El artista que inmortaliza al campo, refleja un testimonio de vida y en sus obras siempre cuenta algo​

Augusto Gómez Romero es un pintor argentino nacido en Buenos Aires el 25 de marzo de 1953. Estudió veterinaria en la Universidad de Buenos Aires y ejerció su profesión en un campo en Azul, provincia de Buenos Aires. “Soy un fanático del campo de toda la vida. Vengo de una familia que tiene fuertes raíces en él, sobre todo en Azul”, comentó.

Su profesión lo llevó a vivir experiencias únicas que alimentaron su visión del campo y su pasión por la pintura. “Como veterinario tengo una riquísima experiencia de vida. He vivido cosas increíbles. Desde paisanadas hasta… en fin. Me ha hecho meterme en lugares impensados: desde riñas de gallos hasta competencias de caballos de carrera. Te hace vivir experiencias que no son lo común”, agregó.

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Fue referí de polo durante 20 años, abrió en 1986 una final en Palm Beach, donde su desempeño lo llevó a formar parte del grupo de referís oficiales en la Argentina. Aunque siguió ejerciendo como veterinario por un tiempo, dejó la profesión para dedicarse al negocio inmobiliario rural, en el que trabaja desde hace más de 30 años.

El arte siempre fue parte de su vida. Desde niño dibujaba sin cesar, y en Azul comenzó a recibir encargos. Al mudarse a Buenos Aires, realizó su primera exposición y vendió todas sus obras. Decidió aprender sobre el uso del color y, tras un breve paso por clases, se volvió autodidacta.

“Tomé cuatro clases, en las que me contaron qué era la acuarela, el óleo, el acrílico. A la cuarta dije ‘Acá no tengo nada más que ver’. Desde ahí, soy autodidacta. Para mí es una terapia. Me ha ayudado a desarrollarme como persona. Soy un tipo que ha hecho y hace muchas actividades, y esa es una de las que me llenan la vida”, comentó.

Agregó: “Por ejemplo, durante la pandemia; esos dos años que tuvimos que estar encerrados, a mi me calzaron perfecto. Yo estaba en mi mundo, era una felicidad completa. Pintar, pintar y pintar. Lo hacía tanto en mi casa como en el campo”.

Este vínculo con el campo se mantiene a través de su trabajo en el sector inmobiliario y, sobre todo, en su arte. “El tema inmobiliario de campos tiene una relación fuertísima con mi pintura porque es una fuente de inspiración constante”, explicó.

“Me da muchísima tristeza cuando llego a esas estancias enormes que antes tenían 30 paisanos y hoy tienen solo uno. Y está con un gorrito y unas zapatillas que tiran luces… Antes se juntaban los paisanos en la matera a las 5:30 de la mañana a recibir órdenes del capataz. De ahí, salían todos: unos al campo, otros a recorrer, otros a levantar y acomodar una alambrada, otros a cerrar una hacienda o armar una tropa, algunos a galopar los potros… Me da mucha melancolía eso”, lamentó.

Esa transformación del campo tradicional que conoció es algo que lo golpea profundamente. “Me da mucha pena que los jóvenes no lo vayan a vivir”, dijo. Si bien reconoce que el campo sigue siendo una fuente de trabajo enorme y que ha evolucionado con tecnologías avanzadas en agroquímicos, semillas tratadas y maquinarias sofisticadas, siente que la esencia de aquella vida rural se está perdiendo.

A través de su pintura, Gómez Romero busca inmortalizar ese campo que conoció y que hoy se desvanece. Refleja en sus obras un testimonio de una forma de vida que, aunque en extinción, sigue viva en su memoria y en su arte.

“Expuse en Estados Unidos y en España. Pero te diría que si expusiese en Oklahoma o en Texas probablemente tendría un éxito bárbaro, porque les gusta y entienden muchísimo este tipo de arte”, sostuvo. “Por mi actividad, he viajado durante 30 años por todos lados: Indonesia, Rusia, Perú, Brasil. En todos lados tenés algo para ver y aprender. El Louvre, en París, lo habré visitado 10 veces. Esa es mi fuente, de ahí aprendo”.

Hace más de 15 años, Gómez Romero realiza exposiciones en Buenos Aires y otros puntos del país. “He ido a Bolívar, por ejemplo, por el aniversario de la batalla de San Carlos. Me parece una de las fechas más increíbles en la historia argentina: ahí termina el poderío indígena sobre gran parte del territorio”.

“La mayor superficie de la República Argentina estuvo gobernada más de 50 años por un cacique chileno que se llamó Juan Calfucurá. ¿Hay alguna película? No, nadie hizo algo al respecto. Fue muy impresionante, porque la economía, la política y hasta la religión en el país se manejó a expensas de este señor”, expresó. “Por eso es que en mis pinturas, de alguna manera, siempre tengo un dejo histórico. No son un cuadro-retrato, pero cuentan algo”.

En 2024, al exreferí le tocó exponer en la Catedral de la Inmaculada Concepción, La Plata, junto a Gustavo Augusto Solari, pintor tradicionalista. “Cuando llegué y vi esa catedral, me caí detrás. No podía creerlo. Me llevaron al subsuelo, donde entre columnas de piedra y ladrillos de la época colonial hay unas alas de exposición con una iluminación tan increíble y profesional”, describió.

“No podía llenar el lugar, entonces se me ocurrió invitar a Gustavo Solari. Él puso 20 cuadros y yo 43. Pero una semana antes de la exposición, me llegó la noticia de que falleció“, recordó. ”En ese momento, llamé a los hijos para decirles que frenemos todo y ellos me respondieron que de ninguna manera, que su papá estaba muy entusiasmado. Así que se convirtió en un homenaje. Fue fuertísimo”.

En la actualidad, el artista reconoció que le gustaría tener aún más tiempo para pintar. Además, no descartó la posibilidad de escribir un libro: “Tengo dos ideas: una es un libro personal, con mis pinturas y la historia de mi carrera pictórica. Pero también me gustaría formar, junto a diez pintores contemporáneos, parte de un libro que cuente y explique las pinturas. Y que ese libro llegue a lugares de estudio, para que la gente aprenda sobre el arte costumbrista”.

“Mi ambición sería que Augusto Gómez Romero fuese un pintor histórico. No lo voy a ser nunca, hay muchos mejores que yo, pero me encantaría que alguna vez me consideraran como el artista que pinta la historia argentina. Es muy lindo pintar a un paisano tirando el lazo, es muy bueno como costumbrista. Pero quizá me gusta más pintar un personaje de época, un acto histórico, una batalla. Hay tantas cosas…”, finalizó.

​ Con una trayectoria de más de tres décadas, Augusto Gómez Romero se ha consolidado como uno de los principales referentes de la pintura costumbrista argentina; también es veterinario, árbitro de polo y se dedica a la actividad inmobiliaria rural  Campo 

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