Adiós a Hugo Valía, solista del Colón y querido maestro de ballet
Con tristeza se conoció el lunes la noticia del fallecimiento del exbailarín Hugo Valía, a los 78 años; tenía antecedentes de enfermedad coronaria, aunque su muerte fue repentina y, por ello, sorprendió a la comunidad de la danza. Solista del Teatro Colón entre las décadas de 1970 y 1980, estaba casado con una inolvidable y querida primera figura del Ballet Estable, Silvia Bazilis, con quien tuvo dos hijas, Ana y Laura, que lo hicieron abuelo. Por su entrega a la familia, además de al arte, y por sus virtudes como maestro -sus alumnos mencionan, entre otras características, su generosidad, sus palabras de aliento y su capacidad para “pulir” la técnica clásica- se lo recuerda afectuosamente en las últimas horas.
Carmen era el ballet favorito de Silvia y Hugo, marido y mujer desde 1977, una pareja en todo sentido de compañeros. Si bien la primera bailarina formó con Raúl Candal una de las duplas artísticas más aplaudidas de la época, al matrimonio no le faltó oportunidad de trasladar al escenario el amor que los hacía latir debajo de él. “Siempre fue mi maestro, el que diseñaba mis trajes, corregía mis ensayos y, además, me regalaba el tocado para cada estreno”, había dicho ella a LA NACION hace unos años, cuando juntos trabajaban en Segovia, como ensayistas de la compañía del español Ángel Corella. Con las hijas ya grandes y retirados, lo suyo era “el uno para el otro, y los dos para la danza”. Por estos días, ambos tomaban clases de teatro; el fin de semana, sin ir más lejos, él la ayudaba a pasar letra de su próxima actuación.
Como bailarín, se había retirado del Teatro Colón tras veinte años a comienzos de la década siguiente. Mario Galizzi, quien fuera primero su compañero y luego su director, recuerda que en el estreno de su versión de La bella durmiente, en 1990 -la misma obra que actualmente se da en la sala-, Valía había interpretado a Catalabutte. “Me acuerdo especialmente del Predicador, en El niño brujo (Jack Carter); era muy interesante en ese tipo de roles mimados o de carácter”. También habían trabajado juntos durante la gestión de Galizzi en La Plata, cuando Valía era maestro del Ballet del Teatro Argentino.
“Era una lección de vida constante -dice Karina Battilana, productora de espectáculos y exalumna de Valía-. Fue quien me terminó de formar. Él daba la excelencia. Hace pocos días le mandé un audio contándole que había usado una frase suya en una clase, esas cosas que te quedan marcadas a fuego”. También en esos años, una jovencísima Paloma Herrera le agradecía su trabajo antes de viajar a Nueva York, en una foto con la dedicatoria: “Maestro Hugo, fui super feliz en sus clases. Lo recordaré siempre”. Él la atesoraba a la vista de todos en su perfil de Facebook.
Vecino de Villa Urquiza, Valía -que además escribía textos y poemas, como los reunidos en Mis letras, uno de sus libros publicados- era un hombre creyente y, varios subrayan, bondadoso. Un día antes de su muerte, había saludado por su cumpleaños a una bailarina del Colón con un breve mensaje que habla de su visión de la vida y la fe: “Que tengas muchos años para andar sobre este Planeta y tu vida se despliegue dando amor y bienestar a todos. No olvides que Jesús tiene mucho interés en vos… camina cerca de Él y llegarás a un destino perfecto”.
Aunque su foco estaba en la más refinada técnica, manifestaba: “Todos pueden bailar. El baile se lleva en el corazón, ni siquiera en el alma. Se puede bailar con condiciones físicas o sin ellas. Se debe bailar desde las mismas entrañas. No importa si te dicen que ya es tarde, ni siquiera oigas a tu razón. Todos pueden bailar, bailar es una cuestión del corazón. Se puede bailar en la alegría y en la desazón. Todos pueden bailar. No hay parámetros en temas de las emociones y las vocaciones, sólo hay comparaciones técnicas, pero eso no influye al momento en que te dispongas a disfrutar de bailar. No quieras bailar como los demás, baila como tú mismo”.
El coreógrafo Mauricio Wainrot despedía el mismo lunes con un sentido texto a Hugo Dante Valía. “Muy amarga noticia y un dolor muy profundo. Hoy y en forma inesperada un alma hermanada a la mía, compañero de clases y estudios desde 1965, un amigo muy querido que he respetado siempre por sus convicciones, cultura, humor y por sus hermosos textos y poemas, y mucho por la hermosa familia que formaron con una de las mas grandes y hermosas bailarinas que haya nacido en nuestro país, la querida Silvia Bazilis”. Recordaba allí que se habían conocido en 1965, cuando tomaban clases de Roberto Giachero, en el Estudio de Olga Kirova, e ingresado luego en la Escuela Superior de Arte del Teatro Colón, al curso adelantado de varones. “Los dos nacimos en 1946, eso hizo que la casualidad nos uniera, en 1966, en la revisación médica para el apto del servicio militar obligatorio”, aunque los dos se habían salvado por número bajo. “La solidaridad, palabra que encierra tantas cosas hermosas, ha sido una constante”, lo definió.
El exbailarín, que murió el lunes a los 78 años, estaba casado desde 1977 con Silvia Bazilis, gran figura del teatro; tras su retiro, se dedicó a la docencia Danza
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