Cómo son las visitas a una de las casas más icónicas de la Argentina que tardó 5 años en ser terminada y apenas fue habitada

Desde su inauguración a mediados de la década de los 50, la Casa Curutchet se volvió un hito de la arquitectura moderna. Ubicada en la ciudad de La Plata, se trata de la única vivienda diseñada por el gran arquitecto modernista suizo, Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, en toda América Latina.
La obra la encargó el médico cirujano Pedro Domingo Curutchet en 1948, se empezó a construir en el 49 y demoró más de cinco años en ser construida, pero apenas fue habitada por él y su familia durante siete años, cuando decidió mudarse a su antigua casa de Lobería.
Además, despierta devoción entre muchos estudiantes de arquitectura y algunos directores de cine que la eligieron para rodar sus películas, como El hombre de al lado (2009), dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat; y La obra secreta (2018), un documental con algo de ficción dirigido por Graciela Taquini.
Ahora bien, ¿qué hace que este proyecto sea tan singular y relevante hasta hoy? “En primer lugar, es la única obra construida y proyectada por Le Corbusier en toda América Latina. En 2016 fue inscripta en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, convirtiéndose en el único representante de este continente en una serie que reúne 17 sitios construidos por el suizo en siete países de tres continentes. Francia —donde Le Corbusier desarrolló la mayor parte de su carrera—, Suiza, Alemania y Bélgica, en Europa. India —donde construyó la ciudad de Chandigarh—, y Japón, representantes del continente asiático. Y la Casa Curutchet Argentina, como representante del continente Americano. Además, hay valores más profundos y al mismo tiempo, más sensibles de descubrir, como el valor pedagógico que significa experimentar la fluidez espacial de la casa, el movimiento, la rampa y el árbol, que las personas que la visitan no se la olvidan nunca más. Aunque hayan pasado casi 80 años desde que fueron imaginados, esos valores no envejecieron. Este es otro aspecto fundamental de su obra”, señala el director de la Casa, el arquitecto Julio Santana. Como novedad, después de muchos intentos, en mayo de este año el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires formalizó la compra de la vivienda a los herederos de Curutchet.
Un paseo arquitectónico
Ya en la puerta de entrada, sobre la Calle 53, lo primero que llama la atención es la cantidad de transeúntes que detienen su marcha para sacar fotos o aguardan en la entrada para recorrerla. La Casa Curutchet también puede visitarse por dentro. Aunque no son visitas guiadas convencionales, donde luego de una breve introducción de los guías, los visitantes son invitados a recorrerla libremente y por su cuenta, subir y bajar por sus rampas y escaleras, asomarse a la terraza jardín, inspeccionar el área de servicios, y los distintos ambientes distribuidos magistralmente en cuatro pisos y en dos áreas bien diferenciadas: el lugar de trabajo del Dr. Curutchet y la vivienda familiar. “El juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”, según definía Le Corbusier la arquitectura.
El ingreso se hace por una puerta sostenida por un pórtico de concreto, que sobresale en la fachada sin muro. En la vivienda moderna la planta baja se convierte en “planta libre” reservada al automóvil, mientras la casa está elevada sobre pilotes de hormigón.
Enseguida, una rampa conduce a un patio central donde, tal como lo indicó el suizo, se levanta un árbol del tipo álamo Mussolini —incluso especificó la especie Populus x euroamericana I-154—, y así incorporó el concepto del bosque o la casa rodeada de bosque que distinguía sus obras, aunque excepcionalmente se tratara de un edificio urbano.
La rampa atraviesa por debajo uno de los dos volúmenes cúbicos de este conjunto habitacional: el área de consultorio, ubicada en el frente de la vivienda.
El lugar de trabajo se compone de una salita de espera y la sala de operaciones, ubicadas al frente, y otra de internación, con acceso por una rampa ascendente.
