El método que trabaja con el cuerpo y sana los dolores de espalda

De chiquito pasaba horas desarmando juguetes para ver cómo funcionaban, al punto que en su casa lo tenían catalogado como el peligro del destornillador. “Tenía un robot que desarmé y armé un montón de veces para entender cómo era el mecanismo”, cuenta Nacho Monti, creador de la terapia postural holística (TPH), un método que permite aliviar dolores y tensiones.
Fue a los 15 años, durante un viaje a Bariloche, cuando descubrió su amor profundo por la montaña, en el lago Mascardi: “Sentí algo muy especial en el cuerpo, como si ese fuera mi lugar en el mundo”, relata. Cinco años después, volvió para escalar el Tronador y, al pasar por ese sitio, tuvo la misma sensación. Hoy vive en Bariloche con su mujer y sus dos hijos, y cada vez que pasa por esta zona lo reafirma: “Estoy en el lugar que tengo que estar”.
Monti estudió diferentes disciplinas para elaborar el método que prioriza el cuerpo. Es licenciado en educación física, aunque antes estudió tres años de ingeniería en la UTN. “Tuve un colapso, un burnout, mientras estudiaba ingeniería. Recuerdo que estaban abriendo los cines de Puerto Madero y con mi pareja de ese momento fuimos a ver Contracara y me desmayé”. Ese incidente fue decisivo y marcó un nuevo rumbo en su carrera.
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Decidió dedicarse más a la escalada: “Empecé a viajar mucho los fines de semana a la montaña. Y en el club donde tomaba clases me contrataron para enseñar y guiar”, amplía. En una de esas escapadas, un amigo le abrió los ojos y le preguntó por qué no estudiaba educación física. “Dejé ingeniería y me inscribí. Comencé lo que sería mi gran vocación. Luego de recibirme –obtuvo el profesorado y la licenciatura– realicé un MBA en Marketing en la Universidad del Salvador”, detalla Monti, que trabajó durante 14 años en el Hospital Italiano en el programa de atención primaria para el tratamiento de obesidad y sobrepeso. Era un equipo interdisciplinario con nutricionistas, psicólogas sociales, profesores de educación física y otras disciplinas del cuerpo como yoga, baile y taichí y una médica que coordinaba todo.
“Se me ocurrió organizar viajes a la montaña con los pacientes y se generaron experiencias increíbles porque era desafiar los límites y las creencias de todos”.
–Pasaron cosas transformadoras…
–Sí, ahí empezaron a pasar cosas muy interesantes que luego dieron origen al método TPH. Cuando ponemos en valor al cuerpo, dejamos de lado muchos preconceptos, porque muestra algo concreto: no es una fantasía. Al ponerlo en acción y trabajar con registro, toda esa fantasía mental se detiene. Lo concreto del cuerpo te ancla en otra realidad: parás la cabeza.
–Uno puede conectarse con el aquí y ahora.
–Cien por ciento. La experiencia es tan intensa que no hay espacio para pensar en otra cosa. Como pasaba con las personas con sobrepeso con las que realicé actividades de trekking en la montaña: al estar activas, comprometidas con lo que estaban viviendo, se olvidaban de la comida, que pasaba a un segundo plano. Lo importante era otra cosa. Pero claro, cuando uno está atrapado en creencias limitantes, ni se imagina que puede hacer algo distinto, y se refugia, por ejemplo, en la comida. Sin embargo, cuando la experiencia es realmente contundente y el cuerpo está presente, eso tiene tanta fuerza que algo cambia sí o sí. Ese fue un gran input para mí.
–¿Fuiste sumando varios saberes para armar el método?
–Sí, incorporé varias experiencias a lo largo del tiempo. En un momento fui entrenador del equipo de gimnasia artística de Ferro, y ahí empecé a observar cómo la plasticidad y la disponibilidad del cuerpo en movimiento influyen en todo. Más adelante pasé a las clases de circo, donde el enfoque era mucho más lúdico, exploratorio y expresivo. El cuerpo trabajaba en su totalidad: fuerza, flexibilidad, potencia… pero desde otro lugar. Eso lo fui incorporando a mis propias clases, que en principio eran de entrenamiento, pero luego se transformaron en una especie de clase de stretching que combinaba todos estos saberes. Ahí empezó a surgir una pregunta frecuente entre quienes venían: “¿Qué es esto?” Porque no era yoga, ni stretching tradicional, ni pilates. Pasaban cosas distintas.
–¿En qué consiste la terapia?
–En esta terapia se trabaja sobre las fascias. Es aprender a decodificarnos para que a través del cuerpo podamos sanarnos a nivel físico, emocional y energético. Es un método que integra técnicas de conciencia postural, ejercicios de flexibilidad y fortalecimiento, junto con prácticas de atención plena y meditación. La propuesta nació de observar muchas terapias tradicionales que abordan el dolor y las contracturas desde lo puramente físico, sin considerar las causas emocionales o psicológicas que pueden estar detrás. El objetivo fue desarrollar un enfoque integral que permitiera a las personas interpretar no solo las señales de su cuerpo, sino también las de su mente y sus emociones.
