Archibaldo Lanús, en su piso del Palacio Estrugamou, comparte sus diarios de viaje
¿Qué le parecieron los escritos?”, pregunta Juan Archibaldo Lanús, conocido por sus allegados como “Archie”. Habla de los Carnet de voyage, los textos sobre sus viajes y sus temporadas en el exterior (mayormente en Europa), donde este diplomático que por diez años se desempeñó como embajador argentino en Francia cuenta a dónde fue, qué visitó y con quiénes se encontró. “Soy abogado, empecé a los 24 años y cuento con 45 años de carrera diplomática. Después estudié Economía en La Sorbonne ya como embajador, porque uno nunca deja de serlo”, destaca Lanús sentado en su escritorio en el Palacio Estrugamou, donde suele realizar sus célebres tertulias. Luego señala la figura de un hipopótamo en su biblioteca. “Nadie en mi familia se llamaba Archibaldo, mi madre eligió ese nombre porque justo la semana en que nací, en el Zoológico de Buenos Aires, al rinoceronte, que se llamaba Archibaldo, se le partió el cuerno. A mi madre le gustó y a mí me parece un nombre fantástico”, dice.
Lanús revisa su escritorio, ordena fotos y papeles, acomoda sus escritos. “He escrito diez libros, pero esto es más personal. Tengo 18 de estas [señala sus carpetas repletas de invitaciones, mails, mensajes, todos impresos y prolijamente catalogados], todas tienen su historia y algún día serán contadas”, destaca mientras muestra las invitaciones al Baile de la Rosa, de la familia real de Mónaco. “Me han invitado muchas veces, sí. La de este año aún no la han enviado”, desliza.
– Todo fue resultado de una carrera, una vida en Europa…
– En mi familia no esperaban una carrera así de mi parte. A Europa nunca había ido, ni de vacaciones. La primera vez fue en junio de 65, con mi primer traslado diplomático, cuando fui designado como secretario en la embajada argentina en Francia. Comprendí que había empezado la verdadera aventura de mi vida. Me desempeñé como embajador en Francia durante diez años. Primero seis y luego cuatro años.
– ¿Conoció mucha gente interesante?
– De todo, jefes de Estado, mucha gente, personalidades nobles, sí que terminaron convirtiéndose en grandes amigos.
– En sus viajes recorre palacetes, es recibido por grandes familias aristocráticas, ¿nunca en un hotel?
– Es que en realidad, en este tipo de vida, uno con los que más se encuentra y puede disfrutar es con quienes tienen el tiempo y las posibilidades. Encaro cada viaje acorde a quienes quiero encontrar, pero no siempre me hospedo en sus casas, también paro en hoteles, pero, eso sí, siempre en los mismos.
Desde hace unos años, Archibaldo Lanús tiene por costumbre redactar una especie de diario donde comparte sus pensamientos y vivencias y enviar esos escritos de sus viajes, “Carnet de Voyage” a sus amigos y conocidos. Escribe, por ejemplo:
“Tuve el placer de almorzar o cenar en palacios del siglo XVI o XVII que de por sí es una experiencia poco común. En Madrid y luego en Marbella mi vida social fue intensa, con viejos amigos con los cuáles disfruté diálogos y recuerdos, como el duque de Sevilla, Francisco y Marisa de Borbón, los Alba…”. También menciona “al duque de Sevilla, Francisco de Borbón, primo hermano de mi anfitriona, Concha de la Serna; a Farouk Younes y Jacqueline de la Begasiere quienes hace cuatro años me recibieron en su palacio en el desierto de Egipto. Un Egipto que destila su vieja alcurnia faraónica, en un contexto donde ya está presente la tecnología y el confort de la sociedad contemporánea”. Archibaldo Lanús describe personas así como grandes mesas, grandes lugares o increíbles obras de arte, invita a viajar con sus textos.
“Queridos/as amigos. He vuelto a París el jueves 8 de junio luego de mi fabuloso viaje a España”, detalló Lanús en 2023, cuando viajó a Francia, Italia, Suiza y Montecarlo, visitó el Albaicín de La Alhambra, la Catedral de Toledo, la Mezquita de Córdoba, entre algunos de sus destinos. “Desde que dejé mi cargo como embajador en Francia, los amigos se refieren al mes de junio como la saison Archie”, asegura.
“Como si fueran palomas mensajeras que llegan de París ante el anuncio de mi llegada, recibo invitaciones y preguntas inquiriendo el tiempo que estaré y mis planes. No hubo un día del mes que estuve en Francia sin ser invitado o invitante a alguna actividad social, empresarial, cultural o encuentro informativo”, destaca Archibaldo.
– ¿Cómo nacieron sus escritos, para quién los hace y quiénes lo reciben?
– Estos escritos no son nada, no llegan a ser libros. Libros ya ha escrito diez. Memorias, recuerdos, anécdotas de mis viajes – escritos de 86 páginas entre textos y fotos-. Las escribo principalmente para amigos, es mi forma de contarles mis experiencias.
