De México a la Argentina, una lucha coincidente para mitigar los perjuicios de las redes sociales en los chicos​

El año pasado, la autoridad máxima en salud pública de los Estados Unidos, Vivek Murthy, publicó un informe que deja en claro que no hay “evidencias suficientes para determinar si las redes sociales son suficientemente seguras para los niños y adolescentes”. Dos meses después, un informe de la Unesco destacó los efectos nocivos de las pantallas en el desempeño de los alumnos; el documento mostró que uno de cada cuatro países ya tiene normas para restringir el uso de celulares en las escuelas.

Los alertas ponen sobre la mesa un debate que tiene aires de urgencia para las entidades médicas y de protección de la infancia y adolescencia. ¿Cuáles son los riesgos y qué se debe hacer para reducir el uso de pantallas y redes sociales entre los más jóvenes?

Los diarios que integran el Grupo de Diarios América (GDA), del cual LA NACION es parte, realizaron una inmersión en el tema en los últimos meses escuchando especialistas, familias, escuelas y autoridades de nueve países latinoamericanos. Estos son los resultados:

Riesgos

Daniel Becker, pediatra, sanitarista y profesor del Instituto de Estudios en salud Colectiva de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), explica que aún se irá develando mucho más con el tiempo sobre los efectos, pero las investigaciones de la última década ya revelaron impactos nocivos que van desde problemas en la cognición hasta riesgos por los contenidos que se difunden en las redes.

“Lo que hoy sabemos es pésimo. Desórdenes cognitivos, pérdida del aprendizaje, conductas alteradas, sedentarismo, miopía, debilidad muscular, perturbación del sueño, aislamiento social progresivo. Todo esto agravado por los riesgos de ideologías extremistas, publicidades nocivas, constante comparación con los demás, promoción de dietas absurdas, fake news, estafas, pedofilia y todo lo que circula sin frenos por las redes”, dijo.

Este mes, una revisión de doce estudios que evaluaron adolescentes de 10 a 19 años por medio de un examen de resonancia cerebral, realizado por investigadores del University College of London, en el Reino Unido, mostró que aquellos con dependencia a internet sufren alteraciones en el cerebro y cambios de conducta asociados a la capacidad intelectual, coordinación física, salud mental y el desarrollo.

Según el especialista peruano en psicología de las adicciones Miguel Vallejos Flores, la adicción a las redes sociales y al uso prolongado de dispositivos electrónicos puede alterar la química cerebral, causar cambios en la conducta y resultar en una dependencia psicológica significativa. Estos vicios tecnológicos estarían relacionados a la búsqueda de gratificación instantánea y de interacción social.

Abril María Arias Taveras, psicóloga clínica, terapeuta familiar y expresidenta del Colegio Dominicano de Psicólogos, en República Dominicana, afirma que ya llegó a presenciar la falta de control de esfínteres, o sea, niños haciendo sus necesidades fisiológicas en la silla para no soltar los aparatos. Ella observa agresividad, disturbios del ciclo del sueño, déficit en la atención y deficiencias visuales, como problemas que ve en su consultorio debido al uso excesivo de dispositivos. También trató a niños que agredían a sus familiares cuando estos decidían sacarle los aparatos.

En Perú, en 2023, un grupo de estudiantes del colegio privado St. George’s College modificó con inteligencia artificial fotos y videos de las redes sociales de sus compañeros para transformarlos en material pornográfico, que fue vendido por hasta 8 dólares. La abogada peruana especializada en protección de datos Virginia Nakagawa alerta sobre los cada vez más comunes y peligrosos desafíos digitales.

“Cada semana son creados nuevos peligrosos desafíos virales y no hay una estrategia clara para reducir la exposición de los menores a esos contenidos”, dice. Por ejemplo, en 2022, cinco adolescentes de Huánuco fueron internados luego de intentar un desafío viral llamado “desafío del desmayo”, en el que se comprime el cuello. Una de sus compañeras mencionó que estaban imitando un video de TikTok.

Del 2020 a abril de 2024, fueron denunciados 1879 casos de ciberbullying en instituciones educativas en el portal SíSeve, aplicación del Ministerio de Educación de ese país.

