Ahora la incógnita es Milei

El gobierno de los Estados Unidos despejó una incógnita que amenazaba con corroer cada día más la estabilidad de Javier Milei. El Presidente organizó toda su política detrás de un objetivo: bajar la inflación y ganar las elecciones exhibiendo ese trofeo. Como todos los antecesores que se fijaron ese propósito, utilizó como herramienta principal la política cambiaria. El Estado defendería una paridad peso-dólar cueste lo que cueste. El mercado, convencido de que el Banco Central no contaba con las reservas suficientes, desafió a las autoridades. Y el peso comenzó a depreciarse más y más. Aun así, Luis Caputo, el ministro de Economía, amenazó con gastar hasta la última divisa para defender esa cotización predeterminada. En consecuencia, la incertidumbre cambiaria se expandió también al mercado de deuda. Los tenedores de bonos temieron que, sin dólares, el Estado entraría en cesación de pagos. La presunción de que el Gobierno podría renovar su deuda a una tasa razonable en el sistema internacional se volvió cada vez más controvertida.
Para cumplir con sus compromisos, el gobierno de Milei debería comprar los dólares necesarios. Para el año que viene, casi 20.000 millones. Esa perspectiva modificaba el horizonte por completo. El económico y el político. “Vivir con los nuestro” significaría un tipo de cambio más caro, menos importaciones y, al menos por un tiempo, menos producción y menos consumo. Ante este panorama, la corrida cambiaria se aceleró. Y el riesgo-país, que indica la capacidad del Estado para honrar su deuda, se disparó. El problema ya no estaba instalado en el mediano plazo de la segunda mitad del mandato. La pregunta empezó a ser cómo llegaba el Gobierno a las elecciones del 26 de octubre. En el caso de Caputo, el interrogante era si llegaba.
En medio de este panorama turbulento irrumpió Donald Trump para rescatar a su amigo Milei. Su secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció a quienes poseen títulos públicos argentinos nominados en dólares que su país podría comprárselos. Más aún, aseguró que la Argentina podría financiarse emitiendo bonos para que los adquiera el gobierno de los Estados Unidos. Además, es posible que el Banco Central fortalezca sus reservas con un intercambio de monedas con los Estados Unidos. Es decir, ya no habría que inquietarse por la posibilidad de un default. Ni siquiera habría que preocuparse porque el gobierno de Milei no lograra financiarse en el mercado.
Como puede advertirse, se trata de un compromiso inédito, con consecuencias todavía misteriosas. Para empezar con las novedades. Este auxilio es distinto del que suele prestar el Fondo Monetario Internacional. El Fondo es una maquinaria comandada por un conjunto de países. Otorga ayudas contra programas que pueden, o no, cumplirse. Las responsabilidades del deudor son difusas, igual que los costos del acreedor. La ayuda que anunció Bessent es de otra naturaleza. Es un cheque del emperador, que se emite con prescindencia del laberinto burocrático de los préstamos internacionales. Además, Trump y Bessent quedan atados en buena medida al éxito de Milei. En especial frente a sus opositores internos.
Ese involucramiento con la gestión de Milei es tan intenso que afloró en algunos detalles insólitos del comunicado de Bessent. Por ejemplo, cuando reveló que “estamos trabajando con el gobierno argentino para poner fin a la exención fiscal para los productores de materias primas que convierten divisas”. Con un enfoque massista de la política cambiaria, Bessent admitió que él se sumó a la extorsión que las autoridades realizan a los productores agropecuarios para que, liquidando sus granos, fortalezcan las reservas del Banco Central. Lo que implica una confesión inesperada: el Tesoro de los Estados Unidos avala la política de retenciones. Resulta tan inverosímil que muchos observadores apostaban a que había una falla en la redacción del texto.
