El inédito apoyo a Milei. Las razones de Trump, las condiciones de Trump

Apenas habían pasado las tres de la tarde del jueves, cuando un alerta saltó en las pantallas de los operadores con una información sorprendente: el Tesoro norteamericano intervino en el mercado de cambios argentino. “Estamos comprando pesos ahora, amigos. La crisis cambiaria ha terminado. Estados Unidos nunca se va a quedar sin dólares”, confirmó de inmediato un hombre de la administración de Donald Trump a sus aliados locales.
Fueron no más de US$100 millones, según el Gobierno, pero el gesto tuvo la dosis suficiente de novedad y contundencia como para que se diluyera el clima de turbulencia que había regido en las jornadas anteriores, y para que el riesgo país bajara a los niveles previos a la elección bonaerense. In Trump we trust.
Se trató del segundo paso del plan de apoyo y rescate elaborado por Washington, después del movimiento inicial del 22 de septiembre de Scott Bessent, cuando anunció un swap de US$20.000 millones, la posibilidad de compras de bonos e inversiones millonarias.
Según explican en la Casa Rosada, el día anterior a ese tuit del secretario del Tesoro, recibieron un indicio de que primero habría un pronunciamiento verbal de urgencia para calmar los mercados, pero que la instrumentación de alguna medida concreta demandaría un par de semanas. “La intervención del jueves estuvo pautada desde ese primer momento. Sabíamos que la promesa discursiva no sería suficiente de entrada, pero el Tesoro requería algo más de tiempo para avanzar con la intervención en el mercado. Esto no fue una medida de apuro para frenar la intranquilidad cambiaria”, aseguró un hombre del Gobierno.
Justamente en la aplicación de la medida estuvo trabajando durante la semana el ministro Luis Caputo y su equipo en Washington, junto con sus pares del Tesoro. No fue sencilla la implementación, porque había limitaciones legales en Estados Unidos. De hecho en un momento se evaluó hacer la transacción con bancos extranjeros y finalmente se optó por canalizarla a través de tres entidades que operan en el país para que el movimiento no fuera tan heterodoxo.
El gesto de respaldo de la Casa Blanca absolutamente inédito en la historia argentina generó ruidos en Estados Unidos, por las quejas de la oposición y también de los farmers, que entienden que se está beneficiando a sus competidores. Ninguno de los dos frentes preocupan demasiado a la administración Trump, que considera a los demócratas como una banda política sin rumbo y a los granjeros locales unos quejosos oportunistas. “Nunca había visto tantos farmers dando vueltas como estas semanas”, se mofó uno de ellos. Pero más allá de las chicanas, hay un dato concreto: toda la movida se concretó mientras la administración federal de EE.UU. está paralizada por la falta de aprobación del presupuesto.
En el Gobierno admiten que el ruido que generó la intervención norteamericana en el mercado los lleva a ser cautos respecto del calibre de los anuncios previstos para la cumbre de Javier Milei y Trump de este martes. “Seguro va a haber novedades interesantes, pero tampoco nosotros podemos pedir nada más”, grafican. La expectativa es que haya alguna novedad con el demorado acuerdo comercial que elimine o reduzca los aranceles establecidos por Estados Unidos a la mayoría de los países del mundo. Se trataría de un nuevo gesto de preferencia por el gobierno argentino, en su momento más delicado.
Ante la acumulación de guiños y decisiones de auxilio de Estados Unidos, vuelve a rondar la pregunta más básica, que por momentos parece tener una respuesta obvia, pero que en otros parece limitada: ¿Por qué Trump asiste en forma tan abierta a Milei? Naturalmente, pesa la empatía personal e ideológica entre los dos líderes, pero es una explicación insuficiente. Existen razones geoestratégicas, que se resumen en la importancia de la Argentina como único aliado en la región, ideal para utilizar como banco de prueba de la determinación de la Casa Blanca de recuperar el espacio perdido a manos de China durante los últimos veinticinco años.
Pero muy vinculada con esa explicación existe otro motivo subyacente: los negocios. Trump y Bessent están pensando en la Argentina en términos de oportunidades incomparables por sus recursos energéticos y mineros, especialmente. Es la etapa posterior a la estabilización financiera, en la que se imaginan promoviendo un caudal de inversiones en tres recursos subexplotados: uranio, litio y minerales raros. También en oil and gas y en tecnología. El anuncio de esta semana de OpenIA sobre la instalación de un centro de datos en la Patagonia tiene que ver con el potencial local de la industria del conocimiento, pero mucho más con el acceso a energías renovables y al agua.