En tanto, el estudio Suicidio en adolescentes en Uruguay indica que un tercio de los adolescentes entrevistados afirmaron que sus padres “no conocen sus problemas y preocupaciones” y que hay fallas de comunicación entre adultos y adolescentes porque “las pantallas nos aíslan”.

Según un informe presentado por la ONG Centros Comunitarios de Aprendizaje de Venezuela, durante 2023 fueron contabilizados 191 casos de riesgo de suicidio en niños y adolescentes del país, lo que representó un aumento del 17,9% en relación a 2022, cuando la organización documentó 162 casos. Un trabajo del Ipys Venezuela destaca que esos datos son un alerta para los padres en relación al uso de las redes sociales y pantallas, de manera general.

Frente a tantos riesgos, surgen iniciativas que resultaron acertadas. Desde las escuelas, hasta las familias y el poder público, son muchos los frentes en los que sectores de la sociedad civil se han desempeñado para revertir el problema.

Escuelas

Según la visión de los especialistas, es importante postergar el acceso a las redes sociales al menos para lo mínimo recomendado por las propias plataformas: 13 años. Sin embargo, en una realidad en que cada vez más niños tienen acceso y que el uso entre adolescentes es extremadamente elevado, uno de los frentes que creció es el de la educación mediática.

En Brasil, el programa EducaMídia, del Instituto Palavra Aberta, que actúa en la capacitación de profesores y organizaciones de enseñanza, enseña a verificar los contenidos, analizar críticamente lo que circula, a pensar cuál es su responsabilidad como productor y divulgador de contenido.

Pero el punto principal que involucra el papel de las escuelas es la prohibición de los celulares durante el período de clases. Países como Portugal, España, Suiza y algunos estados norteamericanos como Florida, ya adoptaron estas medidas. En la mayoría de los países que integran el GDA aún no hay una decisión nacional sobre el tema, quedando a los estados, provincias o municipios –y hasta a las escuelas, aisladamente– decidir qué hacer al respecto.

Río de Janeiro fue la capital pionera al implementar la medida en Brasil este año. El secretario de Educación local, Renan Ferreirinha, dice que la experiencia fue positiva.

“Vimos una adhesión muy fuerte entre familias y educadores. Muchos padres me dicen ‘qué bueno que ustedes están intentando esto, porque en casa yo ya perdí esa batalla’. Los alumnos de hasta 10 años tienen una adaptación muy rápida. Para los adolescentes, el comienzo es más difícil, lo que es esperable, pero es un proceso de creación de una cultura. La escuela es un lugar para aprender a convivir, y los jóvenes se estaban quedando muy aislados en las propias pantallas aún durante los recreos, sin jugar, sin conversar, interactuar, lo que es esencial para el desarrollo”, dice Ferreirinha, que defiende la idea de que Brasil comience una discusión a nivel nacional.

Un camino similar acaba de adoptar la capital argentina. El Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires publicó una resolución para regular el uso de los celulares en las escuelas, limitando su uso en la educación infantil y primaria y creando reglas más rígidas para la educación secundaria.

De acuerdo con el documento, los más chicos no pueden usar los dispositivos ni durante las clases ni en los recreos; para los contenidos que incluyan herramientas tecnológicas, serán utilizados los dispositivos de la institución. En el caso de la educación secundaria, los teléfonos y tablets deberán permanecer guardados durante las horas de clase, excepto en las actividades pedagógicas planificadas.

La mexicana Luz María Guzmán, directora general de una escuela particular del municipio de Cuauhtémoc, resalta que el celular se está convirtiendo en un problema muy serio y en la Ciudad de México, al menos en la dirección operativa a la que ella pertenece, el uso se restringió en el interior de las aulas.

“El problema del uso del celular o tablet en la escuela es grave. Se vuelve más agudo al inicio de la adolescencia, cuando los jóvenes necesitan socializarse más y hay necesidad de una mayor comunicación con los compañeros”, considera Guzmán.