En total, la casa ocupa alrededor 345 metros cuadrados para recorrer en forma vertical y horizontal, donde sorprenden las combinaciones de líneas y claroscuros, construidos sobre un terreno de 180 m². A diferencia del consultorio médico, que es más público, hacia el fondo se ingresa al espacio privado. Se trata del segundo volumen de un conjunto compuesto por dos “cajas” sucesivas, y permite recorrer la obra en forma dinámica.
Continuando por la rampa hasta el hall de entrada se accede al segundo volumen, donde se ubica el estar-comedor y la cocina, que se prolonga hacia la terraza jardín. Otros dos tramos de escalera ascendente y se ingresa a los dormitorios, en un excepcional paseo arquitectónico repleto de transparencias, columnas despegadas de los muros, puertas pivotantes, curvas y juegos espaciales magistrales.
A pesar de haber transcurrido tantos años desde su inauguración, todavía sorprende por su distinguida modernidad, entre pisos de cemento alisado, revestimientos de venecitas o el planteo de una terraza jardín, en pleno 1948.
Por entonces, Le Corbusier pensó la arquitectura con relación al hombre y formalizó esa búsqueda en la “Teoría del Modulor”: un sistema de proporciones antropométricas que toma como base la estatura humana y relaciones matemáticas —en particular la sección áurea inspirado en la secuencia Fibonacci— para estandarizar medidas y dar escala humana a los espacios. El esquema se apoya en una figura de 1,83 m y en su altura con el brazo en alto de 2,26 m, dimensión que adoptó como referencia para techos y vanos; de allí la cota de 2,26 metros presente en la casa.
“Le Corbusier y Pedro Curutchet nunca se encontraron cara a cara. Su relación fue siempre por correspondencia. Sin embargo, casi 20 años antes de hacer el proyecto de la casa, Le Corbusier había hecho un viaje de 100 días por Latinoamérica. Estuvo fundamentalmente en Buenos Aires, pero también visitó otras ciudades como Montevideo, Asunción del Paraguay, San Pablo y Río de Janeiro. Y también estuvo en La Plata. Fue un largo viaje que está muy bien reflejado en su libro “Precisiones”. Y hemos comprobado que cuando estuvo en La Plata, visitó el museo de Ciencias Naturales y pasó por el predio donde casi 20 años después proyectaría la casa. Es decir, si bien no estuvo nunca durante el proceso del proyecto, sí había estado en el sitio 20 años antes”, sigue el director de la Casa Curutchet.
Así las cosas, el arquitecto supervisaba la obra desde su estudio en París, mientras la construcción de la vivienda la llevaba adelante otro destacado arquitecto, Amancio Williams. La historia es que después de cinco años de construcción, y cansado de seguir esperando, el Dr. Curutchet terminó por despedir a Amancio Williams. A Le Corbusier se le pagó siete US$7000, lo mismo que se le hubiera pagado a cualquier arquitecto en esa época. Pero a Williams no se le pagó nada. Según el relato, lo hizo solo por el honor de trabajar para Le Corbusier.
Algunos de los planos originales todavía pueden apreciarse en la Casa Curutchet, otros se atesoran en Harvard. La mayor parte se conservan en el archivo Williams, sin duda, uno de sus más fervientes admiradores.
Cómo visitar la Casa Curutchet
La casa se encuentra en el Boulevard Le Corbusier (53) N.º 320, entre 1 y 2 (La Plata). Los días y horarios de apertura son de jueves a domingos, de 13 a 17. Para grupos de 20 o más personas también es posible en otros días y horarios con reserva previa en casacurutchet@capba.org.ar o por mensaje privado de Instagram (casacurutchet.capba) o Facebook (Casa Curutchet). El valor de la entrada para ciudadanos argentinos es de $9000. Para estudiantes y jubilados $5000. Matriculados del Capba y menores de 12 años, gratis. Extranjeros, $20.000.
Inscripta en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, una visita guiada recorre la única vivienda diseñada por el gran arquitecto modernista suizo en toda América Latina Qué sale?
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