El clásico fue de Racing porque lo quiso ganar con Juanfer Quintero y Roger Martínez; Boca y lo ya visto: falta de grandeza
Antes del superclásico, Diego Martínez perdió el primero de los seis clásicos que disputó en su gestión. Más que inoportuna la derrota. Y preocupante desde lo futbolístico. Dejó el invicto en el Cilindro de Avellaneda, cuando el partido era un nudo que desató la dupla colombiana que había entrado cinco minutos antes desde el banco: centro quirúrgico de Juanfer Quintero y cabezazo de media vuelta de Roger Martínez, con la defensa de Boca en babia y Chiquito Romero en tierra de nadie, sin salir a cortar el centro ni cubriendo el arco.
Racing sacó provecho de su profundo y variado plantel, más que de un equipo aceitado, que garantice un funcionamiento. La Academia es una moneda al aire, venía de una ceca muy ceca en la derrota ante Atlético Tucumán y le salió la cara más sonriente contra Boca. Para maquillar las imperfecciones colectivas cuenta con varias individualidades que pueden resolver en medio de las tinieblas, como ocurrió con la conexión Juanfer-Roger. Fue la primera vez que el Racing de Costas dio vuelta un resultado ante un Boca que, más allá de los nombres y los planteos, viene transmitiendo lo único que no puede permitirse: falta de grandeza.
Un primer tiempo sin dueño, supeditado a aciertos y errores alternados. Con goles y situaciones, pero escaso juego fluido de ambos lados, todo muy entrecortado, de intenso y confuso tránsito en el medio campo. En Racing no reapareció el arquero Arias, que había dejado frases que retumbaron en la convivencia interna del plantel tras la derrota en Tucumán, donde según su criterio el equipo estaba demasiado blanco. Un estado gripal lo marginó a su regreso de Chile tras la fecha de las eliminatorias.
Lo más destacado de Racing 2 – Boca 1
Costas cambió de esquema: línea de tres zagueros, con Martinera y Mura de carrileros. Y Salas por Roger Martínez, para rearmar la fórmula ofensiva con Maravilla Martínez que fue tan productiva en el comienzo de su ciclo. Diego Martínez, en su 40ª formación diferente en los 43 cotejos al frente de Boca, sorprendió con la inclusión de Miramón, en una línea media que no encuentra a su cuarto componente. A veces es Martegani, en otras Saralegui, lo fue Belmonte, este sábado Miramón. Una rotación que habla de un trabajo inconcluso y deficiente del técnico. Con Miramón tampoco dio en la tecla; el ex Gimnasia, recostado sobre la derecha, quedó solapado, escondido entre sus compañeros de la zona media.
Los dos equipos jugaron bajo presión, conscientes de que la temporada los encuentra en un momento de definiciones en cuanto a rendimientos y resultados. Necesitan despejar dudas y consolidar la lucha por los objetivos. Aunque los dos entrenadores se sienten con la situación controlada, algo se mueve bajo sus pies. No pueden presumir de estabilidad segura.
Pasaba poco y nada, todo muy enredado y tenso, cuando ninguno de los tres zagueros de Racing plantados en la media luna no supieron leer el muy buen filtrado de Merentiel a Giménez, que otra vez definió como si no le pesara nada ser el reemplazante de Cavani. Lo dejó gateando a Cambeses en una resolución a pura calidad.
Boca no supo aprovechar el 1-0, se regaló enseguida. El empate de Racing abundó sobre un aspecto de Boca que se acentuó en los últimos tiempos: Pol Fernández, por condiciones y personalidad, pasó de pieza importante a ser el dueño del equipo, es omnipresente, casi que no hay jugada que no pase por sus pies ni indicación que deje de dar. Sus compañeros también lo asumen así. Por eso Romero lo buscó con un saque de arco comprometido, innecesario, propició el quite de Nardoni para el 1-1. Pol Fernández no se privó de marcarle a Chiquito lo que debió hacer: un saque largo.
A falta de buen juego, la primera etapa compensó con situaciones de gol en los dos arcos. La zurda de Zenón estrelló un remate en el travesaño. A Maravilla Martínez se le fue alto un cabezazo y Salas disparó alto cerca del área. Cambeses le tapó dos mano a mano a Merentiel. En las áreas, el clásico tenía más atractivos que en las zonas de gestación del juego.
Carbonero, que no había podido imponer su chispeante gambeta, le dejó su lugar a Baltasar Rodríguez, que cubre más espacios con su despliegue. Boca no se decidía y Racing no terminaba de animarse. Como en toda la tarde, el clásico estaba para cualquiera. Martínez no mejoró a Boca con la entrada de Belmonte.
Chiquito Romero parecía enmendarse con una tapada a Baltasar Rodríguez. Con el clásico en tablas, Costas hizo dos modificaciones en un último intento por la victoria, con Juanfer y Roger. La apuesta le salió redonda, impecable, y con el gol quedó expuesto otra vez Romero, silbado desde el calentamiento previo. Los hinchas de Racing, además de no perdonarle que haya elegido Boca, también tenían la espina de que en su anterior visita haya sido decisivo en la definición por penales que clasificó a Boca a los cuartos de final de la Copa Libertadores.
Después del 2-1 quedaban nueve minutos más el descuento, y casi no se jugó más. Interrupciones, choques, simulaciones, roces, pelotazos. Tarde, Martínez recurrió al Changuito Zeballos y Janson. Boca llega al superclásico pisando campo minado.
La Academia fue a buscar la victoria con el ingreso de los dos colombianos; el equipo de Diego Martínez y un panorama preocupante de cara al superclásico con River Fútbol
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