En Puerto Rico, la secretaria del Departamento de Educación, Yanira Raíces Vega, reconoció que este es un tema complicado, con sus pros y contras, porque “el celular puede ser útil, pero también puede ser una distracción si no se utiliza y administra bien”. Sobre la posibilidad de prohibir el uso en la escuela, ella dice que aún “es un tema con el que estoy empezando a familiarizarme”. Por ahora, el sistema educativo público del país adopta un reglamento que permite el uso de celulares u otros equipos solo para fines académicos.

En la Argentina, mientras no surge una política nacional, algunas escuelas, especialmente en el sector privado, están limitando la presencia de los celulares por decisión propia más allá de la Capital. Es el caso del Instituto Victoria Ocampo, localizado en la provincia de Buenos Aires, que desde comienzos de este año decidió, con el acuerdo de los padres, restringir el uso de smartphones en las aulas. Los alumnos dejan el celular en un canasto al entrar y solo lo retiran al final del día, manteniendo la prohibición durante los intervalos y recreos.

“Los alumnos nos dijeron que no sabían de qué conversar con sus compañeros cuando estaban físicamente con ellos. Ellos solo se conectaban a través de las pantallas. Muchos niños hasta presentaban síntomas de ansiedad y estaban en tratamiento por este problema”, cuenta Verónica Caputi, directora de Innovación del Instituto Victoria Ocampo. Las madres y padres percibieron los beneficios.

“Veo que esto es algo muy positivo. Pude observar que mi hijo menor tiene más material en sus carpetas y veo que incluso llega a la escuela más feliz. Pienso que usar el teléfono los hizo sentirse más solos. Ellos tenían amigos, pero del otro lado de la pantalla, sin poder conversar, sin mirarse a los ojos o reírse juntos”, afirma Valeria Marrapodi, madre de dos hijos, Nicolás de 18 y Federico de 14, que concurren al Instituto Victoria Ocampo.

La idea de usar los aparatos para complementar lo dado en el aula, aunque en teoría sea excelente, es más complicada en la práctica.

“Es muy difícil para el profesor utilizar el aparato con fines didácticos, porque el niño no tiene autorregulación. Ellos están en una clase de Geografía y la profesora puede decir: ‘Vamos a buscar un mapa en Google’. Eso complementaría el contenido, pero el niño además de hacer lo que la profesora está pidiendo, empieza a sacar fotos a los compañeros, mandar mensajes a un niño de otro grupo…”, dice Luz María Guzmán.

Sin embargo, algunos educadores aseguran sacar provecho de la tecnología en el aula. Para la profesora de inglés y presidenta del Sindicato Nacional de Educadores y Trabajadores de la Educación (Unite) de Puerto Rico, Liza Fournier, “el celular puede ser una herramienta muy poderosa en el aula y aún más aquí en Puerto Rico donde internet y el wifi no funcionan en las escuelas o no alcanzan todas las regiones”.

“Creo que debería ser utilizado con controles que deben ser previamente establecidos. En mi clase, yo utilizo el celular con mis alumnos cuando queremos usar el traductor, pero es bajo reglas preestablecidas”, dice Fournier.

De cualquier forma, no basta con restringir o prohibir el uso en las instituciones. Las escuelas necesitan que las familias hagan su parte. Yidaira Medrano, directora de educación primaria de la República Dominicana, destacó que una de las mayores luchas que enfrentan los profesores es mantener despiertos a los alumnos, ya que llegan al aula exhaustos por quedarse despiertos hasta tarde manipulando aparatos.

“Los padres deben tener un mayor nivel de compromiso porque es difícil cuando hay un progenitor que dice que el hijo se fue a dormir a las dos o tres de la mañana por quedarse jugando, situación que se refleja en la escuela. Es una de las mayores luchas que tenemos: lograr mantener a los niños despiertos”, advirtió.

Familias

Melina Furman, doctora en educación y profesora de la Universidad de San Andrés, en la Argentina, recomienda establecer reglas dentro de las familias, como llegar a un acuerdo sobre el tiempo máximo que puede ser usado por día en las pantallas. Otro aspecto es retrasar al máximo la entrega del primer celular.