¿Cuáles son los requisitos para acceder a esta ayuda? Una pista para responder esa pregunta. Durante todo el fin de semana, funcionarios del Tesoro estuvieron trabajando con técnicos del Fondo para evaluar la situación argentina. En el Fondo existe un marcado malhumor con Caputo. Nada novedoso. Memoria histórica. Nigel Chalk, el nuevo director del Departamento para el Hemisferio Occidental, recuerda muy bien las discusiones de 2018 entre su jefe de otrora, David Lipton, y Caputo, por entonces presidente del Banco Central argentino. ¿El motivo? La reticencia de Lipton a que el Estado desperdicie sus reservas monetarias para intervenir en el mercado de cambios. Se entiende, entonces, que la frase “me voy a gastar hasta el último dólar”, haya caído pésimo en el Fondo. Por esta razón muchos analistas prevén que el gobierno de Milei deberá aceptar la flotación plena del tipo de cambio, es decir, la eliminación del régimen de bandas, a cambio del auxilio anunciado por Bessent. La otra condición que el Fondo espera ver cumplida es la compra de reservas por parte del Central, que Caputo y su equipo, por orden de Milei, suspendieron. En definitiva, podría esperarse una reforma de toda la política cambiaria.
Entre las razones a las que apeló para justificar su respaldo a la Argentina de Milei, Bessent habló de motivos geopolíticos. El espaldarazo de Trump es el espaldarazo de un presidente que protagoniza un conflicto creciente con China. Por lo tanto, el salvavidas lanzado hacia Buenos Aires pretende reforzar un alineamiento internacional. No sería descabellado pensar en que el Tesoro le pedirá al gobierno argentino que revierta el acuerdo de intercambio de divisas que mantiene con los chinos.
En el trato con Milei se advierte que Trump aprendió de Xi Jinping. Que Estados Unidos se convierta en un acreedor de mediano plazo de la Argentina, establece un condicionamiento inesperado que excede en mucho el mandato de La Libertad Avanza. Para comprenderlo vale la pena conjeturar una situación. Por ejemplo: en 2027 llega a la Casa Rosada Axel Kicillof. Y advierte que en 2028 tiene un vencimiento de los bonos adquiridos por los Estados Unidos. Es decir, advierte que depende de la buena voluntad de la Casa Blanca para que le renegocien esa deuda. ¿Esa dependencia no influiría en su política exterior? Es lo que le sucedió a Milei frente a Xi cuando debió renovar el swap en yuanes: los chinos dejaron de ser criminales comunistas para convertirse en gente que quiere hacer negocios sin que la molesten. Ataduras que deben ser muy irritantes para un Presidente que ayer despotricó porque instituciones multilaterales, como las Naciones Unidas, limitan la soberanía de los estados nacionales.
En la atmósfera existen otras condiciones, de cumplimiento mucho más dudoso. Por ejemplo, la pretensión del gobierno norteamericano de que empresas de su país adquieran reservas mineras en la Argentina. Sobre todo de las valiosas tierras raras que son un insumo estratégico de la industria digital. En esta materia es poco lo que Milei puede prometer. Los recursos del subsuelo son de las provincias. ¿Será por eso que el nuevo embajador de Trump, Peter Lamelas, dijo que las recorrería una por una?
El contexto regional es otro factor que explica el respaldo tan contundente que Milei recibió de Trump. El gobierno de la Argentina es el único, de un país de volumen considerable, que se declara amigo de Washington. Los de México, Brasil, Colombia, Venezuela, Chile o Uruguay, están en la vereda de enfrente. Aun cuando anteayer se haya descongelado la relación entre Trump y Lula da Silva, que se entrevistarán la semana que viene. Hay que tener en cuenta, además, una circunstancia particular: en Chile, en Colombia y, con más lentitud, en Brasil, se están cursando campañas electorales. ¿Qué representaría para las derechas de esos países un derrumbe de Milei como el que se estaba insinuando la semana pasada?
El comunicado de Bessent incluyó otra afirmación tan hermética como relevante. La ayuda que se decidió será implementada después de las elecciones. ¿Quiere decir que esa ayuda, o las condiciones para conseguirla, dependen del resultado del 26 de octubre? Es imposible saberlo. Sin embargo, hay algo que está claro: de Milei no se espera sólo que modifique algunas líneas de su programa macroeconómico. También debe garantizar solvencia política.