–¿Qué es la fascia?
–La fascia es un tejido conectivo que recubre y conecta todo el cuerpo. Envuelve músculos, huesos, órganos y estructuras internas, funcionando como una red de sostén y comunicación. Los traumas y las tensiones muchas veces quedan impactados en la fascia, que puede volverse rígida. Eso genera acortamientos y disfunciones en el movimiento. Sostenidas en el tiempo, estas restricciones pueden derivar en lesiones, desajustes posturales y otros síntomas. El cuerpo contiene más información sensorial que va hacia la mente y no al revés. Esto refuerza la idea de que todo está integrado. Si trabajamos desde el cuerpo con un registro de sensopercepción, es decir, con conciencia de lo que sentimos físicamente, también podemos activar distintos nodos del sistema nervioso desde un lugar de liberación. Y cuando eso sucede, comienzan a soltarse tensiones tanto corporales como emocionales. Es ahí donde empieza a revertirse toda una historia física, emocional, e incluso traumática, alojada en el cuerpo.
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–¿Podés dar algún ejemplo?
–El dolor recurrente en la cintura muchas veces está vinculado a tensiones en la cadera, y esta zona tiene una connotación emocional muy fuerte. Es donde tenemos los huesos más grandes, los músculos más potentes, es nuestro soporte central. Pero hasta darnos cuenta de que algo ahí molesta, si no estamos muy conectados, puede pasar mucho tiempo. El cuerpo da señales desde el principio, pero no siempre las escuchamos. Parte del aprendizaje de conocernos es entender que el cuerpo es el mensajero y nos cuenta sobre nuestras emociones. De hecho, hoy sabemos que percibe y responde 200 milisegundos antes que el cerebro pueda decodificar la información. Todo parte de lo sensorial.
–¿Cómo detectaste que las dolencias físicas tenían una raíz emocional?
–Lo que empecé a notar es que muchas lesiones no venían de accidentes puntuales, sino de patrones posturales repetitivos. Y esos patrones, muchas veces estaban relacionados con lo emocional. Entonces quise entender cómo decodificar eso que el cuerpo expresaba a través del movimiento. Empecé a formarme en ese enfoque para comprender mejor la dinámica cuerpo-emoción y poder integrarla a mi método.
–¿La vorágine del día a día complica las cosas, no?
–Cuando vivimos en entornos agresivos o inestables, en los que nos sentimos amenazados, todo el sistema nervioso se adapta a esa tensión. Cuando se vuelve constante, se normaliza y el cuerpo entra en un estado de entumecimiento. Esto también afecta la toma de decisiones, la claridad mental y nos mantiene en modo de supervivencia.
–¿Qué pasa con la gente que no escucha sus dolores?
–En general se trata de gente que está completamente desconectada de su cuerpo, que es extremadamente obediente. Se adapta a todo lo que le pedís, incluso al malestar. Puede sostener tensiones mucho tiempo sin que te des cuenta. Esto ocurre porque en el cuerpo opera lo que se llama un “sistema de no-dolor”: su prioridad es la supervivencia. Si algo duele, te distrae, te frena, te saca de tu eje. Entonces, para mantenerte funcional, el cuerpo compensa y oculta ese dolor.
–¿Cómo darse cuenta de que uno está desconectado de su cuerpo?
–Una de las formas más simples es revisar tu respiración. Por ejemplo, acostate y tratá de registrar cómo estás respirando. Puede parecer fácil, pero muchas veces nos cuesta incluso sentirla. Es algo tan básico y, sin embargo, pasamos todo el día sin prestarle atención. Otro indicador claro es la postura. Muchas veces nos sentamos sobre las lumbares, encorvando la cadera. Lo ideal es apoyar el peso sobre los isquiones. La columna vertebral funciona como un eje que se apoya sobre la cadera y ese sostén debe ser equilibrado. Pero si estás todo el tiempo doblado, es difícil mantener una buena postura.
–¿Cuál es la magia de la terapia?
–No es magia. Está toda la ciencia atrás. Si aprendemos a usar el cuerpo y lo movemos de manera adecuada, respetando y entendiendo la biomecánica, muchos de los dolores que tenemos en el cuerpo se solucionan.
Y ese chiquito al que temían con su destornillador, un día se convirtió en el secreto mejor guardado de algunas celebridades. Entre ellas, Pepe Sánchez, exbasquetbolista de la generación dorada, que practica TPH desde hace 5 años. Según relata en el nuevo libro de Monti, esta práctica lo ayudó a aliviar dolores crónicos derivados de su carrera, mejorar su postura y descubrir la conexión entre cuerpo, mente y emociones. Gracias a este método, dejó de necesitar analgésicos, recuperó la movilidad de su cadera y logró eliminar los dolores persistentes en la espalda. Dicen que el cuerpo no miente. Monti aprendió a escucharlo. Y ahora, otros también empiezan a hacerlo.
Nacho Monti, creador de la terapia postural holística, cuenta cómo integra técnicas de conciencia postural, ejercicios de flexibilidad y fortalecimiento, junto con prácticas de atención plena y meditación Salud
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