“Es importante que tengan la madurez necesaria y una experiencia de vida fuera de la virtualidad. Entonces será necesario establecer reglas para coordinar el tiempo de uso, si pueden o no acceder a las redes sociales, si cargan el celular afuera del cuarto, durante la noche. Y los adultos deben dar el ejemplo: dejar el celular y comer mirándose a la cara, conversar y reír para sostener el vínculo familiar”, afirma.

Muchas familias ya enfrentan luchas difíciles dentro de casa.

“Desde pequeña, mi hija se sentaba y quería ver Youtube. Llegó al punto de no compartir con nosotros. Cuando estábamos en la cocina y la llamábamos decía que no ‘porque estoy ocupada’. A veces simplemente no contestaba. Si le decíamos que no podía usar la tablet, se ponía de mal humor, respondía mal y hacía las tareas de mala gana. Por eso empezamos a establecer límites y a buscar nuevas actividades para hacer. Es un proceso continuo, estoy luchando con eso todavía y ella ya tiene 9 años”, cuenta Shadia Marchan, peruana.

El mexicano Otávio, funcionario público y padre de Emanuel, de 10 años, explica a su hijo las consecuencias del uso excesivo, como daños en la vista y en las articulaciones de las manos.

“Busco limitar el tiempo dedicado a tablets y celulares a dos horas por día, solo durante la tarde, evitando su uso en el auto, por los daños que pueden causar –explica–. Además, configuro los aparatos para regular el brillo y el volumen, prohibiendo el uso de auriculares y dispositivos de manos libres que puedan distraerlo y afectar su audición, y sustituyo el celular o tablet por juegos de mesa y lectura de libros diariamente durante 20 minutos”.

El colombiano Alejandro Castañeda, padre y jefe del Centro de Internet Seguro-Vigías de Red PaPaz (una red de padres, madres y cuidadores), cree que es importante que la entrega de un dispositivo no sea hecha de un momento a otro: “Dar un celular a un adolescente debería ser parte de un proceso que empieza desde mucho antes, en el cual nosotros, como padres, construimos un espacio para conversar y comprender cómo utilizarlo; explicar la importancia de la privacidad, los riesgos y las ventajas que pueden encontrarse en el uso de internet, entre otros temas. Un celular no es un simple regalo”.

Entre iniciativas que también son bien vistas, el pediatra Daniel Becker cita movimientos de padres y responsables que crean comunidades con otras familias que buscan preservar una infancia libre de pantallas.

“La gran razón para entregar el celular tan tempranamente es eso de ‘todo el mundo tiene, menos yo’. Eso lleva a muchos padres a dar el aparato tan prontamente como a los 8 años, lo que es un absurdo. Pero cuando las familias se juntan formando grupos de niños que no usan celular, ese argumento se pierde”, cuenta Becker.

Gonzalo Arauz es padre de un chico de 8 años y fundador del movimiento Infancia Sin Smartphones, en la Argentina, inspirado en la organización británica Smartphone Free Childhood.

“Es una iniciativa para demorar la entrega de smartphones a los niños. Yo venía leyendo sobre problemas de concentración, falta de sueño, juegos de azar, grooming, cyberbullying, entre otros problemas asociados al uso indebido del celular y sentí que era hora de hacer algo. Aunque mi hijo no tenga un aparato, yo quería hacer algo antes de que sus amigos empezaran a tener el suyo. Hice un comentario en el grupo de WhatsApp de la escuela y varios padres y madres se sumaron”, cuenta.

Aplicaciones como Family Link, Screen Time y Moment también son herramientas útiles para ayudar a los adolescentes a controlar y reducir su tiempo de pantallas. Estas permiten establecer límites diarios, monitorear el uso y promover pausas regulares.

Poder público

En Brasil el gobierno federal creó el Departamento de Derechos en la Red y Educación Mediática, que entre otras medidas, elabora la primer guía oficial para el uso consciente de pantallas y dispositivos digitales de niños y adolescentes. El grupo de trabajo destinado a la creación del documento involucra siete ministerios y 20 organizaciones de la sociedad civil. Está previsto que esté listo a fin de este año.