“Argentina representa para nosotros una oportunidad de inversiones masivas. Nuestra idea es que ambas economías estén cada vez más ligadas”, grafica un hombre de confianza de Trump. Esto, en su mirada, no implica un avance hacia una dolarización de la economía argentina (ni tampoco, como ironizaron algunos en las redes sociales, hacia la pesificación de la economía norteamericana).
Bessent tiene muchos viejos amigos del mundo de las finanzas que operan bonos en la Argentina y acaban de recibir una gran noticia. Y el entorno de Trump está nutrido de hombres de negocios que han puesto la mira en la Argentina a la espera de las condiciones necesarias para obtener recursos que no abundan en otras partes del mundo. Llegaron tarde a África, donde Pekín aterrizó hace tiempo; creen que están a tiempo en América latina. Imaginan que el Eximbank norteamericano puede tener un rol como gestor de créditos que diluya el papel del Banco Popular de China. Significaría un cambio del paradigma que dominó los últimos años.
China y las bandas
En las numerosas apariciones públicas de Bessent en las últimas semanas quedaron dos temas en situación incierta. Una está relacionada con el condicionamiento de la ayuda a un replanteo de la relación con China. El secretario del Tesoro lo expuso en términos de un supuesto compromiso que debe asumir Milei para limitar el nivel de interacción. Quien salió a diluir su impacto fue Guillermo Francos, al relativizar el alcance de esas palabras.
El jefe de Gabinete se pronunció en forma personal a pesar del clima que impera en el Gobierno para no arriesgar la concordia con Washington. Fue él quien el año pasado se reunió con el embajador chino Wang Wei para recomponer lazos y lograr la renovación del swap de US$18.000 millones. Ayer la propia representación de Pekín emitió un comunicado para rechazar las palabras de Bessent.
Producto de su fragilidad, pero también de su potencialidad, la Argentina ha quedado en el medio de esta nueva guerra fría entre EE.UU. y China, que volvió a tensarse esta semana con la amenaza de Trump de imponer aranceles adicionales del 100% a productos chinos. Se cruzan allí geoestrategia, negocios y diplomacia. Es la alta política que llama a las puertas de un país poco acostumbrado a jugar con las sutilezas y presiones de las grandes ligas.
En medio de este entramado, hay tres niveles de sensibilidad, desde la mirada del gobierno de Trump. El umbral bajo es el que tiene que ver con lo comercial: Washington no puede pedir que la Argentina deje de comprar y vender a China, cuando EE.UU. es uno de los principales socios económicos de Pekín. Hay presiones naturales, porque en exportaciones agropecuarias son competidores, pero no hay lugar para un veto.
El umbral más alto tiene que ver con las cuestiones estratégicas, en materia energética, infraestructura, logística y tecnología sensible (puertos, bases, represas, comunicaciones). Allí Trump reclama tomar una clara distancia de China y adherir al conglomerado de empresas norteamericanas. Y en el medio de ambos está el swap chino, que Bessent quisiera que quede sin efecto, pero que la Argentina busca mantener. Va a ser clave identificar si el asunto aparece mencionado explícitamente en lo que vayan a formalizar Milei y Trump este martes.
La otra gran cuestión que quedó en situación incierta fue la vinculada con el futuro esquema cambiario. Bessent sorprendió al mencionar al paso que el modelo de bandas “sigue siendo adecuado”, cuando el mercado descontaba una salida después de las elecciones. El mensaje se contrapone incluso con lo que venía reclamando el FMI, que apareció algo marginado, aunque siempre informado de las tratativas con el Tesoro.
“El Fondo está presionando para que saquen las bandas cuanto antes. Están muy disgustados con Economía porque el compromiso era que compraran reservas y eso no se hizo. Para ellos, las bandas fracasaron”, confió un referente político que dialogó con quienes están al tanto del caso argentino en ese organismo.
En Wall Street circuló la información de que fue el propio Milei quien bajó el mensaje de que en ninguna circunstancia pensaba dejar las bandas y devaluar, y que eso indujo el mensaje de Bessent. Son los mismos que piensan que el secretario del Tesoro buscó dar una señal de calma antes de las elecciones, pero que flexibilizará su posición tras el 26 de octubre.
Pero al menos por ahora, Milei y la administración Trump transmiten el mismo mensaje. “Es tonto apostar contra el peso, porque apostar contra el peso ahora es apostar contra el dólar”, dijo esta semana Barry Bennett durante su paso por Buenos Aires.