– ¿Solo los recibe gente de su confianza?
– Muchas veces mis amigos me han preguntado si podían pasárselo a otras personas interesadas en conocer de estos lugares, no me molesta. Se los envío en PDF, vía mail o por WhatsApp…
– ¿Una suerte de contar todo de una sola vez?
– Algo así. Relato todo de una sola vez. A veces voy escribiendo en el camino, anoto los detalles para luego, al regresar a casa retocar la versión final. Quizá algún día los recopile.
– Sus amigos europeos esperan su llegada como las golondrinas, entre sus notas se lee “cada año en junio tu vuelta es un momento mágico que realza la vida parisina”
– Cada junio. Imagínese, la mujer del ministro de relaciones exteriores, la condesa Jacqueline de Ribes, una de las más high society del mundo escribiendo eso de mí… Mis amigos me esperaban con el afecto y la consideración de un prestigio que me relacionaba y abría las puertas con lo más alto de la sociedad francesa: la academia, las grandes fortunas, los negocios, la política y la nobleza del antiguo régimen.
La vida social en Buenos Aires
Desde que terminó su misión en Francia, Archibaldo vive en Buenos Aires, en su propio París, el piso en el Palacio Estrugamou rodeado de recuerdos y fabulosas colecciones antiguas. “La historia siempre me gustó. Me interesa porque es el gran territorio del hombre y la literatura”, explica. “Estos sahumadores son de la época de Rosas, de mis tatarabuelos, Lanús. Lindos, ¿no? Y los retratos que cuelgan allí son todos parientes”, señala Archibaldo.
Camina por la casa con sus dos teléfonos (celular y de línea) en mano y, atiende los teléfonos suenan y, con los que, en cuestión de segundos, arregla una comida en el Jockey “no muy temprano, porque abre recién a las 20″, advierte.
– Incluso en Buenos Aires, su vida social no para. Acaba de realizar un agasajo para la duquesa María Luisa Gaetani D’Aragona y la princesa von Thurn und Taxis
-Esta casa siempre fue mi base, nunca lo alquilé y aun cuando estuve afuera, mantuve siempre al mismo personal. La misma cocinera desde siempre.
– ¿Cuántas veces por semana come en casa?
– Pocas, pero me gusta recibir y agasajar a mis amigos con recepciones y mi cocinera no solo es de confianza, sino que también cocina muy bien. Siempre fue así. Incluso en París, cuando me retiraba de París, Lilianne Bettencourt (dueña de L’Oréal), una amiga personal, me pidió si podía quedarse con mi cocinero. Eso fue antes de que saliera toda su historia y el escándalo -plasmado en “El Caso Bettencourt; la mujer más rica del mundo” en Netflix-. Le dije que sí, pero le avisé a mi cocinero que tuviera cuidado porque esta gente con tanto dinero era capaz de cualquier cosa.
– ¿Cómo es su círculo social?
– Yo creo que se ha desarticulado mucho la vida social en Buenos Aires, hay como un desinterés por escuchar al otro, por comunicarse.
– Sin embargo, las tertulias en su casa son épicas… ¿cómo decide las invitaciones?
– Una combinación por intereses, y un mix generacional. Me gusta que distintas personas puedan conversar, conocerse, reencontrarse y sentirse a gusto. Nada de frivolidad, a la gente tóxica no la frecuento.
– Sus mesas compiten con las de Mirtha Legrand. ¿Está permitido hablar de política, religión y fútbol?
– Claro que sí. Se puede hablar de todo, incluso la otra noche comentaban de una operación médica sin igual. Surgen temas interesantes. He combinado a intelectuales, políticos, funcionarios del FMI y nobles, todos en una misma mesa. En ellas se ha charlado de Macron y de Putin. Así lo escribí: “uno de los comensales, que trabajó muy cerca del presidente lo calificó de ser un ególatra enfermizo”, no dudo en dejar mis pensamientos políticos y análisis en cada renglón.
– ¿Qué debe hacer un anfitrión o un buen visitante?
– El anfitrión, tener la casa en orden. El invitado en tanto, llegar a la hora pautada. Ni antes ni después
– ¿Usted lleva regalo?
– Sí, siempre. Y si es un cumpleaños, algo de más. A Mauricio Wainrot le he llevado un perfume de Gino Bogani, los presentes los elijo yo personalmente
– ¿Con cuál no falla, flores o chocolates?
– Chocolates, es más seguro. Para hombres, suelo tener a mano cosas que traigo de Europa, por ejemplo, estuches para guardar las tarjetas.
– ¿Qué cosas no pueden faltar en su casa?
– Bebidas, un poco de todo para los invitados, a veces gaseosas y otras licores.
– Usted, ¿bebe?
– Muy poco, pero me gusta el torrontés.
Diplomático y exembajador argentino en Francia, habla de las vivencias de sus años en el exterior Sábado
Leave a Comment