Ricardo Horta, licenciado en neurociencias y doctor en derecho, que participa en la elaboración de la guía, afirma que el documento es importante para elucidar, por ejemplo, las diferencias entre mirar mucha televisión y dedicar ese mismo tiempo a redes como Instagram y TikTok.

“Hay una comparación a la llegada de la televisión, como si fuera un pánico pasajero. Pero hay investigaciones específicas que muestran que el tiempo de pantalla no es un factor único. Si pasás una hora mirando un contenido específico, que tuvo una curaduría y es para un público de edades bien definidas, el impacto es muy diferente a pasar una hora en una red social, donde hay de todo lo que se pueda imaginar”, dice.

Uno de los problemas, afirma, es que los medios son desarrollados para capturar la atención del usuario de manera progresiva. “Cuando el tiempo es infinito y los contenidos apelativos son priorizados por un algoritmo, es algo extremamente diferente. Dependiendo del contenido, basta un minuto para crear un trauma. No es tanto una cuestión de tiempo, sino de un efectivo control parental y un contenido adecuado a la edad”, consideró.

En general, en la mayoría de los países, los gobiernos federales, las carteras de educación y los poderes legislativos todavía no han logrado llegar a un acuerdo sobre cómo manejar la cuestión de las pantallas en niños y adolescentes. Y hay otro punto de discusión: la desigualdad social sigue siendo un problema común en América Latina, que se refleja en el acceso a internet. Mientras algunos niños están adictos a las pantallas, otros no tienen ninguna familiaridad con la tecnología.

Juan Martín Pérez, coordinador de la organización Tejiendo Redes Infancia en Latinoamérica y Caribe, alerta sobre el cuidado que hay que tener, porque no es lo mismo reducir el uso de tablets o celulares a menores de clase media o alta, que poseen otros medios para aprender o desarrollar conocimientos, que a los niños en condiciones precarias que no tienen otras formas de aprender y desarrollar conocimiento o de acceder a la información.

Lo mismo alerta el exministro de educación de Perú, Daniel Alfaro: “No funciona limitar y prohibir, principalmente en hogares de clases socioeconómicas D y F, porque es complicado el acceso a esos dispositivos, como a internet. Pero ellos tienen el derecho al acceso principalmente para desarrollar sus competencias digitales”.

El viceministro de Educación de Colombia, Óscar Gustavo Sánchez Jaramillo, destaca que en el país hay casos de escuelas rurales donde el celular es la única oportunidad de acceso a internet, y que por medio de ellos se desarrollan prácticas pedagógicas innovadoras que incluyen, por ejemplo, juegos matemáticos, metodologías de investigación o creación artística. De esta forma, según él, el celular es, muchas veces, una oportunidad. Por eso, es necesario evaluar la particularidad de cada escuela y, a partir de ahí, adoptar las medidas.

Plataformas

De acuerdo con la investigación TIC Kids Online Brasil 2022, el 95% de los jóvenes entre 9 y 17 años son usuarios de internet en el país, 88% de ellos tiene perfil en las redes sociales. El porcentaje es alto aún entre los de 9 y 10 años (68%), aunque las plataformas no permitan oficialmente que menores de 13 tengan una cuenta en las redes.

El Kids Online en Uruguay, publicado en diciembre de 2023, mostró que entre los 9 y 12 años TikTok es, por lejos, la red social favorita, utilizada por el 72%. Después le sigue Instagram, con el 39%; Discord, con el 27%; Twitch, también con el 27%, y X (ex-Twitter), con el 16%.

El estudio revela que la principal actividad de los niños en las redes sociales es conversar con familiares, amigos, conocidos y hasta con extraños.  El 14% afirmó que “generalmente acepta a todos” los pedidos de amistad, 13% acepta a aquellos que tienen amigos en común, 36% apenas se conocen personalmente y 30% apenas, se conocen “muy bien”. Además el estudio revela que 33% de los niños entrevistados ya ha tenido una experiencia negativa por internet.

En este sentido hay dos principales atribuciones a las plataformas: control de la edad, haciendo valer la regla y la moderación del contenido retirando del aire publicaciones nocivas.