Además de asesorar a Trump, Bennett integra Tactic Global, una consultora que busca canalizar inversiones y negocios norteamericanos en el país y que comparte con Matt y Mercy Schlapp, líderes de la CPAC; Soledad Cerro, representante de esa organización en la Argentina; y el polémico empresario Leonardo Scatturice. La pista de aterrizaje de esa nave en la Casa Rosada es Santiago Caputo, quien articula un canal de negociación paralelo, la mayoría de las veces complementario, al que ejerce Economía y la curiosamente eclipsada Cancillería.
Bennet había estado hace dos semanas en el país y volvió a viajar con un objetivo bien concreto: testear de primera mano la factibilidad de que Milei pueda garantizar gobernabilidad a partir del 27 de octubre. Ese es el principal condicionamiento de la ayuda norteamericana.
Si no hay certezas de que podrá tener mayorías parlamentarias para avanzar con su programa de reformas, toda la estructura de ayuda quedaría frenada. Esto incluye naturalmente el resultado electoral, porque un triunfo facilitaría la tarea, aunque desde la perspectiva de EE.UU. es más relevante el concepto de gobernabilidad.
Bennett se reunió largamente con Santiago Caputo y su equipo, que le presentó posibles escenarios electorales y sus impactos en términos de gobernabilidad. El optimista hoy para el Gobierno es “ganar” la elección con 35-36 puntos. Esto supuestamente garantizaría un nivel de apoyo de los gobernadores que fueron aliados y de los legisladores afines. El escenario intermedio sería “salvar la ropa”, según la definición que se utilizó, y el más pesimista indicaría una derrota clara.
Ante esta hipótesis, la explicación que escuchó Bennett es que igualmente alcanzarían el tercio para blindar los vetos y evitar intentos de juicio político. Sería recurrir a una estrategia defensiva ya desde el inicio de la segunda mitad de mandato. “En este caso entiendo que la ayuda comprometida se frenaría a la espera de ver cómo se reordena el tablero político”, reconoció alguien al tanto de las tratativas. En definitiva, cuando EE.UU. habla de gobernabilidad, implícitamente también se refiere a ganar la elección.
El asesor de Trump mantuvo además una serie de reuniones con legisladores y algunos gobernadores señalados como posibles aliados, para confirmar si el diagnóstico que le dio el Gobierno era certero, y también para dejarles un mensaje: “A ustedes les conviene cooperar con Milei, porque de ese modo vendrán inversiones de nuestro país en sus provincias”.
Algunos creyeron ver una señal a favor en el módico éxito que logró el Gobierno al forzar que el proyecto de regulación de los DNU regrese al Senado por no haberse aprobado un artículo en Diputados. Pareció volver a funcionar algo del mecanismo de interlocución con los viejos socios que se había atrofiado en los últimos meses tras la rebelión de los gobernadores en el CFI.
También volvieron a aflorar las tradicionales internas por las atribuciones del logro legislativo. Las huestes de Caputo instalaron que fue su jefe el que reconectó con los gobernadores. A Francos no le gustó nada que no reconocieran la tarea de Lisandro Catalán y expuso su malestar en una entrevista. Los de Martín Menem hicieron lo mismo, pero por lo bajo.
Bennett presenció en vivo toda la secuencia, la negociación y la interna. También dejó un mensaje sobre este tema, al que vincula con la gobernabilidad: debe haber un cambio de gabinete para incorporar referentes de los gobernadores y de aliados como Mauricio Macri. Lo expresó sin ambigüedades. Más allá de los nombres, todavía no hay un nuevo diseño que vaya a reemplazar al desgastado esquema del triángulo de hierro. Será otra de las decisiones clave que se le acumulan a Milei para el 27 de octubre.
Es que al Presidente se le avecinan dos desafíos que definirán su destino inmediato: la elección y la administración del resultado. Para el primero de ellos, se sumergió en la campaña personalmente y apeló a un mensaje que adquirió un tono de imploración: si perdemos nada habrá tenido sentido. Igual no pudo evitar quedar enredado en la mamushka electoral que moldeó entre José Luis Espert, Karen Reichardt y Diego Santilli, y que ahora intenta revertir.
Pero lo que verdaderamente pondrá a prueba su liderazgo serán las definiciones que tome el día después de la elección, cómo reacciona ante el resultado, qué cambios hace en su gobierno, cuán dispuesto está a establecer acuerdos, cómo resetea el plan económico. Su amigo Trump estará atento a todas las respuestas. La foto que le ofrendará este martes en el Salón Oval tiene un mensaje adosado al pie: “Esta imagen es a cuenta de tus futuras decisiones, dear friend”.
Cómo se resolvió la intervención cambiaria y el entramado de negocios que impulsa el jefe de la Casa Blanca; las reuniones de su emisario por la gobernabilidad y las diferencias entre el Tesoro y el FMI por las bandas Política
Leave a Comment