, echado en el mismo acto administrativo.
¿Considera el Gobierno que Spagnuolo participaba de alguna manera en hechos deshonestos? ¿O lo castiga por verbalizar en privado, ante un interlocutor infiel, una estructura de corrupción? Seguramente no le achacaban la inmoralidad de haber callado durante meses un aparente delito que decía conocer.
La carencia de un actor político que pusiera en orden el mensaje dejó desguarnecidos a los hermanos Milei. Si alguien esperaba una conferencia del vocero Adorni se habrá sentido defraudado. Ni siquiera celebró su streaming de los viernes “Fake, 7,8”. No estaba el horno para canchereadas. El inefable Gordo Dan dejó de tuitear durante 48 horas, un récord de abstinencia digital.
Trató de llenar el vacío el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Denunció “una operación” opositora sin otra prueba que la coincidencia temporal entre la difusión de los audios y la sesión de la Cámara de Diputados en la que se debatió el veto de Milei a la ley de emergencia en Discapacidad.
Del Rolex al kiosquito
Resulta dramático el contraste con una reacción previa de Karina Milei cuando la conductora Pamela David le adjudicó falsamente usar un Rolex de 35.000 dólares. La secretaria general emitió un tuit cargado de indignación y de fotos probatorias, exigió una rectificación y alentó una ola de mensajes militantes en defensa de su honorabilidad.
Pero el silencio se cristalizó cuando un funcionario público apareció diciendo con desparpajo que a ella le llegaría el 3% de una coima cobrada a los proveedores de los medicamentos que compra el Estado para las personas con discapacidad. Nada que decir del “kiosquito de 20 o 30.000 dólares por mes” del que se jactaba Spagnuolo.
Milei decidió seguir como si no hubiera pasado nada, aunque en su entorno admiten que la magnitud del escándalo lo obliga a preparar una respuesta personal, directa. Con $LIBRA pasó lo mismo: intentó arreglarlo en las redes, rezó para que el tiempo cambiara la agenda y 72 horas después del tuit que inició el caso finalmente esbozó una explicación de cara a la sociedad. Fue en aquella entrevista con Jonatan Viale que salió mal, cuando se emitió por error una versión sin edición en la que se veía cómo el asesor Santiago Caputo interrumpió el diálogo para corregir una frase inconveniente.
El nuevo escándalo amenaza con ser más delicado. Acá hay dólares ensobrados, como los que le encontraron al empresario Emmanuel Kovalivker mientras intentaba irse de su casa de Nordelta. Aparece, según fuentes judiciales, una máquina de contar billetes en la casa de un exfuncionario amigo del Presidente. Se puede oír a ese mismo hombre hablar de corrupción como quien cuenta un partido de fútbol. Se acumulan teléfonos y documentos en el despacho de un fiscal al que el Gobierno considera hostil. Y todo ocurre a 15 días de las elecciones en la provincia de Buenos Aires y a dos meses de las legislativas nacionales. El camino hasta entonces se aventura angustioso, con un gobierno obligado a contener la respiración ante la amenaza de próximas revelaciones.
La principal diferencia con $LIBRA, sin embargo, reside en la materia de la que está hecho este barullo. En el caso de la criptomoneda la defensa de Milei alegó que se trataba de una “cuestión entre privados”. El que invirtió en el token que subió como un cohete y después se desplomó sabía lo que hacía. Era como quien juega a la ruleta rusa, llegó a decir el Presidente. El affaire Spagnuolo remite a lo más sórdido de la casta política que los libertarios prometen combatir: privilegiados que se benefician de una supuesta red de sobornos que achican el presupuesto público para atender a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Afecta así el crédito moral del mileísmo y profundiza uno de los rasgos negativos que surgen en los estudios de opinión pública sobre la figura de Milei y de su gobierno: la “insensibilidad”. Incluso entre votantes que lo apoyan aparece esta caracterización como un punto cuestionable de la identidad presidencial. Él llegó a alardear en público de su “crueldad” como una forma de resaltar la convicción a prueba de balas de que el orden económico tiene prioridad sobre la “justicia social”, concepto que desprecia.
Los vetos presidenciales a las leyes de aumento jubilatorio y de los fondos para discapacidad, defendidos con fervor religioso, le provocaron una caída de imagen significativa a lo largo de agosto, señalan dos de los principales consultores de opinión pública. El impacto del caso Spagnuolo es todavía una incógnita.
¿Qué hacer con Spagnuolo?
El Gobierno tiene por delante una delicada decisión respecto de este exfuncionario: ¿debe cuidarlo como hizo con el empresario cripto Hayden Davis o ya no le queda más remedio que declararlo “traidor y corrupto” como ha hecho con tantos otros fieles en el pasado?
“El miedo que les provoca Spagnuolo es que es un abogado vivo. Sabe cómo defenderse. Y estuvo demasiado cerca de Javier”, dice un legislador que militó en La Libertad Avanza hasta que lo forzaron a tomar distancia.
La cercanía es inocultable. Spagnuolo era uno de los aventajados a los que Milei invitaba los domingos a escuchar ópera en la quinta de Olivos. Antes de las elecciones presidenciales de 2023, también entraba a la casa de Benavidez donde se había mudado el entonces diputado libertario. Se animaba a levantarle la voz cuando estaban en desacuerdo. Su cuenta de X está repleta de imágenes de campaña, en la ruta, con los hermanos Javier y Karina. La primera vez que Milei decidió denunciar penalmente a un grupo de periodistas eligió a Spagnuolo para que lo patrocinara.
Quienes lo conocen dicen que el trato se había enfriado en los últimos tiempos por intervención de Karina, habitual censora de las relaciones de su hermano.
Hay datos que parecen ratificar que ella había puesto un ojo desde el principio en la gestión de la Andis. Lule Menem citó a Spagnuolo tres veces en 15 días a su despacho de la Casa Rosada apenas asumió en la agencia, entre febrero y marzo de 2024. Así consta en los registros de audiencias del Gobierno. Ese interés en el área de Discapacidad del hombre de confianza de Karina es una de las incógnitas que aún debe despejar la narrativa oficial.
El foco sobre Lule –que impacta también en su primo y socio Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados- trastoca la interna libertaria. Son los grandes ganadores del armado de listas electorales. Su principal adversario interno, Santiago Caputo, está ahora urgido por encontrar la salida a la encerrona del caso Spagnuolo en su rol de principal estratega de la comunicación gubernamental.
La investigación judicial se solapa con la avalancha de derrotas en el Congreso, fruto de la ruptura del esquema de gobernabilidad que la Casa Rosada había tejido con los gobernadores provinciales. La economía muestra signos de estancamiento, mientras la energía del ministro Luis Caputo se concentra en mantener el dólar quieto a cualquier costo y aplastar el índice de inflación antes de las elecciones.
La estabilidad económica constituye uno de los éxitos que trajo a Milei hasta aquí. El otro era el combate –real o imaginario– de los privilegiados que usan el Estado en provecho propio. Esa viga maestra cruje justo cuando se acerca al veredicto de las urnas, donde el Presidente busca el combustible que necesita para impulsar la segunda mitad de su mandato.
Spagnuolo se convirtió en un eslabón suelto. Nada marcha acorde al plan cuando el lema de campaña “kirchnerismo nunca más” convive con una voz amiga que dice en esos audios radiactivos: “Estos son más chorros que los Kirchner”.
En el Gobierno sospechan que puede haber más grabaciones clandestinas; temen que el teléfono y los papeles secuestrados a Spagnuolo desarticulen la estrategia de campaña Política
Leave a Comment