En relación al criterio etario, las empresas no solicitan una comprobación, como por ejemplo la presentación de un documento, a la hora de crear un perfil. Por eso muchos niños logran acceder a plataformas brindando información falsa.

Tanto Meta, responsable de Facebook y de Instagram, como TikTok, alegan tener mecanismos para identificar la presencia de niños en las redes y excluir los perfiles, como revisores humanos que analizan denuncias y técnicas de inteligencia artificial que reconocen patrones de uso y publicaciones para estimar la edad del usuario (como alguien que hace una publicación celebrando haber cumplido menos de 13 años). TikTok alega haber removido cerca de 76,5 millones de cuentas por sospecha de haber burlado el criterio etario el año pasado.

Sobre la moderación del contenido, son implementadas herramientas semejantes, para sacar del aire los posteos que no respeten las reglas de la plataforma. Además, fueron creadas medidas de control parental, como la posibilidad de definir un tiempo máximo de acceso y la supervisión del contenido por los padres.

Pero no es difícil encontrar publicaciones que violen estas directivas. Un experimento realizado por el  Centro de Combate al Odio Digital de los Estados Unidos, que simuló el perfil de un joven de 13 años, identificó que en apenas 30 minutos la página “For You” –sección que recomienda algorítmicamente el contenido a los usuarios– sugirió videos que fomentaban la automutilación, el suicidio y trastornos alimenticios.

“La pregunta es si las empresas hacen todo lo que pueden. Las herramientas existen, pero no existe ninguna obligación legal para que sean utilizadas de forma efectiva. Si eso cambiara, habría una obligación que las movilizaría porque estarían en riesgo de tener que responder jurídicamente por eso”, dice Ricardo Horta.

Él cuenta que esto motivó discusiones en todo el mundo. En general lo que ha surgido pone foco en dos alternativas: la primera es obligar por ley el corte etario, o sea, asegurar que no haya perfiles de menores de 13 años, sancionando a la red en caso de que continúe permitiendo perfiles con edades inferiores. La segunda pasa por la obligación de implementar más medidas y de manera efectiva, para garantizar que el ambiente de las plataformas sea seguro para los niños.

Señales de alerta

El niño pasa cada vez más tiempo conectado al celular.Sentimientos de irritabilidad, ansiedad y agresividad aparecen cuando no está en contacto con su teléfono, desapareciendo cuando recupera el acceso.Cambios de humor.Trastornos en el sueño y en la alimentación.El niño deja de realizar otras actividades para estar con el teléfono (salir a la calle, hacer los deberes, mirar televisión, dormir).Pérdida de amigos y relaciones sociales por pasar mucho tiempo con el teléfono.

Fuente: Henry Manuel Vásquez Medina, psicólogo clínico del área de adicciones del Centro de Salud Trébol Azul, en Perú.

Estrategias para ayudar a las familias a manejarse con las pantallas

Defina límites claros: establezca horarios específicos para el uso de pantallas, incluyendo tiempo para deberes, actividades extracurriculares y tiempo en familia sin tecnología.Cree áreas libres de pantallas en casa, como la sala de estar o el cuarto.Sea un buen ejemplo: limite su propio uso de las redes sociales y pantallas. Recuerde que usted es un modelo para sus hijos. Muestre interés por sus actividades e intereses fuera del mundo digital.Promueva actividades alternativas: incentívelos a practicar deportes, jugar al aire libre, leer libros, hacer manualidades o pasar tiempo con amigos y familiares. Inscríbalos en actividades extracurriculares que les guste, como música, arte o deportes.Comuníquese y dialogue: converse con ellos sobre los riesgos del uso excesivo de pantallas y la importancia del equilibrio entre el mundo digital y el real.Oiga sus preocupaciones y ayúdelos a desarrollar un pensamiento crítico sobre las informaciones que encuentren en las redes sociales.Busque ayuda profesional: si detecta señales de dependencia, como cambios de humor, aislamiento social o negligencia en las  responsabilidades, busque la ayuda de un psicólogo o terapeuta especializado.

Fuente: Henry Manuel Vásquez Medina, psicólogo clínico del área de adicciones del Centro de Salud Trébol Azul, en Perú.

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