De todos los enigmas que pesan sobre la vida pública acaso el más importante se refiere a cómo Milei interpretará lo que le sucedió en la última semana. Puede interpretar que, debido a los numerosos errores cometidos, estuvo a punto de desbarrancarse hacia el abismo hasta que una mano poderosa lo sostuvo. O creer que, debido a sus virtudes y sus éxitos, el presidente de los Estados Unidos acaba de premiarlo. El salvataje financiero puede ser leído, entonces, como un socorro en la emergencia o como una condecoración.
El modo en que él resuelva esta disyuntiva es crucial para el futuro de su experiencia en el poder. Bessent revirtió las expectativas funestas del mercado financiero. Pero todavía quedan por revertir las expectativas de una parte de la sociedad que está desilusionada con Milei. Para lograrlo debe encontrar un discurso electoral. La crisis financiera de la semana pasada y el salvataje con que Trump vino a interrumpirla abrieron una herida en el corazón del oficialismo. Para cualquier grupo político una tormenta de esa naturaleza es perniciosa. Pero lo es mucho más para uno que ofrece, casi como único beneficio, eficiencia en el manejo de la economía. Con el dólar a 1500 pesos y el riesgo país en 1500 puntos Milei perdió la infalibilidad que muchos le adjudicaban en aquella materia por la que ingresó a la política. Ahora tendrá que explicar que la receta no esconde una falla. Aquellos que estaban convencidos de que el trabajoso equilibrio fiscal era una garantía suficiente de estabilidad material, se estarán preguntando qué pasó. ¿Ese equilibrio era un mito? ¿O hay variables ajenas a lo fiscal que pueden también desencadenar un huracán? Este es el marco conceptual de un problema operativo: ¿los miembros del equipo del Palacio de Hacienda, con Caputo a la cabeza, se animarán a mirar a los ojos a Milei para formularle las severas reservas que tienen ante algunas de sus decisiones de política económica?
Hay otra dimensión de la gestión que funciona como una usina de crisis permanente. El internismo feroz. El Presidente se vanaglorió en su momento de haber forjado un “triángulo de hierro”. Una descripción que dejaba la sensación de solidez e invulnerabilidad. Sin embargo, ese “triángulo de hierro” se ha convertido en una fuente incesante de conflictos. Sobre todo por los enfrentamientos del “Mago del Kremlin”, Santiago Caputo, con el equipo de Karina Milei, por no decir con la misma Karina Milei. Una versión insistente afirma que en la última reunión de gabinete, cuando Milei, aconsejado por el “Mago”, insinuó que prescindiría de los servicios de algunos colaboradores de su hermana, ésta amenazó ya no con retirarse del Gobierno, sino con irse del país. Habladurías.
Así como la receta económica se mostró, por su diseño teórico o por su defectuosa puesta en práctica, insuficiente, la estrategia de marketing comenzó a dar resultados adversos. La suposición de que La Libertad Avanza estaba en condiciones de encarnar una nueva hegemonía no dañó tanto a los opositores como a los aliados. Esa rivalidad innecesaria terminó impactando en el Congreso y provocando derrota tras derrota. Las diatribas contra la casta terminaron alejando a los socios. Al mismo tiempo, una de los dispositivos cruciales del proselitismo de Milei, la hiperactividad militante en las redes sociales, se volvió contra el Gobierno. La jauría tuitera del “Mago” Caputo se dedica en las últimas semanas a insultar a figuras principales del oficialismo, empezando por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Curiosa coincidencia: ahora se suman al ataque legisladores más o menos cercanos a La Libertad Avanza. Las agresiones empezaron, también es llamativo, cuando Francos propuso investigar si durante la gestión de Sergio Massa se cobraban coimas a cambio de otorgar autorizaciones para las importaciones. La disputa interna no cesa ni ante el peligro de extinción. El match que se libra en estas horas es por el mérito de haber conseguido la ayuda de Trump: ¿Hay que agradecerle al canciller, Gerardo Werthein, un mimado de Karina? ¿O al hiperconectado empresario Leonardo Scatturice, íntimo del “Mago”? Los libertarios se han vuelto caóticos. ¿TMAP?
