El auto que nació en la antesala de la Segunda Guerra y terminó dando origen a una leyenda
En el convulsionado mapa europeo de 1938, Alemania e Italia buscaban mostrar al mundo la fortaleza de su alianza. El despliegue no solo sería armamentístico y simbólico, sino que debían mostrar un avasallante poderío en todos los aspectos, incluidos los motores.
La idea era organizar una carrera que uniera Berlín y Roma en una muestra de modernidad tecnológica a través de las recién construidas autopistas entre ambos países. Para ello, Frederick Porsche recibió el encargo de desarrollar un vehículo especial, ligero, veloz y simbólico: el Type 64, un prototipo que nacería como herramienta de propaganda y terminaría siendo una importante pieza de colección entre historiadores y fanáticos del motor.
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La carrera debía representar algo más que una competencia: era un gesto político. El régimen de Adolf Hitler quería exhibir la potencia industrial y Benito Mussolini veía en esa alianza un espejo de su propio proyecto. La distancia entre las dos capitales —más de 1500 kilómetros— sería el escenario perfecto para la “nueva era” de movilidad europea.
Fue en ese contexto cuando Porsche, entonces ingeniero al frente del proyecto del “auto del pueblo” (el KdF-Wagen, base del futuro Volkswagen Beetle), recibió el desafío de diseñar una versión deportiva con el mismo corazón mecánico pero una carrocería aerodinámica y de competición. El resultado sería un pequeño coupé de aluminio, con un motor bóxer de apenas 1000 cc pero capaz de superar los 150 km/h gracias a su perfil afilado y su bajo peso.
Del Type 64, también conocido como Type 60 K10, se construyeron apenas tres unidades en 1939. Tenía líneas curvas, ruedas carenadas y una silueta con gran aerodinámica para la época. Era, en esencia, un modelo de competición, pensado para una carrera que uniría simbólicamente a dos regímenes totalitarios.
Pero la historia tuvo otro destino. El 1º de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia y comenzó la guerra. La carrera Berlín-Roma fue cancelada antes de celebrarse. Los tres autos quedaron en manos del equipo de desarrollo, ocultos en talleres o usados por ingenieros. Con el paso de los años, solo uno se logró conservar completo y con él una prueba más de una época oscura para la humanidad.
Tras la guerra, la familia Porsche recuperó uno de los chasis del Type 64. Fue restaurado y ese vehículo se convertiría en el antecedente directo del primer modelo de la marca que hoy lleva su apellido. De hecho, algunos historiadores coinciden en que el Type 64 es el “eslabón perdido” entre el Volkswagen original y el primer deportivo de la posguerra, el 356.
En los años posteriores, el prototipo sobreviviente cambió de manos varias veces, fue exhibido en museos y décadas después, alcanzó cifras millonarias en subastas (la última fallida). Sin lugar a dudas, la tensión entre origen y legado le da al Type 64 una esencia difícil de replicar en otros modelos. Su peso histórico lo vuelve mucho más valioso que por una mera cuestión mecánica o influencia sobre la industria, ya que se trata del recordatorio de una época en la que el poder de turno también quiso expresarse a través de la velocidad.
El modelo estaba destinado a una carrera que nunca se realizó; la historia de un vehículo que se creó como bandera política antes del conflicto bélico y quedó enterrado en el olvido Autos


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