Balance 2024: ventas, premios y revelaciones en el gran despegue del arte argentino​

“Hay muchísimo interés por el arte argentino”, aseguraba a principios de marzo último a LA NACION Maribel López Zambrana, directora de ARCO. Días después lo confirmaban los reyes de España al detenerse en el stand de la galería salteña Remota, una de las tres de nuestro país premiadas en la feria madrileña junto con Tomás Saraceno, tucumano radicado en Berlín. “Es un reconocimiento por trabajar con una escena increíble, y hacerlo en unas condiciones a veces no tan fáciles”, dijo Alex Alonso, representante de uno de los jurados, al entregar la distinción.

Un macabro descubrimiento en una fosa común de la Edad de Bronce: las víctimas fueron devoradas

Comenzaba así un gran año para el arte argentino a nivel global. Otra de las galardonadas en ARCO fue Piedras, que meses después recibiría también en arteba una mención del premio Remax al mejor stand de la feria. Una de sus artistas exhibidas en el Centro Costa Salguero se contó entre las revelaciones del año: Carrie Bencardino pasó a integrar la colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, sorprendió con una imperdible muestra individual que continúa hasta fin de enero en la sede de la galería en San Telmo, y acaba de vender dos pinturas en Art Basel Miami Beach.

Como si esto fuera poco, Piedras acaba de concretar la venta a Harvard Art Museums de tres obras de Jimena Croceri, a quien dedicó un solo show en Art Basel. Las compras de sus Joyas imposibles comenzaron minutos después de la apertura de la feria, que enfrentó este año demoras de los coleccionistas a la hora de definir inversiones.

No fue el caso de los argentinos: la galería Barro vendió el primer día la Calavera #5 del colectivo Mondongo por 470.000 dólares a Eduardo Costantini, que había adquirido meses antes la Manifestación del mismo grupo exhibida en Malba. Fue un año excepcional para el dúo integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha: entre varias obras vendidas se destaca la instalación Argentina (paisajes) exhibida hasta marzo en Malba Puertos.

La compró por 1,27 millones de dólares –probablemente, el precio más alto pagado por una obra de arte argentino- el coleccionista, compositor y empresario Andrés Buhar, impulsor de Arthaus. En la terraza de este centro cultural del microcentro porteño instaló además su Baptisterio de los colores, en el marco de una muestra dedicada a Mondongo que incluye otras dos de sus célebres calaveras. Como si esto fuera poco, también compró el díptico El sueño de la razón por un monto no confirmado.

En Art Basel, Buhar adquirió por otra suma de seis cifras en dólares una monumental pieza textil exhibida en la sección Meridians, bordada a mano por Chiachio & Giannone. La galería Ruth Benzacar vendió además otras cuatro obras de este dúo de artistas, que celebra dos décadas de trabajo conjunto con una muestra en Colección Amalita y un libro, y varias de Roberto Aizenberg, Carlos Huffmann, Eduardo Basualdo, Liliana Porter y Francisca Rey. Y Rolf Art, el doble de las piezas audiovisuales de Julieta Tarraubella exhibidas en su stand.

Fue un gran año para esta última galería, ya que concretó importantes adquisiciones institucionales: La Conquista (1991), una obra colectiva al MoMA; Bocanada de Liliana Maresca al Centro Pompidou; La ausencia de Santiago Porter al Museo Judío de Nueva York; gran parte del archivo de Dalila Puzzovio a Islaa; Mujeres presas de Adriana Lestido a Costantini; El cóndor y el águila de Graciela Sacco al Museo Nacional de Bellas Artes y Dibujos de fuerza de Verónica Meloni al CA2M.

Otro argentino cuya obra brilló –literalmente- en Art Basel fue Julio Le Parc, mendocino radicado en París y reconocido días atrás con el Gran Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes. Un móvil dorado, similar a la esfera que instaló en abril en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, se vendió por 400.000 euros en la galería brasileña Nara Roesler.

También en Miami, Diego Costa Peuser cerró con una exitosa edición de su feria un buen balance anual, que incluyó una alianza estratégica con el CAF (Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe) para promover el arte latinoamericano en el mundo y la celebración en La Rural dos décadas de Pinta BAphoto. Para el año próximo ya planea, entre otros proyectos, sumar a su semana del arte en Paraguay otros dos destinos: Panamá y Curitiba. En la más reciente, realizada en Paraguay, se anunció que el Pompidou tendrá una sede en la Triple Frontera.

Entre los artistas que cruzaron varias fronteras se cuenta Gabriel Chaile, cuyas esculturas compradas por Costantini en la Bienal de Venecia en 2022 se instalaron de forma permanente en Malba Puertos. Tras iniciar el 2024 con otro de sus hornos de barro en el High Line de Manhattan, expuso en Londres, inauguró una retrospectiva en San Sebastián, realizó una performance en el Guggenheim de Nueva York y exhibe una muestra en la porteña Barro. Mientras, ya trabaja en otra que se inaugurará el 6 de enero en la Fundación Cervieri Monsuárez, en Uruguay, con curaduría de Pablo León de la Barra.

Marta Minujín hizo lo propio: comenzó el año sobrevolando Buenos Aires desde un helicóptero para el cierre de la Bienal de Performance y lo continuó instalando una escultura inflable frente al Palacio Libertad; la inauguración de una muestra en Dinamarca que iniciará una gira europea de La Menesunda y la presentación de una colección de sus obras “para vestir”, además de un libro sobre su vida en Nueva York.