Milei debe ordenar su propia casa si desea traer invitados. Es muy posible que para regenerar la confianza deba recomponer su equipo. Tal vez, incorporar a aliados. Es un ajedrez en el que la figura y el rol de Mauricio Macri se vuelven muy relevantes. Pero es imposible emprender esta reconstrucción si las señales que emite el equipo más íntimo del Presidente hacen pensar en la anarquía.
La temible turbulencia de la semana pasada fue interrumpida por la ayuda de los Estados Unidos. Pero las razones que llevaron a ella siguen vigentes. A Milei parece haberle llegado la hora que les llegó a muchos de sus antecesores: el momento en que una crisis obliga a mirar la escena desde cero para, después, resetear la administración. Sólo así recuperará, para octubre, un discurso de campaña que hoy no tiene. Salvo que el Presidente y su equipo crean que alcanza con decir “Kirchnerismo nunca más”. En otras palabras: salvo que crean que alcanza con definirse contra algo.
El peronismo, en cambio, acaba de encontrar un argumento. Patria sí, colonia no. Vuelve a su raíz: Braden o Perón. Todo en sepia. Pero acaso sean consignas eficaces para retener a sus votantes. Bessent colabora cuando sugiere: “Vamos a ayudar, pero si votan bien”.
Además de agitar el sentimiento nacionalista, la dirigencia del PJ prepara algunos dardos de campaña. Uno de sus blancos preferidos es, como siempre, Patricia Bullrich. Es la candidata del oficialismo a la senaduría porteña, una competencia en la que los candidatos de Milei tienen todas las de ganar. Desde el kirchnerismo agitan el último fallo del Tribunal Oral Nº 8 en el que se revelan, con demasiados detalles, la conexiones entre la actual ministra de Seguridad y el insólito agente informal de inteligencia Marcelo D’Alessio, para manipular causas judiciales durante la gestión de Juntos por el Cambio. El pronunciamiento de los jueces es delicado, porque se proyecta sobre otras causas en las que D’Alessio habría realizado sus maniobras. Una es la que se sigue por la compra de gas natural licuado durante las gestiones kirchneristas, cuyo desenlace se conocería el martes próximo. La otra, mucho más grave, es la de los cuadernos de las coimas, investigada en este diario por Diego Cabot. ¿Hubo extorsiones para excluir a algunos empresarios o funcionarios del expediente judicial? La guerra electoral en la Argentina se libra en tribunales.
Cuando el genial Juan Carlos Torre evoca su paso por el Ministerio de Economía, durante la gestión de Juan Sourrouille, afirma que, si quiere alcanzar el éxito, todo plan de estabilización tiene que contar con tres condiciones. Debe tener solidez técnica. Debe ofrecer una tierra prometida que justifique los esfuerzos. Y debe contener, sobre todo, a las víctimas de su ejecución. Quiere decir que un programa de estabilización económica es un artefacto político.
Milei regresa de los Estados Unidos y debe revisar las características generales de su programa con la misión de recrear expectativas positivas. Sólo si lo logra, alineará a buena parte de la clase política detrás de sí. Los dirigentes no adhieren a un líder porque simpatizan con el líder. Lo hacen porque temen el castigo de la gente que confía en ese liderazgo. Sin que se restituya esa confianza colectiva será imposible constituir un oficialismo, es decir, un sujeto capaz de gerenciar reformas en los próximos dos años. Es algo que no provee Trump. Eso lo tiene que lograr Milei.
De todos los enigmas de la vida pública, el más importante es cómo interpretará el Presidente lo que pasó en Estados Unidos; la ayuda de Washington es un cheque del emperador, que se emite por afuera del laberinto burocrático de los préstamos internacionales Política
Leave a Comment