Geek Girl: cómo es la nueva serie de Netflix sobre el atípico triunfo de una joven en el mundo de la moda
Geek Girl (Canadá-Reino Unido/2024). Guion: Sarah Morgan, Jessica Ruston, Sameera Steward, basado en la novela de Holly Smale. Dirección: Declan O’Dwyer. Elenco: Emily Carey, Liam Woodrum, Tim Downie, Jemima Rooper. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
La nueva serie juvenil de Netflix, que llegó este mes a la plataforma, aborda su (relativamente simple) narrativa con una cadencia que la favorece, especialmente al adentrarse en un terreno con tropos bastante machacados como los del coming of age. Por lo tanto, en los primeros episodios de los 10 que comprende la coproducción entre Canadá y el Reino Unido se registra el tortuoso día a día de la protagonista excluyente de esta historia, Harriet Manners (Emily Carey), con un cierto apego a los lugares comunes que auguraban un panorama poco feliz para el desarrollo de Geek Girl.
Sin embargo, la serie –basada en el primer libro de la popular saga de novelas de Holly Smale– sabe cuándo es el momento de dar el volantazo y empezar a mostrar a su personaje central con aristas mucho más profundas. Harriet es una adolescente con dificultades para sociabilizar (conflicto que se explora con candidez sobre el final de esta primera temporada), una realidad que la angustia y en la que poco colabora un grupo de alumnos que ejercen bullying sobre ella por no considerarla lo suficientemente cool y por el resentimiento que les genera verla destacarse en todas las asignaturas.
Como consecuencia, el mote de “nerd”, de “geek”, empieza a hacer mella en Harriet, quien se escapa de las clases en cuanto puede para refugiarse en un salón, debajo de una mesa o bien entre los árboles del jardín de un colegio al que teme ir por las agresiones verbales que no cesan. Con mucha astucia, la ficción evita que su protagonista sea simplemente una chica torpe o ingenua como algunas conductas pueden llegar a indicar, y lo hace al retratar la raíz de su padecimiento ligado al rechazo que siente por cómo luce, por cómo se comunica y por sus gustos, que no van en sintonía con ese entorno más superficial que no responde favorablemente a una persona que elude moverse en manada.
La encrucijada que enfrenta Harriet se traza por una sucesión de episodios fortuitos que la obliga a crecer de golpe. En un viaje escolar a la Semana de la Moda de Londres, la protagonista oficia de acompañante de su mejor amiga -una aspirante a modelo y diseñadora-, pero termina siendo ella quien acapara las miradas de un representante de talentos que trabaja para una agencia cuyo objetivo es descubrir “un rostro disruptivo” en el escenario fashionista. En ese momento, la serie entra en una suerte de segundo tramo, con Harriet rechazando inicialmente una oferta laboral para ser el rostro de la nueva colección de una respetada diseñadora porque no se siente cómoda con la excesiva atención que recibe.
El conflicto de Geek Girl se plantea precisamente a través de la contradicción de la adolescente, quien, por un lado, empieza a notar cómo la moda también celebra la impronta, la personalidad, mientras en simultáneo padece el precio de volverse una figura popular, cuando una imagen suya en el piso de un desfile la hace despuntar como una modelo en ascenso con potencial para innovar en un microcosmos donde diferenciarse es la clave.
Con guiños a la serie Hannah Montana y al siempre influyente largometraje El diablo viste a la moda, Geek Girl pone el foco en esa suerte de doble vida de Harriet, quien intenta equilibrar su perfecto desempeño como estudiante con ese trabajo que la lleva a viajar por todo el mundo. En esa vorágine, su padre y su madrastra se convierten en pilares necesarios para no marearse y, sobre todo, para tratar su ansiedad social que se acrecienta cuando es obligada a dar pasos para los que no se siente lista. El vínculo entre Harriet y su papá es uno de los puntos más logrados de una serie que resta mucho cuando se busca forzar un interés romántico que no aporta demasiado al crecimiento personal que atraviesa la protagonista y solo es incluido como “gancho” para una inevitable segunda temporada.
Sin demasiadas estridencias, Geek Girl va de menor a mayor, con secuencias muy emotivas entre Harriet y sus amigos, quienes hallan consuelo en compartir sus luchas cotidianas fruto de sus problemáticas de salud mental que son agravadas por el constante bullying. Por lo tanto, aunque el recorrido (con varios obstáculos, como los ataques de figuras antagónicas) de la joven en el modelaje resulte llevadero, es en las charlas con sus padres y con sus pares en donde la serie adquiere otro espesor y encuentra un sello que la distingue de otras ficciones similares, como sucede con su protagonista y su incursión en la moda. En ambos casos, se trata de dejar una marca y, en su primera temporada, Geek Girl demuestra que va camino a conseguirlo con una bienvenida autenticidad.
La primera temporada de Geek Girl está disponible en Netflix.
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