En la Bienal de Venecia, los artistas argentinos nunca estuvieron tan bien representados. Además del envío oficial con una gran instalación de Luciana Lamothe, La Chola Poblete fue reconocida con una mención especial. A sus obras se sumaron las de otros quince creadores de nuestro país seleccionados por el curador Adriano Pedrosa para integrar las muestras centrales. “La escena artística argentina -observó este último en diálogo con LA NACION- es diversa, plural, compleja”.

“Este es un paso muy firme de reconocimiento internacional”, opinó por su parte Amalia Amoedo, coleccionista, artista y mecenas, que apoyó a través de su fundación la 60ª edición del encuentro. Meses después fue distinguida con el Premio arteba al Coleccionismo y como personalidad destacada en el ámbito de la cultura de la ciudad, por parte de la Legistatura porteña.

Esta “embajadora” de la creación nacional se encontró en Venecia con su amigo Alec Oxenford, otro expresidente de arteba, que acaba de inaugurar la tercera y última muestra de su colección en Brasil antes de que el Senado confirme su designación como embajador en Estados Unidos. “El arte argentino está empezando a integrarse al mundo”, había anticipado en 2018, en una entrevista con LA NACION.

Habrá que prestarle atención. Porque Guillermo Kuitca fue el elegido para pintar las paredes interiores de la capilla del Palacio Sale, sede del Museo Picasso en París. Su mural cubista, que seguirá expuesto hasta 2027, se inauguró en octubre. Un par de meses antes, en Buenos Aires, Luis Felipe Noé hacía algo similar: presentó su vitral instalado de forma permanente en tercer piso del Hotel de Inmigrantes. Luego, a los 91 años, publicó dos libros –El ojo que escribe y Asumir el caos- e inauguró su muestra anual en Rubbers. Una energía similar tiene su colega Edgardo Giménez, una década menor, quien instaló un volcán humeante en Lollapalooza para “arrasar con el malestar”. Obras de ambos integran la muestra actual dedicada al pop en el flamante espacio remodelado de Fundación Klemm.

Justo frente a esa cuadra que se hizo famosa en los ‘60 como la “manzana loca” se encuentra Central Affair, un nuevo circuito artístico alojado en el entrepiso de Galerías Larreta. Y a la vuelta, a metros del Florida Garden, la nueva sede de Aldo de Sousa, galería fundada hace más de medio siglo. Apenas uno de varios espacios abiertos este año, entre los cuales se cuentan Malba Puertos, Museo Campo y las galerías emergentes Linse y Departamento 112. Tras haber cosechado un premio en Pinta Miami, el joven director de esta última, Hans Petersen, invita a reflexionar desde una muestra en Munar sobre qué significa el concepto de “arte argentino”.

Tal vez en Diderot se pueda encontrar una respuesta, ya que la plataforma nacida en 2017 en Buenos Aires llegó este año a Uruguay, después de haberse expandido a México. También se iniciaron nuevas etapas en el Centro Cultural Recoleta, que restauró su fachada al diseño original y amplió su programación de artes visuales; el Palacio Libertad, que estrenó nombre; el Fondo Nacional de las Artes y el Centro Cultural Borges, que cambiaron de autoridades, y el Malba, que designó como director al brasileño Rodrigo Moura.

En este museo de arte latinoamericano, la muestra dedicada a Gyula Kosice a un siglo de su nacimiento: fue visitada por más de 150.000 personas. También se recordaron de distintas formas aniversarios vinculados con Joaquín Torres García; Julio Cortázar; el impresionismo; el surrealismo; el prolífico año 1924 en la Argentina; la galería Van Riel; María Juana Heras Velasco; Liliana Maresca; Luis Pazos y Wassily Kandinsky. Y hubo despedidas para Sara Facio, Ricardo Esteves, Víctor Chab, Marcelo Grosman, Daniel Levinas, Elba Pérez, Narcisa Hirsch, Fermín Eguía y Remo Bianchedi, entre otros.

En forma paralela asomaron en arteba nuevos talentos como Dana Ferrari; Amanda Tejo Viviani; Trinidad Metz Brea y Julia Padilla, que expuso sus dibujos y esculturas en múltiples muestras. También fue un gran año para artistas como Verónica Gómez, Sandro Pereira y Adriana Lestido, quien regresó al Malba con su película Errante y acaba de publicar sus diarios sobre la travesía por el Círculo Polar Ártico.

Brillaron además Cecilia Szalkowicz y Sofía Bohtlingk, por partida doble: mientras ambas participan de la muestra de Oxenford en la Fundación Iberê Camargo, en Porto Alegre, protagonizan exposiciones individuales en Fundación Larivière y en el Moderno. Además, hubo premios para proyectos de Donjo León (Pinamar), Benjamín Felice (Azcuy), Valeria Conte Mac Donell y Jimena Ferreiro (Fundación Santander).

Buenos Aires volvió a ser una fiesta con la Noche de los Museos -muchos de los cuales sumaron obras a su patrimonio-, y la célebre Bienal del Chaco sumó como atractivo una réplica del David de Miguel Ángel. Y mientras se modificaba la reglamentación para la libre circulación de obras de arte, Costantini marcaba dos nuevos récords en subastas al comprar obras de Leonora Carrington. También fue noticia una pintura de René Magritte rematada por 121,1 millones de dólares. Aunque nada tuvo tanto impacto como Comedian, la famosa banana de Maurizio Cattelan, vendida por 6,24 millones en un año para enmarcar. O, mejor, para pegar con cinta en la pared.

​ Un año digno de pegar con cinta en la pared incluyó la adquisición de una obra de Mondongo que podría ser la más cara de la historia nacional, nuevos espacios de exhibición, distinciones internacionales y la proliferación de jóvenes talentos  Cultura 

Leave a Comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *